martes, 25 de febrero de 2020

Premios Oscars 2020

El ocaso de Hollywood


Al final de una ceremonia bastante anodina, en la que ninguna de las premiaciones escapó mucho a lo esperable, ocurrió algo que conmocionó a todos. La película surcoreana Parásitos, de Bong Joon-ho, se llevó el premio a mejor película, algo que escapaba a los pronósticos, más inclinados a que ganaran 1917, Guasón o Había una vez en Hollywood. El logro no sólo es histórico (es la primera vez que una película de habla no inglesa gana el máximo galardón de la noche) sino que es un golpe terrible para la industria hollywoodense, siempre acostumbrada a ser la única ganadora en un juego de reglas autogeneradas y diseñadas para sí misma. La ceremonia de los óscar siempre fue una celebración de la misma industria, prácticamente cerrada y sellada al cine producido en cualquier sitio del mundo que no sea Estados Unidos.
El mérito de Bong Joon-ho no es nada menor. Así como los personajes de Parásitos “burlan” el sistema y logran infiltrarse en la lujosa vivienda de una familia acaudalada, de la misma forma él encontró la fórmula cinematográfica para “infiltrarse” en la academia, seducir a los mismos integrantes de la misma y ganarle a la mismísima industria como visitante, sin siquiera tener que hacer a sus personajes hablar en inglés (al parecer, ni él mismo se molestó en aprender el idioma). Cómo fue que ocurrió el milagro es algo digno de análisis, y de lo cual vale la pena especular.
Que Parásitos haya ganado también en las categorías de guion original, película internacional, y mejor director, estaba dentro del margen de lo esperable. El año pasado Cuarón se llevaba también el oscar a mejor director y, sin ir más lejos, en esta década se hicieron con el mismo Alfonso Cuarón, Guillermo del Toro, Alejandro González Iñárritu (dos veces), Ang Lee, Michel Hazanavicius y Tom Hooper, por lo que el galardón ya parecería específicamente reservado para los extranjeros, pero ¿cómo fue posible que una mayoría de estadounidenses se volcaran a votar, como mejor película del año, a un filme surcoreano?


Quizá podamos explicar lo sucedido con dos puntos. En primer lugar, desde hace mucho tiempo no veíamos una tan sólida lista de nominadas a mejor película. Al no haber una clara superioridad de ninguna de ellas, es probable que el espectro de votantes se haya volcado parejamente hacia unas u otras, volviendo la contienda aún más peleada e interesante. Había grandes fanáticos de Joker, de 1917, de Había una vez en Hollywood, de Jojo Rabbit y de El irlandés, pero Parásitos, a diferencia de todas ellas, es una película que genera adhesiones más tibias en todos los espectros. Así, es probable que algunos veteranos hayan votado El irlandés como su número uno, pero a Parásitos como su número dos, y de la misma manera, quizá algunos votantes jóvenes hayan optado por votar en primer lugar a Jojo Rabbit y en segundo a Parásitos. En la sumatoria de muchos números dos más algunos número uno, la matemática puede haber jugado a favor de esta película. Muchas veces no es la favorita, sino el denominador común quien termina ganando la contienda.
En segundo lugar, en los últimos años hubo una gran renovación de los integrantes de la academia. En parte gracias a las presiones de ciertos colectivos (de mujeres, de negros) que denunciaron estridentemente su falta de representatividad, la academia se volcó presurosamente a un importante recambio, buscando que ingresaran especialmente integrantes de los colectivos históricamente discriminados. Hoy, luego de los nuevos ingresos, el número de votantes de la academia asciende a más de ocho mil, una cifra récord. Y el recambio ha dado un aire de frescura mayor a la ceremonia: los nominados a mejor película han sido, este año, mucho más sólidos que en otras ocasiones.


