domingo, 3 de agosto de 2014

La jaula de oro (Diego Quemada-Díez, 2013)

Escapar hacia el cadalso 

En la película Hold back the down (1941) cuyo título en español para algunos países fue La puerta de oro, se trataba, quizá por primera vez en el cine, el tema de la migración hacia los Estados Unidos. Así, esta "puerta" suponía la entrada a la tierra de las promesas, allí donde los extranjeros podían probar suerte, abrazar el sueño americano y triunfar, como tantos otros lo habían hecho anteriormente. 
La canción de Los tigres del norte "La jaula de oro", de 1999, ya jugaba con esa vieja significación y la transformaba, dando cuentas de una realidad que atraviesan muchos mexicanos que accedieron a los Estados Unidos luego de mucho esfuerzo y dinero invertido, quedando allí cautivos, sufriendo la discriminación, con miedo a salir a la calle y ser deportados, y al mismo tiempo sin querer abandonar eso que tanto les costó alcanzar. Retomando ese título, esta película supone una aproximación a lo que implica hoy, para muchos inmigrantes de diversas nacionalidades (guatemaltecos, nicaragüenses, hondureños, salvadoreños, etc) el sacrificado y extenso camino para llegar a los Estados Unidos. La anécdota se centra en un grupo de adolescentes guatemaltecos que, escapando de la violencia y la pobreza extrema, deciden emprender su viaje a través de México, en un desesperado intento por mejorar su calidad de vida y acceder a las tierras doradas del norte. 
Junto a las políticas de represión hacia los inmigrantes en Estados Unidos, (militarización de la frontera, criminalización, construcción y reforzamiento del muro), también existe una presión hacia los gobiernos de México para fortalecer estas políticas represivas e impedir la llegada de migrantes. Al sur de México, en la zona de Tehuantepec (la más estrecha del país) se concentran esfuerzos, generándose un primer gran filtro para evitar que los viajantes continúen su camino hacia el norte. No es el único, y "La bestia" –el tren que recorre México de Sur a Norte– sigue un camino repleto de escollos y abusos, permitidos por las autoridades. Así, el crimen organizado parecería tener carta blanca para aprovecharse de los migrantes, robándoles, secuestrándolos y asesinándolos a piacere.

La película es una directa heredera del neorrealismo italiano; los exteriores están filmados en las mismas zonas problemáticas en las que se sitúa la acción, se utilizan actores no profesionales y una cámara situada a la altura de la mirada de los personajes. Quizá uno de los mayores aciertos sea el de plantear personajes sin victimizarlos; presenciamos adolescentes seguros, determinados, de personalidades fuertes. Si bien pueden parecer un poco ingenuos (si no lo fuesen jamás emprenderían tal viaje) tampoco son del todo inconscientes de los peligros que se les avecinan. La primera escena es elocuente en este sentido: la chica protagonista se planta frente a un espejo y se corta el pelo como un varón, se faja los pechos con una cinta blanca para ocultarlos y, acto seguido, toma una pastilla anticonceptiva, como parte de un mismo plan. Quizá en un comienzo el espectador no comprenda estos preparativos, pero más adelante todo será más claro: para una mujer, el viaje supone un secuestro asegurado, y ante las grandes posibilidades de ser violadas en algún punto del trayecto, las pastillas pueden evitarles un mal aún mayor. Este detalle demuestra, quizá mejor que ningún otro, la dimensión de la miseria, lo terrible de la circunstancias que viven para arriesgarse aún a sabiendas de lo que se les viene. 
Si se logran evadir de alguna manera a los policías de migración, las pandillas diversas y los narcotraficantes, pasada la frontera de los Estados Unidos toca atravesar un vasto desierto surcado por los llamados minutemen, francotiradores civiles estadounidenses que se creen dueños del territorio y que salen a la caza de inmigrantes. Y eso no es lo peor, como se expresa brutalmente en los últimos minutos de película. 
El director español Diego Quemada-Díez hizo un trabajo de recopilación de historias que duró ocho años. Fue personalmente a albergues de inmigrantes, a cárceles en los Estados Unidos, grabando 150 horas de audio de testimonios y experiencias. Con ese sobrecogedor cúmulo de información, evitó los detalles escabrosos que pudieran llevar a que, más que una road movie, esta película pudiera verse como llano cine de terror. Así, asistimos a una anécdota lineal y clásica, con personajes de carne y hueso que sufren celos, desamores, que atraviesan alegrías y tristezas, conocemos sus esperanzas, sus sueños y hasta sus costados más cuestionables. La jaula de oro es cine social urgente, poderoso, emotivo y demoledor como hace tiempo no se veía, y una de las mejores películas mexicanas de las últimas décadas.

Publicado en Brecha el 1/8/2014

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