viernes, 11 de octubre de 2019

Así hablo el cambista (Federico Veiroj, 2019)

Tan pusilánime como fascinante 


A lo largo de esta película, ningún personaje observa a Brause (Daniel Hendler) con una mirada cálida o cariñosa. Por el contrario, el recelo, la desconfianza, o la más llana mueca de desprecio se esboza, una y otra vez, en el rostro de sus interlocutores. Y es que jamás se había presentado, en el cine uruguayo, un protagonista tan profundamente despreciable, uno que pareciera bucear constantemente a medio camino entre el patetismo y la absoluta falta de escrúpulos. 
Siguiendo los derroteros de películas sobresalientes como El otro Sr. Klein (Losey, 1977), Il divo (Sorrentino, 2008), e incluso El reino (Sorogoyen, 2018), Así habló el cambista logra con suma habilidad enfocarse e inmiscuirse en la vida cotidiana de seres humanos a contracorriente de lo que habitualmente se considera integridad moral, rectitud u honestidad. Como en aquellas películas, lo fascinante se encuentra en la osadía de explorar y compartir una representación posible de aquellos submundos ocultos que, camuflados en plenas dinámicas citadinas, pasan perfectamente desapercibidos. Nidos de serpientes en pleno funcionamiento, con sus lógicas y sus dinámicas, abordados mediante un acercamiento casi clínico al peculiar material humano que los habitan. 
Se elige uno de los períodos más conflictivos de nuestro país, entre los años 1956 y 1976, pero poniendo foco en un personaje desinteresado por los problemas sociales circundantes. Brause es un cambista, cuya vida pasa por comprar y vender dólares a inversores o turistas, en un comienzo bajo la tutela de su suegro, el señor Shweinsteiger (Hugo Machín), y más adelante por su cuenta, entrando en toda clase de negocios turbios con políticos, militares, guerrilleros, terratenientes, paramilitares o cuanto perfil oscuro se le presente en su oficina de la Ciudad Vieja, deseoso de un intermediario hábil para lavar, esconder o blanquear cuantiosas sumas de dinero. El Montevideo de la dictadura fue el escenario perfecto para que toda clase de forajidos provenientes tanto de los países vecinos como del propio, sacasen provecho del secreto bancario y de la eliminación del control de cambio. Y Brause pareciera sacar su propia tajada de todo y todos. 


A once años de su debut en el largometraje (Acné, 2008) el cineasta uruguayo Federico Veiroj sorprende, en primer lugar, por su reciente prolificidad, sumamente atípica por estas latitudes. Tres películas, El apóstata (2015), Belmonte (2018) y Así habló el cambista en los últimos cuatro años es un ritmo sorprendente para lo acostumbrado a ver por parte de nuestra producción local, lo cual habla bien de su creatividad y sus inquietudes personales, así como de mecanismos de producción notablemente aceitados. En segundo lugar, parecería haber logrado no sólo la película de su carrera, sino probablemente una de las uruguayas más sólidas que se hayan filmado hasta el momento. Una ambientación histórica impecable y con tonalidades a juego con un período especialmente gris; un libreto preciso (adaptación de la novela homónima de Juan E. Gruber, publicada en 1981) que aporta siempre información parcial, con personajes y situaciones enigmáticas en las que el espectador toma un rol activo; soberbias interpretaciones de Hendler y Dolores Fonzi y una historia magnética y fascinante como hace tiempo no se veía, redondean brillantemente el cuadro de un personaje que pareciera cosechar, tanto en su vida pública como privada, aquello mismo que siembra, perdiéndose en círculos viciosos de soledad y desesperación.

Publicado en Brecha el 4/10/2019.

No hay comentarios:

Publicar un comentario