El otro Medina
Luciano Gauna (Daniel Hendler) es un tipo singular. Pasa el día inquieto, evita conocer gente, se alarma por situaciones que practicamente no presentan riesgos reales (su preservativo podría haberse rajado en un encuentro ocasional, dice a un médico), se queda dormido en extrañas circunstancias, toma fármacos a diario y hasta explota en impredecibles y desmedidos arrebatos de furia. Cuando habla con alguien evita mirarlo a los ojos, y su voz es siempre entrecortada, insegura. Carece de una relación estable –“a vos te parece que pueda tener novia” dice un amigo suyo, a sus espaldas– y su trabajo animando fiestas infantiles no le agrada, o por lo menos evita hablar de él cuando le preguntan al respecto. Luciano es la clase de persona con la que resultaría difícil convivir.
Contrariamente a la forma en que las películas tienden a mostrar ciertos trastornos -recordar por ejemplo el personaje de Jack Nicholson en Mejor imposible, que exponía un compendio de síntomas como si fuera un manual de psicología para estudiantes- el director debutante Gabriel Medina no hace demasiado incapié en la patología, y ante todo se preocupa en trazar un personaje complejo y atribulado, preso de si mismo, cuyas limitaciones llaman indefectiblemente a la adhesión. Hendler –ya un merecido ícono del cine argentino de la última década– le aporta credibilidad y cercanía a un personaje de los que muchos preferirían mantenerse distantes.
Luciano descubre un hecho desagradable. Su amigo Manuel, radicado desde hace un par de años en España, utilizó sin su permiso su nombre y su apellido para bautizar al personaje de una exitosa serie: “Los paranoicos”. Para colmo, el Luciano de la serie se revela como un miserable y un perdedor, lo que demuestra la hipocresía y la falsa estima de Manuel. Un hecho curioso es que Gabriel Medina es amigo de Damián Szifrón, director de la serie Los simuladores, y éste a su vez nombró a uno de sus personajes como Gabriel Medina. Claro que desde que Los paranoicos entró en circulación el propio Medina (el real, no el personaje) se apresuró a desmentir que la película reflejara alguna hostilidad hacia Szifrón, aunque sí reconoció en reiteradas ocasiones que Luciano Gauna tiene mucho de álter ego.
A medio camino entre la comedia y el drama psicológico, dotado de un ímpetu y una banda sonora espirituosa, Los paranoicos puede tener algunas de las carencias típicas de las operas primas –en determinado momento se oye en la tele una infortunada voz que con claridad es la de un argentino tratando de emular el acento español– pero asimismo está brillantemente actuada, plantea una anécdota inteligente y atractiva y desborda una energía vital y un interés personal por contar una historia que la vuelven una experiencia única, un soplo de aire fresco dentro del actual panorama argentino. Y al igual que Burman en El abrazo partido, Medina supo aprovechar el inmenso poderío cinematográfico que implica filmar la fuerza cinética de Hendler corriendo a toda velocidad, en otro final grandioso, emotivo y liberador.
Luciano Gauna (Daniel Hendler) es un tipo singular. Pasa el día inquieto, evita conocer gente, se alarma por situaciones que practicamente no presentan riesgos reales (su preservativo podría haberse rajado en un encuentro ocasional, dice a un médico), se queda dormido en extrañas circunstancias, toma fármacos a diario y hasta explota en impredecibles y desmedidos arrebatos de furia. Cuando habla con alguien evita mirarlo a los ojos, y su voz es siempre entrecortada, insegura. Carece de una relación estable –“a vos te parece que pueda tener novia” dice un amigo suyo, a sus espaldas– y su trabajo animando fiestas infantiles no le agrada, o por lo menos evita hablar de él cuando le preguntan al respecto. Luciano es la clase de persona con la que resultaría difícil convivir.
Contrariamente a la forma en que las películas tienden a mostrar ciertos trastornos -recordar por ejemplo el personaje de Jack Nicholson en Mejor imposible, que exponía un compendio de síntomas como si fuera un manual de psicología para estudiantes- el director debutante Gabriel Medina no hace demasiado incapié en la patología, y ante todo se preocupa en trazar un personaje complejo y atribulado, preso de si mismo, cuyas limitaciones llaman indefectiblemente a la adhesión. Hendler –ya un merecido ícono del cine argentino de la última década– le aporta credibilidad y cercanía a un personaje de los que muchos preferirían mantenerse distantes.
Luciano descubre un hecho desagradable. Su amigo Manuel, radicado desde hace un par de años en España, utilizó sin su permiso su nombre y su apellido para bautizar al personaje de una exitosa serie: “Los paranoicos”. Para colmo, el Luciano de la serie se revela como un miserable y un perdedor, lo que demuestra la hipocresía y la falsa estima de Manuel. Un hecho curioso es que Gabriel Medina es amigo de Damián Szifrón, director de la serie Los simuladores, y éste a su vez nombró a uno de sus personajes como Gabriel Medina. Claro que desde que Los paranoicos entró en circulación el propio Medina (el real, no el personaje) se apresuró a desmentir que la película reflejara alguna hostilidad hacia Szifrón, aunque sí reconoció en reiteradas ocasiones que Luciano Gauna tiene mucho de álter ego.
A medio camino entre la comedia y el drama psicológico, dotado de un ímpetu y una banda sonora espirituosa, Los paranoicos puede tener algunas de las carencias típicas de las operas primas –en determinado momento se oye en la tele una infortunada voz que con claridad es la de un argentino tratando de emular el acento español– pero asimismo está brillantemente actuada, plantea una anécdota inteligente y atractiva y desborda una energía vital y un interés personal por contar una historia que la vuelven una experiencia única, un soplo de aire fresco dentro del actual panorama argentino. Y al igual que Burman en El abrazo partido, Medina supo aprovechar el inmenso poderío cinematográfico que implica filmar la fuerza cinética de Hendler corriendo a toda velocidad, en otro final grandioso, emotivo y liberador.
Publicado en Brecha 8/3/2009
He leído tu crítica Faraway, y he corrido a descargarla... Nunca me fié del cine argentino, pero la verdad que esta peli me gustó.
ResponderEliminarMuchas gracias por la recomendación colega.
¡Saludos!
Gerardo, me alegro. No es que me parezca una maravilla absoluta, pero me gustó mucho la energía que hay depositada en esta peli. A este Medina hay que seguirlo de cerca.
ResponderEliminarTe mando un abrazo, saludos.