sábado, 15 de septiembre de 2007

Oasis (Lee Chang-dong, 2002)

Incomprendida humanidad


Desde que aparece en escena, deambulando por la calle, sorbiéndose los mocos y en movimiento constante, Jong-du, el personaje principal, llama indefectiblemente a la incomodidad. Pronto nos daremos cuenta de que es un exconvicto recién liberado, y que sufre un severo retardo mental. Su forma de actuar, su forma de relacionarse con la gente, da cuentas de un individuo irreflexivo, movido casi exclusivamente por erráticas pulsiones. Quienes se cruzan con él lo evitan, su familia parece quererlo pero sólo por brevísimos momentos; para ellos significa una agobiante carga y prefieren tenerlo lejos.

Por su parte, So-ri, es tetrapléjica. Sus extremidades se encuentran retorcidas y ovilladas, en contorsión permanente y todo su cuerpo se agita en ominosas convulsiones. Las primeras veces que la cámara la enfoca, su única presencia se vuelve chocante, no hay perfil ni ángulo posible por el que se la pueda ver atractiva. Su propia familia la considera un fenómeno desprestigiante que es necesario recluir, y lo hacen manteniéndola encerrada en un pequeño apartamento y pagándole a una vecina para que la alimente y la atienda con cierta regularidad.

Una escena extrema y de difícil digestión tiene lugar cuando, a poco de empezada la película, Jong-du se cuela al apartamento de So-ri e intenta violarla, aprovechándose de su incapacidad. Luego de un violento forcejeo, So-ri pierde el conocimiento y él entra en pánico, logrando reanimarla luego. Incomprensiblemente, en su huída él le deja su tarjeta con su teléfono. Más incomprensiblemente aún, ella lo llama.

Así es que comienza esta insólita historia de amor. De a poco, el abordaje realista del director Lee Chang-dong, en conjunción con la portentosa actuación de los intérpretes principales, va logrando lo imposible: que dos personajes que originalmente llamaban al rechazo se conviertan en caracteres entrañables y comprensibles, y que de verdad nos sintamos preocupados por lo que les pueda ocurrir. El oasis del título refiere al alivio momentáneo a las penalidades de la vida que el uno encuentra en el otro, el único momento en el cual pueden verse a sí mismos como seres humanos. Como buen melodrama que este filme es, el consuelo durará poco. Como se trata de un melodrama extremo, el desenlace será terrible y desolador.

Occidente debería aprender a abordar al diferente con la altura y la comprensión con que lo hacen los cineastas surcoreanos. La frecuente aparición en este cine de prostitutas, mafiosos, guardaespaldas, policías corruptos, exconvictos o discapacitados da cuentas de un especial énfasis en caracteres conflictivos. Además, los surcoreanos utilizan como nadie a auténticos lúmpenes como protagonistas: individuos de dudosa moralidad, usualmente resentidos hasta la médula con una sociedad que los ignora y desplaza. En occidente lo normal sería que sujetos de esta índole fuesen abordados con frialdad, distancia y hasta con cierto rechazo por parte de los directores, pero lo que aquí asombra verdaderamente es hasta qué punto se logra generar la empatía con un personaje tan reprobable.

Lee Chang-dong es uno de los grandes cineastas de la actualidad, y un perfecto desconocido en el Uruguay. Dentro de su obra se destaca la también brillante Peppermint Candy, una radiografía de la historia reciente de Corea del Sur, contada desde la perspectiva de un desequilibrado, y con un esquema episódico hacia atrás, planteado incluso antes de que Memento lo volviera moda en occidente. Su última película, Secret sunshine, compitió dentro de la sección oficial de Cannes 2007.

Por apuntar sus cámaras y dar un espacio a quien nadie quiere ver, a los excluidos de la vida cotidiana, y por tomar personajes extremos en su antiesteticismo, el director conduce al cine social y al cine romántico por caminos prácticamente inexplorados. Por diluir nuestras certezas originales y humanizar a quien nos parecía un monstruo, Oasis es una obra maestra cuestionadora, molesta, desestructurante.

Publicado en Brecha 6/7/2007

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Gracias por tus comentarios muy buenos!

Diego Faraone dijo...

Se agradece.
No había accionado el moderador de comentarios y por eso te dejo pasar ese. El próximo te lo borraré con total alevosía y desparpajo!

Antonio Rando dijo...

Saludos.

La primera vez que entro en tu blog; que me está gustando mucho.

Tienes toda la razón respecto a esta película. Mientras en occidente, y más en España, tratamos el cine social con sobredosis discursivas, cuando no lacrimógenas, en Corea, y un buen ejemplo es “Oasis”, abordan este género con una soltura increíble, y atreviéndose con lo que se les da de fábula: mezclar géneros. Los dos protagonistas están acoj… en sus respectivos papeles. Para mi también es una obra maestra absoluta: hacer un drama romántico con dos criaturas como esas, con toques de humor, ciertos apuntes de crítica social apabullantes, combinando escenas de lo más incómodas con otras cargadas de lirismo, y que todo esté integrado dando la sensación de que dicho engranaje está al alcance de todo cineasta… como para no quedar embelesado por esta cinta.

Antonio Rando dijo...

Saludos.

La primera vez que entro en tu blog; que me está gustando mucho.

Tienes toda la razón respecto a esta película. Mientras en occidente, y más en España, tratamos el cine social con sobredosis discursivas, cuando no lacrimógenas, en Corea, y un buen ejemplo es “Oasis”, abordan este género con una soltura increíble, y atreviéndose con lo que se les da de fábula: mezclar géneros. Los dos protagonistas están acoj… en sus respectivos papeles. Para mi también es una obra maestra absoluta: hacer un drama romántico con dos criaturas como esas, con toques de humor, ciertos apuntes de crítica social apabullantes, combinando escenas de lo más incómodas con otras cargadas de lirismo, y que todo esté integrado dando la sensación de que dicho engranaje está al alcance de todo cineasta… como para no quedar embelesado por esta cinta.