Cineasta de
cuatro ojos
En la
última década, dos hermanos impusieron su presencia contínua en los más prestigiosos festivales de Europa y del mundo, con
un cine austero e incómodo, de
situaciones
sociales
conflictivas
y personajes profundamente cuestionables. El estreno montevideano de El niño de la bicicleta, última película de
los hermanos Dardenne, es una oportunidad para extenderse en su obra.
Al ver
a los hermanos Dardenne
en entrevistas uno comprueba hasta qué punto
ambos hablan con
la misma propiedad sobre
su obra y su
forma de trabajo. En una entrevista en Clarín,
Diego Lerer deja sentado que mientras hablan
se pisan entre sí,
que sus respuestas corren al unísono,
que es imposible separarlos
al transcribir sus palabras. A
diferencia de otros hermanos
cineastas, caso de los Coen o los
Wachowski, quienes se dividen claramente las tareas principales, los Dardenne discuten
juntos sus películas, las escriben juntos,
las filman juntos, las editan juntos.
Incluso se han referido a ellos
mismos como a "una persona
con cuatro ojos".
Jean Pierre
y Luc nacieron respectivamente en
1951 y 1954, y
crecieron juntos en Liège y
Seraing, dos pueblos industriales de
Valonia, en Bélgica. Criados
por una familia más bien
humilde y de la clase
trabajadora, Luc decidió estudiar filosofía
y Jean-Pierre optó por el arte dramático en el Institut des arts de diffusion (IAD). Allí fue que conoció a Armand Gatti, poeta,
documentalista y humanista que los embarcó en varios de sus proyectos,
acercándolos por primera vez a la producción cinematográfica cuando tenían 18 y
20 años.
Durante
los años setenta se
vieron rodeados de una serie de cambios
que transformarían su
mundo inmediato: el pueblo de
Seraing, sustentado por la industria siderurgica, vivió
las huelgas generales, los
cierres de fábricas y
comercios, la llegada de
los inmigrantes y la aparición
de las mafias. Los Dardenne volvieron a dar con un
sindicalista que habían entrevistado años
antes, y que tras quedar
desempleado se convirtió en
un toxicómano y terminó preso. A su alrededor estaban ocurriendo cosas que
pasaban desapercibidas al común de
la gente, y comprendieron que
debían documentarlas. En 1975 crearon
su propia productora, Dérives
Productions, con la que produjeron unos sesenta documentales hasta la fecha.
Su primer
documental, Le chant du rossignol (1978) se centró
en la resistencia contra
los nazis durante la Segunda Guerra en
Bélgica. En 1986 filmaron
su primera película de
ficción, Falsch,
sobre una familia de
judíos masacrada por los nazis,
y luego Je pense à
vous (1992) sobre un trabajador del acero que se
convierte en un desempleado luego de una oleada masiva de despidos. Una película que
sería descrita más adelante
por ellos mismos como "una
aventura lamentable", en la que no tuvieron control del rodaje ni del material. De cualquier manera,
estas primeras obras suelen ser ignoradas hasta por ellos mismos.
Ascenso y
consagración.
Fue con La promesa
(1996) que los Dardenne comenzaron a golpear fuerte. Los veinte años de práctica en
el campo del documental no habían sido en vano y aquí ya pudo verse ese estilo
realista, carente de música, de ritmo reposado pero de cámara nerviosa que los caracteriza. La
película era interpretada por dos de quienes terminarían por convertirse en sus actores
fetiche: los brillantes Olivier Gourmet y Jérémie Rénier, quien por
entonces era un adolescente. Como en la casi totalidad de su obra, la acción se
situaba en Seraing, y estaba centrada en la temática de los inmigrantes
indocumentados y la explotación abusiva de la que eran objeto. Los Dardenne hacían foco en los
marginados y lo seguirían haciendo de allí en adelante.
Si La promesa
logró despertar la atención generalizada, la
maravillosa Rosetta significó la prueba indiscutible de
su grandeza y les permitió un ingreso privilegiado a las grandes
ligas. La película ganó
la Palma de
oro en Cannes 1999
y la actriz adolescente
Emilie Dequenne, en su primer
papel, se llevó el
premio a mejor interpretación femenina.
Fue entonces que los
directores comenzaron a asentar un estilo y una forma muy característica de filmar.
