martes, 5 de febrero de 2013

Marley (Kevin MacDonald, 2012)

El documental definitivo

Durante la filmación de El último rey de Escocia (2006) el director británico Kevin Mac Donald (autor del brillante documental Life in a day) recorrió un suburbio de Kampala, en Uganda, reparando en que Bob Marley era una imagen omnipresente: murales, remeras, banderas, su música sonando. Y era visto por la gente no tanto como un músico, sino más bien como un filósofo, o una figura religiosa. A partir de ese momento comenzó a obsesionarse con quién fue realmente el hombre detrás de la leyenda y comenzó una investigación, -frustrada al principio pero vuelta a reflotar en el 2010- por la que se dedicó a echar luz sobre la mayor cantidad de dimensiones posibles de la vida del dios del reggae.
Es así que este documental, -el único hasta la fecha en ser aprobado por la familia del músico- despliega su lineal recorrido cronológico a través de su vida, desde la cuna hasta la tumba, deteniéndose en detalles ilustrativos acerca de su formación y su forma de ser, sentir e interactuar con los demás. Su ardua niñez en la que sus pares y su propia familia lo desplazaban y le imponían más trabajo por no ser negro puro como los demás sino más bien cobrizo –su padre era blanco-, su adolescencia en las calles de Kingston, en la que pasó hambre de verdad –un amigo cuenta que para engañar el estómago se tomaba un buen vaso de agua antes de ir a dormir-, su adhesión a la religión rastafari y el consumo de marihuana como algo íntimamente ligado a ello, sus comienzos como profesional y su rápido éxito local, su timidez y su impactante éxito con las mujeres –aún estando casado tuvo 11 hijos de 7 relaciones distintas- su gusto por el deporte, su preocupación por la gente y su vocación contestataria, pacifista y libertadora, aunque estos últimos fueran rasgos ideológicos siempre subordinados al aspecto religioso.
Por fuera de todos estos elementos, están los datos curiosos que agregan calidez y gracia a la narrativa –como el hecho de que tocaba con su banda en cementerios a las dos de la mañana, para quitarse los miedos- o los aportes que relativizan su bondad y pureza –sus hijos cuentan que era extremadamente duro con ellos, y que durante su propia infancia sufrieron el destrato social por ser vistos como los hijos de un músico drogón- así como ciertas audacias creativas de MacDonald –como cuando le da a escuchar a los parientes paternos la canción “Cornerstone” comentándoles el contexto de rechazo familiar en el que Marley la escribió-. Quizá lo más interesante de todo sea la sucesión de grandes éxitos y su correspondiente contextualización histórica, y los aportes de músicos cercanos que cuentan sobre influencias, estilo y creación musical. Lo sorprendente es que a pesar de haber concebido un documental que dura casi dos horas y media, Mac Donald logra interesar, seducir y emocionar. Y es difícil de creer que otro cineasta logre un documento tan sustancioso dedicado al glorificado músico jamaiquino.

Publicado en Brecha el 25/1/2012

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