jueves, 30 de diciembre de 2010

Panahí preso

La resistencia silenciada

Jafar Panahí no es un tipo que se pueda decir que haya tenido mucha suerte últimamente. En abril de 2001, cinco meses antes del atentado a las Torres Gemelas, estaba de gira mundial para la exhibición y presentación de su película El círculo en festivales, y tras la presentación en Hong Kong tenía que trasladarse a Buenos Aires y Montevideo. El viaje lo obligaba a hacer una escala en Nueva York, pero al arribar al aeropuerto J.F. Kennedy las autoridades lo detuvieron por no tener una visa de “pasajero en tránsito”. Tachado de sospechoso, fue inmediatamente fichado con fotografías e impresiones digitales; pero como el director se resistió a un tratamiento humillante, fue encadenado en una celda con otros sospechosos durante diez horas. En seguida fue colocado en un avión que lo devolvió a Hong Kong. Panahí escribiría más adelante lo irónico de ver desde ese avión a la Estatua de la Libertad, símbolo de un país que le había premiado por la libertad de expresión pero que también era capaz de destratarlo en forma abusiva.
Fue en marzo de este año que el cineasta iraní volvió a estar en boca de todos. Cuando las elecciones que dieron la victoria al actual presidente de Irán, dio públicamente su apoyo a Mirhossein Musavi, candidato opositor al régimen, y comenzó a rodar una película sobre el fraude electoral. Fue entonces arrestado y encarcelado por las autoridades, y luego de 88 días de encierro inició una huelga de hambre como protesta, exigiendo un abogado, un régimen de visitas y un juicio justo, lo que movilizó a personalidades del cine como Juliette Binoche, Martin Scorsese, Steven Spielberg y Abbas Kiarostami y a un sinfín de intelectuales del mundo que presionaron al gobierno iraní para su pronta liberación. Panahí salió en libertad tras el pago de una fianza de 160 mil euros, pero quedaba a la espera de un juicio ante el tribunal “revolucionario” de Teherán. Este 21 de diciembre, fue finalmente condenado a seis años de prisión por los cargos de conspiración y propaganda contra el gobierno iraní. Se le prohibe hacer cine, escribir guiones, viajar al extranjero y hablar con medios nacionales e internacionales en los próximos veinte años.
Lo asombroso de Panahí no es sólo que seguramente sea uno de los mejores y más consecuentes críticos a la tiránica teocracia islámica que domina Irán, sino que además debe de ser uno de los más valientes y arrojados cineastas de la actualidad. A diferencia de otros, nunca quiso abandonar el país para filmar sus películas, entre otras cosas porque para él abandonar Irán hubiera significado no hacer más películas. Lo que tiene que decir Panahí está allí, y su forma de resistencia a la opresión está en crear libremente, sin pensar en ataduras. Conocía los riesgos pero estaba dispuesto a pagar el precio necesario por decir lo que fuere, de la manera que se le cantase.
Seguramente el gobierno tendría la mirada fija en el director desde hace unos cuantos años. Las monumentales El círculo y Offside son películas políticas, que se limitan a mostrar el absurdo de las leyes que oprimen a las mujeres, y hasta qué punto obstruyen su más íntima cotidianeidad. Para filmar Offside Panahí logró escabullirse con todo su equipo de filmación en un estadio de fútbol, y también inmiscuir a seis jóvenes actrices, disfrazadas de hombres. En ese entonces en Irán se prohibía terminantemente la entrada a mujeres a los eventos futbolísticos, y la filmación se hizo entonces a espaldas de los gendarmes. Aún así, la película es un prodigio de realización cinematográfica, y se despliegan asombrosos planos secuencia y tomas con alguna de las chicas en medio de la multitud. La película desfiló por cuanto festival internacional existe en el mundo, llevándose premios y buen recibimiento crítico. Y, por decirlo de alguna manera, Panahí supo meterle el dedo al régimen donde más le molestaba.
Es verdad, quizá si no fuera uno de los mejores cineastas del mundo, si no fuera “nuestro” Panahí, no se armaría tanto revuelo y esta entrada no existiría. Poco y nada se habla de otro director de cine que arrestaron junto a él: Mahammad Rasoulof, también encerrado por seis años y condenado por los mismos cargos de conspiración y propaganda contra el gobierno. Pero también es cierto y necesario que los casos que sobresalen por alguna razón se hagan visibles en todo el mundo, que sirvan para exponer y ejemplificar una realidad atroz y vergonzosa que atraviesan otros tantos.
Tanto Rasoulof como Panahí fueron detenidos cuando asistieron al funeral de la brutalmente asesinada Neda Agha Soltan, una muchacha de 27 años que asistía a una de las protestas electorales de 2009. Su sangrienta muerte adquirió una inmensa notoriedad ya que fue grabada en video por otros manifestantes y difundido ampliamente en Internet. Neda significa “voz” o “llamada” en farsi, por lo que comenzó a ser nombrada popularmente como la “voz de Irán”.
Ojalá la voz de Panahí trascienda como un grito, como el grito ahogado de decenas de millones de iraníes temerosos, amedrentados por el hostigamiento, la tortura, las ejecuciones públicas y el ojo avizor de la portentosa revolución islámica.

