viernes, 12 de octubre de 2018

Invisible (Pablo Giorgelli, 2017)

El vacío y la indiferencia 


Pablo Giorgelli es un cineasta argentino que entró al mundo de los festivales por su puerta más grande. Cuando terminó Las acacias (2011), interceptó en La Habana a un programador de Cannes y le acercó un DVD; unos meses más tarde, su película estaba siendo proyectada en la sección “Semana de la crítica” del festival más prestigioso del mundo. Las acacias ganó allí cuatro premios, y a partir de entonces al director comenzaron a lloverle las invitaciones a otros festivales. 
Como se sabe, los tiempos para producir películas en Latinoamérica suelen ser muy dilatados, y recién seis años después pudo estrenarse este, su segundo largometraje, en el cual, sorprendentemente –considerando que se trata de un cineasta tan poco activo–, pueden reconocerse ciertos rasgos estilísticos; una impronta muy propia, distinguible y casi única en el panorama argentino. Se trata de una pulida aproximación realista, muy emparentada con la de cineastas como Robert Bresson, Abbas Kiarostami, Cristian Mungiu o los hermanos Dardenne, y que se basa en el seguimiento austero, silencioso y cercano a ciertos personajes, con planos largos y una tensión implantada desde el primer minuto. Para trasmitir con tanta eficacia el nerviosismo constante de sus cuadros, Giorgelli utiliza brillantemente a actores que se desempeñan con una expresividad minimalista mediante pequeños gestos, miradas furtivas y un sutil lenguaje corporal que dan la pauta del torrente emocional interno que los atraviesa, y que con sus escasos diálogos –que en muchos casos aparentan ser banales– acaban sugiriendo mucho más de lo que realmente dicen. 
Ely es una chica de 17 años que va al liceo por la mañana y trabaja en una veterinaria por la tarde. En su casa, la madre atraviesa una profunda depresión que la inmoviliza y aísla. Pero si el universo de Ely ya es bastante arduo de por sí, termina convulsionándose al enterarse de que está embarazada. La muchacha carece de una pareja estable y su actividad sexual con un colega del trabajo, mayor y casado, parece mecánica, repetitiva e impersonal. Cuando Ely le comunica a una doctora su voluntad de abortar, ella le responde tajante: “Sabés cómo son las cosas acá. En nuestro país el aborto está penalizado por la ley… no podemos ayudarte con esa decisión”. En una escena determinante, la protagonista se queda mirando atentamente una intervención quirúrgica en la veterinaria, comprendiendo silenciosamente que, en su mundo circundante, es mucho más fácil operar a una perra que asistir a una adolescente desesperada. 
Otra película argentina reciente, Paula, de Eugenio Carnevari, se centraba también en el embarazo adolescente, pero lo hacía acumulando desgracias, convirtiendo la narración en un tren fantasma de situaciones desafortunadas. En cambio, esta película utiliza un tono más factible y reconocible, más cercano al espectador. Invisible demuestra con esmerado realismo, sin sentimentalismos, golpes bajos ni manipulaciones discursivas, hasta qué punto la vida de una chica de clase media puede verse gravemente perjudicada por un pequeño error, y cómo una tragedia de este porte puede pasar completamente desapercibida. Exceptuando una compañera de colegio, los personajes con los que Ely se encuentra ignoran o simplemente desmerecen su situación, sin ofrecerle más apoyo que el estrictamente necesario. Ely recurre a información dudosa colgada en la web, a ventas y clínicas clandestinas, y se ve desconsoladamente sola tomando una decisión que requeriría asesoramiento profesional, diálogo, discusiones y evaluaciones pormenorizadas que, sencillamente, no acontecen en su entorno.

Publicado en Brecha el 12/10/2018

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