Hay algo que llama particularmente la atención del cine de terror oriental y es que triunfe allí donde el terror de hollywood fracasa sistemáticamente, es decir, en su cometido de dar auténticos sobresaltos. Si se tiene en cuenta que el género se define en función del miedo y existe gracias a él, y que sus espectadores asiduos son sujetos que buscan asustarse e impactarse emocionalmente, oriente debería ser, para los aficionados, una meca a venerar. Sí, es cierto que el terror oriental puede resultar monotemático y hasta algo monótono para el que suele reincidir con frecuencia en él, pero sus méritos son también indiscutibles.
Si hoy occidente se ha defendido mejor a la hora de pergeñar espectáculos asfixiantes o escenas gore, -en este registro sobresalen el veterano realizador George Romero, el grandísimo Alexandre Aja, Neil Marshall o Zack Snyder con su impecable El amanecer de los muertos- el terror psicológico parece ser sin embargo un frente estrictamente oriental, a saber, de la filmografía japonesa, surcoreana, hongkonesa y tailandesa.
La mirada de la cinefilia mundial hace tiempo que se encuentra detenida en Tailandia. Directores de nombres impronunciables como Apichatpong Weerasethakul, Pen-ek Ratanaruang y Wisit Sasanatieng se han ganado una entrada fija a los festivales internacionales, y dentro del cine de acción y artes marciales, la dupla Tony Jaa/Prachya Pinkaew ha forjado un ejército de adeptos. El cine de terror, de larga tradición en Tailandia, se ha modificado estructuralmente para una mejor aceptación en los mercados internacionales, y por lo pronto, viene logrando ese cometido con creces.
En este caso, los directores debutantes Banjong Pisanthanakun y Parkpoom Wongpoom concibieron la idea original luego de ver fotografías supuestamente reales en las que hacían siniestros actos de presencia diversas figuras fantasmales, e incluso decidieron incorporar a la película alguna de esas mismas fotos. El filme trata de una joven pareja que, tras haber atropellado a una chica en la carretera y de darse a la fuga, empieza a verse asediada por una figura espectral que comienza a corporizarse en sus fotografías.
Si nos ponemos quisquillosos, en Shutter no parece haber, a nivel argumental, nada demasiado nuevo. Quizá sí el tema de las fotografías siniestras, aunque en Ringu de Hideo Nakata, La profecía de Richard Donner o Los otros de Amenábar también se hacía uso de fotos particularmente inquietantes. Por su parte, las almas femeninas en pena, de piel pálida y largas cabelleras negras son marca registrada del cine de terror oriental. La escena del espectro emergiendo del agua remite a Dark water; el fantasma caminando por el techo ya estaba presente en Llamada perdida; las escenas del espíritu acosando a gente acostada son propias de Ju-on: The grudge y las de dentro del auto recuerdan demasiado a las de su secuela, Ju-on 2. Ahora bien, ¿que importa todo esto si Shutter es una de las películas más terroríficas de la década?, ¿acaso una película que se nutre de sus antecedentes y los vuelve suyos debería ser, en consecuencia, inferior a ellos?
Un aspecto a resaltar en Shutter es el trazado del personaje masculino, presentado como un individuo temeroso y poco dado a enfrentarse a situaciones difíciles. Llegado a determinado punto se nos da a entender que el espeluznante acoso que sufre sería un castigo por haber sido tan cobarde anteriormente, y el fantasma es entonces una carga literal y metafórica que debe llevar consigo. Quizá el autocastigo no sea suficiente para ciertas personalidades individualistas y evasivas, y el espectro actúe en consecuencia para dar una punición adecuada.
En las películas del cine de terror ocupan un lugar fundamental los efectos de sonido, y esto es algo que deben de haber tenido muy claro los directores. Vale recordar que en los castings de protagónicos femeninos suele tenerse en cuenta su capacidad para emitir gritos agudos y esta película no es la excepción en ese sentido. Se conoce que una de las formas primarias de causar pánico es dar un imprevisto impacto sonoro, y los directores explotan este recurso con mucha sabiduría, agregando imágenes ominosas e inesperadas al unísono. Asimismo, la banda sonora está empleada con habilidad, jugando siempre a favor de los climas, anticipando la llegada del sobresalto, y por tanto, llamando de antemano al escalofrío.
