viernes, 14 de febrero de 2020

Nominados al óscar a mejor documental

Ventanas al mundo


Lejos de las alfombras rojas, los vestidos, los trajes y las celebridades, una de las categorías más valiosas de la ceremonia de los premios óscar es la de mejor largometraje documental. En esta ocasión, los cinco nominados sobresalen por dar a conocer realidades diferentes y en varios casos urgentes, en las que profundizan con sensibilidad y altura. 

No es casualidad que dos de los cinco documentales nominados, Al filo de la democracia y American Factory, sean distribuidos por Netflix. En los últimos años la plataforma se aboca especialmente a apoyar proyectos independientes de diversas partes del mundo; entre ellos, las series y los largometrajes documentales no son excepciones. Si bien ninguna de ambas películas fue producida directamente por Netflix, el hecho de que sean distribuidas a través de la plataforma les da una posibilidad de difusión difícilmente superable. 
El sólo hecho de la nominación ya es un triunfo incomparable, además de que provee una inmensa ventana de difusión; por más que a la amplia mayoría de los espectadores de la ceremonia no estén interesados en la categoría, el hecho de figurar entre las nominadas es, para los documentalistas, una forma de captar público y acceder a nuevas audiencias, además de obtener mejores contratos a futuro. 
Brasil presente. Gracias a tal visibilidad, buena parte del Brasil progresista está de parabienes con la nominación de Al filo de la democracia. El documental de Petra Costa figura también en la lista de las diez mejores películas del año según The New York Times, y toda esta gran recepción en el exterior, además de los dichos de Costa en entrevistas, llevaron a que la secretaría de comunicación del gobierno de Bolsonaro acusara a la directora de “difamar al país”. 



La película propone un interesante recorrido a través de la democracia brasilera, en el cual la documentalista no oculta su afinidad por los gobiernos progresistas de Luiz Inácio Lula Da Silva y Dilma Rousseff, describiéndolos desde una perspectiva amigable pero asimismo crítica. En su recorrido histórico sobresalen varios puntos de interés, entre los que se esboza un notable desmentido de la validez del impeachment que llevó a la destitución de la presidenta Rousseff, y un firme cuestionamiento al juicio a Lula que derivó en su encarcelamiento. Los mejores momentos están en los tramos de mayor cercanía a ambos políticos, en los cuales se registra su desconcierto e indignación durante los ataques. Sobre el final, un desenlace algo sensiblero y casi propagandístico baja en algún peldaño el nivel general de una película que, hasta entonces, demostraba ser sólida y sumamente instructiva. 

Las mejores. American Factory, de Steven Bognar y Julia Reichert es la primera película producida por la compañía de Barack Obama y Michelle Obama, Higher Ground Productions. El abordaje, respetuoso y sutil, propone un acercamiento a los pormenores ocurridos al interior de la fábrica Fuyao Glass, abocada a la producción de vidrios de automóviles, en la ciudad de Dayton, Ohio. En las antiguas instalaciones de la General Motors, que cerró sus puertas unos años antes, esta nueva planta de producción se funda gracias a la inversión de un multimillonario chino, fomentando una ola de optimismo entre los locales y los trabajadores, quienes sienten la iniciativa como una gran oportunidad. Lo que comienza a darse paultinamente es un gran choque cultural y laboral entre chinos y estadounidenses, y una creciente indignación en ambas partes. Durante dos años, los documentalistas se integran al trabajo al interior de la fábrica, participando incluso en discusiones empresariales y reuniones sindicales, y volviendo a la audiencia partícipe de un creciente conflicto entre capataces y trabajadores. Lo más interesante se da en esta curiosa situación por la cual todos los entrevistados creen tener la razón; aún los más fervorosos antisindicalistas dan sus opiniones sin reparos y sintiendo que no tienen nada que ocultar frente a cámaras. 
El documental da un vuelco increíble cuando las cámaras visitan una fábrica similar en China, en la cual se exhibe un demencial régimen de productividad y obediencia incuestionable. American Factory es un registro del cambio radical de paradigmas en las matrices productivas mundiales, y sus efectos sobre los trabajadores. 