Como sea, es una sorpresa espectacular: Parásitos es una película que habla del capitalismo, de las brechas sociales, de la fobia a los pobres, de la imposibilidad de ascenso social, pero además es un óscar merecido para el cine de un país que viene obsequiando en las últimas décadas películas descollantes; se trata solamente de la punta de un iceberg cinematográfico que supera a Hollywood en casi todo nivel: cine de autor, cine histórico, drama, comedia, terror, aventuras, fantasía. Sólo hace falta asomarse a títulos como Burning, Train to Busan, A Taxi Driver, Monstrum, On the Beach at Night Alone, The Outlaws, The Handmaiden, Default, Midnight Runners y Hotel by the River para comprobarlo, por nombrar sólo títulos de los últimos cinco años. Corresponde señalar que la industria de Corea del Sur es hoy el quinto mercado cinematográfico del mundo, y se ha construido gracias a un sólido apoyo del Estado a su cine desde hace décadas, con cuotas de pantalla, importantes estímulos a los jóvenes cineastas y leyes de incentivo a la producción local.
Volviendo a la ceremonia, nada de lo visto a lo largo de la noche escapó a lo predecible. Prácticamente todos los demás ganadores habían arrasado con otros premios previamente, por lo que no era difícil seguir el historial reciente de cada uno para llegar a la conclusión más lógica. Este cronista hubiese deseado un óscar para Joe Pesci o para Leonardo Di Caprio –por sus impresionantes interpretaciones en El irlandés y Había una vez en Hollywood–, e incluso otro para la que es en realidad la mejor película de todas las competencias, Honeyland, de Macedonia del Norte, que también había logrado una nominación histórica (fue la primera en ser nominada a mejor documental y a mejor película internacional simultáneamente).
En cuanto a la ceremonia en sí, es de agradecer que se haya disminuido su largo de duración, frente a las cuatro horas y 23 minutos que duró en 2002, hoy pasó a durar tres horas y 32 minutos, ahorrándonos a los espectadores muchísimas introducciones innecesarias, chistes y largas presentaciones de cada una de las películas nominadas. Se vio una entrega de premios más dinámica, e incluso mucho más aggiornada que en años anteriores, con interpretaciones de Billie Eilish y Eminem y un humor más acertado. La presentación de Kristen Wiig y Maya Rudolph fue de las mejor preparadas en muchos años, y de lejos los minutos más graciosos de la noche. Un momento sumamente emotivo se dio cuando Bong Joon-ho rememoró sus años de estudiante y citó una frase que lo marcó: “Lo más personal es lo más creativo”. Luego señaló la autoría de la frase, señalando a Martin Scorsese, quien también estaba nominado. La totalidad del auditorio, que se acababa de sentar luego de que Bong recibiera el premio, volvió a pararse para ovacionar al maestro. Un buen premio consuelo, ya que El irlandés no se llevó ningún galardón. Luego, Bong Joon-ho se dirigió a otros de sus maestros, Quentin Tarantino, y le agradeció el hecho de que, cuando nadie en Estados Unidos sabía quién era, él siempre incluyera a Bong en la lista de sus directores favoritos.


Los discursos políticos fueron sumamente tibios, aunque es realmente curioso que se haya colado una cita al Manifiesto comunista de Marx y Engels: “Trabajadores del mundo, uníos”, dijo al final de su discurso la documentalista Julia Reichert, luego de obtener el óscar por su brillante documental American Factory (disponible para ver en Netflix). Cuando recibió su premio por mejor actor secundario, Brad Pitt señaló que le dieron 45 segundos para agradecer, pero que eso fue más tiempo del que le ofrecieron al exasesor de seguridad nacional, John Bolton, esa misma semana. El actor se refería al bloqueo del Senado al testimonio de Bolton, durante el impeachment a Donald Trump. Finalmente, el discurso más confuso en este sentido fue el de Joaquin Phoenix, quien se manifestó en contra de la injusticia en todas sus formas, olvidando que hubiese sido mucho más efectivo y contundente si se hubiese focalizado en un solo tema. Es en momentos como este que se echa en falta a Michael Moore.
Por fortuna, no hubo en la noche grandes injusticias o premios indignantes. Bueno, quizá sí, pero más bien pocos. La ganadora Hair Love probablemente haya sido la peor de las nominadas a mejor cortometraje animado, compitiendo con Kitbull, una notable producción de Pixar, y varios otros sobresalientes cortos de diversas partes del mundo. Aquí probablemente haya pesado la corrección política, ya que Hair Love es un cortometraje dirigido y producido por negros, que cuenta la historia de una niña y su familia, con el flagelo del cáncer incluido. Otro de los oscars más discutibles fue a la canción “(I’m Gonna) Love Me Again” de Elton John; el cantante y compositor británico podría merecerse muchos óscars, pero no justamente por ese tema, quizá el peor en competencia. Aquí puede haber otra explicación: Elton John organiza todos los años una gran fiesta luego de la ceremonia, a la cual invita a los participantes y a todo tipo de celebridades. No es una mala idea para ganarse la simpatía y los votos de unos cuantos.


Publicada en Brecha el 14/2/2020

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