Hace tiempo que las inmensas y crujientes mansiones atestadas de espectros dejaron de ser el escenario propio del cine de terror, y en el cine oriental han sido sustituidas por apartamentos pequeños, cerrados e incomunicados. La estructura edilicia de tipo monoblock, pensada para aislar los sonidos y crear ambientes apacibles y confortables opera en forma inversa a su razón de ser cuando comienzan a hacer aparición las figuras fantasmagóricas, confinando y generando incomunicación entre las víctimas. Para colmo, las tecnologías de comunicación se vuelven emisarios de la muerte: los celulares, teléfonos y computadoras suelen emitir mensajes monstruosos. Hasta la televisión, miembro esencial de las familias tipo presenta imágenes de pesadilla.
Una constante en el cine de terror de las últimas décadas ha sido esta incorporación como amenaza de las últimas tecnologías. En los setenta y ochenta estaban de moda los ascensores, electrodomésticos o máquinas asesinas, otorgándosele un toque ominoso a artículos de una nueva cotidianeidad. Hasta Chucky fue un artilugio de su momento, un muñeco a pilas que se movía y hablaba. El horror surge y se potencia cuando lo que suponemos produce comodidad y adoptamos para que forme parte de nuestras vidas se convierte en objeto amenazante. Quizá se esté echando mano a un sentimiento de culpa inconsciente por ceder ante el consumismo más descarado. Los celulares o internet, por ejemplo, eran perfectamente evitables hace diez años y hoy se nos antojan imprescindibles.
Las cámaras son extensiones del ojo humano, y en este sentido se aborda un miedo atávico inconsciente, ese otro sentimiento de culpa propio del mirón, fisgón, curioso, sorprendido en pleno acto voyeurista: mirando, retratando, fotografiando algo. De alguna manera todos los espectadores somos ese mirón que observa a la gente a hurtadillas y en este cine se explota esta cualidad. Quizá la escena más repetida en la historia del cine de terror sea aquella en que el protagonista se acerca lentamente a observar un objeto indefinido con detenimiento, y ese mismo objeto acaba por saltarle a la cara.
Al que no vio Shutter, dos advertencias. Primera: cuando la pantalla quede totalmente oscura y empiecen a aparecer flashes de luz, prepárese para darse el susto de su vida. Segunda: sepa que por más prevenido que esté, va a darse el susto de su vida igual.
Si hoy occidente se ha defendido mejor a la hora de pergeñar espectáculos asfixiantes o escenas gore, -en este registro sobresalen el veterano realizador George Romero, el grandísimo Alexandre Aja, Neil Marshall o Zack Snyder con su impecable El amanecer de los muertos- el terror psicológico parece ser sin embargo un frente estrictamente oriental, a saber, de la filmografía japonesa, surcoreana, hongkonesa y tailandesa.
La mirada de la cinefilia mundial hace tiempo que se encuentra detenida en Tailandia. Directores de nombres impronunciables como Apichatpong Weerasethakul, Pen-ek Ratanaruang y Wisit Sasanatieng se han ganado una entrada fija a los festivales internacionales, y dentro del cine de acción y artes marciales, la dupla Tony Jaa/Prachya Pinkaew ha forjado un ejército de adeptos. El cine de terror, de larga tradición en Tailandia, se ha modificado estructuralmente para una mejor aceptación en los mercados internacionales, y por lo pronto, viene logrando ese cometido con creces.
En este caso, los directores debutantes Banjong Pisanthanakun y Parkpoom Wongpoom concibieron la idea original luego de ver fotografías supuestamente reales en las que hacían siniestros actos de presencia diversas figuras fantasmales, e incluso decidieron incorporar a la película alguna de esas mismas fotos. El filme trata de una joven pareja que, tras haber atropellado a una chica en la carretera y de darse a la fuga, empieza a verse asediada por una figura espectral que comienza a corporizarse en sus fotografías.
