martes, 27 de junio de 2017

Aquarius (Kleber Mendonça Filho, 2016)

El encanto de la resistencia 


Mientras Rápidos y furiosos 8, Un jefe en pañales, Los pitufos en la aldea perdida y La bella y la bestia se disputaron los primeros puestos en la taquilla uruguaya, silenciosamente y en otros circuitos una película brasilera se mantenía con firmeza en cartel, luego de varias semanas de estrenada. El boca a boca funcionó muy bien, y es por eso que la brillante película brasilera Aquarius, de Kleber Mendonça Filho, puede considerarse un pequeño éxito local. 
Pero la historia que antecede a la película no fue en general tan agradable; un importante conflicto de intereses llevó a que su habitual camino de distribución y su estreno en Brasil estuviera repleto de escollos. En abril del año pasado, que formara parte de la competencia oficial de Cannes era una gran noticia para su equipo de producción; se trataba del único estreno latinoamericano en competencia, y le tocaba disputarse con consagrados como Almodóvar, Woody Allen, los Dardenne, Jarmusch, Park Chan-wook, los rumanos Puiu y Mungiu, y otros tantos a la altura. Finalmente la Palma de Oro la terminó llevando el veterano Ken Loach con su I, Daniel Blake, pero Aquarius no pasó desapercibida, cosechando exultantes elogios por parte de la crítica y obteniendo a partir de allí una envidiable distribución internacional. 
Pero lo más llamativo del pasaje de Aquarius por Cannes fue la denuncia política que hizo el equipo de la película durante su recorrida por las alfombras rojas. Tanto el director como varios de sus integrantes (incluida la actriz Sonia Braga) se aparecieron con carteles en inglés, francés y portugués que rezaban: “Brasil está atravesando un golpe de Estado”, “Dilma, vamos a resistir contigo”, “Brasil ya no es una democracia”, “Machistas, racistas y estafadores como ministros”, “El mundo no puede aceptar este Gobierno ilegítimo”, y “54.501.118 votos prendidos fuego”, este último en referencia a los votos que obtuvo Dilma en las elecciones de 2014. 
Más adelante, el director Mendonça Filho –quien antes de ser cineasta se desempeñó como crítico de cine durante décadas– se refirió a lo que fue el impeachment a Dilma: “Lo que está sucediendo es un golpe de Estado, pero uno muy moderno y cínico” dijo en aquel entonces en una entrevista a The New York Times. 


Como era de suponer, la maniobra no agradó al actual gobierno. Para empezar, Aquarius fue originalmente calificada como apta para mayores de 18 años en Brasil, supuestamente por sus escenas de sexo y por el uso de drogas, lo cual, considerando el sistema de ratings del país, es un exceso por donde se mire. Una película fuerte en este sentido es prohibida para menores de 16, y no hay nada en Aquarius que justifique tal calificación parental. Las consecuencias suelen ser inmediatas, esta clase de prohibiciones es determinante para la distribución de una película, ya que muchas salas de cine suelen mostrarse reacias a recibir filmes con tal calificación. Afortunadamente, debido a la presión y las críticas de la comunidad audiovisual, la calificación fue cambiada, y se autorizó la película para mayores de 16 años. Una de las escenas cuestionadas muestra un desnudo en que se ve a la protagonista salir de la ducha con el pecho descubierto, y en el que se muestra los resultados de una mastectomía, la extirpación de uno de sus senos por un cáncer de mamas. Es verdad que es algo que no acostumbramos ver en la gran pantalla, pero lejos de ser chocante, la escena incluso tiene cierto carácter pedagógico, concientizando sobre una condición extendida entre muchas mujeres. 
Pero lo más grave sucedió después. Luego de lo ocurrido en Cannes, Marcos Petrucelli, un crítico y periodista brasileño conocido en las redes sociales por sus fuertes diatribas contra la expresidenta Dilma, escribía: “Vergüenza es lo mínimo que puede decirse sobre el elenco y el equipo de Aquarius en Cannes. ¿No somos una democracia?, ¿Qué tipo de régimen es este que permite al director y a 30 personas más a irse de vacaciones a la riviera francesa? Ni los blockbusters de Hollywood van a Cannes con tanta gente.” Este mismo periodista fue entonces escogido estratégicamente por el Ministerio de Cultura para formar parte del comité que elige la película que representa al país para las nominaciones de los premios Oscar a mejor película extranjera. Por tal decisión, otros dos miembros del comité, el cineasta Guilherme Fiúza Zenha y la actriz Ingra Liberato se retiraron para no avalar la presencia de Petrucelli, y en muestra de solidaridad varios directores retiraron sus películas de la carrera al Oscar: Gabriel Mascaro sacó su sobresaliente Boi Neon; Anna Muylaert su Mãe Só Há Uma; y Aly Curitiba Para Minha Amada Morta


