viernes, 31 de enero de 2020

Las películas de Bong Joon-ho

Y pisa fuerte 

Parásitos ha llegado tan lejos como ninguna otra película surcoreana. Como si la palma de oro, máximo galardón del festival de Cannes, no hubiese sido suficiente, el 13 de enero fue nominada también a seis óscars. El gran reconocimiento es merecido: su director, Bong Joon-ho, es uno de los grandes cineastas del siglo XXI, un realizador que desde hace veinte años viene generando un cine novedoso, incómodo, y sorprendentemente divertido. 


Si bien para muchos el director asiático puede parecer un recién llegado, lo cierto es que es una auténtica celebridad desde hace bastante tiempo. Memories of Murder (2003), su verdadera obra maestra, ya en su momento fue un gran suceso popular en su país, y atravesó medio mundo en un estimable circuito de festivales, arrasando con docenas de premios, además de ser aclamada por la crítica internacional y de convertirse inmediatamente en una obra de culto. Luego, The Host (2006), su siguiente largometraje fue, a la fecha de su estreno, la película surcoreana más taquillera de todos los tiempos. Desde entonces, sus películas son estrenadas en los más prestigiosos festivales del mundo (Cannes, Berlin, etc); The Host, Snowpiercer y Parásitos, fueron taquillazos que superaron los 10 millones de espectadores cada una. 

Como Quentin Tarantino, Bong Joon-ho es uno de los pocos directores que logran ganarse tanto la aprobación de la crítica como del público. Esto seguramente se deba a que supo amalgamar el más popular cine de géneros con temáticas profundas, y que logró que en sus relatos se entrecrucen notablemente la comedia con el thriller, el humor más físico con una incomodidad dramática típica del cine surcoreano. Varias de sus películas se inscriben en el terreno de la fantasía, pero alcanzando puntas melodramáticas inesperadas: por más que esté contando historias de monstruos, de cerdos gigantes, o de un tren que da vueltas alrededor del mundo en una tierra helada y posapocalíptica, como espectadores nos vemos en la necesidad de tomarlas en serio. Bong sabe vender la idea de universo cerrado y coherente, de realismo, de verosimilitud, y los artificios en este sentido están tan finamente integrados que la suspensión de la incredulidad se vuelve total: con historias atractivas, ritmos trepidantes y personajes sumamente sólidos, sus películas llevan, como pocas otras, a una adhesión sistemática. 


En su primer largometraje, Barking Dogs Never Bite (2000), Bong ya exhibía varios de sus rasgos autorales: una notable dirección de actores (aquí trabajaba por primera vez con la brillante Doona Bae), un humor negro muy efectivo, y la oscilación constante entre el drama y la comedia. La acción transcurría en torno a un edificio de apartamentos poblado de excéntricos personajes. Quizá lo más sorprendente es que, tratándose de un debut, Bong haya contrabandeado gags desopilantes en escenas de sobria tensión, algo que sólo un gran conocedor del lenguaje audiovisual podría hacer sin caer en el ridículo. La trama se centra en un profesor desempleado que está harto de los ladridos de los perros vecinos, y que se decide a secuestrarlos, con consecuencias inusitadas. Una película ideal para horrorizar a los amantes de los animales, aunque en los créditos se aclare que ninguno de ellos fue lastimado durante el rodaje. A pesar de ser sólida y sumamente entretenida, probablemente Barking Dogs… sea la menor de su filmografía, y el director ha señalado que, en aquella ocasión, tuvo que renunciar al corte final y ceder a las presiones de los productores, una mala experiencia que, por fortuna, no se ha vuelto a repetir. 


Memories of Murder comienza como un policial negro cualquiera: una serie de crímenes truculentos tienen lugar en un pueblo rural y un par de detectives se abocan al caso. Pero en seguida comienzan las singularidades y se impone una ambientación político-social: la acción tiene lugar en 1986, aún plena dictadura militar, y entre los métodos de “investigación” se encuentran los interrogatorios con tortura, o el “plantar” pruebas en las escenas del crimen. Cuando un detective enviado expresamente de Seúl se incorpora para resolver al caso, se encuentra con que todo lo que se pudo haber hecho mal, se hizo mal, e intenta dar con el asesino con rigor y métodos civilizados. Aquí Bong traicionaba todas las expectativas de género (siguen spoilers), ya que la ausencia de pistas, la desesperación por alcanzar una resolución y el empecinamiento en dar con un responsable lleva a que los detectives acaben “inventando” respuestas que encajan con los resultados que precisan; y por más que se esfuerzan, el homicida nunca es descubierto. En ese proceso, lo que acaba siendo central es el creciente camino hacia la corrupción, y la transformación del protagonista en un personaje sumamente cuestionable. 