Si nos ponemos quisquillosos, en Shutter no parece haber, a nivel argumental, nada demasiado nuevo. Quizá sí el tema de las fotografías siniestras, aunque en Ringu de Hideo Nakata, La profecía de Richard Donner o Los otros de Amenábar también se hacía uso de fotos particularmente inquietantes. Por su parte, las almas femeninas en pena, de piel pálida y largas cabelleras negras son marca registrada del cine de terror oriental. La escena del espectro emergiendo del agua remite a Dark water; el fantasma caminando por el techo ya estaba presente en Llamada perdida; las escenas del espíritu acosando a gente acostada son propias de Ju-on: The grudge y las de dentro del auto recuerdan demasiado a las de su secuela, Ju-on 2. Ahora bien, ¿que importa todo esto si Shutter es una de las películas más terroríficas de la década?, ¿acaso una película que se nutre de sus antecedentes y los vuelve suyos debería ser, en consecuencia, inferior a ellos?
Un aspecto a resaltar en Shutter es el trazado del personaje masculino, presentado como un individuo temeroso y poco dado a enfrentarse a situaciones difíciles. Llegado a determinado punto se nos da a entender que el espeluznante acoso que sufre sería un castigo por haber sido tan cobarde anteriormente, y el fantasma es entonces una carga literal y metafórica que debe llevar consigo. Quizá el autocastigo no sea suficiente para ciertas personalidades individualistas y evasivas, y el espectro actúe en consecuencia para dar una punición adecuada.
En las películas del cine de terror ocupan un lugar fundamental los efectos de sonido, y esto es algo que deben de haber tenido muy claro los directores. Vale recordar que en los castings de protagónicos femeninos suele tenerse en cuenta su capacidad para emitir gritos agudos y esta película no es la excepción en ese sentido. Se conoce que una de las formas primarias de causar pánico es dar un imprevisto impacto sonoro, y los directores explotan este recurso con mucha sabiduría, agregando imágenes ominosas e inesperadas al unísono. Asimismo, la banda sonora está empleada con habilidad, jugando siempre a favor de los climas, anticipando la llegada del sobresalto, y por tanto, llamando de antemano al escalofrío.
Hace tiempo que las inmensas y crujientes mansiones atestadas de espectros dejaron de ser el escenario propio del cine de terror, y en el cine oriental han sido sustituidas por apartamentos pequeños, cerrados e incomunicados. La estructura edilicia de tipo monoblock, pensada para aislar los sonidos y crear ambientes apacibles y confortables opera en forma inversa a su razón de ser cuando comienzan a hacer aparición las figuras fantasmagóricas, confinando y generando incomunicación entre las víctimas. Para colmo, las tecnologías de comunicación se vuelven emisarios de la muerte: los celulares, teléfonos y computadoras suelen emitir mensajes monstruosos. Hasta la televisión, miembro esencial de las familias tipo presenta imágenes de pesadilla.
Una constante en el cine de terror de las últimas décadas ha sido esta incorporación como amenaza de las últimas tecnologías. En los setenta y ochenta estaban de moda los ascensores, electrodomésticos o máquinas asesinas, otorgándosele un toque ominoso a artículos de una nueva cotidianeidad. Hasta Chucky fue un artilugio de su momento, un muñeco a pilas que se movía y hablaba. El horror surge y se potencia cuando lo que suponemos produce comodidad y adoptamos para que forme parte de nuestras vidas se convierte en objeto amenazante. Quizá se esté echando mano a un sentimiento de culpa inconsciente por ceder ante el consumismo más descarado. Los celulares o internet, por ejemplo, eran perfectamente evitables hace diez años y hoy se nos antojan imprescindibles.
Las cámaras son extensiones del ojo humano, y en este sentido se aborda un miedo atávico inconsciente, ese otro sentimiento de culpa propio del mirón, fisgón, curioso, sorprendido en pleno acto voyeurista: mirando, retratando, fotografiando algo. De alguna manera todos los espectadores somos ese mirón que observa a la gente a hurtadillas y en este cine se explota esta cualidad. Quizá la escena más repetida en la historia del cine de terror sea aquella en que el protagonista se acerca lentamente a observar un objeto indefinido con detenimiento, y ese mismo objeto acaba por saltarle a la cara.
Al que no vio Shutter, dos advertencias. Primera: cuando la pantalla quede totalmente oscura y empiecen a aparecer flashes de luz, prepárese para darse el susto de su vida. Segunda: sepa que por más prevenido que esté, va a darse el susto de su vida igual.
Las imprescindibles
Aquí algunas de las películas más sobresalientes en el género. A no confundirse con las impresentables remakes estadounidenses que fueron engendrándose posteriormente.
