Nuri Bilge Ceylan es uno de los nuevos cineastas mimados por los festivales internacionales: entre las carradas de galardones que cosechó cada una de sus películas, Uzak (Lejano) (2002) se llevó el Gran premio del jurado en Cannes y Premio Fipresci en San Sebastián como mejor película del año en todo el mundo. Climas (2006) llevó premio Fipresci en Cannes, Tres monos le dio a Ceylan el premio a mejor director en Cannes 2008, y su última película Once upon a time in Anatolia (2011) llevó –otra vez- el Gran premio del jurado en Cannes. Los entusiasmos festivaleros y críticos con respecto a cineastas europeos pueden despertar dudas, pero en este caso, el talento del director y la solidez de su obra parecen justificarlos plenamente.
El mundo de Bilge Ceylan es uno de atmósferas recargadas, ambientes silenciosos y personajes reservados. Los semblantes graves y serios revelan pesadez existencial, dificultades comunicativas y una profunda tristeza. Si bien sus planos son mayoritariamente detenidos y largos y sus películas esencialmente lentas, el director se las ingenia para convertir la notable fotografía con cámara digital, el meticuloso sonido ambiente y los rostros de sus cansinos personajes en un paisaje envolvente, gratificante. Su capacidad de sugerencia, su método de ir directamente al grano sin introducciones ni revelaciones prematuras, su habilidad para dar presencia a sus actores no profesionales y sus anécdotas simples y melodramáticas aunque dotadas de una profundidad extraordinaria lo convierten en un cineasta de primer orden. Ceylan, meticuloso, está detrás de todos los detalles de la producción cinematográfica, incluidos los rubros técnicos: “Creo que un director debería saber muchas cosas, especialmente los aspectos técnicos, de otra manera te vuelves esclavo de los técnicos. Si conocés estos aspectos podrás comunicarte con ellos y dirigirlos mucho mejor.” Ceylan reconoce como referentes a Tarkovskii, –aunque sus películas no son tan lentas ni largas- Bergman, –aunque mucho menos dialogado- Antonioni, –pero con anécdotas más llamativas-, Bresson, –pero con una elegante y estilizada fotografía- y Ozu –pero con cierta distancia respecto a sus personajes-.
El mundo de Bilge Ceylan es uno de atmósferas recargadas, ambientes silenciosos y personajes reservados. Los semblantes graves y serios revelan pesadez existencial, dificultades comunicativas y una profunda tristeza. Si bien sus planos son mayoritariamente detenidos y largos y sus películas esencialmente lentas, el director se las ingenia para convertir la notable fotografía con cámara digital, el meticuloso sonido ambiente y los rostros de sus cansinos personajes en un paisaje envolvente, gratificante. Su capacidad de sugerencia, su método de ir directamente al grano sin introducciones ni revelaciones prematuras, su habilidad para dar presencia a sus actores no profesionales y sus anécdotas simples y melodramáticas aunque dotadas de una profundidad extraordinaria lo convierten en un cineasta de primer orden. Ceylan, meticuloso, está detrás de todos los detalles de la producción cinematográfica, incluidos los rubros técnicos: “Creo que un director debería saber muchas cosas, especialmente los aspectos técnicos, de otra manera te vuelves esclavo de los técnicos. Si conocés estos aspectos podrás comunicarte con ellos y dirigirlos mucho mejor.” Ceylan reconoce como referentes a Tarkovskii, –aunque sus películas no son tan lentas ni largas- Bergman, –aunque mucho menos dialogado- Antonioni, –pero con anécdotas más llamativas-, Bresson, –pero con una elegante y estilizada fotografía- y Ozu –pero con cierta distancia respecto a sus personajes-.
En Tres monos, un mortal accidente automovilístico es el detonante inicial. La acción transcurre en plena campaña electoral, antes de la reelección del 2007 del partido islamista turco. El responsable del accidente, un importante político, le pide a su chofer que acepte una considerable suma de dinero a cambio de declararse culpable. Su familia seguiría cobrando el salario mientras él cumple una condena que, le asegura, a lo sumo durará un año. El chofer acepta el trato pero, tras su ausencia, en su familia las cosas comienzan a resquebrajarse. Su decisión pesa inmensamente sobre su desesperada mujer y su resentido hijo.
Ceylán ha dicho que “la mayoría de los melodramas describen situaciones imposibles, que se vuelven aceptables si se tratan de forma realista”. Así, la anécdota de Tres monos se vuelve creíble gracias a la formidable impronta del director. Los diálogos son escasos y casuales, más bien desconectados de las verdades que abruman y del eje temático. Se genera así un clima de silenciosa neurosis, cortado bruscamente por arrebatos de violencia familiar. La cromatización de la imagen, derivada principalmente hacia verdes y amarillos, da con el tono enfermizo justo. El título, por su parte, refiere a la conocida imagen de los tres monos que se tapan respectivamente los ojos, los oídos y la boca, y que no serían otros que los integrantes de la familia: el hijo que finge no haber visto a su madre en adulterio, el padre que pretende no haber oído la voz de su jefe al teléfono, la madre que oculta su verdad. Pero refiere también a ese vicio social tan extendido de callar las cosas, de no querer oír ni ver los abusos de poder, las injusticias de género, las cotidianeidades abyectas.
Publicado en Brecha el 10/2/2012
Ceylán ha dicho que “la mayoría de los melodramas describen situaciones imposibles, que se vuelven aceptables si se tratan de forma realista”. Así, la anécdota de Tres monos se vuelve creíble gracias a la formidable impronta del director. Los diálogos son escasos y casuales, más bien desconectados de las verdades que abruman y del eje temático. Se genera así un clima de silenciosa neurosis, cortado bruscamente por arrebatos de violencia familiar. La cromatización de la imagen, derivada principalmente hacia verdes y amarillos, da con el tono enfermizo justo. El título, por su parte, refiere a la conocida imagen de los tres monos que se tapan respectivamente los ojos, los oídos y la boca, y que no serían otros que los integrantes de la familia: el hijo que finge no haber visto a su madre en adulterio, el padre que pretende no haber oído la voz de su jefe al teléfono, la madre que oculta su verdad. Pero refiere también a ese vicio social tan extendido de callar las cosas, de no querer oír ni ver los abusos de poder, las injusticias de género, las cotidianeidades abyectas.
Publicado en Brecha el 10/2/2012
No he visto todavía ni Uzak, ni Once upon a time in anatolia, pero tengo ganas de verlas, porque Los Climas y Tres monos me parecen excelentes. Creo que Nuri Bilge Ceylan es un director que ya se ha consolidado suficientemente como para tomarse como referente. Sin duda tiene mucho talento.
ResponderEliminarSaludos