Publicado en Brecha 30/12/2010

martes, 14 de diciembre de 2010

Enterrado (Buried, Rodrigo Cortés, 2010)

Seis pies abajo

El terreno estaba muy abonado: dejando de lado precedentes ancestrales como los cuentos El entierro prematuro, o Berenice de Poe, y un sinfín de anécdotas reales de asfixia, desesperación y cajones febrilmente rasguñados por dentro, desde poco tiempo a esta parte el cine ha dado algunos firmes ejemplos que precedieron e influyeron con claridad en Enterrado. Sin lugar a dudas, el segundo volumen de Kill Bill, en el que la protagonista era inmovilizada, colocada en un ataúd, confinada y enterrada, en una escena que tenía buenos tramos de oscuridad total y transmitía una claustrofobia insoportable. Más adelante, Tarantino redobló su apuesta en su brillante doble capítulo para la serie CSI Las Vegas, en el que uno de los integrantes del equipo de forenses era secuestrado y colocado bajo tierra, sin que él ni los de afuera supieran en qué sitio se encontraba. Y qué decir del indescriptible mediometraje Haze, de Shinya Tsukamoto, centrado en personajes sufrientes y prácticamente inmóviles que a duras penas podían arrastrarse dentro de recintos infames, cerrados, oscuros y laberínticos.
Pero Enterrado tiene una base fundamental que lo emparenta más fuertemente con los experimentos lúdicos que solía hacer Alfred Hitchcock, en los que al director inglés se le daba por ubicar una película entera sobre un bote a la deriva (Ocho a la deriva), o por filmar toda la acción en un único plano y sin más cortes que los impuestos por los cambios de rollo (La soga). Aquí la acción transcurre en su totalidad al interior del oscurísimo y sofocante ataúd, y el protagonista en principio dispone solamente de un celular, un yesquero, unos marcadores y un frasco con ansiolíticos. Más adelante descubrirá que hay otros objetos en el cajón, y que también podrán serle útiles.
La puesta en escena del director español Rodrigo Cortés es fenomenal. Aunque a muchos les cueste creerlo, la película no decae en ritmo en ningún momento, ya que ofrece una tensión constante fundamentalmente debido a la variedad de recursos que escasean y de los que depende la vida del personaje (el aire, la batería del celular, la iluminación, finalmente el frágil material del mismo ataúd) y elementos imprevistos que le complican aún más la existencia. La permanente variación de las tomas, la notable actuación de Ryan Reynolds, la brillante banda sonora de Víctor Reyes y la indignación general provocada por la flagrante injusticia de la situación proveen a la película de una atmósfera intensa, difícil de tragar para el que no esté preparado para tal experiencia.
El punto más cuestionable y polémico de la película es el hecho de que la acción esté situada en Irak, que el personaje sea un camionero norteamericano y que el responsable de su situación sea un (¿terrorista?) irakí resentido. Es verdad que la película intenta una crítica lateral a la guerra, a los negocios turbios de las empresas norteamericanas instaladas en Irak, y a la ética del gobierno. Pero no por ello deja de molestar que la víctima sea un norteamericano y el tipo jodido un irakí, y que la elección de semejante contexto huela tanto a oportunismo temático.

