Siguiendo en la línea de cine de autor sobre familias disfuncionales (La volubilidad de los afectos, Snap) y negligencia paternal (Por tu culpa, Go get some Rosemary) que con muy buen criterio programó recientemente Cinemateca Uruguaya, esta película ofrece un cuadro cotidiano y un atípico triángulo amoroso compuesto por una pareja joven y su hijo de siete años. Aquí no es el padre quien duerme en la cama junto a la madre sino el hijo, y el progenitor es relegado a dormir en el sofá; de hecho, la estructura de poder es reconocible aunque difícil de ver en el cine, ya que el padre es continuamente desacreditado por la madre y parecería como esclavizado, expectante de los circunstanciales requerimientos sexuales de parte de ella. Por momentos, quien parecería imponerle órdenes es su mismo hijo: “yo duermo con mamá, vos dormís en el cuarto chico”. Pero hay otros elementos que acentúan el conflicto: alcohol, inmensas muestras de egoísmo por parte de los padres, dificultades de relacionamiento con otras personas, tendencias a la promiscuidad no disimuladas. Para colmo, el niño tiene problemas de hiperactividad que se agudizan con el consumo de azúcar y lo convierten en una criatura difícilmente tolerable.
Gradualmente, mediante indicios y con mucho acierto, la directora-guionista irlandesa Margaret Corkery va esbozando éstas y otras características que permiten hacerse cierta idea de la psicología de los personajes y de los mecanismos internos por los que el curioso núcleo familiar se perpetúa. El tono es sarcástico, una mirada más distante y burlona que empática, pero que deja asomar características humanas muy reconocibles e incluso inesperados y pequeños indicios de armonía, como para demostrar que no todo es intolerable en la relación –una escena en que el hijo pone un tema marchoso y sus resaqueados padres se ponen a bailar junto a él es bella, inesperada y excepcional-. Un cangrejo que perdido en una playa vuelve al balde donde fue torturado funciona como posible metáfora de la infancia y la incapacidad de escapar a otro ámbito que no sea la familia que a uno le tocó en gracia. El niño más tarde insulta al cangrejo muerto (“¡pudríte, malcriado!”) reproduciendo vicios paternales por el cual se lo incluye o excluye arbitrariamente y se lo convierte en un depositario de culpas.
Una banda sonora tenue, mínima y eventual es otro de los puntos fuertes, y juega alternativamente dándole a la película aires de comedia y de thriller. Es verdad, quizá Eamon no sea una maravilla ni figure entre las mejores películas del año -de hecho funcionaría mejor si tuviera elementos de tensión más poderosos- pero es una rica exploración de comportamientos y del lado siniestro de muchas personas, y de esas películas bien filmadas e inteligentemente concebidas que a uno lo dejan satisfecho y con una sonrisa estampada.
Gradualmente, mediante indicios y con mucho acierto, la directora-guionista irlandesa Margaret Corkery va esbozando éstas y otras características que permiten hacerse cierta idea de la psicología de los personajes y de los mecanismos internos por los que el curioso núcleo familiar se perpetúa. El tono es sarcástico, una mirada más distante y burlona que empática, pero que deja asomar características humanas muy reconocibles e incluso inesperados y pequeños indicios de armonía, como para demostrar que no todo es intolerable en la relación –una escena en que el hijo pone un tema marchoso y sus resaqueados padres se ponen a bailar junto a él es bella, inesperada y excepcional-. Un cangrejo que perdido en una playa vuelve al balde donde fue torturado funciona como posible metáfora de la infancia y la incapacidad de escapar a otro ámbito que no sea la familia que a uno le tocó en gracia. El niño más tarde insulta al cangrejo muerto (“¡pudríte, malcriado!”) reproduciendo vicios paternales por el cual se lo incluye o excluye arbitrariamente y se lo convierte en un depositario de culpas.
Una banda sonora tenue, mínima y eventual es otro de los puntos fuertes, y juega alternativamente dándole a la película aires de comedia y de thriller. Es verdad, quizá Eamon no sea una maravilla ni figure entre las mejores películas del año -de hecho funcionaría mejor si tuviera elementos de tensión más poderosos- pero es una rica exploración de comportamientos y del lado siniestro de muchas personas, y de esas películas bien filmadas e inteligentemente concebidas que a uno lo dejan satisfecho y con una sonrisa estampada.
Publicado en Brecha el 8/7/2011
Hola, pues pinta interesante, a ver si la encuentro y consigo verla. Si lo logro, ya te cuento. Gracias por esta novedad de la que no conocía su existencia.
ResponderEliminarSaludos!
Babel, no sé si es fácil de conseguir esta peli. Yo la pude agarrar gracias a la Cinemateca Uruguaya, pero no sé si está en circulación. Eso sí, te recomiendo mucho más una que aquí se tituló La volubilidad de los afectos (De der Helaasheid Dingen) gran peli.
ResponderEliminarUn abrazo queridaaa