Para The Host, Bong contó con un brillante equipo de animadores y expertos en diseño, animatronics y CGI, logrando uno de los monstruos gigantes más impresionantes (y desagradables) que se hayan podido ver en el cine. Los toros de las corridas en España fueron la inspiración principal para crear los movimientos de un engendro desbocado que arrasa con la ciudad de Seúl. Producto de que una división militar arrojase desechos tóxicos y mutágenos al río Han (siguen spoilers), este monstruo puede ser leído como una gran metáfora del terrorismo, creado y retroalimentado por el mismo gobierno que, para combatirlo, implementa medidas que empeoran la situación. Como para romper con todas las expectativas del público, la niña protagonista acaba falleciendo, en un desenlace inusual como pocos. 


Su siguiente película, Mother (2009) también comienza como un thriller tradicional. Hay también un asesinato, y el hijo de la protagonista, un muchacho con cierto retraso mental, es injustamente acusado. Su madre dará vuelta cielo y tierra para probar la inocencia de su hijo; lo sorprendente aquí (siguen spoilers) es que, en esta lucha infatigable por proteger la familia, –que sería presentada como un valor encomiable en cualquier thriller de Hollywood– se termina revelando una sobreprotección sumamente enfermiza y con consecuencias funestas. Y Bong continúa revirtiendo los parámetros del cine negro: mientras que en otras películas nos presentarían desde el comienzo a un personaje desagradable y cuestionable, enfatizando tales características negativas, esta película nos presenta a la protagonista como una señora apacible, amable y abnegada que llama a la empatía, hasta que ese otro perfil sale a la luz. 


Snowpiercer (2013) es una de esas películas cuya metáfora es evidente y hasta parece subrayada. Se trata de un thriller de ciencia ficción posapocalíptica, en el cual los esclavizados y harapientos trabajadores de los vagones traseros de un tren se amotinan y revelan contra las acomodadas secciones delanteras. A pesar de la obviedad en la referencia social, se trata de una película endemoniadamente entretenida, con grandes escenas de acción, personajes notables (Tilda Swinton y el actor fetiche de Bong, Song Kan-ho encarnan personajes extrambóticos y delirantes) y un micro-universo alucinante. Según ha contado Bong en reiteradas ocasiones, The Weinstein Company obtuvo los derechos para la distribución de la película, y en esa ocasión debió enfrentarse con Harvey Weinstein (el productor acusado por más de 80 delitos sexuales) para que no le recortara escenas clave. Justamente a Weinstein lo apodaban “manos de tijera” por su tendencia a destrozar películas; Bong relata que “visité sus oficinas y allí había gente trabajando en varias salas de edición. En una vi cómo troceaban The grandmaster, de Wong Kar-Wai, y pensé: si hacen eso con un genio, ¡qué no harán con mi película!”. Por fortuna, Bong había aprendido de su primera mala experiencia con Barking Dogs…, pudo ganar la pulseada, y se respetó su corte final. 


Para la escritura del libreto de Okja (2017), el director hizo una investigación sobre los mataderos; luego de ver un sinfín de horrendos documentales, decidió visitar en persona uno en Colorado, Estados Unidos, lo cual fue para él una experiencia tan desagradable que lo llevó a dejar de comer carne por un buen tiempo. Y la vivencia se encuentra notablemente recreada en la historia de una cerda gigante genéticamente creada por una multinacional para ser convertida en alimento. No conviene dejarse engañar por la apariencia “infantil” de la película, porque su visionado puede sufrirse como una certera patada en la boca del estómago. Ha trascendido que varios espectadores han dejado de comer carne luego de ver la película; Bong señaló al respecto que no era esa su intención, sino simplemente denunciar los métodos de producción industrial de los frigoríficos. 

Hoy Bong parece haber alcanzado ya su punto más alto de popularidad, y se encuentra en la mira de productores de todo el mundo. Actualmente se está negociando una adaptación televisiva de Parásitos para la HBO y el director ya tiene en miras dos proyectos: una película coreana de terror y un drama en inglés. Consultado sobre si le gustaría dirigir una película de superhéroes, su respuesta fue peculiarmente llamativa: “Tengo un problema personal, respeto la creatividad que se usa en las películas de superhéroes, pero en la vida real y en las películas, no soporto que la gente use ropa ajustada. Nunca usaré algo así y sólo ver a alguien con ropa ajustada me resulta mentalmente difícil. No sé dónde mirar y me siento sofocado”.

Publicado en Brecha el 24/1/2020

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