Publicado en Brecha el 15/12/2010

sábado, 11 de diciembre de 2010

Machete (Robert Rodríguez, 2010)

El mexicano equivocado

El falso trailer que acompañaba el proyecto compartido de Robert Rodríguez y Quentin Tarantino Grindhouse, y que fue el germen original de esta película, estaba buenísimo. Un homenaje a las películas de explotación de los años setenta, con el chicano maldito y de rostro taladrado Danny Trejo prometiendo desbordes sangrientos, sexo y machetazos gratuitos al por mayor. Como el trailer fue bien recibido y la tentación era grande, Rodríguez decidió convertirlo en largometraje, sublimando así esa bizarra fantasía.

El temerario Machete (Trejo) es un ex policía especializado en la lucha con armas filosas y pesadas. Luego de haber sido dado por muerto por un encuentro con el rey de la droga Torrez (Steven Seagal) se instala en Texas para rehacer su vida y es contratado para asesinar a un senador corrupto y xenófobo (Robert DeNiro), pero con la oculta intención de tenderle una trampa al protagonista y usarlo como carne de cañón para una conspiración política. Y naturalmente, como dirá Machete con su pétrea mirada en alguno de los tantos primeros planos a lo Sergio Leone que le dedican: “Han tratado de joder al mexicano equivocado”.

Y son de agradecer varias escenas de corte violento -en todo sentido- en que el vengativo protagonista despedaza docenas de pistoleros armados, con saña y radical falta de escrúpulos, y esa atmósfera desértica que tan bien funcionó en otras películas de Rodríguez como El mariachi, La balada del pistolero y Del crepúsculo al amanecer. Por supuesto, para poder sostener e hilar las escenas del trailer, era necesario esbozar un guión, un argumento que sirviera como excusa a tanto desmadre. Y ahí es que Rodríguez fracasa estrepitosamente: incapaz de crear un solo personaje interesante, plantea tramas y subtramas largas, vacías e inconsistentes –y eso que la acción transcurre cerca de la frontera de México-Estados Unidos, y hace referencia continua al conflicto de la inmigración ilegal- provee al relato de una arritmia radical -esto podría haberse solucionado con un montaje más riguroso- y diálogos soporíferos. El director mexicano, curiosamente, pretende darle un trasfondo serio a una película que se suponía iba a ser de explotación, y se esmera en continuar demostrando sus inmensas carencias para la realización audiovisual.

Dejando esto de lado, la película aporta divertidos tramos que, por su extrañeza y singularidad, tienen lo suyo. Y no tiene desperdicio ver a algunos veteranos actores de la clase B como Don Johnson, Steven Seagal y Jeff Fahey aportando su presencia y su bizarrez natural. Claro que quizá lo mejor sería esperar a verlos en una futura edición de DVD, y así poder hacer un buen uso del botón de fast forward.

Publicado en Brecha el 10/12/2010

jueves, 9 de diciembre de 2010

Educar la mirada

Gonzalo Palermo, gran cinéfilo, estudiante de periodismo y administrador del blog amigo País del ricardito, tenía que entrevistar a alguien de la prensa para un trabajo que versaba sobre la entrevista y no se le ocurrió mejor idea que acribillar a un servidor. Y la verdad le estoy agradecido porque me llevó a decir cosas que hace tiempo pienso pero nunca tuve la oportunidad de dejar por escrito. Así que acá va, el ida y vuelta con Palermo. Espero les sea de interés.

En alguna callejuela de Internet de cuya dirección no quiero acordarme, circula cierto programa que anticipa el año exacto en el que va a desaparecer la prensa en papel de cada país. A pesar de ser repetitiva y apocalíptica (recordemos que iba a desaparecer el cine, la radio, el vinilo) es de nuestro interés, porque la que sigue es una entrevista que habla sobre el periodismo en papel, y sobre el cine. Aunque es seguro que, si de distopías se trata, el entrevistado preferirá La naranja mecánica.

Y el entrevistado en cuestión es Diego Faraone, que ya ha dado el primer paso de toda rehabilitación: reconocer la enfermedad. Si bien acepta estar dominado por –así la llama él- la “insomne e inhóspita” cinefilia, reconoce que no tiene cura. Por eso ha preferido disfrutarla. Desde abril de 2004 empezó a colaborar con la causa “voluntariamente”, según dice, en portales como Arte7, Quinta Dimensión y Miradas de cine, aportando notas a las que hoy califica de “bastante fuleritas”.

