lunes, 4 de octubre de 2010

Satoshi Kon (1963 - 2010)

El universo desdibujado

Fue un duro golpe para muchos cinéfilos. El pasado 24 de agosto, a los 46 años de edad, murió el director de animación Satoshi Kon, uno de los mejores y más promisorios cineastas japoneses de los últimos años. Aunque breve -tan sólo hizo cuatro largometrajes y una serie- su obra está signada por la originalidad y un impactante desborde imaginativo.

“¿No crees que los sueños e internet son parecidos? Ambas son áreas donde se expresa la conciencia reprimida”. Paprika, en la película homónima.

Poco antes del año 2000 el anime comenzó a tomar dimensiones nuevas. Surgieron obras mucho más serias que las conocidas hasta el momento; películas en las que la etiqueta “de autor” parecía la apropiada, vistos los temas adultos, la densidad y la profundidad temática contenida. Así Mamoru Oshii, Hayao Miyazaki, Isao Takahata y Satoshi Kon lograron que el anime también fuera integrado a los festivales internacionales -en muchos casos en competencia para los principales galardones- y que fuera apreciado y analizado con seriedad por la crítica cinematográfica.
Perfect Blue (1998) fue pensada originalmente como una película de acción real para estrenarse directo a video, pero el terremoto de Kobe de 1995 dañó el estudio de producción encargado, y el presupuesto se redujo finalmente al de un largometraje animado. Por fortuna, se le dio a Satoshi Kon libertad para cambiar el guión a su antojo, siempre y cuando quedaran inalterados algunos conceptos de la novela original. El resultado fue inesperado: la película se convirtió inmediatamente en una obra de culto y hoy es considerada una de las obras fundamentales del anime. Además de presentar algunas importantes dosis de sexo y violencia sangrienta, se trataba de un thriller psicológico con puntas hitchcockianas, y alcanzaba picos de inusitada intensidad. Allí la protagonista, al igual que el espectador, empezaba a dudar de lo que sentía y vivenciaba, y por momentos no lograba discernir si lo que estaba viviendo era un sueño o la realidad.
Esta incapacidad para diferenciar la realidad de la ficción y la vigilia de los sueños, la superposición de niveles de consciencia, la desconfianza en los propios sentidos y la propia cordura, la culpa atroz, los recuerdos reprimidos y los desdoblamientos de personalidad son las principales constantes que desde entonces surcan de principio a fin la obra de Satoshi Kon. Y aunque difíciles y abiertas a interpretaciones variadas, sus películas son un festín para el espectador con ínfulas de psicoanalista.

Una escena típica de su cine se da cuando un personaje, harto de las adversidades que se ciernen sobre él, atraviesa literalmente la realidad en la que vive, traspasando su fondo, y demostrando así que el mundo en el que estaba inmerso era tan sólo una ensoñación, un decorado. Los protagonistas suelen saltar una y otra vez hacia dimensiones paralelas o subordinadas; a Kon no sólo le gustaban los sueños, los sueños dentro de los sueños y su confusión con la realidad, sino que además le apasionaba derribar las diferentes capas de realidad, desmontar aquellos mundos artificiales a los que el hombre se aferra para poder sobrellevar su existencia. En este sentido Kon ha sido, al igual que Kiyoshi Kurosawa, Shinya Tsukamoto o Hirokazu Kore-eda, uno de los más avispados y críticos radiógrafos de la sociedad japonesa de la última década.
Otra escena originalísima y muy representativa de su estilo es aquella en la que el protagonista está explorando un lugar y de repente se cruza con otro personaje que no es otra cosa que una proyección de sí mismo: es decir, es la misma persona pero con alguna variación; con un atuendo distinto o un perfil diferente. Sorpresivamente, la acción no se continúa más desde la mirada del personaje original, sino que comienza a acompañarse a esa proyección en su recorrido, pasando ésta a ser el nuevo protagonista. Kon robaba esta y otras característica de los sueños: la metamorfosis de personajes, la superposición de personalidades, el cambio constante de los ambientes circundantes y la desbordante manifestación pulsional. Al igual que David Lynch, Kon supo colocarse en un vértice creativo en cuanto a manifestaciones oníricas en el cine.
La calidad de Kon se mantuvo a lo largo de su obra. Millenium actress (2001) quizá sea su mejor largometraje y es, entre otras cosas, un emotivo homenaje a la historia del cine japonés. Tokyo godfathers (2003) retoma la idea del clásico Three godfathers de John Ford, y la traslada al Japón actual, de la mano de tres vagabundos, redondeando la obra más clásica, aterrizada y lineal de su carrera. La magnífica serie Paranoia Agent (2004) es Kon en su máxima expresión: la investigación policial de los crímenes del “chico del bate” enloquece a los investigadores, ya que el criminal podría no existir, ser una invención psicológica colectiva, o una corporización de miedos y culpas reprimidas. La serie se pasa abriendo nuevas posibilidades y asimismo derrumbando las seguridades del espectador. Paprika (2006) es para muchos la obra maestra de Kon, y fue el punto de inspiración para que Christopher Nolan ideara la reciente El origen -aunque la comparación de ambas películas juega muy en contra de Nolan-. Un equipo que se inmiscuye en los sueños con fines terapéuticos debe lidiar con terribles y arbitrarios ataques. Paprika es una inteligentísima obra que explora la naturaleza del terrorismo, la intervención tecnológica y sus riesgos y la pérdida de asideros reales en las sociedades actuales. Como para abofetear un poco a quienes subestiman al anime y al cine de animación.

