La vida de Esma, madre soltera de una adolescente de 12 años, en un barrio de Sarajevo llamado Grbavica, dista mucho de ser normal. Los edificios, los vínculos sociales, las identidades están aún reconstruyéndose, luego de las profundas heridas que dejaron las guerras yugoslavas de los años 90. Durante el sitio de Sarajevo –que duró cuatro largos años- la milicia nacionalista y monárquica serbia –los Chetniks- asediaron y se ensañaron con la población civil bosnia, llevando a cabo una feroz campaña de limpieza étnica.
Así, la película muestra hábilmente un entramado de férrea solidaridad y ayuda mutua entre víctimas de la guerra, en una ciudad en que los escombros aún forman parte de su paisaje cotidiano, y en la cual la mayoría de las historias personales acarrea un pasado trágico. Esma participa en las sesiones de terapia grupal en el Centro de Mujeres, y recibe una insuficiente ayuda monetaria por parte del gobierno. Para cubrir sus costos de vida, acepta trabajo en un club nocturno de mala muerte, entrando en contacto con un entorno insalubre.
La película nos demostrará de a poco y con remarcable discreción que la violencia continúa reproduciéndose en las relaciones sociales como una repercusión micro de los nefastos episodios de violencia vividos. Así, cada personaje da muestras de haber vivido dolores profundos, que explotan en episodios de auténtico resentimiento. La protagonista golpea a su hija cada vez que ella la cuestiona, y la hija misma parece relacionarse cotidianamente con sus compañeros de clase mediante insultos y destratos, aún no habiendo vivido directamente los hechos traumáticos.
Queda demasiado en evidencia cierto interés de la directora-guionista Jasmila Zbanic por despertar simpatía hacia varios de los personajes principales, exagerando ciertas características que atentan contra su credibilidad. La protagonista es excesivamente crédula y se la ve confiada y alegre de conseguir buenas propinas y dinero fácil, en un pub que –se huele a la legua- augura circunstancias nefastas. De la misma manera, para provocar adhesión con un guardaespaldas y eventual sicario, se lo muestra en su casa, en desmesurado despliegue de cariño hacia su senil y anciana madre.
De todas maneras, quizá el mayor mérito de Sarajevo, mi amor esté en lograr que los personajes y la historia trasciendan las circunstancias históricas presentadas, más allá del conocimiento que la audiencia pudiera tener de la historia reciente del avispero balcánico. El guión se centra en los vínculos y los lazos afectivos, y particularmente en la difícil existencia, y la ardua manera en que la protagonista debe apañárselas para conseguir un poco de dinero. Saber llegar al espectador con anécdotas cotidianas, nutriéndolas con la singularidad cultural local, es, paradójicamente, una de las mejores formas de hacer que una historia sea disfrutada, comprendida y asimilada, independientemente de la nacionalidad del espectador.
Así, la película muestra hábilmente un entramado de férrea solidaridad y ayuda mutua entre víctimas de la guerra, en una ciudad en que los escombros aún forman parte de su paisaje cotidiano, y en la cual la mayoría de las historias personales acarrea un pasado trágico. Esma participa en las sesiones de terapia grupal en el Centro de Mujeres, y recibe una insuficiente ayuda monetaria por parte del gobierno. Para cubrir sus costos de vida, acepta trabajo en un club nocturno de mala muerte, entrando en contacto con un entorno insalubre.
La película nos demostrará de a poco y con remarcable discreción que la violencia continúa reproduciéndose en las relaciones sociales como una repercusión micro de los nefastos episodios de violencia vividos. Así, cada personaje da muestras de haber vivido dolores profundos, que explotan en episodios de auténtico resentimiento. La protagonista golpea a su hija cada vez que ella la cuestiona, y la hija misma parece relacionarse cotidianamente con sus compañeros de clase mediante insultos y destratos, aún no habiendo vivido directamente los hechos traumáticos.
Queda demasiado en evidencia cierto interés de la directora-guionista Jasmila Zbanic por despertar simpatía hacia varios de los personajes principales, exagerando ciertas características que atentan contra su credibilidad. La protagonista es excesivamente crédula y se la ve confiada y alegre de conseguir buenas propinas y dinero fácil, en un pub que –se huele a la legua- augura circunstancias nefastas. De la misma manera, para provocar adhesión con un guardaespaldas y eventual sicario, se lo muestra en su casa, en desmesurado despliegue de cariño hacia su senil y anciana madre.
De todas maneras, quizá el mayor mérito de Sarajevo, mi amor esté en lograr que los personajes y la historia trasciendan las circunstancias históricas presentadas, más allá del conocimiento que la audiencia pudiera tener de la historia reciente del avispero balcánico. El guión se centra en los vínculos y los lazos afectivos, y particularmente en la difícil existencia, y la ardua manera en que la protagonista debe apañárselas para conseguir un poco de dinero. Saber llegar al espectador con anécdotas cotidianas, nutriéndolas con la singularidad cultural local, es, paradójicamente, una de las mejores formas de hacer que una historia sea disfrutada, comprendida y asimilada, independientemente de la nacionalidad del espectador.
Publicado en Brecha el 28/1/2011
La vi hace 3 años en el festival de cine europeo de Sevilla, con mi ex novia medio croata y justo después de haber estado de interrail en Bosnia, en Sarajevo. Ni que decir que me gustó y me conmovieron varios fragmentos. Una buela peli... con sus limitaciones.
ResponderEliminarEn España pasó sin pena ni gloria por la cartelera de alguna ciudad, muy pocas, apesar de haberla premiado en Berlín. Es una película bonita y emotiva, sin más. Muy necesaria en su país, pero tiene demasiados "Tics" evidentes. Se ve bien.
ResponderEliminarUn saludo!
Te vamos a extrañar Diego!
ResponderEliminarBuena suerte y mejores logros en el Festival de Berlín!