viernes, 6 de octubre de 2017

Viento salvaje (Wind River, Taylor Sheridan, 2017)

Tierra de nadie


La estructura del policial es irresistible. Funciona y sigue funcionando, aunque el espectador haya visto la misma historia relatada mil veces. Está el crimen truculento, están los indicios y las pistas, está ese gran enigma abierto y los personajes encargados de resolverlo y ajusticiar al culpable. Si la ecuación se altera un mínimo, y en lugar de plantar la acción en una polis se la ubica en un terreno exótico, el atractivo puede ser aun mayor. En este caso, un entorno hostil, la vasta planicie helada al pie de las montañas en Wyoming, una reserva india en la que es necesario adentrarse con el equipo térmico adecuado y donde las nevadas amenazan constantemente con sepultar las huellas, por lo que corresponde investigar con absoluta premura. Para colmo, se trata de un territorio donde la jurisdicción está en duda, por lo que según las características del crimen su investigación puede ser tarea de los federales o de la policía local.
Al director Taylor Sheridan no le faltan méritos; como guionista logró dos libretos grandiosos, el de Sicario y el de Hell or High Water (título traducido aquí como Sin nada que perder), dos de las películas más inteligentes y frescas que ha dado Estados Unidos en los últimos años. Como actor tuvo una interesante trayectoria en la televisión en una decena de series, además de algunos trabajos en la pantalla grande. Pero lo más extraño de su carrera es su experiencia previa como director, en concreto su debut en el largometraje con una película de terror titulada Vile, catalogada en el poco afortunado subgénero de explotación de la porno-tortura –en el que se inscriben películas de terror a lo Hostel o Saw, donde son desplegadas explícitas y gratuitas escenas de torturas–. Correspondería verla para evaluarla, pero no parecería el mejor de los precedentes.
Como sea, esta película se encuentra lejos de ese subgénero, y cierto es que, a ciertos niveles, funciona notablemente. Los tramos de exploración, de indagación, de acción propiamente dicha, están muy logrados (se siguen spoilers). En particular un desenlace a lo Tarantino en que el caso se resuelve mediante un flashback a través del cual el espectador pasa de golpe a saber la resolución del enigma incluso antes que los mismos investigadores, y que lleva la tensión a puntos impensables. Por fuera de ello, es muy interesante la denuncia sugerida: como consecuencia de la burocracia, los líos jurídicos y el difícil acceso, muchos casos de violaciones y desapariciones ocurridos en esa zona quedan sin resolverse. Asimismo está muy bien la actriz Elizabeth Olsen interpretando a una inexperta agente del FBI que pareciera no tener mucha idea de dónde está parada; en cambio es bastante irritante el rol que le toca a Jeremy Renner, un manido estereotipo de héroe melancólico que hostiga a sus interlocutores –especialmente al padre de la adolescente asesinada, en el peor momento de su duelo– con discursos supuestamente cargados de experiencia y sabiduría. Finalmente, una escena en la que se recurre a los viejos lugares comunes de la justicia por mano propia y al “ojo por ojo” rebaja otro poco el buen nivel general.

Publicado en Brecha el 6/10/2017

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