Comprensión y talento
En la ciudad de Durazno, un pequeño club de fútbol en decadencia cierra sus puertas, y la propiedad es vendida (con trofeos y todo) a una madama que instala en el recinto un prostíbulo de travestis. Abrumados los vecinos por los ruidos molestos y por la ebria impertinencia de algunos de los clientes, deciden recurrir a un caudillo-patriarca local: el "Patón", quien se compromete a sacar de ahí a "todos esos putos". Luego de una recolección de firmas y de un trámite judicial, el prostíbulo es desalojado y al poco tiempo se establece una iglesia, en la cual se dicta catecismo a un grupo de niños.
Si la anécdota ya es de por sí algo desopilante, este atípico documental expone con detenimiento y calidez pero a su vez con muy buen ritmo y un humor sumamente efectivo, a los principales protagonistas de este devenir. Así, se da cuenta de una realidad que atravesó un puñado de personas y los motivos de cada uno de ellos, sus razones, su perspectiva particular. La película logra dar cuentas de un conflicto determinante a la vez que humaniza las partes confrontadas. Se devela la conmovedora historia de Fabiana, una travesti que adoptó a un niño y lo cría amorosamente a pesar de las miradas reprobatorias de una parte de la comunidad; la tortuosa historia de amor de Agustina, otra travesti; la experiencia traumática del "Patón" con respecto a su único hijo varón, su principal orgullo.
Siendo recreada la acción por los mismos personajes, se logra una sorprendente ilusión de realismo. En una escena determinada, el Patón llega a un boliche del pueblo y luego de dar cuentas a sus amigos de su reciente éxito en los tribunales, les pide que lo ayuden a recrear la situación, interpretando respectivamente al abogado, al juez, etc. Este juego de espejos, esta actuación dentro de la actuación remite a esa tendencia lugareña a contar las historias colocándose en ciertos roles. La directora salteña Alicia Cano dijo a Brecha que originalmente comenzó el documental haciendo entrevistas a los personajes involucrados, dándose cuenta al poco tiempo de que no rendían de esa manera: se ponían nerviosos, no hablaban naturalmente, se trababan, y sólo cuando intentaban reproducir la acción alcanzaban cierta fluidez. Así descubrió que esa era la forma ideal de abordarlos, mediante la puesta en escena de la acción tal como hubiera sucedido originalmente y con los mismos personajes haciendo de sí mismos. Este viraje, este pragmatismo sobre la marcha es propio de los mejores documentalistas, capaces de adaptar su registro a las circunstancias.
Como para romper con la idea de que se trata de un documental observacional típico, son incluídas en plena acción las tentadas risas de los participantes, sus comentarios de que la recreación salió mal, la incorporación de un actor al cuadro. No son las únicas señales del simulacro: los planos-contraplanos para reproducir ciertos diálogos dan cuentas de la inexistencia de un registro documental clásico; en la escena del partido de fútbol, un locutor habla micrófono en mano hacia una cámara de televisión, e inmediatamente después directamente a la cámara de cine, reforzando el artificio.
La película empieza como termina, en un pisadero en el cual se prepara el barro de los ladrillos. En un movimiento circular un tractor va mezclando tres capas, los tres ingredientes para fabricarlos. De la misma manera, el interior semirrural parece seguir esa cansina circularidad, en el cual la iglesia, el fútbol y el prostíbulo parecieran ser las tres instituciones fundamentales que definen la identidad uruguaya. Y la discriminación también parecería seguir una lógica de reproducción cíclica.
El Bella Vista reúne en sus rubros técnicos a varios de los mejores artistas del cine uruguayo: Araúco Hernández (Hiroshima, Norberto apenas tarde, La vida útil) en la fotografía, Fernando Epstein (25 Watts, Whisky, 3) en la edición, Daniel Yafalián (25 Watts, Whisky, Tanta agua) en sonido, Maximiliano Silveira (Ruido, Perro perdido) en la composición musical. Este equipo, amalgamado en una orquestación notable, propicia una composición afinada, con momentos de gran belleza. El Bella Vista es uno de los más grandes documentales uruguayos, un sorprendente debut y una muestra indiscutible de talento.
Publicado en Brecha el 31/5/2013