domingo, 11 de septiembre de 2011

Contra el olvido


El género documental cumple por definición con un rol de registrar y preservar ciertos hechos o realidades existentes y difundirlas, en una lucha contra el olvido y en un intento de iluminar instancias que de otra forma se perderían o pasarían desapercibidas. Aún deteniéndose en historias particulares y anécdotas mínimas, estas películas suelen ser vehículos de conservación de la memoria histórica. Con esta intención, la brillante película paraguaya Cuchillo de palo echa luz sobre las aberraciones y humillaciones que sufrieron los homosexuales durante la dictadura de Stroessner; la directora Renate Costa vivió toda su vida obsesionada con su tío, quien murió en enigmáticas circunstancias. Repleta de incógnitas y sin muchas certezas, Costa indaga en su misma familia, a la vez que entra a un submundo en el que consulta a homosexuales y travestis que conocieron a su tío, con la idea de comprender quién fue él y qué le sucedió. De a poco va demostrando lo que significó ser gay dentro de un universo marcial y machista, a la vez que desnuda un sentir popular –reproducido por su misma familia- que, de cierta manera, avalaba las aberraciones cometidas. Por su parte, el documental 7 instantes de Diana Cardozo aporta asimismo uno de las más elocuentes e interesantes aproximaciones al "Movimiento de Liberación Nacional – Tupamaros", antes, durante y después de la dictadura, entrevistando a miembros del llano de la organización; a integrantes cuyas vivencias no habían sido difundidas.
Ambas entrevistadoras logran vencer resistencias, llegar a sus interlocutores y lograr que se abran ante ellas, labor difícil si las hay. La negación a priori de remover y reflotar recuerdos dolorosos del pasado está notablemente expuesta en la impactante Incendies, de Denis Villeneuve. En ella, una mujer emprende un viaje a través de Oriente Medio con el objetivo de dar con su padre, al que creía muerto, y con un hermano, del que hasta hace poco desconocía su existencia. Para ello debe saber quién fue realmente su madre y qué papel desempeñó en las guerras civiles entre cristianos y musulmanes de los años setenta. Las personas que podrían aportar información valiosa en un principio se niegan a responderle, y si finalmente se llega a una resolución, es porque el azar jugó a favor. El título “Incendies” refiere al poder destructivo de las guerras, de los abusos y las masacres colectivas, capaces de reducir a cenizas no sólo a seres humanos sino a su mismo recuerdo por generaciones. El silencio humano se contrasta, en la película, con la imagen de archivos inmensos, mudos, que esconden miles de historias perdidas e inescrutables.
La mirada invisible de Diego Lerman aborda la dictadura argentina desde una óptica novedosa. Se centra en los mecanismos de control y disciplina dentro de “Ciencias morales” el prestigioso colegio hoy conocido como Nacional Buenos Aires. Así, se expone un férreo universo de miedo y represión sexual, donde todo indicio de creatividad o vitalidad es rápidamente censurado y anulado. Las dictaduras destruyen la capacidad de expresión e injertan el autocontrol en el individuo, convirtiéndolo en un panóptico de sí mismo.
Películas como Katyn, de Andrzej Wajda, o la subvalorada Ararat de Atom Egoyan sorprenden exponiendo temáticas que se mantuvieron ocultas durante décadas, ya sea por cuestiones de resistencia política o por orgullosa intransigencia. En la primera el director polaco relata, mediante un abordaje coral, los sucesos ocurridos el martes 13 de abril de 1943, en el bosque de Katyn. Los soviéticos asesinaron a sangre fría a mil altos oficiales del ejército polaco. Esa matanza fue adjudicada a los alemanes por parte de los aliados, pero fue recién en 1990 que se abrieron los archivos secretos soviéticos, demostrando por fin una verdad silenciada. Ararat, por su parte, es la primera película de ficción centrada en el genocidio armenio de 1917, durante el cual el gobierno de los Jóvenes turcos masacró entre un millón y medio y dos millones de personas. El gobierno turco aún niega la existencia del genocidio, pese a la presión internacional por que lo asuma de una buena vez.
El cine es y siempre ha sido una notable herramienta para reafirmar la memoria, y es capaz de grabar hechos cruciales en el colectivo. Lo único que se precisa es la voluntad para hacerlo.

Publicado en revista "Noteolvides" 8/2011

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