martes, 27 de mayo de 2014

Fango (José Celestino Capusano, 2012)

Western en el Gran Buenos Aires 


El abaratamiento de las tecnologías y la mayor democratización de conocimientos e insumos para filmar una película, en la última década, han tenido una doble repercusión: en primer lugar el cine ya no es concebido por una élite de individuos de buen pasar y bien relacionados, sino que el espectro social de los cineastas parece haberse ampliado. En segundo lugar, esto ha cambiado los enfoques. Si antes era extraño que se filmaran películas en los barrios marginales y las periferias, hoy las cámaras parecerían mucho más orientadas en esa dirección. 
Pero no se trata de un cine social a la vieja usanza (bueno, también hay cineastas que hacen un poco de eso), sino que se trata de uno que se vale de los parámetros de los géneros clásicos. Así, películas brasileñas como Ciudad de Dios y Tropa de elite, la paraguaya 7 cajas, la mexicana Amores perros, o la argentina Un oso rojo utilizan recursos del western, del cine de acción o del thriller en un registro trepidante, con el agregado realista de encontrarse insertas en un entorno de pobreza y/o emergencia social. 
En este contexto es que se integra el cine del director José Celestino Campusano. Lo primero que llama la atención en sus películas es que se saltan todas las reglas de la corrección fílmica: y estamos hablando de errores de continuidad, de una fotografía descuidada, planos desprolijos, cámaras al hombro, actores no-profesionales muchas veces desempeñándose de modo lamentable. Pero lo curioso es que, superada esa primera perplejidad, puede notarse que su cine tiene atributos como una inmensa carga de honestidad, de inmediatez, una visceralidad que trasciende la pantalla y genera una ilusión de realidad sorprendente, la idea de estar presenciando un mundo "tal cual es", con espirales de violencia, delincuencia real y un entorno visiblemente dañado por la coyuntura y los acontecimientos. 
La acción se sitúa en el segundo cordón del Gran Buenos Aires, en el muy marginal Municipio de La Carolina. El "Brujo" y el "Indio" son dos metaleros entrados en años que pretenden volver al ruedo y tocar en una banda de impensable fusión: el "tango thrash". Mientras ellos buscan a los músicos necesarios, a su alrededor va conformándose un cuadro coral compuesto por una variopinta fauna de personajes, entre los que se cuentan dealers, exconvictos, fisicoculturistas de peinados punk, músicos perdidos, féminas intimidantes y un líder pandillero con varias heridas de cuchillo que le surcan de lado a lado el rostro –y que evidentemente son reales–. Así, se genera un conflicto mayor de vendettas entrecruzadas, y una situación que solo parecería llegar a fin con unos cuantos cadáveres. 
Lo que quizá podría criticársele a Fango, así como a todas las películas nombradas en el primer párrafo, es precisamente enfocar la pobreza en su dimensión más violenta y problemática. Con razón podría esgrimirse que es un cine que no contempla a ese 90 por ciento de la población que vive en las periferias y que, ni es delincuente, ni está vinculado a un mundo sórdido. Pero está claro que si no fuera así no existiría película, y que estamos –como señala el nombre de la productora de Campusano– ante  un "cine Bruto".

Publicado en Brecha el 23/5/2014

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