Nunca antes una película de Macedonia del Norte había entrado en la categoría de mejor documental, pero es probable que además ningún miembro votante de la academia haya visto anteriormente una película proveniente de este país. La brillante Honeyland es el resultado de un trabajo de tres años de rodaje en un entorno rural, y de la cálida aproximación a una mujer apicultora, que extrae la miel sin guantes ni redes y con un cuidado y un respeto ancestral por las abejas. Originalmente, los directores Tamara Kotevska y Ljubomir Stefanov pensaron en hacer un documental sobre el medio ambiente, centrándose en métodos artesanales casi extintos en Europa, pero repentinamente su registro tomó otros rumbos. 
En determinado momento, una familia con siete niños y 150 vacas instala su vivienda en el terreno contiguo, y de a poco empiezan a acercarse a la mujer, quien parecería encantada de comenzar a socializar con vecinos. Pero más adelante comienzan los problemas, a partir de que el padre de familia comienza a aprender el oficio y se aboca a iniciar su propia producción de miel, pero a mayor escala. Y la forma de producción del vecino se encuentra en las antípodas de la de la protagonista; lejos de los cuidados necesarios, se desempeña en la actividad con una ambición inusitada. 
Más allá de la anécdota puntual, el relato construido funciona como una notable parábola sobre la producción irreflexiva, sobre el individualismo y la voracidad extractivista. Se presenta un micromundo que es fiel reflejo de un mundo neoliberal carente de normas y en el cual el afán de lucro crece en proporción inversa al cuidado del prójimo. 

Siria (por dos). La situación en Siria y más concretamente, los bombardeos sobre las ciudades de Alepo y Damasco han sido una temática que tiene su lugar desde hace ya varios años entre las nominaciones a mejor documental. Hace un par de años competía la notable Last Men in Aleppo, centrada en los rescatistas voluntarios que salvan a personas de entre los escombros, y el año pasado Of Fathers and Sons, un inquietante acercamiento a varios niños adoctrinados en el yihadismo, cerca de las zonas bombardeadas. Este año, no es una sino dos las películas nominadas que ubican su acción en el epicentro de la tragedia, y cuyos respectivos cineastas arriesgaron sus vidas al filmarlas. 
Aquí corresponde hacer una advertencia: los dos documentales son terribles, y de muy difícil digestión. En ambos observamos las consecuencias de los bombardeos: niños asesinados o mutilados, familias escindidas, y un cuadro asfixiante en el que la sobreabundancia de muertos y heridos que son trasladados desde los escombros hasta los hospitales, la falta de víveres y de insumos básicos, convierten al contexto en un universo tan terrorífico como traumático para los implicados. For Sama es la más explícita: charcos de sangre, muertes, operaciones de urgencia son enfocadas sin reparos. En ella la protagonista, una periodista siria, explica a su hija pequeña (la Sama del título) la decisión de sus padres de permanecer en la ciudad de Alepo resistiendo, pese al riesgo de vida constante. Lo más interesante de este documental es la singular perspectiva, según la cual quedarse se convierte en una forma de rebelión, un intento obstinado de salvar vidas, de denunciar al mundo una situación injustificable, y de conservar cierta dignidad frente al asedio. 


The Cave, en cambio, podría haber sido igual o más cruda, pero sin embargo cae mucho menos en escenas sangrientas propias de las crónicas rojas. El cineasta sirio Feras Fayyad da a conocer la red de túneles subterráneos creada en la zona de Guta, al este de Damasco. Como consecuencia de los bombardeos, la población civil construyó refugios para mantenerse a salvo, entre ellos “La cueva”. Como los bombardeos no discriminan hospitales o escuelas, este hospital fue instalado bajo tierra, y se utiliza para recibir y tratar a los civiles heridos de la ciudad. La protagonista, una pediatra abocada al trato cordial con sus pacientes, debe trabajar en condiciones insalubres y sin insumos, lidiando incluso con el machismo de algún paciente retrógrado. Una escena en la que varios de sus colegas festejan su cumpleaños, sin otro “manjar” para compartir que palomitas de maíz, es una entre tantas que ejemplifican el descomunal esfuerzo solidario por parte de ciertos sectores de la población, en situaciones de necesidad extrema. 

Publicado en Brecha el 7/2/2020

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