Como contrapartida al american way of life y a los productos hollywoodenses que lo encumbraban, en su mayoría superficiales, edulcorados, comerciales y por supuesto acríticos, el cine negro comenzó a reflejar cierto inconformismo presente en la sociedad norteamericana de las décadas del 40 y del 50. Si bien la Segunda Guerra y sus millones de muertos, Hiroshima o Auschwitz significaron golpes tremendos para la confianza en el progreso y en la humanidad; el macarthismo, la guerra fría y la intervención en Corea dejarían en evidencia mejor que nada los trapos sucios de Norteamérica.
Es entonces que estas películas de carácter truculento, desmesuradamente tétricas y oscuras revelaron los costados ocultos del sueño americano: la vida en el hampa, las mentes criminales, la brutalidad, la corrupción, la misoginia, el desapego y el individualismo, el cinismo, la traición, el desencanto.
Y este último término es clave para comprender la obra de Huston, quien en vida supo ser un gran cosechador de éxitos y fracasos, con superioridad numérica en estos últimos. Además de ser director de cine fue boxeador, dramaturgo, militar y aviador en la Segunda Guerra, novelista, pintor, periodista, cronista judicial, torero, jinete, guionista, actor. Llegó a teniente formando parte del ejército revolucionario de Pancho Villa, dirigió una revista de cine, fundó un comité de lucha contra McCarthy y en reiteradas ocasiones abusó compulsivamente del juego y del alcohol. No es de extrañar que el desencanto haya marcado a fuego su accidentada vida, y que en lo mejor de su obra se haga presente como un estigma personal. Sus personajes, y en particular los de La jungla de asfalto, comparten su mirada escéptica y el visible bagaje de un pasado tortuoso. Como bien comenta el crítico Guillermo Zapiola: "El rostro trágico de Humphrey Bogart se adecuaba perfectamente a la tipología de antihéroe hustoniano, y no es extraño que el director lo haya utilizado repetidas veces." (1)
En reiteradas ocasiones Huston comentó que los elementos verdaderamente importantes a la hora de filmar una película son el guión y el casting, y que el resto se va dando solo en la marcha. Lo cierto es que en sus mejores películas, Huston logra despertar la sensación de que ningún otro actor podría cuadrar mejor en el papel que aquel que está en pantalla. Por su parte, el guión de La jungla de asfalto no sólo es una excelente adaptación en la que se respeta el espíritu de la novela de Burnett (que vale decir, ha quedado comprensiblemente relegada al olvido), sino que además se le reordenaron algunos tramos y se le agregaron otros con resultados deslumbrantes. El desolador desenlace hustoniano es de una infinita superioridad trágica, y el rasante pesimismo que exuda la película no tiene cabida en el libro original.
Al igual que Dmytryk, Kazan o Dassin, Huston supo trasplantar a sus películas situaciones de la vida cotidiana con admirable destreza en forma aparentemente verosímil. A más de cincuenta años de su estreno, hoy continúa asombrando este realismo singular, y a pesar de que se sepa que casi todos los actores presentes en la película están más que muertos y enterrados, créase, estos personajes RESPIRAN en los fotogramas. Se ha dicho que el mérito corresponde al talento de Huston para la dirección de actores, pero en honor a la verdad vale decir que Huston rara vez los dirigía, sino que por el contrario, los instaba a que hicieran papeles a su manera, en busca de actuaciones instintivas y fieles a ellos mismos. Durante los castings, apuntaba precisamente a actores que tuviesen un perfil psicológico similar al de los personajes, y hecha la elección los dejaba libres a su suerte.