Cuando le pregunto sobre la actualidad de los medios escritos y la alternativa digital que amenaza con reducirlos a cenizas, destaca la importancia de la lectura analítica y extensa, del artículo con más texto que foto, frente a la lectura frenética de muchas publicaciones digitales o impresas que priorizan la lectura reducida en caracteres y lista para llevar en bandeja (como las hamburguesas de una célebre cadena de comida rápida).

-Si bien es cierto que mundialmente muchísimos medios de prensa escrita están en crisis, y que muchos han cerrado directamente o eliminado secciones, no termino de creer que los medios impresos vayan a quedar del todo obsoletos. Muchos preferimos leer revistas o diarios tangibles, son más indicados para lecturas profundas y analíticas, mientras que en la web la tendencia es apuntar a lecturas fugaces, con notas y párrafos cortos. Es innegable que si uno precisa profundizar realmente en un tema, tendrá que echar mano a libros, estudios y trabajos que son muy difíciles o imposibles de encontrar en la web.
Creo que es muy importante que exista, en los medios impresos, una alternativa de resistencia a esa tendencia mundial a achicar textos, refritar y hacer todo más digerible. Le monde diplomatique, Brecha, e incluso algunas revistas de cine como El amante cine o Cahiers du cinemá se niegan a plegarse a esa tendencia. Por fortuna, algunas páginas web y algunos blog también. Es muy difícil o imposible escribir una nota profunda en 1500 caracteres.

-¿Y las secciones culturales?

-No pasan por un buen momento, pero tampoco creo que vayan a entrar en decadencia o dejar de existir.

-En el medio uruguayo todos conocen a casi todos ¿Eso te condiciona a la hora de referirte a una película?

-Eso condiciona a todos, y el que diga que no miente. En un país tan chico es imposible no conocer gente involucrada en la cuestión audiovisual, y cuanta más experiencia tiene un cronista, más serán los vínculos con los círculos en cuestión. Por fortuna nunca me ha tocado criticar la obra de un conocido, pero el día que me lo pidan, intentaré evitarlo a toda costa. De todos modos debo admitir que me he visto a mí mismo moderando mi léxico a la hora de vapulear una película uruguaya. Uno se siente menos suelto, más expuesto y observado, y sin dudas, existe la opción real de obtener una respuesta escrita inmediata que exprese un desacuerdo.

-El imperativo “apoyar la producción nacional”, a veces se vuelve “apoyar la producción nacional por el solo hecho de ser nacional”. ¿Defender un producto por el simple hecho de ser uruguayo, termina siendo un impulso o todo lo contrario?

-Nunca entendí esa tendencia. Supongo que obedece a un regionalismo berreta, a una idea de “progreso” a cualquier costo. Es ridículo apoyar una película sólo por el esfuerzo que significó o la localización geográfica en la que surge. Primero que sea buena, luego la apoyaré y halagaré con muchísimo gusto. Los que se hunden solos son los críticos, que pierden su credibilidad defendiendo películas intragables.

-¿Tuviste algún inconveniente por criticar alguna película uruguaya?

-Nunca tuve inconvenientes, aunque una vez escribí una crítica negativa a la película Joya, y me llegaron rumores de que el director me quería pegar o algo así, después me llegó alguna sentida expresión de desacuerdo por parte de algún encargado de producción. Pero nada muy resaltable.

-¿Creés en la tarea crítica, hoy tan vapuleada y tratada de obsoleta por algunos?

-Ja, si no creyera no dedicaría buena parte de mi vida a ello. La crítica es una forma de hacer pensar a la gente, de hacer dudar, de hacer disentir aún con el mismo crítico, y de educar la mirada. Vapulear al oficio crítico es como querer abolir el pensamiento.

-Hagamos una distinción entre el cine ‘comercial-popular’ y cierta forma de cine ‘social-comprometido de autor’. Desde parte de la crítica se desmerece -a priori- el alcance que pueda tener cine comercial, ¿Qué pensás al respecto?

