Mil demonios
A poco de empezar la película nos encontramos con un letrero repentino, imponente, que avisa que los hechos relatados que estamos por ver ocurrieron realmente. Que existió una pareja de renombrados demonólogos que, durante su carrera de 1952 a 2006, se ocuparon de miles de casos de encantamientos y posesiones, pero que hubo un suceso en particular -al cual estamos por asistir- que, de tan horrendo, lo habían mantenido en silencio y recién hoy conoce la luz. Lo cierto es que el caso tuvo trascendencia en su momento, pero no puede negarse el poder de impacto de esa falaz introducción. La sospecha de que los hechos pudieran tener un asidero real descubre a la narración de la "seguridad" que dan los relatos ficcionados, y este infrecuente aura de veracidad se potencia con el abordaje realista, el detallismo en la ambientación de época, las grandiosas actuaciones y un guión sobrio al que no le sobra ni le falta una sola línea.
La vulnerabilidad se multiplica por cinco: cinco niñas son las víctimas potenciales de los espectros que comienzan a invadir la casa de una familia humilde, instalada en el medio de la nada. Y de a poco comienzan los sucesos paranormales: los relojes de la casa se detienen todas las noches a las 3:07, hay sonidos inverosímiles y golpes, fotos familiares que son "atacadas" y arrojadas al piso, apariciones y extraños moretones en la piel de la madre. La fotografía, la decoración, la impecable puesta en escena propicia un clima angustiante, reforzado por una cámara que se desplaza entre las habitaciones de la casa con una cadencia y habilidad excepcionales, jugando con las sombras, con lo que queda fuera de campo y lo que se ve sólo parcialmente o durante fracciones de segundo. Como en la casa de Norman Bates en Psicosis, existen tres pisos en la vivienda, uno de ellos el sótano (que según el filósofo Slavoj Zizek representaría el inconsciente, un vertedero de cosas ocultas y reprimidas; aunque quizá no convenga forzar esta clase de lecturas).
Las amenazas que infestan la casa deben ser combatidas con instrumentos religiosos, pero por fortuna aquí se evita la arenga sobre Dios y Satanás y los demonólogos (notables Vera Farmiga y Patrick Wilson) están presentados como seres racionales que hasta parecerían hacer un uso meramente práctico de la religión para erradicar a los demonios. El suspenso se construye notablemente sobre esa premisa: los especialistas que deberían tener pleno dominio de la situación están alterados, superados, intentando mantener un semblante calmo y sosegado a pesar de lo asfixiante del cuadro, y algunas de sus afirmaciones inquietan aún más. Luego de horrendas apariciones y de que la mujer de las niñas fuera arrojada por las fuerzas malignas escaleras abajo Ed Warren dice, con plena seguridad, "por fortuna aún no han empezado a ponerse violentos", dando la pauta de que lo peor está por venir.
El cineasta malayo de raíces chinas James Wan es uno de los más grandes directores del cine de terror de la actualidad y su anterior película, Insidious, así como ésta última, son claras muestras de su talento. Nótese que aun dentro de la gravedad imperante se logra introducir algún elemento humorístico, -una de las marcas autorales de Wan- como las breves apariciones de un escéptico oficial de policía, sujeto absolutamente ajeno a un entorno donde lo siniestro se impone y todo parecería conjurarse para un escalofrío constante.
Publicado en Brecha el 23/8/2013
Es buena.
ResponderEliminarEso sí, como absolutamente siempre ocurre en el genero: el perro...
Que necesidad!
;)
Off topic:
ResponderEliminarTodos a autoflagelarnos ya!
http://www.elobservador.com.uy/noticia/259106/la-mejor-pelicula-latinoamericana-en-los-ultimos-20-anos-es-uruguaya/