David contra Goliat. Por todo este ruido previo a su estreno podría intuirse que la película es un fuerte manifiesto anti-Temer, pero eso es algo que está lejos de ser real, y habría que ver si tanta repercusión no fue, en definitiva, un aporte que jugó a favor de la publicidad del filme. La legendaria actriz Sonia Braga encarna a Doña Clara, una crítica musical jubilada y de unos sesenta y pico años, viuda y madre de tres hijos ya adultos. De expresión digna, talante adusto, se comprende que siempre fue una luchadora, una mujer bien plantada, proclive a enfrentarse a las injusticias que se le imponen, pero al mismo tiempo dispuesta a dar una mano a quienes la precisan (esto puede verse en su actitud cordial respecto a los obreros que trabajan en su edificio, aunque cumplan con una labor específica que la desfavorece). La protagonista vive sola en un departamento del edificio Aquarius, frente a la playa de Boa Viagem, en Recife. Una empresa constructora, que ya compró todas las demás unidades del inmueble, comienza a presionarla para vender su hogar, primero con ofertas cada vez más tentadoras y luego con iniciativas mucho menos agradables. La idea es demoler el edificio para construir en su lugar una moderna torre de categoría, pero Clara se niega a abandonar el departamento en el que crió a sus hijos, cargado de recuerdos y valor afectivo. 
Así como en un momento la enfermedad supo aparecérsele en su cuerpo, Clara sufre un nuevo cáncer externo, uno que se le impone y que le reserva docenas de suplicios. Pero la resistencia de la protagonista es la fuerza motora que lleva adelante esta película, por la que se despliega una tensa lucha contra la compañía: la vieja historia de David contra Goliat encuentra aquí una nueva y encarnizada contienda, pertinente a los tiempos que corren. 
Es notable la personificación de los antagonistas de Clara: negociantes de sonrisas cálidas, magnates que enarbolan la racionalidad y la sensatez cuando en definitiva están hablando de demoler. En un afán “modernizador” se busca borrar de un plumazo con el pasado, destruir un micromundo cargado de historias para implantar en su lugar un complejo de viviendas impersonal, elitista, la clase de construcciones que han transformado los centros urbanos de Brasil convirtiendo a barrios fluidos y de constante interacción vecinal en sitios aislados y vigilados, que agudizan la brecha social. Estos abanderados del “progreso” apelarán a las más bajas maniobras con tal de quebrar a una protagonista tan testaruda como inamovible, así como atrayente en su lúcida e indomable tesitura. 
Es interesante que la protagonista no sea una persona necesitada ni de clase media, de hecho, en determinado momento se aclara que, en caso de no tener más esa propiedad en Recife, podría habitar uno de sus otros cuatro apartamentos, lo que lleva a comprender por qué es la única habitante del edificio no dispuesta a ser comprada con abultadas sumas. Este dato lleva a comprender también la desproporción y el desequilibrio de fuerzas en situaciones similares: una persona sin recursos ni medios no podría resistir a esta tipo de embates de la manera en que lo hace Clara. 
De 66 años, Sonia Braga llevaba dos décadas sin aparecer en una película brasilera y este supone su imponente regreso. Y puede decirse que la grandeza de Aquarius se da fundamentalmente por la conjunción impagable del talento de esta gran actriz delante de cámaras con el de Mendonça Filho tras ellas.

Publicado en Revista Dossier, mayo 2017.

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