-Ringu (Hideo Nakata, 1998)
La película madre de la movida del nuevo cine de terror oriental. Una espeluznante cinta de video casero carga con la maldición de traer la muerte a corto plazo a todo aquel que se atreva a verla. La escena final en que hace aparición el espíritu Sadako es de antología.
-Audition (Takashi Miike, 1999)
Las mejores películas de Miike son aquellas en que se toma en serio a sí mismo. Cuesta encasillar esta película en el género, y más aún dentro de este cine de terror oriental, pero sí es cierto que tiene sus momentos por de más inquietantes.
-Kairo (Kiyoshi Kurosawa, 2001)
Un extraño portal de internet promete contactar a los usuarios con gente muerta. Kurosawa tiene la originalidad de mostrar a los vivos como verdaderos “muertos en vida”, individuos alienados, depresivos e insatisfechos. El mundo de los muertos bien podría ser el nuestro.
-Dark Water (Hideo Nakata, 2002)
Nakata en su mejor film hasta la fecha. Una correctora divorciada en plena disputa por la tenencia de su hija comienza a atestiguar extrañas apariciones, luego de mudarse a un apartamento que va siendo gradualmente invadido por la humedad.
-Ju-on: The grudge (Takashi Shimizu, 2003)
La más representativa del género en esta lista. La premisa argumental es sencilla pero el entramado es complicado y difícil de seguir. Lo que verdaderamente importa es que los sobresaltos son efectivos al 100% y se repiten sin descanso, por lo que se vuelve una película sólo apta para los más valientes.
-Llamada perdida (Takashi Miike, 2003)
Una serie de jóvenes empieza a recibir llamadas del futuro, con sus propias voces en el momento de su muerte. A Miike le va mucho mejor cuando crea atmósferas atroces que a la hora de generar sobresaltos, y tiene el plus de filmar desenlaces que desconciertan hasta al más curtido.
-A tale of two sisters (Kim Ji-woon, 2003)
Tras salir de una institución de rehabilitación mental, las dos hermanas del título vuelven a su casa con su padre y su cruel madrastra. Para la mirada occidental puede ser una obra poco aprensible, abundante en cabos sueltos y situaciones enigmáticas. Hasta hoy, se trata de la mejor película de terror del deslumbrante cine surcoreano.
La más representativa del género en esta lista. La premisa argumental es sencilla pero el entramado es complicado y difícil de seguir. Lo que verdaderamente importa es que los sobresaltos son efectivos al 100% y se repiten sin descanso, por lo que se vuelve una película sólo apta para los más valientes.
-Llamada perdida (Takashi Miike, 2003)
Una serie de jóvenes empieza a recibir llamadas del futuro, con sus propias voces en el momento de su muerte. A Miike le va mucho mejor cuando crea atmósferas atroces que a la hora de generar sobresaltos, y tiene el plus de filmar desenlaces que desconciertan hasta al más curtido.
-A tale of two sisters (Kim Ji-woon, 2003)
Tras salir de una institución de rehabilitación mental, las dos hermanas del título vuelven a su casa con su padre y su cruel madrastra. Para la mirada occidental puede ser una obra poco aprensible, abundante en cabos sueltos y situaciones enigmáticas. Hasta hoy, se trata de la mejor película de terror del deslumbrante cine surcoreano.
Publicado en Brecha 21/4/2007
Los asiaticos si que saben hacer pelis de terror, esta peli en particular no la vi, pero las otras que se reseñan sí, y la verdad dan miedo.... miedo.. si sos de tener pesadillas mejor no las veas.. o te arrepentiras
ResponderEliminarDe las que vi, dark water me quitó el sueño literalmente, y ju-on tambien me dejó medio mal. La estética de los espíritus femeninos en ese plan me hace acordar a ciertas peliculas de terror yanqui, así como al final de Carrie que te eriza los pelos mal.
ResponderEliminarIntroducir en lo microcotidiano el terror de lo ominoso es un buen recurso que se esta explotando bastante ultimamente.
Saludos!
Shutter es increíble, vi esta peli hace poco y me encantó.
ResponderEliminarEl final es buenísimo y te deja susceptible desde ese momento.
Por cierto, no saben donde puedo encontrar imágenes de las dos últimas escenas? (los que vieron la peli ya saben de cuales hablo, no quiero detallar para no arruinar la película a los que no la vieron)
Les agradecería mucho el link, un saludo!