El resultado fue ejemplar: interpretaciones brillantes de Louis Calhern, Jean Hagen y James Whitmore, premio al mejor actor en Venecia a Sam Jaffe y descubrimiento de talentos notables como los de Marilyn Monroe y Sterling Hayden. Pero más impresionante aún, y a lo que Huston aspiraba, es la densidad emocional y el destello humano contenido en cada una de las caracterizaciones, incluidas las de los secundarios. No existen criminales de una sola pieza en La jungla de asfalto, y cuando se conocen sus motivaciones o sus debilidades, es difícil no simpatizar con ellos. Doc (Sam Jaffe), el cerebro de la banda, a pesar de ser un germano frío y meticuloso, se desvive por las faldas, y ello lo terminará por perder. Dix (Sterling Hayden), el rufián, se involucra en el robo con la idea de juntar dinero para volver a sus caballos y a su Kentucky natal; el abogado Emmerich (Louis Calhern) quedó en la ruina por saciar los gustos de su amante veinteañera; el especialista en cajas fuertes, Louis (Anthony Carusso), tiene un hijo enfermo y una familia que mantener; a Cobby, el corredor de apuestas, lo hunde su credulidad y su ambición; el chofer jorobado, Gus (James Whitmore), presenta inesperados costados solidarios. Los traidores son traidores por desesperación, y como dice en determinado momento Emmerich, "El delito no es más que uno de los aspectos de la lucha por la vida".
En su tiempo la película causó indignación en sectores de la crítica, los cuales consideraron de mal gusto que se buscara esta empatía emocional con delincuentes. Huston replicó: "Las personas que consideran inmoral el film tienen miedo de lo que la película despierta en ellos. Se sienten criminales porque comprenden el estado de ánimo y las motivaciones de los criminales". (2)
Si bien los personajes de La jungla de asfalto son delincuentes profesionales de larga trayectoria, y el riguroso plan craneado parece realmente "perfecto", todo terminará fallando, y de las formas más absurdas e injustas. La primer falla es el factor humano y sus imprecisiones típicas, aquí concretamente el engaño y traición por parte de uno de los integrantes de la banda. El resto es mero producto de la fatalidad, una alarma de otro edificio que suena accidentalmente, un arma que cae al suelo y se dispara sola. Es curioso que el plan falle precisamente en su parte más "segura" (la apertura de la caja fuerte), y el elemento que menos confianza inspiraba (Dix), es el que mejor se desempeña. Lo que la teoría aseguraba, la práctica acabará por derruir.
El hombre como un ser "arrojado" a su suerte en un mundo absurdo y carente de reglas, condenado a construir a cada instante su propia identidad por medio de sus acciones, y abrumado por la angustia al saberse libre y único responsable de su esencia son premisas del pensamiento existencialista, y en especial del de Jean-Paul Sartre. Ellas se encuentran presentes en las más representativas obras de Huston, confeso admirador del filósofo, y al que incluso terminaría encargando el guión de la película Freud, pasión secreta (Freud, the Secret Passion, 1962), debiendo rechazarlo luego por su exagerada extensión.
Las libertades personales se encuentran coartadas ya que los protagonistas han decidido internarse en la jungla del asfalto; el entorno los conduce a círculos viciosos de criminalidad, y las únicas vías de escape son la cárcel o la muerte. Lo que hoy puede verse como un desenlace un tanto moralista y bienpensante, debe pensarse como lo lógico y lo pertinente a su época. Si algún delincuente se hubiese salido con la suya, la película se habría catalogado inmediatamente como obra maldita, y no habría tenido la difusión y el buen recibimiento que tuvo. La jungla de asfalto se convirtió en fuente de inspiración para un sinfín de films de "atracos perfectos" de calidad variable, que conformaron todo un sub-subgénero dentro del subgénero que ya conforma el policial negro. Entre ellos cabe destacar como insuperables a The Killing (Kubrick, 1956) o, más acá en el tiempo, a Reservoir Dogs (Tarantino, 1992).
(1) Concretamente en El halcón maltés (The Maltese Falcon, 1941), A través del Pacífico (Across the Pacific, 1942), El tesoro de Sierra Madre (The Treasure of the Sierra Madre, 1948), Cayo Largo (Key Largo, 1948), La reina de África (The African Queen, 1951), y La burla del diablo (Beat the Devil, 1953).
(2) «Positif» 116, Publicada en España por «Nuestro Cine», 100-101 Agosto-Septiembre 1970. Citada después en «John Huston», Carlos F. Heredero, Ediciones JC, Madrid 1984.
Esta semana no tenía nada nuevo para publicar y me daba pena dejar el blog desactualizado. Tuve que echar mano a una reseña que publiqué en Miradas, hace un tiempito.
ResponderEliminarQue decir que te hayas olvidado en esta estupenda reseña. Si tienes más de lo mismo por ahí archivado, puedes ir publicándolo cuando te apetezca.
