Robert Rodríguez es un director que despierta sospechas. Su carrera no podría ser más irregular: recorriendo siempre los géneros de matinée, (western, terror, policial negro, infantil) ha concebido marcados e inverosímiles altibajos. Es poco comprensible que el mismo creador de joyas adictivas como Del crepúsculo al amanecer o Sin city haya estado también al frente de emprendimientos imposibles como Erase una vez en México o Las aventuras del niño tiburón y la niña de fuego. Y lo más llamativo del asunto es que existe una figura muy cercana a Rodríguez cuya ligazón con el proyecto determina si la película acaba siendo buena o muy mala: Quentin Tarantino. Cabe sospechar -y la teoría se confirma con cada nueva película- que las “sugerencias” de Tarantino a la hora de escribir un guión, de colocar la cámara en tal o cual sitio, de dirigir actores y de montar el material resultante, son condicionantes para que Rodríguez entregue una obra digna de ser vista.
Y cabe suponer que Tarantino estuvo demasiado ocupado dirigiendo y promocionando su Inglorious basterds ultimamente como para darle una mano a su amigo Rodríguez, ya que La piedra mágica es de las peores películas que ha realizado el director mexicano hasta el momento -lo que es lo mismo que decir que probablemente sea una de las peores películas del año-.
Cualquiera puede pensar que un filme que reúne enormes cocodrilos ambulantes, un monstruo compuesto de moco, alienígenas en miniatura, una niña que se convierte en avispa, una bebé que adquiere una inteligencia sobrenatural y un armatoste metálico que pretende dominar el mundo, no podría ser aburrida. Pero Rodríguez logró lo imposible. Olvida en primer lugar que para que una película de género funcione debe asegurarse una coherencia interna que permita especular e interactuar con ese “mundo” alternativo, que la ficción más libérrima y fantasiosa requiere reglas intrínsecas para sustentarse. En segundo lugar, y quizá más importante aún, que la identificación con un personaje suele forjarse en función a su inteligencia, u otra característica humana que lo distancie de un llano estereotipo. Los dos problemas juntos derivan en la existencia, en el guión, de una enorme cantidad de cráteres de difícil explicación; no se entiende bien por qué los usuarios de la piedra de los deseos no le piden directamente que se acaben los problemas, que los malos desaparezcan o que se transformen en ladrillos –por decir algo-. La piedra mágica es arrebatada de las manos de los diversos personajes con una facilidad inconcebible en este mundo y cualquier otro, y cabe preguntarse si no se habrán untado todos las manos con manteca, en alguna escena perdida. En el desenlace se cae en ese facilismo complaciente por el cual los malos deciden que es mejor dejar de ser malos y convertirse en buenos, sin mediar explicación alguna.
Rodríguez utiliza otra vez una estructura narrativa episódica desordenada (ya la había usado en Sin city), y de verdad cabe preguntarse para qué, ya que obstaculiza el ritmo y la fluidez. Y quizá la misma historia hubiese quedado mejor si la hubiera expuesto linealmente, sin necesidad de darle tantas vueltas.
Y cabe suponer que Tarantino estuvo demasiado ocupado dirigiendo y promocionando su Inglorious basterds ultimamente como para darle una mano a su amigo Rodríguez, ya que La piedra mágica es de las peores películas que ha realizado el director mexicano hasta el momento -lo que es lo mismo que decir que probablemente sea una de las peores películas del año-.
Cualquiera puede pensar que un filme que reúne enormes cocodrilos ambulantes, un monstruo compuesto de moco, alienígenas en miniatura, una niña que se convierte en avispa, una bebé que adquiere una inteligencia sobrenatural y un armatoste metálico que pretende dominar el mundo, no podría ser aburrida. Pero Rodríguez logró lo imposible. Olvida en primer lugar que para que una película de género funcione debe asegurarse una coherencia interna que permita especular e interactuar con ese “mundo” alternativo, que la ficción más libérrima y fantasiosa requiere reglas intrínsecas para sustentarse. En segundo lugar, y quizá más importante aún, que la identificación con un personaje suele forjarse en función a su inteligencia, u otra característica humana que lo distancie de un llano estereotipo. Los dos problemas juntos derivan en la existencia, en el guión, de una enorme cantidad de cráteres de difícil explicación; no se entiende bien por qué los usuarios de la piedra de los deseos no le piden directamente que se acaben los problemas, que los malos desaparezcan o que se transformen en ladrillos –por decir algo-. La piedra mágica es arrebatada de las manos de los diversos personajes con una facilidad inconcebible en este mundo y cualquier otro, y cabe preguntarse si no se habrán untado todos las manos con manteca, en alguna escena perdida. En el desenlace se cae en ese facilismo complaciente por el cual los malos deciden que es mejor dejar de ser malos y convertirse en buenos, sin mediar explicación alguna.
