Tim Burton debe tener problemas mentales, o estar muy ávido de dinero, ya que firmar un contrato por dos largometrajes con la Disney, la misma compañía que lo desestimó, que desaprobó sus dibujos y se negó a difundir su primer cortometraje cuando él era apenas un joven inexperto, es un acto que prácticamente raya en el masoquismo.
Ante el estreno de Alicia en el país de las maravillas se respiraba cierta ansiedad colectiva, un ejército de jóvenes anhelantes llevaba cerca de un año esperando la bendita fecha de su proyección. Cuando por fin llegó el día, una gran desilusión. Alicia... resultó no estar a la altura de las expectativas, y si bien puede tratarse de un ejercicio técnico envidiable, también carece de un guión decente y de cualquier indicio de dramatismo. Una sumatoria de lugares comunes y otra obra rutinaria, lavada e infantilizada. En definitiva: un despropósito nada digno de Burton y su equipo.
Pero para Disney fue un éxito total. 435 millones recaudados en las taquillas en los primeros diez días, contra 200 millones de presupuesto. Porque entendámonos: Hollywood no lucra con la calidad de sus películas, sino con la ansiedad generalizada. Su apuesta fuerte está en el taquillazo inicial, en la primera semana de exhibición. Aunque el filme sea finalmente pobre o muy malo, la inversión queda cubierta y hasta se logran buenos márgenes de ganancia (G.I. Joe, 10.000 AC, El hombre lobo, Hancock, la saga Transformers son sólo algunos ejemplos recientes de basura redituable). Por esto se procura que exista un estreno simultáneo mundial, por esto la preocupación y el esmero por el paquete promocional, y por esto se difunden con tanta anticipación teasers, trailers, fotos y posters. Si la película es un fiasco nada importa, porque el boca a boca y las críticas circulantes tienen su demora, y las ganancias son concretadas mucho antes.
En consecuencia, hoy en día para la gran industria parece ser más importante el director del trailer (un montajista, en rigor) que el director de la película. Se le exigen escenas vistosas a los directores -las batallas multitudinarias son el último hito-, al menos para emular, mediante fragmentos mínimos, una grandeza que finalmente no es tal. En este caso en particular, el paquete ofertado era muy tentador; estaba Burton junto a Johnny Depp y Helena Bonham Carter, estaba el espíritu de Lewis Carroll, la promesa de un mundo rebosante de coloridos refulgentes y fantasía lisérgica. Sobrevolaba una atractiva historia de la que se nutrió medio mundo. Y unos cuantos mordimos el anzuelo. Reconozco que por un largo período de tiempo colgué en este mismísimo blog, un póster de Alicia, como expresión de mi más íntima ansiedad.
Hace poco más de un mes trascendió un enfrentamiento de las cadenas de salas de cine británicas Odeon, Vue y Cineworld con la productora y distribuidora Disney. La razón para este conflicto de intereses era que la Disney pretendía sacar los DVDs de Alicia más rápidamente a la calle, reduciendo de diecisiete semanas a doce el intervalo que va desde la fecha del estreno hasta la salida en DVD, algo que evidentemente no convenía a las salas. La razón básica por la que Disney decidió acortar el plazo debió haber sido que el mercado de venta de DVDs se redujo en un veinte por ciento el año pasado, y seguramente haya sido un intento de aumentar esas ventas. Pero hoy puede creerse que existió otra razón: la compañía ya sabía que la película era un fiasco, y le convenía lanzar el DVD lo más rápido posible, antes de que los posibles compradores se dieran cuenta.
La industria del entretenimiento tiende a reducir todo a la calidad de un enlatado, incluso a un talento como Burton. Convierte gérmenes de obras artísticas en olvidables y desechables objetos de consumo, y suele desestimar las posibles ganancias que pudieran darse a mediano o largo plazo. Películas como El señor de los anillos, El hombre araña 2, Meteoro o Apocalypto son conjunciones milagrosas, confluencias de intereses donde excepcionalmente se desemboca en un sólido resultado artístico y comercial.
Por lo pronto, lo más sano para el consumidor avispado es no dejarse llevar por campañas infladas ni entusiasmos masivos. Y preferentemente no reproducirlos, tampoco.
Ante el estreno de Alicia en el país de las maravillas se respiraba cierta ansiedad colectiva, un ejército de jóvenes anhelantes llevaba cerca de un año esperando la bendita fecha de su proyección. Cuando por fin llegó el día, una gran desilusión. Alicia... resultó no estar a la altura de las expectativas, y si bien puede tratarse de un ejercicio técnico envidiable, también carece de un guión decente y de cualquier indicio de dramatismo. Una sumatoria de lugares comunes y otra obra rutinaria, lavada e infantilizada. En definitiva: un despropósito nada digno de Burton y su equipo.
