jueves, 18 de agosto de 2011

3 irresistibles

Hay películas que, aunque no sean la gran maravilla, vale la pena reseñar, resaltar y dar a conocer. Aun cuando la mayoría de los espectadores no las comprenderían y/o tolerarían, aun cuando rozan lo estrafalario, aun cuando por momentos pareciera que son una tomadura de pelo y aun cuando hay que estar un poco mal de la cabeza para que gusten. Pero cierto es que, aunque reducido, existe un público para ellas, que Internet es una herramienta notable para dar con esta clase de bizarradas y que, a su manera, también aportan su dosis experimental al universo cinematográfico.

Todos los elementos que conforman The house of the devil (Estados Unidos, 2009) llevan a pensar que se trata de una película de terror de los años ochenta: la estética, la música, el vestuario, el maquillaje, los decorados, sus distendidos ritmos, la temática escogida, el guión; hasta el obsoleto título parece de época. Pero lo increíble es que se trata de una película filmada ayer mismo y que fue concebida por un detallista enfermo llamado Ti West. La composición es impecable, el suspenso se dilata hasta la exasperación, y la historia de una chica que va a cuidar no se sabe bien qué a la lúgubre mansión de una familia terrorífica, hoy no tendría pies ni cabeza. Incluso hay clichés, elementos de inverosimilitud que no son propios de nuestra época sino de los mismísimos ochenta. Quizá lo único que escape un poco a la ilusión sean las actuaciones, que están muy bien, -en aquellos tiempos las películas de terror clase B estaban muy mal actuadas- y aquí reluce especialmente el veterano Tom Noonan, con un papel inquietante. The house of the devil es una joyita para entendidos -ojo, que llega a puntos de intensidad y gore que parecen sacados de El loco de la motosierra (1974)-, un grotesco plato que es mejor consumirlo frío, de noche, y con las luces bajas.

Por su parte, Trolljegeren (Noruega, 2010) es un extraño mockumentary -o falso documental- noruego: un grupo de estudiantes universitarios comienza a rodar un reportaje a un cazador furtivo, de quien sospechan que está cazando osos en forma clandestina. El hombre desaparece por las noches, su auto está todo rasguñado –por zarpazos inconcebiblemente grandes- y en un comienzo se rehúsa a responder las preguntas de los estudiantes. Pero al poco tiempo de metraje, el equipo de filmación, -junto a los espectadores- se dará cuenta de que no se trata precisamente de un cazador de osos sino de inmensos trolls, que se encuentra al servicio de un grupo gubernamental que se dedica a mantener a esas criaturas dentro de los límites de sus reservas naturales y de hacer creer a los lugareños que las masacres de ganado o las caídas de árboles son obra de los osos y de fenómenos climáticos. Por la temática y las corridas desesperadas con cámara al hombro, el filme recuerda a películas como La cinta McPherson, El proyecto Blair Witch, o REC, pero quizá lo más parecido a esto sea la fallida Incident at Loch Ness, en la que el mismísimo Werner Herzog se adentraba en el lago del título para filmar al legendario monstruo, y lo lograba. Bien filmada y con efectos especiales impactantes, Trolljegeren es una rareza descomunal.

Y qué se podría decir de la francesa-angoleña Rubber (Francia, Angola, 2010) una de las películas más extrañas e incalificables que haya visto en mi vida. Aquí todo intento de descripción, todo rótulo genérico, toda definición será insuficiente, pero bueno, haremos el intento: el protagonista de esta “historia” es nada menos que Robert, un simpático neumático. Sí señor, una ordinaria “cubierta” de automóvil, que claro, tiene habilidades particulares. Se desplaza rodando por sí misma, tiene sentimientos e inicia un recorrido repleto de imprevistos y adversidades. Pero también se descubrirá que goza de otras capacidades diferentes: es capaz de hacer explotar objetos, animales y hasta cabezas humanas con sus poderes telequinéticos. No se puede decir que exista algo esencialmente malo en ella, tan sólo se remite a destruir todo elemento molesto que se le cruza en el camino. Mientras tanto, desde un paraje desértico, un grupo de espectadores observa la acción con prismáticos, y la comenta como si se tratara de una película. Rubber es un delirio que entrecruza la road movie, el terror y la comedia, que tiene sus chispazos de genialidad, que es capaz de arrancar más de una carcajada y que hasta se permite algunos momentos de reflexión meta-cinematográfica. Y además tiene el plus de que, una vez terminada la función, el espectador podrá contar a sus amigos que vivió para ver una película sobre un neumático asesino.

Publicado en Brecha el 19/8/2011

1 comentario:

  1. La primera la ví. La escena del "pacto satánico" o lo que sea, es fantastico. Está muy bien filmada. La verdad me sorprendió gratamente. Bastante recomendada.

    Las otras 2 las quería ver (sigo queriéndolas ver aún) pero el día que las pasaron en el único cine "artie" de acá (Santa Fe Capital, Argentina)tuve un estado gripal fuerte y me las perdí.
    Me conseguí Rubber pero aún no la veo, la otra la voy a buscar, igual te repito quería verla (y mucho), sobre todo a Troll....

    Saludos!

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