-Bueno, esas sí que son críticas obsoletas. Es una tendencia de antaño que tiene que ver con ese ensalzamiento del cine “comprometido”, social, serio y reflexivo en detrimento de otro cine industrial, fabricado en cadena, hecho burocráticamente y con fórmulas establecidas. Pero lo cierto es que esos extremos nunca fueron absolutos, ni contrarios, que muchas veces las películas más comerciales se convierten en clásicos inmortales, y que la película más urgente y coyuntural puede ser olvidada inmediatamente.

-Por eso hasta hoy recordamos tanto el revolucionario montaje de Eisenstein como el Liberty Valance de John Ford y todo el western americano. ¿Qué tienen los clásicos para continuar vigentes?

-Supongo que así como no existe una fórmula para el éxito tampoco lo existe para que algo se vuelva memorable. Sin embargo adhiero un poco a lo que dijo Borges una vez al respecto; que sólo hay una constante en las obras maestras: la sorpresa. Un poco por eso es que me resisto bastante al cine “amable”, o apenas “interesante”.

-Esa definición (lo comercial siempre es malo por ser comercial) parece vacía de respaldo y justificaciones, algo paradójico si entendemos que la crítica se basa precisamente en justificar lo que se dice… Al respecto, en tu blog hacés una detallada clasificación de ‘especies’. Hablas de promotores, criticóides y, por último, de críticos. Suponiendo que te incluís en la última categoría, ¿qué debe tener un crítico que lo diferencie de los anteriores?

-Esta es una respuesta muy personal, pero me parece que es alguien que tiene que leer mucho, y no sólo sobre cine. Que tiene que ver las películas que le gustan pero también otras que quizá no tanto, y que debe saber analizar y analizarse a sí mismo. Alguien que aprende a responder la difícil pregunta: ¿por qué esta película me hace sentir de esta manera?

-Ya dentro de los críticos, decís que algunos se centran en nimiedades, catalogan de ‘interesante’, ‘contemplativo’ o ‘inteligente’ lo que es simplemente aburrido o lento. ¿Se trata de tener un sexto sentido para la percepción de lo que al resto se le escapa? ¿Depende de la formación del espectador? ¿O es una interpretación rebuscada del crítico?

-Bueno, esa cuestión ya va más en los gustos y obviamente nadie tiene un sentido “superior” que le ayude a discernir lo bueno de lo malo, y creo que un crítico, ante todo, debe ser fiel a lo que siente y lo que le provoca una película. Lo que pasa es que muchas veces los que abusan de esos adjetivos lo hacen de acuerdo a una pose y a la creencia de que existe un cine “elevado” por el sólo hecho de ser lento, difícil o hermético. Yo no tengo nada en contra de que la gente disfrute realmente de esa clase de cine, pero muchas veces se habla de “poesía”, de maravillas apoteósicas cuando ni siquiera se da una explicación al respecto. Si me van a decir que algo es genial, por lo menos que me cuenten por qué lo es.

-Eso va de la mano con el lenguaje técnico o especializado ¿Qué pensás del exceso de tecnicismos en una crítica (ya sea cinematográfica, musical, literaria)?

-No lo veo como algo necesariamente malo, mientras se tenga una buena pluma y se pueda hacer entender a los lectores no especializados de lo que se habla. Y también mientras el artículo sea ameno, ágil y no se convierta en un bodoque intragable, naturalmente.

-En tus reseñas te toca hablar del cine mainstream norteamericano, pero también del europeo y el nacional. Las salas comerciales de nuestro país exhiben mucho material realmente malo, pero el público lo respalda. ¿Se debe al cine en general, al público o a la distribución?

-No se puede echar la culpa al público por consumir el único cine que le llega. Los responsables son, sin dudas, los distribuidores, porque son los que presuponen de antemano lo que el público quiere o no. Porque son conservadores y no se arriesgan a traer películas diferentes, o a moverse un poco para conseguir obras más recónditas. Lo mismo los programadores de los canales de TV abierta. Nunca pasarían una película en blanco y negro, o pondrían en una tarde una película europea, surcoreana o tailandesa –y eso que las hay con más y mejores escenas de acción que las del cine mainstream-. No es menor que cuando se estrenó Saraband en Cinemateca 18 la gente se agolpó en la puerta formando una cola de dos cuadras de largo. Esa gente avalaba un cine diferente, pero es difícil encontrar distribuidores, o programadores de TV que apunten a colmar esas demandas, o a cambiar las percepciones del gran público.

