viernes, 18 de septiembre de 2015

Shaun el cordero (Shaun the Sheep Movie, Mark Burton, Richard Starzak, 2015)

Inventiva sin pretensiones

 
La compañía de animación británica Aardman (Pollitos en fuga, Wallace y Gromit, ¡Piratas!), seguramente la más visible y persistente de las abocadas a la animación stop-motion, lo ha hecho otra vez. Seis años de trabajo para un equipo de veinte animadores supuso la creación de este esforzado largometraje, dotado de los atributos característicos del estudio; un preciso puntillismo, un humor peculiar, un emotivo cuidado por los personajes que habitan sus universos y una simpleza y humildad sorprendentes, considerando el talento de sus realizadores. 
En realidad, el cordero Shaun y varios de los demás personajes aquí presentes forman parte de la serie de TV homónima, uno de los primeros y más grandes éxitos de la compañía, original del 2007 y del que llegaron a filmarse cuatro temporadas hasta el 2014, con un total de 130 cortos de siete minutos. Se plantea entonces una vida en la granja sumamente monótona para estos personajes, una sucesión de días similares unos a los otros, especialmente para un cordero con ciertas pretensiones, como el protagonista. Es así que decide liderar una suerte de Rebelión en la granja en versión light, ya que tan sólo se propone disfrutar de un día libre y distendido. Pero a pesar de que sus planes son exitosos, llevan a peligrar la existencia y la estabilidad de su universo: en definitiva su dueño humano, ahora perdido y amnésico en la gran ciudad, es el que mantenía en funcionamiento sus vías de subsistencia. Se vuelve tarea del rebaño recuperarlo y traerlo una vez más para sus labores en la granja. 
Carente de diálogos, la película retoma el mejor legado de la comedia slapstick: hay escenas que pueden recordar desde los desbordes cinéticos de Chaplin y Buster Keaton hasta el humor sutil e inteligente de Jacques Tati, con agregados de gruñidos, graznidos y resoplidos por parte de los animales protagonistas que recuerdan al también británico Mr. Bean. Los guiños cinéfilos no se quedan allí, la música refiere reiteradas veces a El gran escape, un gato en una cárcel recuerda a El silencio de los inocentes, el villano que trabaja en el área de "detención animal" de la ciudad rememora alternativamente a Terminator y a Taxi Driver
En un momento en que la animación infantil abunda en canchereadas y personajes insoportables, dar con una película sólida, ajena a los parámetros dominantes y con personalidad propia supone un bienvenido soplo de aire fresco. Los directores-guionistas Mark Burton y Richard Starzak, veteranos de la compañía, dan desde la articulación mínima de muñequitos de plastiscina y un montaje soberbio una lección de lenguaje cinematográfico, de sentidos sugeridos mediante una descomunal puesta en escena. La creatividad al servicio del ridículo y el sinsentido provee a la película de una docena de excelentes gags, como el que involucra un método somnífero desternillante, –las ovejas saltan en fila una verja para dormir a los humanos–, métodos de cortes de pelo novedosos y hasta un almuerzo de ovejas hambrientas en un restaurante. El resultado es una película familiar en el mejor sentido de la palabra; una que divierte más allá de la franja etaria del espectador.

Publicado en Brecha el 18/9/2015

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