Pero para Disney fue un éxito total. 435 millones recaudados en las taquillas en los primeros diez días, contra 200 millones de presupuesto. Porque entendámonos: Hollywood no lucra con la calidad de sus películas, sino con la ansiedad generalizada. Su apuesta fuerte está en el taquillazo inicial, en la primera semana de exhibición. Aunque el filme sea finalmente pobre o muy malo, la inversión queda cubierta y hasta se logran buenos márgenes de ganancia (G.I. Joe, 10.000 AC, El hombre lobo, Hancock, la saga Transformers son sólo algunos ejemplos recientes de basura redituable). Por esto se procura que exista un estreno simultáneo mundial, por esto la preocupación y el esmero por el paquete promocional, y por esto se difunden con tanta anticipación teasers, trailers, fotos y posters. Si la película es un fiasco nada importa, porque el boca a boca y las críticas circulantes tienen su demora, y las ganancias son concretadas mucho antes.
En consecuencia, hoy en día para la gran industria parece ser más importante el director del trailer (un montajista, en rigor) que el director de la película. Se le exigen escenas vistosas a los directores -las batallas multitudinarias son el último hito-, al menos para emular, mediante fragmentos mínimos, una grandeza que finalmente no es tal. En este caso en particular, el paquete ofertado era muy tentador; estaba Burton junto a Johnny Depp y Helena Bonham Carter, estaba el espíritu de Lewis Carroll, la promesa de un mundo rebosante de coloridos refulgentes y fantasía lisérgica. Sobrevolaba una atractiva historia de la que se nutrió medio mundo. Y unos cuantos mordimos el anzuelo. Reconozco que por un largo período de tiempo colgué en este mismísimo blog, un póster de Alicia, como expresión de mi más íntima ansiedad.
Hace poco más de un mes trascendió un enfrentamiento de las cadenas de salas de cine británicas Odeon, Vue y Cineworld con la productora y distribuidora Disney. La razón para este conflicto de intereses era que la Disney pretendía sacar los DVDs de Alicia más rápidamente a la calle, reduciendo de diecisiete semanas a doce el intervalo que va desde la fecha del estreno hasta la salida en DVD, algo que evidentemente no convenía a las salas. La razón básica por la que Disney decidió acortar el plazo debió haber sido que el mercado de venta de DVDs se redujo en un veinte por ciento el año pasado, y seguramente haya sido un intento de aumentar esas ventas. Pero hoy puede creerse que existió otra razón: la compañía ya sabía que la película era un fiasco, y le convenía lanzar el DVD lo más rápido posible, antes de que los posibles compradores se dieran cuenta.
La industria del entretenimiento tiende a reducir todo a la calidad de un enlatado, incluso a un talento como Burton. Convierte gérmenes de obras artísticas en olvidables y desechables objetos de consumo, y suele desestimar las posibles ganancias que pudieran darse a mediano o largo plazo. Películas como El señor de los anillos, El hombre araña 2, Meteoro o Apocalypto son conjunciones milagrosas, confluencias de intereses donde excepcionalmente se desemboca en un sólido resultado artístico y comercial.
Por lo pronto, lo más sano para el consumidor avispado es no dejarse llevar por campañas infladas ni entusiasmos masivos. Y preferentemente no reproducirlos, tampoco.
Y encima me fajaron con las entradas del maldito 3D de mierda, mi nieta se durmió del embole, Leticia bostezaba y me la tuve que bancar en español, NO VAYAN!!!!!!!! Mala es poco
ResponderEliminarmi opinion en
http://findesemana.blogspot.com/2010/03/aliciaen-el-pais-del-bostezo.html
Te levanto la tuya Diego, abrazo
Bocha
Yo creo que desde Big Fish Burton ha pegado un gran bajón. e pese a quen le pese. Ya no es el mismo.
ResponderEliminarNo sé por qué pero algo me rechinaba respecto a esta película... No sé qué era: quizás la faz "carnavalesca" de Johnny Depp en su caracterización del Sombrerero Loco, o el hecho de que el argumento nos presentara una "secuela" del cuento de Alicia "ten years after". ¿Por qué no filmar una nueva versión de la obra original y dejarse de jeder? Bueno, mi muy estimado Faraway, tengo por buena su opinión, así que esperaré para juzgar por mí mismo este film, que ya parece indigno de Mr. Burton - triste cosa, por cierto - cuando salga en DVD. Saludos.
ResponderEliminarDas en el punto escencial, y creo que este tipo de prácticas fueron inaguradas por James Cameron cuando presente Titanic. Y ahora lo mismo sucedio con Avatar. Y Alicia termino en el clásico cuento de princesas me caso o no me caso, donde la única tensión de la peli era la pelea entra las hermanas. La cual nunca descubre alicia. Un bodrio
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