-Hay mucho cine que no llega por las vías habituales y por lo tanto “no existe”… ¿Cómo ves el presente y el futuro del cine comercial americano?

-Nunca podría decir que esté en decadencia (quizá lo dije en algún exabrupto, pero me equivoqué). Por ahí están la Pixar, Dreamworks y Sony Animation haciendo películas grandiosas. Hay tipos con mucha cabeza como Tarantino, Scorsese, Burton o Fincher, y hay mucho potencial en la vuelta como para que una vez de cada poco tiempo tengamos una buena sorpresa. Nombro las últimas que me llamaron la atención muy positivamente: La niebla de Darabont, Apocalypto de Gibson y Meteoro de los Wachowski. Si prestamos atención a los estrenos semanales, diremos que la producción comercial americana es un desastre, pero visto el asunto en perspectiva, también podemos ver que hay tres o cuatro estrenos anuales que son buenísimos.

-¿Y el cine nacional?

-Está pasando por su mejor momento. Supongo que 25 Watts y el nuevo cine argentino envalentonaron a muchos nuevos cineastas, dando las muestras de que acá se podía hacer buen cine. Este año pasado se dio un salto importante: Mal día para pescar y Miss tacuarembó son dos películas de género muy personales y dignas. Es otra muestra de capacidad, y el cine de género siempre ayuda a impulsar la producción fílmica de un país.

-Sin embargo, el cine de género se practica poco en nuestro país. Últimamente hay muchos trabajos introspectivos e historias mínimas, y el sello de Control Z (las primeras películas de Stoll y Rebella básicamente) parece muy arraigado en varias películas uruguayas ¿Hasta qué punto eso es bueno y hasta qué punto encasilla al cine uruguayo, recién en pañales.

-A mí ya me está cansando un poco ese estilo. En argentina también hay un montón de cineastas que se centran, con un abordaje austero y distante, en anécdotas mínimas y cotidianas y con personajes a la deriva. Y ya tiene un poco de pinta de pose y de fórmula segura, de entrada garantizada a los festivales internacionales. Acné fue un poco el colmo de esta tendencia. ¿Alguna vez viste cuatro pibes de 13 años juntos que no se pasen hablando sin parar y rompiendo las bolas? Pero la austeridad y los personajes silenciosos y aburridos son lo que parece estar pegando hoy.

-¿Es por falta de ideas o conservadurismo que se termina siempre en esa misma afectada solemnidad? Digo esto porque esas historias nunca son declaradamente cómicas, de ciencia ficción, policiales, etc, y nunca tienen una trama demasiado sólida.

-No lo creo, a lo mejor existe en ellas una real voluntad para expresar algo, y los creadores prefieren usar ese estilo particular. Es una decisión estética, es como decir “yo no hago cine para las masas, sino para quien pueda entenderme” claro que al elegir ese camino muchos espectadores quedamos por fuera. Y como crítico, uno debería expresar su situación, y alertar al público potencial.

-¿Qué es lo primero a mejorar en el cine nacional hoy?

-No lo tengo muy claro, pero supongo que ante todo los cineastas deberían empeñarse más en contar historias, a transmitir energía y urgencias con anécdotas que los seduzcan. Me encantaría encontrarme una película uruguaya con un guión realmente original que la sustente.

-¿Y en la tarea de los cronistas, críticos o difusores culturales?

-Bueno, se necesitaría más profesionalismo. Pero no se puede exigir profesionalismo cuando no hay medios que paguen por ello. Lamentablemente en el Uruguay debe haber veintipocos críticos de cine activos, y de entre ellos sólo dos o tres deben ganarse la vida con ello (por supuesto que yo no soy uno de esos tres). Eso frustra iniciativas y lleva a quienes quieren especializarse a focalizar sus energías en otras cosas. Y la crítica de cine mal paga tiende a convertirse, a la larga, en una crítica pobre de contenido.

-Para cerrar, se va el 2010. ¿Cuáles fueron las mejores tres películas que viste en esta década?

