La decisión de la academia de ampliar de cinco a diez las nominadas a mejor película obedece naturalmente a un interés propagandístico. Y es que las nominadas no podrían obtener mejor publicidad; cuanto mayor el espectro de opciones, más amplia la exposición mundial. Y un numero mayor también genera mayores y más rebuscadas especulaciones. En los hechos, tendrán más presencia las películas de género, y esto es un punto que podría impactar positivamente en la calidad. En estos últimos tiempos a Hollywood le va mucho mejor en los géneros que en aquel otro cine enarbolado y de manual, dramático, grave y pretendidamente comprometido (
Milk,
Precious,
The blind side).
Pero el aumento en las nominaciones no varía demasiado el panorama. En promedio, entre las nominadas solían verse dos películas de peso, más dos dignas o apenas visibles, más una prácticamente invisible. Hoy figuran igualmente dos películas importantes (
Bastardos sin gloria y
Vivir al límite; este cronista se inclina fervientemente por la primera) seis que van de regulares a decentes (
Un hombre serio,
Avatar,
Up,
Amor sin escalas,
Enseñanza de vida,
Distrito 9) y dos muy malas (
Preciosa y
The blind side). En síntesis, sólo ha aumentado la proporción de películas relegables al olvido.
Trabas convenientes. La categoría de mejor película extranjera sigue despertando dudas severas. Entre otras deficiencias, el sistema de elección supone una traba importante para las coproducciones. Hoy en día la mayoría de las películas de interés producidas en el mundo son concebidas con capitales provenientes de distintos países, y la vía para que una película logre competir con Hollywood en las taquillas y pueda cubrir los altos costos de producción (que se dan por conseguir actores de renombre, por ejemplo) es nutriéndose de ayudas estatales de diversos países, y explotando los diversos canales de difusión y distribución locales. Una película coproducida con inversiones de nueve países distintos, como
Diarios de motocicleta, es difícilmente identificable con un país específico, y por eso en su momento no tuvo cabida entre las nominadas. La fragmentación de capitales ha comenzado a agudizarse últimamente, impidiendo la entrada de varias coproducciones a la categoría.
Recientemente la academia también ha insistido en descalificar películas en las que no concuerda el idioma con el país que las envía. Por ejemplo
Caché, de Michael Haneke, coproducción hablada en francés y enviada por Austria, no fue aprobada. Asimismo
La visita de la banda no fue aceptada como candidata oficial de Israel porque durante la mayor parte de su metraje está hablada en inglés. Además, la academia recibe sólo una película de cada país, y esto genera una situación desfavorable para ciertos países que tienen una industria prolífica, como India, Japón, Francia o Italia, y en estos casos muchas veces es enviada una película que no es considerada la mejor, sino la que se piensa que tiene más posibilidades de ser elegida por los votantes. En consecuencia, muchas nominadas a mejor película extranjera tienen un perfil comercial “oscarizable”, como por ejemplo, hoy,
El secreto de sus ojos.
No es una novedad que la industria es sumamente precavida respecto a los talentos
foráneos.
Las políticas de censura de la MPAA son especialmente duras con las películas extranjeras y en muchos casos las sabotean e impiden que gocen de una buena difusión y distribución. Por esta razón, es probable que los problemas señalados no vayan a ser resueltos, ya que sirven a los intereses de la academia. Normalmente, suele quedar una o dos películas buenas entre las nominadas a mejor película extranjera, más tres o cuatro sumamente irrelevantes (esto se da de forma casual y no podría ser deliberado, el sistema de votación es transparente en este sentido). En definitiva, la mayoría de las películas presentes no representan una competencia ni una amenaza para la gran industria. Y vale decir que en los últimos años, las ganadoras han sido especialmente inocuas (
Departures,
Los falsificadores,
La vida de los otros,
Tsotsi,
Mar adentro,
Las invasiones bárbaras y
Nowhere in Africa son las últimas galardonadas). Excepcionalmente, hoy figura una obra magistral entre las nominadas, quizá la mejor película producida durante el 2009 –
La cinta blanca de Haneke-, y sería grandioso, aunque improbable considerando los antecedentes, que ganara el consabido premio.
Las mejores puntas. Quizá las categorías más interesantes para los cinéfilos sean las de Mejor largometraje de animación y Mejor largometraje documental. Aunque tampoco escapan a la controversia, ambas suelen reunir obras notables y poco difundidas, precisamente en dos de los terrenos fílmicos que se encuentran en mayor expansión. En los últimos años entre los nominados para largometraje de animación hubo películas brillantes (
Persépolis,
Wall-E,
Kung-fu panda) y fueron acompañadas con otras muy respetables (
Surf’s up,
Bolt,
Monster’s house). En esta ocasión hay tres de primerísimo nivel (
Coraline,
Fantastic Mr Fox, y T
he secret of kells), más una muy digna (
Up) más una desechable (
La princesa y la rana). Sería lógico que el premio fuese para
Up, -ya que también está entre las nominadas a mejor película- pero son realmente meritorias las otras tres señaladas. Dos de ellas son esmeradas producciones en
stop-motion, y aunque están basadas en cuentos infantiles, son muy recomendables para mayores.