El uso de la cámara desde una cercanía atípica, casi pegada al cuerpo de la
protagonista, con sugestivos sonidos de fuera de campo y un enfoque cerrado que
permite descubrir el entorno en la misma medida en que lo hace ella. Una
aproximación que se toma sus tiempos para presentar los personajes y las
situaciones, pero con movimientos de cámara que contribuyen a fomentar un
estado de ánimo particular. La herencia Bressoniana se hizo aún más evidente, Rosetta
podría interpretarse casi como una remake de la también insuperable y
extraterrenal Mouchette (1967) y en la que también una preadolescente se
veía forzada a madurar de golpe por culpa del entorno miserable que le ha tocado en
suerte. Pero Bresson también está en la forma: se siente en la austeridad de la
mirada, en las elipsis, en los cambios desconcertantes y abruptos. Esto último
quizá sea una de las características más representativas del estilo de los
hermanos: un montaje que impone saltos inesperados, propiciando la sensación de
que cualquier cosa puede suceder, de que cualquier desenlace puede ser posible.
El
éxito de Rosetta puso sobre el tapete una realidad acuciante de trabajo
y explotación adolescente y motivó que en Bélgica se diseñara y se aprobara una
ley laboral para proteger a los trabajadores jóvenes. Esta ley es conocida como "ley Rosetta".
Una cierta
incomodidad. El hijo (2002) es seguramente la
película más hermética, más lenta, menos accesible de los hermanos y sin
embargo, para algunos, la mejor. Un carpintero divorciado acepta como aprendiz
a un joven, consciente de que es el asesino de su hijo, aunque este último no lo
sabe. Una película que se basa en la ambigüedad de las intenciones del
protagonista -en principio no sabemos si quiere vengarse o si está buscando
ayudar al chico, y esa tensión atraviesa todo el metraje-. La trama de El niño (2005) ejemplifica claramente la
clase de incomodidad que buscan los Dardenne. La película parte de una pareja
de dieciocho y veinte años que acaba de tener un hijo. A poco de empezada, el
padre, el protagonista, decide vender al bebé
en el mercado negro. Esa exposición abrupta de una situación terrorífica y
profundamente deplorable (pero asimismo indiscutiblemente real) es otro de los atributos de la obra de los Dardenne, y algo que los emparenta con otro
de los cineastas más osados de la actualidad: el maestro surcoreano Lee
Chang-dong (Peppermint candy, Oasis, Poesía para el alma).
Los Dardenne buscan ese espacio en el que compartimos una experiencia con el
personaje -la cercanía de la cámara juega a eso- pero sin que podamos
identificarnos. Es aquí que surge la incomodidad y la reflexión obligada; la
toma de posición. Los personajes de los Dardenne pueden vender a sus hijos,
robar, traicionar a quienes los ayudaron, vengarse, usar al prójimo con fines
terribles. Y es en esos movimientos que nos separamos de ellos, aunque a la vez busquemos, como nunca, mantenernos bien cerca de su recorrido.
La
durísima El silencio de Lorna (2008) destapa dimensiones terribles vinculadas con la inmigración, y demuestra hasta qué punto detrás de la necesidad
social existe gente inescrupulosa dispuesta a sacar provecho económico. La película supone ciertos cambios en la forma de filmar de los Dardenne, con la
introducción de algunas notas musicales sobre el final -todo un
desconcierto luego de noventa minutos de desapego- y también cierto alejamiento
de la cámara con respecto a sus personajes, quienes son tomados, de a ratos, en
planos generales. Este doble matiz se acrecienta aún más en El niño de la
bicicleta.
Libertad
y redención. Los finales de los hermanos Dardenne
merecerían un estudio aparte. En ellos se plantea una suerte de cierre
provisional: la trama elemental se termina, pero no sabemos qué suerte correrán
los personajes desde ese momento, y queda abierto un abanico de posibilidades a
disposición. La redención puede ser posible, pero queda en manos
de los protagonistas y de las circunstancias que sucedan de ahí en adelante. En
el cine de los Dardenne los personajes parecen aprisionados por entornos
insalubres, cercados por una cotidianeidad opresiva. Pero también son
libres de elegir, y la posibilidad de la redención se encuentra en su capacidad
para dar un paso hacia afuera, en hacer un esfuerzo para salirse de los
torbellinos. Como
bien dice el crítico Aníbal
Perotti en su excelente
análisis publicado en el sitio "Cinemarama", la
forma en que los
Dardenne concluyen sus películas "es también una
elección
política
porque sin redención estaríamos ante una suerte de determinismo social, y en el
universo
de los Dardenne siempre hay una grieta por donde se puede filtrar la libertad."
Publicado en Brecha el 17/8/2012
Coincido plenamente, muy buena nota! Algunas no las vimos aún, vamos a intentar procurarlas...
ResponderEliminarGracias querida! Sip, y te diría que todas mantienen prácticamente el mismo nivel de calidad. No te vas a arrepentir. Beso!
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