El fin de la evolución
“Tenía la necesidad de mostrar lo que he visto, para poder compartirlo con alguien, para contrastarlo, para no volverme loco”. Hubert Sauper
A poco más de la mitad del documuental, las cámaras registran en una fábrica de Mwanza, al noroeste de Tanzania, el proceso por el cual se corta en filetes la perca del Nilo, un inmenso pez que a diario sirve como alimento a dos millones de europeos. El director Hubert Sauper, siempre fuera de campo, hace una de sus escasas intervenciones y le pregunta a un trabajador dónde es que van a parar las sobras, los esqueletos de los pescados. “Son separados para consumo humano” le responde su interlocutor.
En seguida la cámara sigue a uno de los camiones que llevan los desperdicios hasta un descampado, donde se apilan, sobre un lodo repleto de gusanos, montañas de esqueletos de pescado. El sonido ambiente es un permanente zumbido de moscas, y el olor puede intuirse. Una mujer tuerta, que aclara que perdió un ojo por el gas amoníaco que desprende el pescado podrido, cuelga los esqueletos al sol para que luego puedan venderse, y así abastecer la demanda de la población local. Los oriundos de Tanzania jamás podrían pagar por los filetes, y deben conformarse con comer lo que en el primer mundo no comen ni las mascotas.
La perca, un depredador voraz que crece hasta los dos metros de longitud y pesa cerca de 140 kilos, fue introducida en el lago Victoria en los años sesenta como un supuesto experimento científico. Pasados unos años, el pez ya había acabado con más de 210 especies de cíclidos, provocando la creciente eutrofización del lago y acabando alarmantemente con el oxígeno existente, volviéndose imposible la proliferación de nuevas especies. Hoy varias multinacionales explotan la perca del lago, prácticamente el único pez en existencia, extrayendo 500 toneladas diarias para la exportación de los filetes.
Sauper aborda las desdichas que rodean al proceso de extracción de la perca: prostitución y pobreza extremas, hambrunas endémicas, sida masificado, explotación salvaje. Legiones de inmigrantes que en el correr de los años se han ido trasladando a la cuenca para obtener algún trabajo en las fábricas conforman una masa de desarrapados que pueblan las inmediaciones de Mwanza. Niños desarraigados inhalan el plástico fundido del embalaje para perder la conciencia y no sentir el hambre y los continuos abusos sexuales de sus pares mayores, y en una impactante escena llegan a pelearse por un mísero puñado de arroz, quizá su única vía de subsistencia por un par de días más.
Muchos de quienes tienen la suerte de obtener un empleo arriesgan a diario sus propias vidas: los pescadores son literalmente comidos por los cocodrilos del lago; los pilotos que trasladan el pescado, mayoritariamente rusos, deben lidiar con aviones sobrecargados y aeropuertos destrozados (a los costados de la pista pueden verse restos de aviones accidentados); las prostitutas son violentadas y asesinadas por los pilotos y son blanco de toda clase de enfermedades venéreas. En una tienda de pescadores se vislumbra un cartel que reza: “si te acuestas con una prostituta, pégale”.
Para coronar la torta, un pastor evangelista instruye a los pobladores locales alertándoles que usar condón es el camino directo al infierno; un vigilante del Instituto Nacional de Pesca envenena las puntas de sus flechas para eliminar a todo el que se acerca y cuenta que obtuvo el trabajo porque unos ladrones rebanaron a machetazos al anterior celador; y el dato sorprendente de que buena parte de los aviones rusos que se llevan los filetes hacia Europa traen Kalashnikovs y municiones para abastecer las innumerables guerras que tienen lugar en la parte central del África.
La pesadilla del título es la pesadilla del planeta entero. El pez depredador que acaba con toda la vida de un lago, forjando asimismo su propia autodestrucción, es un poderoso símil de las multinacionales que arrasan con todo lo productivo que tienen los países del tercer mundo, dejando en su lugar podredumbre y tierras desoladas. Hasta hoy, no ha habido película que plasme con mayor claridad las más grandes miserias de este mundo.
Publicado en Brecha el 18/1/2008
No conozco todavía ese documental, faraway, pero tu sentida prosa ya me pone los pelos de punta y me horroriza -otra vez, por otra causa- y me avergüenza al pensar que la suerte de nacer marca de ése modo la vida de uno.
ResponderEliminarQue mundo más injusto.
No he comido nunca esos filetes; y seguro que ya nunca los comeré.
Un abrazo.
Genial Josep, con tu afirmación ya tengo la seguridad de que Sauper y yo logramos algo. El mérito es más bien de Sauper, pero bueno.
ResponderEliminarUn abrazo grande.
La verdad que esto que nos descubres es realmente nuevo para mí. Nunca lo había sentido nombrar y parace muy interesante. Saludos!
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