Coraline está dirigida por Henry Selick (
El extraño mundo de Jack,
Jim y el durazno gigante) un maestro en la materia que logra concebir puntillosamente un universo colorido con puntas tenebrosas y sombrías. Por su parte,
Fantastic Mr Fox es dirigida por Wes Anderson (
Tres es multitud,
Los excéntricos Tenembaum) quien por vez primera se arroja al terreno logrando una obra divertidísima, sumamente original y querible.
The secret of Kells, aunque más discreta, es una coproducción europea que relata la historia de un niño que vive en una abadía fortificada, al resguardo del ataque de los vikingos, en la Irlanda del S. XI. Imaginativa, colorida, bellamente musicalizada; una pequeña joyita.
Entre los nominados a la categoría de mejor documental han figurado últimamente varios de los más sobresalientes documentales concebidos (
La pesadilla de Darwin,
Capturando a los Friedman,
Nieblas de guerra,
Bowling for Columbine, los dos últimos fueron premiados). En esta categoría suele verse reflejada como en ninguna otra la denuncia política, el inconformismo, y las más desatadas, concretas, lúcidas e instructivas críticas al actual estado de cosas. Aquí surge una dificultad, y un lógico dilema para los votantes, vista la exposición mundial que gana la película que lleva el galardón. ¿Es mejor votar por la mejor película o por la más efectiva denuncia? El voto en este caso puede ser un arma política, y este cronista cree que cualquiera de las dos opciones a tomar es legítima.
Fahrenheit 911 de Michael Moore -para poner un ejemplo que todos conocen- planteó una denuncia muy concreta y coyuntural, pero perdió valor pasados los años. Como obra cinematográfica no trasciende, pero un filme de ese tipo podría cambiar una realidad inmediata si obtuviese la debida difusión (esto debió haber pensado el jurado de Cannes, que decidió darle el máximo galardón, cuatro meses antes de las elecciones en Estados Unidos).
Sólo pude acceder a tres de los cinco documentales nominados (
The cove,
Burma VJ y
Food Inc) y los tres merecerían ganar. Son denuncias concretas, impactantes y urgentes y cualquiera de ellas podría lograr cambios importantes si se hiciera con el premio.
Food Inc expone los procesos de producción industrial de los alimentos consumidos diariamente al interior de los Estados Unidos, y se muestra cómo un puñado de multinacionales llevan hasta un extremo su afán de lucro y su desidia por la salud de los consumidores. No es recomendable comer antes de verla.
Burma VJ expone con cámaras escondidas los alzamientos populares de 2007 en Birmania, liderados por monjes budistas que se sublevaron ante un gobierno militar que hoy lleva 48 años en el poder. Gracias a las nuevas teconologías (la posibilidad de subir videos a internet rápidamente, cámaras pequeñas y discretas) la feroz represión es documentada y expuesta al mundo. Por su parte
The cove es un palpitante relato en el que un equipo de ambientalistas logra escabullirse en una bahía privada –con un equipo coordinado, al estilo
Misión imposible- para filmar una masacre de delfines, en Japón. No se trata solamente de una denuncia de tipo ecologista, ya que también da cuentas de los altos grados de toxicidad de la carne de delfín, vendida actualmente al público con rótulos engañosos.
Gerontes al poder. Al examinar la lista de nominados en las principales categorías surgen naturalmente cuestionamientos y críticas por las decisiones tomadas. ¿Por qué no figuran entre las nominadas a mejor actriz Isabelle Fuhrman (
La huérfana), o Mélanie Laurent (
Bastardos sin gloria), y por qué no Robert Downey Jr. (
Sherlock Holmes) a mejor actor?, ¿por qué este año no está la última maravilla de Miyazaki en la categoría de mejor animación? ¿qué pasa por la cabeza de quienes votaron por
The blind side como nominada a mejor película del año? y podría seguirse indefinidamente. La academia tiene sus caprichos, sus vicios y sus preconceptos, y conviene recordar que la principal manera de formar parte de la misma es estar previamente nominado. Teniendo en cuenta el detalle, la numerosa población de la misma (son casi 6000 los votantes) y las decisiones tomadas usualmente, puede deducirse que sus filas se encuentran un tanto avejentadas, que el recambio se da con lentitud y en círculos más bien cerrados. De no existir un cuestionamiento interno sobre este asunto, seguirá siendo así. Y como siempre, se continuará premiando y nominando dentro de un estrecho perímetro cinematográfico, de espaldas a la diversidad.