ResponderEliminarEsta película me encanta por la naturalidad con que todo se presenta, con una lógica interna aplastante y un final de los que hacen escuela. Maravillosa.
Un abrazo.
Gracias Josep. Tengo material archivado como para dejar funcionando el blog en piloto automático durante un año, más o menos, pero la idea es meter cosas nuevas. El artículo éste fue de una época en que tenía cerca de un mes para preparar las críticas, y gozaba de tiempo para leer las novelas originales, ver las filmografías de los directores, estudiar con detenimiento y sin apuro para reseñar algo. Hasta a un tatú le hubiese salido una buena nota. Qué tiempos aquellos!
ResponderEliminar¡Gran película Faraway! La vi hace un tiempo y me gustó mucho. Este último mes he deambulado por el cine de aquellos tiempos, una vuelta a las primeras pelis de Woody Allen, Cronenberg, films de François Truffaut, y cine yanqui bueno de aquél tiempo...
ResponderEliminar¿Algo más para recomendar que no sean clásicos como 12 angry men, Anatomy of a murder, Sweet smell of success, etc?
Muy bueno el comentario. Saludos.
Joder, Gerardo, me dejaste medio desorientado. No sé muy bien qué son "aquellos tiempos", porque ya estás hablando de tres décadas distintas. Pero bueno, no me contengo y recomiendo igual: no dejes de ver la increíble "Detour" de Ulmer, y si te vas a la década del 70, "Alicia en las ciudades" de Wenders es una delicia total.
ResponderEliminarAcabo de tirar los primeros títulos que me vinieron a la cabeza, pero cuando quieras una recomendación más localizada, avisame nomás.
¿Qué te pareció el third de Portishead? Un abrazo.
La verdad que sí, son tres décadas distintas Faraway. Tal vez sin inconcientemente escribí “aquellos tiempos” refiriéndome a los que corrían antes de que yo nazca. De igual manera, ando en eso, films que vagan entre esas década… amén de algo por ahí más viejo. En todo caso, ahora mismo (jueves 23:40 horas), me estoy por poner a mirar “Lawrence of Arabia” de David Lean, y mañana veo si consigo las que me recomendás…
ResponderEliminarEl nuevo álbum de Portishead, que decir… es Portishead y se me haría cuesta arriba intentar ser objetivo si así me lo pidieran. La verdad que la expectativa se forjaba en mi mente en relación con sus dos discos primeros. Ha pasado mucho tiempo, y siguen sonando igual de asfixiantes, hipocondríacos y oscuros. No me han decepcionado para nada, en resumen, su música sigue sonando especial a su manera. Escuchar algo de Portishead sigue y seguirá siendo una experiencia única incluso para aquel que no guste de su sonido...
En cualquier momento vuelvo en busca de alguna que otra recomendación. ¡Saludos!
Genial reseña de un clásico de la gran dupla Huston/Bogart. De esta época y de este director me falta mucho por ver aún.
ResponderEliminarSaludos.
Gerardo, como me imaginaba, sos un adorador de Portishead, como yo. Impresionante Third, verdaderamente.
ResponderEliminarFantomas, Huston es condenadamente genial. Pese a algún (imperdonable) traspié a lo largo de su carrera, la obra de Huston es increíble. Recomiendo muchísimo Sierra Madre, Cayo Largo, The Misfits, La noche de la iguana, y El hombre que sería rey. Y me quedan muchas por ver, por suerte!
El cine negro es la base y fundamento de todas las nuevas olas, incluída la de Godard y Truffaut además de toda vanguardia posterior. Esto, a mi juicio, se debe a que, en el contexto socio-cinematográfico americano, el noir se inspiró, más bie, en el cine europeo de vanguardia y especialmente en el expresionismo alemán. La iluminación de Out Of The Past, The Killers o Night and the city hacen constante hincapié en la ambigüedad y los contrastes... Hoy por hoy, Blue Velvet, Carlitos Way, The Big Lebowsky (semi-remake delirante de The Big Sleep) o History of Violence de nuestros grandes contemporáneos le deben mucho mucho al NOIR VIVA EL NOIR!
ResponderEliminarTe linkée en www.pescotis.blogspot.com para extender el imperio de bloggeros
Uno de mis noirs favoritos y sobre todo me emociona ese final con el protagonista caminando por las calles. Saludos!
ResponderEliminar