martes, 29 de diciembre de 2009

Find me guilty (Sidney Lumet, 2006)

Desacato en la corte


Que Find me guilty, una película dirigida por el veterano Sidney Lumet y protagonizada por Vin Diesel no haya sido estrenada en el Uruguay en ningún formato, es una injusticia difícil de comprender, considerando la cantidad de basura que llueve a diario desde Estados Unidos. Es que a pesar de ser la obra de un octagenario, se trata de un filme increíblemente fresco, vital, atrevido y singularmente entretenido. Y quizá lo que más llama la atención de la propuesta es que, como anuncia un cartel al comienzo, no sólo está basada en hechos reales, sino que además la mayoría de los diálogos que tienen lugar en el juzgado -su locación principal- son testimonios reales, como para confirmar una vez más que la realidad suele ser, de lejos, mucho más desquiciada que la ficción.
La película se centra en el caso DiNorscio, un juicio sin precedentes en el cual se sentó en el banquillo a 20 miembros de la familia Lucchese, y que fue el proceso criminal más largo de la historia de Estados Unidos. El gobierno partía de una investigación que le llevó diez años y que le costó millones de dólares a los contribuyentes, y de allí surgió una cantidad abrumadora de pruebas (ochocientas cincuenta) y de testigos que reafirmaban el fuerte vínculo de la familia con la mafia organizada. En el juicio se presentó además una situación atípica: uno de los acusados, el narcotraficante “Jackie Dee” DiNorscio prefirió prescindir de abogados y, pese a no tener experiencia ni conocimientos legales, apeló a la instancia del pro se, es decir, de defenderse a sí mismo en la corte.
Muchos espectadores occidentales ya están familiarizados con los procesos legales de Estados Unidos por haberlos visto repetidas veces en series y películas, y probablemente sepan mucho más de ellos que de los existentes en su propio país. Hemos visto infinidad de veces esos amplios tribunales en los que los abogados se pasean por el estrado con su discurso, tratando de convencer a un jurado compuesto por gente común de la inocencia o la culpabilidad del acusado. En esta película Lumet vuelve a este contexto y a uno de sus géneros predilectos -hace ya 52 años lo hacía con su obra maestra Doce hombres en pugna- pero con grandes diferencias. En primer lugar, lo que hace aquí es invertir la lógica clásica de buenos y malos, presentando como principal protagonista al mismo Di Norscio, un delincuente espontáneo, amable y encantador, que se pasa haciendo chistes y siendo llamado al orden por el juez. Asimismo el fiscal es un pendenciero que juega sucio, que se vale de medios reprobables para lograr un cometido vital, estimable y compartible: encarcelar a los mafiosos.
En esta demencial inversión de roles el espectador se calza los zapatos de un narcotraficante poco letrado, maravillosamente encarnado por un actor del que era dificil sospechar que sabía actuar, ya que a Vin Diesel sólo lo habíamos visto en una veintena de películas de acción berretas. Aquí está irreconocible, avejentado y subido de peso, y lo cierto es que sabe darle al protagonista los elementos necesarios para volverlo un personaje querible, con matices y hasta dejos de violencia contenida que permiten entrever su irascibilidad. Quizá la clave para comprender la filosofía y la forma de ser de este personaje esté en un conciso diálogo que tiene con su hija, en el que ella le reprocha que se preocupe tanto por todo; a lo que él responde, entre risas: “sólo por la familia, es lo único que importa. Lo demás importa tanto como un pedo en un huracán”.
La música inquieta de algunos tramos da cuentas del tono lúdico de la aproximación de Lumet; al comienzo vemos a un drogadicto tenso y en crisis, a punto de cometer un crimen, y como fondo musical suena “When you're smiling” de Louis Prima. Una tórrida escena en una cárcel viene acompañada por un contagioso jazz. Find me guilty es, en definitiva, una desopilante crítica al sistema judicial estadounidense, y una obra cínica, de perversa socarronería. Y como pocas, deja la idea de que la metrópoli está necesitada de serias reestructuras.


Publicado en Brecha 18/12/2009

miércoles, 23 de diciembre de 2009

Cine erótico hoy

La sugerencia amputada

El cine erótico actual brilla por su ausencia. En su lugar, la pornografía parece haber expandido sus dominios, dejando poco lugar a la sugerencia, a la seducción, a lo oculto o lo que sólo puede ser intuido o visto parcialmente. Pocos sospechan las verdaderas razones del cambio reciente.



