Cuando una película dice estar “basada” en hechos reales suele tener un par de asideros concretos, quizá hasta una anécdota principal verídica. Pero cuando dice estar “inspirada” en hechos reales, debe interpretarse que cualquier elemento de contacto con la realidad será mero fruto del azar y que, en principio, los realizadores escribieron una historia como cualquier otra. La afirmación suele ser utilizada para darle a una obra cierto estatus de seriedad y trascendencia, y conviene desconfiar a priori de esa clase de anuncios engañosos.
Como rememorando el clásico de culto The Texas chainsaw massacre (Hopper, 1974), esta película comienza con títulos en un fondo negro que dan cuenta de la inspiración en hechos reales mientras una voz grave y enfermiza reafirma lo que puede leerse. Inmediatamente títulos y voz agregan que, según cifras del FBI, en Estados Unidos se cometen 1,4 millones de crímenes violentos por año. Los dos datos juntos actúan como llamadores del miedo: no sólo lo que está por verse tiene un asidero real, sino que además ocurre casi todo el tiempo; de hecho podría ocurrirte a ti en cualquier momento, incrédulo espectador.
La película muestra entonces a una pareja que es acosada y atacada en una casa de vacaciones por tres seres enmascarados que los visitan con la sana intención de atemorizarlos, torturarlos psicológicamente y luego asesinarlos a sangre fría. Lo llamativo del asunto es que, considerando los consabidos títulos, esta circunstancia atípica quiere hacerse pasar como algo normal, de existencia casi cotidiana. El mismo informe del FBI del que se tomó la cifra de los 1,4 millones, aporta también otros datos: solo 17 mil son asesinatos, y cabe señalar que apenas una ínfima parte de ellos ocurre tras la intrusión de delincuentes en una casa habitada. Lo cierto es que el informe arroja cifras del año 2007, y el hecho real en el que se “inspira” la película es de 1981. Por lo visto al director y guionista debutante Bryan Bertino no le pesa en la conciencia que su público asocie la monstruosa cifra con lo que muestra en pantalla, y que quizá algunos puedan actuar en consecuencia. Pero claro que Bertino no hace otra cosa que lo que hacen los medios de comunicación todo el tiempo: reafirmar la paranoia, la imperante sensación de inseguridad y el enclaustramiento.
Para los que no nos gusta que pretendan manipularnos con retórica barata, ese comienzo ya basta para que la película anule sus pretensiones de gravedad y seriedad, que a su vez parecen querer verse reforzadas en cada fotograma. Como película realista Los extraños es inverosímil, utiliza demasiados recursos de género -abundan los clichés y se utiliza exageradamente una música estridente- y como entretenimiento genérico es muy detenido y llano en su narrativa.
Si bien es cierto que esta película podría considerarse original en los Estados Unidos, existen otras que parten de una premisa exactamente igual, y que son sobradamente mejores. Entre otras tantas la austríaca Funny Games (Haneke, 1997), o la francesa Ils (Moreau, Palud, 2006). Queda claro que el realizador vio ambas obras, y que no entendió nada.
Publicado en Brecha 29/5/2009