viernes, 20 de diciembre de 2013

Robamos secretos: La historia de WikiLeaks (We steal secrets: The story of WikiLeaks, Alex Gibney, 2013)

Una revolución problemática 

 

Una iniciativa controversial e inusitada como WikiLeaks, ese descomunal operativo de fiiltración de documentos llevado adelante por apenas media decena de personas y que supo encender iras furibundas de banqueros, empresarios, políticos, militares y tantos otras figuras internacionales pertenecientes a las más altas esferas del poder, merecía un acercamiento detenido. Si el valiente emprendimiento ya de por sí llama a la identificación, aquí se despliega, a modo de thriller, un ágil y ameno recorrido a través de su historia, dando cuentas de los escollos y problemáticas que hicieron peligrar la iniciativa y que incluso la llevaron a ser cuestionada como herramienta periodística. Así, esta película significa, para el que no siguió el tema de cerca o no lo tiene tan fresco, una ilustrativa puesta a punto que cuenta someramente los hitos más relevantes: el primer gran éxito cuando la filtración de documentos bancarios durante la crisis financiera en Islandia, y que derivó en el conocimiento público de una estafa multimillonaria; su alianza estratégica con los grandes medios de prensa de todo el mundo y el respaldo que ellos le dieron originalmente; el video de tiroteos a periodistas y la ventilación masiva de cables y documentos del Pentágono relativos a la intervención militar en Afganistán e Irak; el controversial episodio del presunto abuso sexual a dos mujeres por parte de Julian Assange; la solidarización del grupo Anonymous y sus ataques a Visa, Mastercard y PayPal cuando estos retiraron del sitio su intermediación para las donaciones. 
Pero este documental se detiene especialmente en dos puntos determinantes, referidos a los costados más polémicos de Assange. El primero de ellos es el escándalo sexual: lejos de lo que muchos creyeron en su momento, se dan elementos como para creer que Assange realmente abusó de las chicas (quitarse el preservativo en pleno acto sexual, contra la voluntad de la otra persona, convierte a partir de ese momento a una relación consensuada en un abuso); naturalmente, esta circunstancia que podría haberse resuelto con un análisis de VIH (lo que ellas pedían) y quizá algún trabajo comunitario, tomó conocimiento público y se convirtió en la excusa perfecta para desacreditar el desempeño todo de Assange, y de paso, para intentar colocarlo entre rejas. El otro punto es la muy dudosa ética periodística de Assange, un abanderado de la liberación de información ante cualquier circunstancia (salvo cuando la afecta a él), que se negó a editar o tachar los nombres de informantes afganos que habrían pasado datos al Departamento de Estado norteamericano: “son informantes, colaboradores, merecen morir” dijo en entrevista con el periódico británico The Guardian
El documentalista Alex Gibney ya se había dado a conocer con las también notables Enron: The smartests guys in the room y Taxi to the dark side, y aquí propone otra atractiva investigación, factible de cuestionarse y no exenta de datos polémicos y poco inocentes, pero con los elementos y el rigor necesarios para ser considerado un aporte imprescindible.

Publicdo en Brecha el 20/12/2013

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