Rodríguez utiliza otra vez una estructura narrativa episódica desordenada (ya la había usado en Sin city), y de verdad cabe preguntarse para qué, ya que obstaculiza el ritmo y la fluidez. Y quizá la misma historia hubiese quedado mejor si la hubiera expuesto linealmente, sin necesidad de darle tantas vueltas.
Publicado en Brecha 16/8/2009
Rodriguez siempre me ha parecido un farsante. Es un director menos que mediocre que no se con que maligno habrá hecho un pacto para poder dirigir una mala película tras otra (salvo un par de excepciones que no son mérito suyo) y que haya productores que sigan apuntando por él. Es como un parásito que se alimenta de las ideas de otros y cuando no tiene de quien alimentarse pues pasa lo que pasa, que engendra abominaciones fílmicas como estas. ¿Hasta cuándo va a tener crédito este hombre? ¿Es que no hay gente dsconocida que hace mejor este trabajo? ¡Vamos, anda!
ResponderEliminarSaludos
Nos leemos
No puedo menos que coincidir contigo, aunque ésta no la he visto; pero sí es cierto que la sombra de Quentin es alargada, aunque también está un poco bajón (dicen, cuentan, que Inglorius no es para tanto: veremos) e incluso anda diciendo que piensa jubilarse pronto; pero eso sería tema para otro artículo.
ResponderEliminarUn abrazo.
De acuerdo Crowley. Es un tipo que tiene un nombre, y nada más. Pero está claro que en la industria del cine, como en tantos otros ámbitos, las amistades y los vínculos definen el éxito. Lo mejor que se puede hacer es rehuirle a este tipo de pastiches y listo.
ResponderEliminarJosep. No quiero creer lo de Inglorious hasta verlo por mi mismo. Espero que el amigo no me defraude, sería un golpe muy duro porque ya sabés como soy de incondicional con su cine.
Lo de jubilarse, sería más que un golpe! pero no creo mucho en eso. Miyazaki está diciendo que se jubila desde cuatro películas hacia atrás, pero su amor por el cine siempre le gana.
Será que quieren llamar la atención, que los mimen, algo de eso. Je.
Un abrazooo, y a ver buen cine!
Realmente lamentable.
ResponderEliminarYo lo primero que vi fue del crepúsculo al amanecer y me encantó, no podía creer cuando la gente se comenzó a ir del cine y la banda sonora me la terminé comprando porque... bueno porque sí..
Tito & the tarántulas !!!
Luego enganché con Desperado, que no me pareció muy mala y sin city que me gustó bastante.
Creo que tiene un gemelo malvado como Bart Simpson y lo dejan salir cada tanto y hace esos bodriosa como miniespías 3d y la niña lava y plancha el tiburón...
salu2
C
Bueno, primero que nada feliz retorno Fara. Acá ya nos estábamos preguntando adónde había que enviarte la corona de flores, si mailear a Brecha y enviar las condolencias...
ResponderEliminarEn relación a R.R. veo que hay opiniones coincidentes pero no me cierra la musicalización de Kill Bill. ¿La habrá hecho Tarantino también? A lo mejor Rodriguez tiene larvas de ideas pero quien las ayuda a empollar es el Quentin.
Lo mejor que ha hecho Rodríguez es su versión chingonized de "Malagueña Salerosa" que como tu bien apuntas, siempre está vinculada a Tarantino, sino el bodrio está casi asegurado.
ResponderEliminarSaludos!!!
Hay veces que un creador hace una GRAN obra (pongamos García Marquez con sus "Cien años de soledad")y después lo otro que es más modesto o meritorio queda opacado. Yo esperaría el estreno de Inglorious ya pensando en Reservoir Dogs o Kill Bill pero también en Jacky Brown que pasó sin pena ni gloria o incluso en Death Proof. El sitial, a Quentin no se lo puede sacar ni él mismo. Y eso de que se jubilan está bárbaro hasta que les aparece una idea. La creación también es adictiva me parece.
ResponderEliminar"Yo dejo cuando quiero" Si, si.
Acá todos opinan pero nadie la vio.. Por supuesto que Sin City es otra cosa, pero esta película es para niños, no para intelectualosos del cine y a mis hijas les encantó. Ya van a tener tiempo de ver a Tarkovski (si quieren) y mientras tanto prefiero que vean a Robert Rodríguez a que vean otras cosas peores, que las hay. Saludos
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