jueves, 12 de julio de 2012

El boom del documental uruguayo



Desde el llano y con altura

El cine documental se encuentra en un momento de auge a nivel mundial. El abaratamiento de los costos de rodaje lo han vuelto un terreno sumamente transitado por jóvenes y cineastas primerizos, y en los últimos años su existencia se ha multiplicado hasta niveles impensables. Uruguay no es la excepción a esta tendencia mundial.

Las razones para explicar el fenómeno son muchas, y probablemente también sean insuficientes: el aumento de los incentivos y los fondos públicos, la profesionalización del sector -afirmado con la existencia de varios institutos formativos locales-, la presencia creciente en festivales de todo el mundo, los cambios y los abaratamientos tecnológicos, la disponibilidad de fondos internacionales específicos. También, y nada menor, la influencia de las redes sociales y su capacidad de establecer contactos a distancia entre los diversos especialistas y técnicos dedicados al rubro. Pero de todos modos es imposible establecer las verdaderas razones para un estallido de creatividad localizada como el que se ha dado a nivel documental en nuestro país a partir de los años 2007-2008, y que parecería continuarse hasta el día de hoy.
Es en torno a esos dos años que puede verse con claridad el boom, no sólo respecto a la indiscutible calidad sino también en cuanto a la cantidad. Sólo hace falta dar un vistazo por la lista de las películas estrenadas: La sociedad de la nieve (Gonzalo Arijón, 2007), Decile a Mario que no vuelva (Mario Handler, 2007), Hit (Claudia Abend, Adriana Loeff, 2008), D.F. Destino final (Mateo Gutiérrez, 2008), Siete instantes (Diana Cardozo, 2008), Cachila (Sebastián Bednarik, 2008), El círculo (José Pedro Charlo, Aldo Garay, 2008).
Hit marca un antes y un después en el documental uruguayo. Con un lineamiento amplio y abarcador, con figuras representativas de la canción uruguaya (desde La vela puerca, -cuyos aportes, vale decir, son prácticamente nulos- a Aníbal Sampayo, pasando por Rumbo, Fernando Cabrera, Urbano Moraes y un largo etcétera) que pudieran interesarle a un público variado, y dotada de una estructura dinámica y atractiva, logró dársele un perfil joven a una propuesta documental sólida. Gracias a un acertado trabajo de difusión el documental logró posicionarse en la vía pública, y de alguna manera ese Hit marcó un precedente y prefiguró el taquillazo popular del que hoy goza 3 millones. Quizá en su momento la crítica no le correspondió como lo merecía y la película, vista hoy en perspectiva, es meritoria en haber logrado extraerle opiniones y sentimientos, poco antes de su muerte, a Sampayo -en un notable tramo inicial en el cual el equipo viaja a su pueblo- a Horacio Buscaglia, al Canario Luna. Y un loable acierto fue hacerle a los entrevistados una pregunta imposible de contestar: "¿Qué debe de tener una canción para volverse un hit?" para poder así captarlos en la duda, en la reflexión, en esos momentos en que las fachadas se rompen y surge la introspección. Los músicos como seres humanos, y cine con mayúsculas.
En una temática totalmente distinta, Decile a Mario que no vuelva no es menos meritoria y aportó reportajes inolvidables, entre los que se cuentan algunos testimonios terribles y temerarios, como el del mismísmo "Pajarito" Silveira contando muy suelto de cuerpo su vida como torturador y carcelero o los de algunos presos de larga data como Yessie Macchi o Mauricio Rosencof. Y qué podría ser más conmovedor y cinematográfico que el descarnado testimonio de Fernando Frontán, llorando frente a cámaras, increpando al destino por al daño atroz que los militares perpetraron a nivel mental y cultural a un país entero.
El pasado reciente y más concretamente la dictadura es un tema extremadamente recurrido por los documentales uruguayos de hoy, algo que sin embargo no se ha extrapolado a la ficción, o al menos no al nivel esperable. Por el momento ningún abordaje cinematográfico a la época supera a la brillante 7 instantes, seguramente el mejor cuadro expositivo de lo que fue el movimiento armado MLN Tupamaros; una serie de despojados testimonios, abordados sin los obstáculos de la heroicidad o la condena.
Si la dictadura ha sido el tema más visitado en los documentales recientes -con más de una decena de ejemplos-, Henry Engler debe ser entonces el personaje que más ha rendido. Y si El círculo es una de las mejores películas de esta camada es sobre todo porque Engler es un personaje poliédrico como pocos, adorable y brillante, llano y genial, inverosímil en su zigzagueante devenir vital. El círculo confirmó una vez más a Aldo Garay (Mi gringa, retrato inconcluso, Yo, la más tremendo, El casamiento) como uno de los documentalistas uruguayos del momento, ante todo por su acierto en saber dar con personajes llamativos e inmensos y por el cariño, la templanza y la atención con la que los enfoca (ya sean marginales, travestis, boxeadores evangelistas o científicos exguerrilleros).
Y si cabe hablar de otro gran documentalista al
mismo nivel, y también de alguien que parece atravesar por un gran momento, es de Sebastián Bednarik (La Matinée, Cachila, Mundialito) un cineasta que ha sabido trasladar a una audiencia ajena a la mismísima "cocina" de una murga o de una comparsa, de modo que viva su energía interna, su funcionamiento intrínseco, que conozca de cerca sus personajes, su relevancia y su historia. Mundialito es otro impagable abordaje al período de la dictadura y expone una premisa particularmente llamativa: ¿Cómo es posible que un triunfo uruguayo en un campeonato de nivel mundial haya sido eficazmente borrado de la memoria colectiva, de los anales de la historia futbolística, del imaginario social? ¿Cuánto peso puede tener la culpa y la vergüenza de haber vivido una victoria promovida desde el poder militar?
Vistos todos estos extraordinarios ejemplos y alguno más, puede afirmarse que el futuro próximo del documental nacional se augura prolífico -hay cerca de una decena de películas en puerta, en las etapas finales de la posproducción- y cualitativamente notable. Lo que más bien escasean son las correspondientes ventanas de exhibición que puedan hacerles justicia -este cronista no pudo acceder a documentales recientes de escasa difusión como Pasto (2008) o Exiliados (2011)- para procurarle un mínimo de réditos a sus esforzados realizadores, para que el público uruguayo pueda entrar en conocimiento de su existencia y que finalmente pueda acceder a ellos. 

Publicado en El Boulevard, en julio de 2012.  

No hay comentarios:

Publicar un comentario