Cine para llevar a casa
Como
compensando
la
ausencia
del
confinado
maestro
Jafar
Panahí
-en
prisión
por
haber
filmado
material
inconveniente
para
la
república
islámica-
Irán
nos
regala
a
Asghar
Farhadi,
un
gran
director
a
seguir
que
sorprende
por
su
capacidad
de
transmitir
una
infinidad
de
ideas
mediante
cuadros
conflictivos,
dramáticos
e
inconfundiblemente humanos.
La
carrada de galardones que se llevó La separación
es interminable: Berlín, Oscar a mejor película extranjera,
Melbourne, Londres, Nueva York, Los Angeles, BAFTA, Asian Film
Awards, Globos de oro, César y un larguísimo etcétera. Se destapó
un filme imprescindible, pero también un cineasta cuya existencia
desconocíamos y que sin embargo posee una carrera cimentada desde
hace tiempo, con películas honestas y sólidas (Beautiful
city (2004), Fireworks
wednesday (2006) y a veces
también insuperables (A propósito de Elly (2009).
Su estilo parecería muy poco emparentado con el de los demás
cineastas iraníes conocidos, principalmente porque sus películas
son ágiles, recargadas de anécdotas y giros
inesperados. Farhadi presenta cuadros cotidianos que, por alguna
razón, evidente u oculta, son atravesados por problemas profundos.
Los personajes suelen ser perfectamente ordinarios, gente sencilla, de clase media y trabajadora, poco conflictiva, nada
excepcional a simple vista. Pero son las sorpresivas circunstancias
que surgen las que sí son excepcionales, y esta gente que, viéndose
cercada, se transforma repentinamente destapando dimensiones
terribles.
El conflicto
detonante. Los inesperados y
brutales giros de guión de Farhadi encauzan la narración hacia
sitios insospechados y pueden cambiar radicalmente el tono que traía
la película en su conjunto, así como el mismísimo eje central. No
conviene arruinar las sorpresas aquí, pero A propósito de
Elly en un comienzo
parece una comedia centrada en
varios treintañeros que pasan unas vacaciones juntos, hasta que un
suceso inesperado desvirtúa totalmente el planteo. La
separación se centra en una
dolorosa ruptura marital hasta que una sucesión de circunstancias
fortuitas llevan a que ese conflicto quede opacado por otro,
muchísimo mayor.
La
obsesión de Farhadi por las separaciones ejemplifican estas
situaciones de conflictos cotidianos extremos, donde no hay claras
víctimas o victimarios, y en los que cualquier decisión a tomar
implica causar daños e ineludibles agonías. Un personaje en A
propósito de Elly cuenta
acerca de su ruptura reciente con una frase memorable: "Es
mejor un final amargo a una amargura sin fin."
Las películas de Farhadi llegan a situaciones que parecen ridículas
pero que asimismo son perfectamente creíbles: espirales de mentiras,
ocultamientos piadosos, incómodos enfrentamientos. Se dan
situaciones en las que todos los personajes obran con buenas
intenciones, racionalmente, siguiendo una lógica perfecta, pero que
por obra de las simples causalidades de la vida llegan a entramparse desembocando en callejones de los que no pueden salir sin
sufrir punzantes dolores. La idiosincracia iraní, pero sobre todo
la discriminación de género, la legislación y el mismo gobierno
son criticados brillantemente en estas poderosas exposiciones de
conflictos mundanos.
Riqueza. Es
realmente difícil dar con películas que toquen tantas puntas
simultáneas y que al mismo tiempo lo hagan con tal dignidad: La
separación es una película
sobre
el
mal
del
Alzheimer,
un
drama
de
tribunal,
un
acercamiento
al
fin
del
amor
y
la
ruptura
conyugal,
sobre
manipulación
y
decisiones
morales
en
situaciones
límite,
sobre
la
división
entre
fundamentalistas
y
seculares,
los
que
quieren
exiliarse
y
los
que
quieren
quedarse,
sobre
un
divorcio
entre
clases
sociales.
En
la
primer
escena
se plantea, con increíble economía expositiva, una situación
límite. Una pareja se encuentra frente a un tribunal; ella quiere
irse del país, pero él quiere quedarse junto a su padre con
alzheimer. Ella acude para pedir el divorcio, pero el
juez
le
responde que
no
puede
concedérselo a
menos
que
pruebe
que
su
marido
es
realmente
un
mal
marido
-que
le
pega
o
que
es
un
adicto,
por
ejemplo-,
además
de
preguntarle
directamente por
qué
tiene
que
irse
de
Irán,
y
cómo
es posible que crea
que
no
tiene
oportunidades
viviendo
en
el
país.