-En primerísimo lugar Kill Bill (tengo una devoción casi patológica por el cine de Tarantino), después hay un par de documentales que me parecieron una brutalidad: The fog of war de Morris y La pesadilla de Darwin de Sauper, y después está la genial Memories of murder, del amigo Bong Joon-ho. Ya sé, te dije como cinco, pero me es muy difícil ponderar a una por encima de la otra cuando estamos hablando de estos pedazos de películas.


Y mientras la década se va, a Diego le llega la noticia de que fue seleccionado como Talent press para el próximo Festival de Berlín a celebrarse en febrero de 2011. Allí fue reclutado para escribir en la revista del festival (en inglés), por lo qué viajará al viejo continente. Actualmente escribe en el semanario Brecha y las revistas Dossier (bimestral) y Noteolvides.

Un poco sobre los medios y la crítica, un poco sobre el cine de acá y el de allá; el que se ve y el que no llega, el bueno y el malo (y el feo). Diego aceptó amablemente contestar a las preguntas y luego, casi sin aguantar más (no se si por mis preguntas o por su necesidad de cine), se internó raudamente en su centro de cinefilia privado. Voluntariamente, claro.

GONZALO PALERMO

viernes, 3 de diciembre de 2010

Harry Potter y las reliquias de la muerte – Parte I (Harry Potter and the Deathly Hallows: Part 1, David Yates, 2010)

Oscuridad inconclusa

En una de las escenas de apertura puede verse a Hermione -una ya madura Emma Watson, que parece actuar cada día mejor- en su casa, de rostro grave y compungido apuntando a sus padres con su varita, y arrojándoles un implacable hechizo desmemorizante. Consciente de que su destino próximo la colocará en situaciones de extremo peligro, y que quizá incluso la exponga a la muerte, Hermione prefiere borrarse a sí misma de los recuerdos de sus progenitores. Al poco tiempo se desatarán sanguinarios ataques de mortífagos hacia los principales personajes, en los cuales morirán varios de los últimos y la sangre se derramará en forma intermitente. Los protagonistas ya no son niños (los actores mucho menos) y ya no están amparados por su viejo director –el tristemente fallecido Dumbledore-; obligados a madurar de golpe y a asumir una responsabilidad inmensa, la tensión se cierne gravemente sobre ellos. Así, esta séptima entrega es, hasta hoy, la más oscura y tétrica de las películas del niño mago, la menos rebajada de violencia y la primera que no está ambientada en el colegio Hogwarts, sino en el inhóspito mundo exterior -aquí los protagonistas emprenden una travesía en busca de objetos varios que les servirán para exterminar al villano-.
Para extender aún más una larga saga que amenazaba con culminar, y con obvias intenciones comerciales, la adaptación cinematográfica de la séptima novela de Harry Potter fue dividida en dos partes, de las cuales ésta sería la primera, y la segunda y última estaría proyectada para estrenarse en julio del 2011. La decisión es beneficiosa por un lado, en el sentido en que son respetadas las diversas instancias de acción presentadas en el libro –no hay grandes omisiones- pero también trae algunas consecuencias negativas: en la novela había una atroz bajada de ritmo, con los protagonistas alojados en una carpa en medio de un bosque y sin saber bien qué hacer, que es reproducida sin elipsis, y que lleva a que la narración se estanque drásticamente. El otro problema es que la película no tiene un desenlace contundente, sino que termina con un decepcionante e inevitable “continuará”, dejando una sensación de extracto o de capítulo carente de unidad.
Se está haciendo notoria la distancia actoral de Daniel Radcliffe (Potter), apenas correcto, con la de sus dos brillantes acompañantes Emma Watson (Hermione) y Rupert Grint (Ron), que se roban la película y logran cambios de registro y dobleces emocionales en pocos gestos. Como de costumbre, los demás secundarios están perfectos -la escuela británica se hace sentir- y la película en conjunto es disfrutable, aunque sin dudas un tanto hermética para quienes no tengan presentes las novelas o las anteriores películas. Por otra parte, los primeros veinte minutos son ágiles, intensos y poderosos, y más adelante no se vuelve a retomar ese nivel. En definitiva, como en tantas otras entregas, queda la sensación de que si bien hay potencial, no estuvo muy bien administrado y resuelto.

Publicado en Brecha 26/11/2010