jueves, 16 de octubre de 2014

El pasado (Le passé, Asghar Farhadi, 2013)

El estrés potenciado


Hay quienes dicen que las defunciones, los divorcios y las mudanzas son las tres mayores fuentes de estrés. Ahora bien, ¿qué sucede cuando dos de ellas suceden en un mismo momento, o caen justo en una situación ya de por sí conflictiva? Lo más seguro es que los factores de estrés se conjuguen, y que tengamos entonces un estrés potenciado. Para colmo, estas circunstancias de acumulación de conflictos no son excepcionales, sino que hasta puede decirse que es normal que sucedan. En cualquier caso, colocan a la gente en crisis de las que muchas veces es difícil salir ileso, o sin causarle daños a alguien más. 
El gran Asghar Farhadi (A propósito de Elly, La separación) es un director que se ocupa principalmente de este tipo de situaciones. Su material son las crisis personales, pero más particularmente las que son una crisis, sobre otra crisis, sobre otra crisis. Su foco está colocado en los humanos que las atraviesan y que deben poner el cuerpo y apañárselas para resolver esos cataclismos de alguna manera. En la insuperable La separación teníamos un divorcio que, sumado a la ya de por sí conflictiva vida en Irán, se sumaba a un episodio de violencia y a un juicio en un tribunal. Así, se exploraban dos cuadros familiares en una situación límite, de los que se podía extraer una multiplicidad de apuntes sobre la psicología de los personajes y la coyuntura social presentada. 
En esta nueva película la acción tiene lugar en París –el director tuvo suficientes problemas con las autoridades iraníes como para haber decidido no seguir filmando en su país–, hace 4 años que Ahmad (Ali Mosaffa) y Marie (la imponente Bérénice Bejo) están separados, y se trata de esos divorcios que, además, fueron acompañados de una distancia real, ya que Ahmad regresó a su Irán natal. Pero ahora Ahmad accede a viajar a Francia y pasar unos días en su antigua casa, para finalizar los trámites de divorcio y, de paso, ayudar a Marie a apaciguar ciertos conflictos con Lucie (Pauline Burlet), su hija mayor. Pero como es de suponer, las cosas no serán sencillas. De a poco comienzan a surgir las recriminaciones, verdades silenciadas y conflictos mayores, con los sentimientos siempre a flor de piel y un cuadro humano especialmente susceptible, como resultado de una tragedia reciente. 
El guión pareciera construido como un policial clásico, con un misterio a resolver y varios personajes sospechosos, pero a medida que avanza la acción el protagonista comienza a darse cuenta de que todos tienen su implicancia en el problema, todos ocultan información, y que él mismo tiene su cuota de responsabilidad en el drama. Cada diálogo agrega datos para que el espectador vaya completando un complejo rompecabezas, aumentando la tensión in crescendo hasta niveles exhorbitantes. 
El estilo de Farhadi se encuentra muy alejado del cine iraní que acostumbramos ver, sus propuestas son siempre ágiles, intensas, con sorprendentes giros de guión que encauzan o resignifican la narración, sin tiempos muertos y provistas de diálogos incómodos y punzantes que obligan al espectador a tomar posición y establecer un juicio. Todo esto con una dirección de actores sorprendente, con profundidad, riqueza de matices y una sensibilidad extraordinaria. Tener una de sus películas en carteleras es una oportunidad que no conviene desaprovechar.

Publicado en Brecha el 17/10/2014

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