viernes, 21 de junio de 2019

Ma (Tate Taylor, 2019)

La señora del hacha 


La idea no está nada mal: la amenaza que se cierne sobre los personajes es humana, una señora solitaria que, quizá para sentirse valorada o para recuperar una juventud perdida comienza a rodearse de adolescentes, ofreciéndoles lo que ellos más desean; un lugar donde poder hacer fiestas, fumar marihuana y beber alcohol hasta quedar inconscientes, sin el riesgo de exponerse a reprimendas paternas ni ser hostigados por la policía. Claro que cuando esta señora comienza a sentirse parte, pretendiendo ser la mejor amiga de todos (al punto de dejarles cincuenta mensajes de whatsapp en una noche), el asunto comienza a tocar notas inquietantes. Y el espectador bien podrá rememorar personajes similares que le habrá tocado en suerte conocer. 
A la actriz Olivia Spencer (The Help, Hidden Figures) es a quien le toca interpretar a Sue Ann, este personaje complejo y bipolar, y lo lleva adelante con dignidad, pese a las desventajas de un libreto endeble. Quien sale mucho mejor parada es su joven antagonista, la notable Diana Silvers en el papel de la joven Maggie, cuyos ojos saltones y su carismático porte seguramente estemos viendo con mayor frecuencia en la gran pantalla. Pero quien realmente sobra, quien es prácticamente insalvable dentro del cuadro es la cuarentona Juliette Lewis; la actriz que hace unos veinte años sedujo por su autenticidad y su exotismo hoy se aboca a un desborde de sobreactuación y muecas, sin convencer ni por una fracción de segundo como Erica, la agobiada madre soltera de Maggie. 
Los problemas son demasiados y se agolpan muy pronto: el director Tate Taylor (quien había logrado la notable The Help, también con Olivia Spencer), pareciera demasiado apurado en contar la historia, imponiendo un montaje rápido que no deja respirar las tomas. Es probable además que desde el libreto se haya querido echar mano a la máxima de Hitchcock por la cual cuanto mejor el villano, mejor la película, y quizá por eso se le haya dado tanto espacio a Sue Ann, convirtiendo a ella en la verdadera protagonista. Sin embargo, con esta decisión se echa por tierra todo el suspenso y la opresión que pudiera causar el temor a una amenaza desconocida o inesperada. Por si fuera poco, son muy poco creíbles los principales vínculos humanos presentados, ni las disputas entre madre e hija ni los escarceos amorosos entre Maggie con un compañero de clase convencen, ya que rebosan de afectación y lugares comunes. 
Todo termina por desbarrancarse sobre el final, al proponerse un arco dramático precipitado que deriva en Sue Ann decidida a dar rienda suelta a su psicopatía, asesinando y torturando literalmente a todo lo que se le cruza por el camino, y cambiando radicalmente el perfil de drama psicológico a splatter a lo Martes 13. No es exactamente lo que hubiese pensado Hitchcock.

Publicado en Brecha el 21/6/2019

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