Partimos
desde
un
quiebre,
de
un
punto
en
el
que
un
personaje
necesita
dar
un
paso
doloroso
para
poder
continuar
con
su
vida,
y
a partir de ese
mismo
comienzo
vemos
como
los
tribunales
iraníes
no
sólo
no
ayudan
sino
que
además
se
convierten
en
una
verdadera
traba
vital,
impidiendo
una
resolución
pronta
y
aséptica.
A
lo
largo
de
la
película
comprenderemos
hasta
qué
punto
la
teocracia
dominante
perjudica
e
incapacita
a
la
sociedad
civil,
y
como
se
convierte
en
una
obstrucción
que
muchas
veces
profundiza
los
más
corrientes
conflictos
humanos.
La
confrontación
de
civiles
con
las
autoridades
son
una
constante
en
el
cine
de
Farhadi,
y
se
proponen
escenas
y
situaciones
profundamente
absurdas,
impensables
desde una
mirada
occidental.
En
Beautiful city el
dolido
y
vengativo
padre
de
una
adolescente
muerta
acude
a
las
autoridades
con
la
intención
de
agilizar
las
represalias,
para
que
ejecuten
de
una
vez
al
supuesto
asesino
de
su
hija.
Si
la
propuesta
del
hombre
ya
suena como un despropósito,
la
respuesta
que
obtiene
roza
el
delirio:
para
ello
debería
pagar
en
metálico
la
diferencia
de
lo
que
ellos
llaman
el
"precio
de
sangre": es que la ley de ese país enseña que la sangre de una mujer musulmana vale la mitad que la de un hombre.
Cine para
llevar. Vistas
desde
fuera,
podría
decirse
que
las
películas
de
Farhadi
son
un
compilado
de
situaciones
dramáticas,
acumuladas
para
manipular
a
la
audiencia
y
provocar
mayor
impacto.
Pero
lo
cierto
es
que
las
anécdotas
no
escapan
a
lo
factible,
y
la
naturalidad
de
los
planteos,
la
brillante
dirección
de
actores
y
la
cámara
en
mano
incrementa
el
realismo.
Por
su
parte,
la
narración
está
llevada
con
un
ágil
ritmo
que
reproduce
fielmente
las
desquiciantes
rutinas
urbanas.
La
inquietud y la inestabilidad
en el foco aumentan
la creciente tensión
y
por
consiguiente,
la
incondicionalidad
a
los
sucesos
presentados.
Farhadi
decidió dedicarse a filmar a partir de una vivencia accidental. Fue
al cine y vio una película ya empezada, a partir de la mitad del
metraje. Cuando terminó y se fue a su casa pasó todo el día
pensando cómo sería ese principio. Y es exactamente esta clase de reflexión posterior lo que pretende despertar en su público. Que se lleven cosas en las que pensar, que la
película deje picando una molestia que el espectador tenga que
resolver más tarde y consigo.
Mientras
que el torrente de premios a Farhadi suponen un orgullo para gran
parte de la población iraní, las autoridades del gobierno dan
muestras de una profunda indignación, al punto de haber cancelado
una bienvenida prevista en su honor. Quizá como consecuencia de la
patente hostilidad del régimen, la próxima
película del director será la primera en filmarse fuera de su país
natal; estará hablada en francés y será rodada en París. El acoso
y la persecución en terrenos persas no cejan, y la amenaza sobre
los artistas independientes que allí residen es hoy una sombra
demasiado larga.
Publicado en Brecha el 6/7/2012
Magnífica disección, compa Diego, del cine de este director iraní, del que he visto sus dos últimas (y celebradísimas, sobre todo la última de ellas) películas, que me han causado un hondo impacto. En cualquier caso, creo que Nader y Simin, una separación tiene una construcción dramática más sólida y mejor ‘abrochada’ que A propósito de Elly, un tanto dispersa en su desarrollo argumental. En todo caso, coincido contigo en la apreciación acerca del enorme talento cinematográfico de Farhadi, un hombre cuya carrera habrá que seguir con atención, cómo no…
ResponderEliminarUn fuerte abrazo y hasta pronto.
Manu! Qué bueno que compartamos esta afición por Farhadi. Es verdad que "Una separación" es más sólida y centrada, y que "A propósito de Elly" es algo más "dispersa" en su estructura. De todos modos y a nivel personal me quedo con "A propósito..." porque me resultó mucho más impactante e incómoda. Pero bueno, estamos hablando de cine del mejor, en los dos casos.
ResponderEliminarQué bien este señor. Brindo por él. Te mando un gran abrazo!