Saludar a la muerte

El 18 de mayo de este año Satoshi Kon recibió un diagnóstico por parte de su médico cardiovascular: “Se encuentra en una de las fases terminales de cáncer de páncreas. Se ha producido metástasis en varios huesos. A lo sumo le queda medio año de vida”. La inesperada sentencia le cayó como era imaginable; él y su esposa buscaron mil formas de alargar su vida, rechazando la quimioterapia. Pero fue en vano. Kon preparó un testamento para dejarle los pocos bienes que tenía a su esposa, y fundó una empresa con dos amigos de confianza para la administración de los derechos de autor. El 7 de julio el médico le dijo que ya le quedaban pocos días, a lo sumo hasta fin de mes. Así es que Kon escribió una emotiva y contundente despedida en su blog. Se siguen extractos*:

“...algo se salió del calendario de la pared y empezó a extenderse por el cuarto. “Dios, una línea manchando el calendario. Mis alucinaciones no son nada originales”. Tuve que sonreír ante el hecho de que mis instintos profesionales estuvieran trabajando incluso en momentos como éste, pero de cualquier forma, probablemente en ese momento me encontraba más cerca de la muerte de lo que había estado jamás. (...) con la ayuda de mucha gente, milagrosamente escapé de la Cruz Roja de Masashino y regresé a casa, envuelto en el mundo de los muertos y algunas sábanas.”

“Hay tanta gente a la que me gustaría ver por lo menos una vez (bueno, también hay a quienes no quiero ver), pero si los veo, temo que la sensación de “nunca más volveré a ver a esta persona” se apoderará de mí, y que entonces no podría saludar a la muerte valerosamente.”

“Quisiera utilizar este espacio para disculparme con mis familiares, amigos y conocidos, por no decirles del cáncer, por mi irresponsabilidad. Por favor comprendan que este fue un deseo egoísta de Satoshi. Quiero decir, Satoshi Kon era “esa clase de tipo”. Cuando recuerdo sus caras, sólo tengo buenos recuerdos y vienen a mi mente sus enormes sonrisas. Muchas gracias a todos por los buenos recuerdos. Amé el mundo en el que viví. El sólo hecho de poder pensar eso me hace feliz.”

“Mis padres cumplieron mis deseos egoístas y vinieron al siguiente día desde Sapporo a mi casa. Nunca olvidaré las primeras palabras de mi madre al verme tendido en cama: “¡Lo siento tanto, por no haberte parido con un cuerpo más fuerte!” Me quedé sin habla.”

“Gracias, Papá, Mamá. Estoy tan feliz de haber nacido en este mundo como su hijo. Mi corazón está lleno de recuerdos y agradecimiento. La felicidad por sí misma es importante, pero estoy tan agradecido de que me hayan enseñado a apreciar la felicidad. Muchas, muchas gracias. Es tan irrespetuoso morirse antes que los padres, pero en los últimos diez años he podido hacer lo que quería como director de animación, lograr mis metas y obtener buenas críticas. Siento remordimiento de que mis películas no hayan hecho mucho dinero, pero creo que obtuvieron lo que merecían. En estos últimos diez años en particular, he sentido como si hubiera vivido más intensamente que otras personas, y creo que mis padres entendieron lo que sucedía en mi corazón”.

“Y si pudiera pedir una cosa más -¿podrían ayudar a mi esposa a mandarme al otro lado después de mi muerte? Podría subirme a este vuelo con más tranquilidad si pudieran hacer eso. Se los pido de corazón. Para todos los que se quedaron conmigo a lo largo de este documento, gracias. Con mi corazón lleno de gratitud por todo lo bueno del mundo, dejo descansar la pluma. Ahora, con permiso, debo retirarme. Satoshi Kon”.

* Se agradece la invaluable colaboración del colega Kazunori Hamada, por su ayuda para la interpretación de algunos fragmentos.

4 comentarios:

  1. Exelente entrada. Leí mucho de él después de su muerte pero esa carta es conmovedora. Da lástima cuando la obra de alguien tan creativo queda trunca. Como a Nolan y a Aronovski, esperemos que sirva de inspiración a muchos otros.

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  2. Muy buen post. No lo conocía, trataré de ver alguna de sus películas.
    Saludos

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  3. Excelente artículo…
    Pasaba a saludar, ya que hacía tiempo que no comentaba. Igualmente, no le pierdo pisada al blog. Un gustazo, como siempre, llegar hasta aquí.

    ¡Un abrazo!

    PD: Espero con muchas ganas una nueva entrega de “Las mejores”, que nunca decepciona.

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