Mi hija Sofía cumplió tres años. Como todos los santos días se levantó antes que yo, y sin muchas ganas de estarse quieta. Me despertó y sin piedad me arrancó de la cama, exponiéndome al frío invernal. Por suerte, en mi semiinconsciencia me acordé de decirle feliz cumpleaños.
Luego de un ameno ritual de apertura de regalos y de un fugaz desayuno, yo ya estaba preparado para salir a trabajar. Pero al quedarme un margen de unos cinco minutos decidí ir a chequear en mi computadora las descargas de mi querido mulo. Con alegría me di cuenta de que había bajado una película que quería ver hace años: La tumba de las luciérnagas, un clásico de culto de la animación japonesa. Hace unos meses una amiga me había avisado que estaba cometiendo una falta terrible al no haber visto semejante prodigio de la naturaleza, y me señaló que en ella había unas cuantas concomitancias con Mi vecino Totoro, una película adorable del maestro Miyazaki en la que un par de niñas se sumergen en sus propias fantasías y en un frondoso bosque habitado por animales maravillosos.
Lo cierto es que movido por la ansiedad, vi unos segundos de La tumba de las luciérnagas. La imagen no era del todo nítida y lamentablemente la película estaba doblada al español. Un niño corría por las calles con su hermanita menor en andas, y Sofía, al verlo, quedo ensimismadísima y pegada incondicionalmente a los rayos catódicos.
Alegre de haber conseguido algo que la entusiasmara tanto, la dejé viendo la película y me fui, por fin, a trabajar. Mi jornada comenzó como cualquier otro día y sin mayores inconvenientes. Pero al cabo de una hora y media Soledad, mi mujer, llamó por teléfono muy enojada. Me dijo que nunca más volviera a ponerle una película así a Sofía, que yo era un padre desalmado, irresponsable y todo lo demás. Emití un algo ininteligible en el que pretendían conjugarse los términos “Totoro”, “Miyazaki” y “bosque frondoso”. Ella me comunicó que la película se ambientaba en la Segunda Guerra, que la madre de los niños moría incinerada y era enterrada en una tumba colectiva, que los niños protagonistas acababan muriendo por desnutrición. Malditos japoneses.
Sofía llegó a preguntarle a su madre por qué ponían a la niña en una caja, por qué la prendían fuego. Inhabilitada para mentir, Soledad le dijo que la niña había muerto. Sofía asintió.
Para tranquilizar a Soledad y defenderme de lo imperdonable, le recordé que nosotros de chicos veíamos dibujitos horrorosos y traumatizantes como Astroboy o nuestro amigo Marco, y que Sofía ya se iba a olvidar.
El resto del día Sofía lo pasó muy bien, y no ha vuelto a preguntar algo referente a la película. Pero de a ratos me acosa la idea de que en algún recóndito lugar de su pequeño cerebro se encuentren grabadas esas imágenes de tumbas colectivas y de niños desnutridos, de a ratos vuelve a mi ser un sentimiento de culpa por haberle hecho semejante barbaridad el día de su cumpleaños. Como si hubiese decidido que ya está lo suficientemente grande como para saber que el mundo es un lugar hostil, cargado de guerras, enfermedad y muerte.
Hace unos días, Soledad y yo vimos por fin La tumba de las luciérnagas, una película angustiante y demoledora que convirtió a Sole en un manantial de lágrimas, y a mí también, de a ratos. Es una obra maestra y de lo mejor que he visto en mi vida. Pero claro, es para adultos.
He tenido que verla dos veces en unos pocos días para terminar un artículo sobre la filmografía de Takahata, y en ambas he sentido lo mismo y he sacado idéntica conclusión: es la película más triste de la historia, con pocas dudas.
ResponderEliminarUn saludo cinéfilo.
Probablemente el mejor de los herederos del neorrealismo, aunque Nobody knows, del gran Kore-eda, está en un registro similar.
ResponderEliminarDe todas maneras sólo la compararía con El ladrón de bicicletas, en cuanto al impacto emocional que es capaz de producir.
Jur, aunque seguramente a tu hija le haya chocado, no creo que a esas edad le afecte tanto la historia como un adulto, la mayoría de cosas seguramente no las habrá entendido.
ResponderEliminarA mí la película me encanta, la vi hace tiempo y terminé emocionado.
Por cierto, si la imagen no es nítida es que seguramente sea un ripeo del estropicio de DVD que sacó Jonu, el master japonés tiene una calidad mucho mejor.
Ho!
Me contaba una amiga que cuando el estreno de La tumba... en japón, se exhibía en función doble para todo público con Mi vecino Totoro, por lo que los niños japoneses ya deben estar curados de espanto...
ResponderEliminarSí, quizá no sea para tanto, debe ser mucho más fuerte para los adultos.
Y muchas gracias por el dato, voy a ver si encuentro esa versión