Si uno se aproxima al cine norteamericano y europeo de la década del setenta, se dará cuenta de que en general sus películas eran sumamente provocativas y que, pertenecieran al género que fuese, tenían más desnudos y en ellos estaba más presente el erotismo que en el cine actual. Incluso en los años ochenta y hasta comienzos de los noventa existía una sólida producción de películas eróticas, fácilmente ubicables en góndolas específicas de video clubes. Podían verse allí Atracción fatal, Nueve semanas y media, El cuarto hombre, Bajos instintos, Cuerpos ardientes, Showgirls, entre tantas otras. Hoy, parecería que hubiese una involución al respecto. El thriller erótico, o sea, el terreno donde más se asentaba el erotismo dominante, despareció y se denigró casi totalmente –y qué mejor prueba que la casi infantil y a todas luces fallida Bajos instintos 2-.
El máximo responsable de esta ausencia es el consejo de ratings de la MPAA (Motion Pictures Association of America) departamento encargado de calificar las películas de acuerdo a franjas etarias. En los últimos años sus reglas se han endurecido, impidiendo que las temáticas de índole sexual tengan un espacio preponderante en las películas. Si un filme a exhibirse en los Estados Unidos hace repetidas referencias verbales al acto sexual, tiene desnudos integrales o escenas de sexo que no son del agrado del consejo, le es estampada la calificación NC-17. Esto significa que los menores de 17 años tienen prohibida la entrada a las salas que exhiban el filme, pero hay implicancias mayores ya que la película no será recibida por las principales cadenas de alquiler y venta de dvds –Blockbuster, Wal-mart, Hollywood video- los más importantes medios de comunicación no aceptarán publicidad relativa a ellas y los grandes complejos cinematográficos no la exhibirán. A un productor, esa calificación puede costarle millones o decenas de millones de dólares.
El consejo de calificaciones está integrado por padres anónimos y en principio elegidos al azar, pero una investigación reciente demostró que son escogidos a dedo y que guardan estrechos vínculos con el partido republicano y la iglesia, lo que explica el fuerte puritanismo de sus medidas. El resultado: los productores son conscientes de que invertir en películas eróticas es un suicidio comercial, y hacen lo imposible para evitar el género. Como suele suceder en estos casos, de acuerdo a las conveniencias de la industria o a los vínculos de productores o directores con la MPAA, las reglas pueden flexibilizarse un poco. Sí es cierto que en algunas películas de directores de renombre hay tramos de alto voltaje erótico -como la escena del prostíbulo en Promesas del Este o el comienzo de Antes que el diablo sepa que estás muerto- pero son fragmentos breves, y si hubiera varios como esos a lo largo de las películas, éstas no hubieran sido posibles.
Al no existir propuestas eróticas lanzadas desde el centro, la ausencia repercute negativamente en la periferia –es lógico, ya que el cine dominante norteamericano es consumido en todo el mundo y por la amplia mayoría de los cineastas-. Actualmente, hacer cine erótico en cualquier parte del planeta es algo excepcional, y es ir en contra de los estándares establecidos.

Tres grandes excepciones

Choses secrètes de Jean-Claude Brisseau (Francia)
Natalie (Coralie Revel) es stripper, Sandrinne (Sabrina Seyvecou) trabaja en una barra. Ambas son bellísimas, ambiciosas y un tanto osadas, y juntas deciden utilizar su sensualidad como una herramienta para manipular a los hombres. Consiguiendo trabajo simultáneamente en una corporación financiera, se proponen una feroz escalada hasta los más altos cargos empresariales, para así poder ampliar su influencia y su poder. Lo que no esperan es que las emociones les jueguen malas pasadas, ni dar con un hombre aún más perverso e inmoral que las dos juntas.
Una película que seduce por su inteligencia y su elegancia, más una estética descarada y atractiva como las mismas protagonistas. También puede decirse que se trata de una obra un tanto pretenciosa y ampulosa, pero eso no llega a molestar demasiado ya que hay mucho talento y originalidad volcado en estos fotogramas. Muchos desnudos, lesbianismo, tríos y hasta alguna orgía filmados con la distancia justa, que colocan al espectador en un sitio de voyeur circunstancial pero sin exhibir nunca escenas pornográfícas. Junto a una especie de secuela llamada Los angeles exterminadores, Jean-Claude Brisseau demuestra que hoy, en el terreno del más puro erotismo, no hay cineasta que se le compare.

Y tu mamá también de Alfonso Cuarón (México)
Muchos la consideraron una película menor, light, y para pasar el rato. Pero lo cierto es que se trata de una obra profunda, divertida, trágica, preponderantemente erótica, toda una rara avis para el cine mundial reciente. El trío principal -compuesto por Diego Luna, Gael García Bernal y Maribel Verdú- es inolvidable y está dotado de una química sumamente particular. Asimismo, la voz en off que, como una sentencia, da cuenta de historias pasadas o futuras, circunstancias paralelas o el devenir de personajes que aparecen circunstancialmente en el cuadro, es un recurso absolutamente atípico y está brillantemente utilizado para agilizar la narración, descubriendo complejidades, abriendo ventanas a realidades sociales alternativas.
Como en las mejores road movies, el viaje es crecimiento individual y espiritual, y en este caso se trata de un aprendizaje intenso como pocos, que cambiará la vida de los personajes a varios niveles. La película explora un férreo vínculo de amistad y su desintegración, la desbordante sexualidad de un par de adolescentes y la forma en que ésta abre paso a los celos y permite aflorar facetas y relieves psicológicos ocultos. El dato de que cada uno de los amigos tuvo sexo con la novia del otro da cuentas de la atracción que ellos sienten mutuamente, y cómo ésta es indirectamente sublimada.

Ploy de Pen-ek Ratanaruang (Tailandia)
Una obra ingrávida, atmosférica, provista de la textura de las que están hechos los sueños. En una habitación de hotel, una pareja se encuentra visiblemente aturdida por el desfasaje horario, como consecuencia de un largo vuelo. Hay cierta distancia entre ellos, y los dos son tentados y seducidos por visitantes inesperados. Mientras tanto, en una habitación contigua, en tomas distendidas que se intercalan en medio de la narración, tienen sexo un barman y una mujer de la limpieza. Son escenas eróticas lentas y sostenidas, donde ambos cuerpos se entrelazan en cadenciosos movimientos, y parecen tener todo el tiempo del mundo para su desempeño. La situación parece ser real, pero también podría verse como un sueño o el deseo inconsciente de alguno de los protagonistas.
El director tailandés Pen-ek Ratanaruang se dedicó durante un tiempo a filmar avisos publicitarios, lo que explica la pulcritud y la puntillosa estilización con la que fueron logradas estas escenas. Se agradecen los distendidos tiempos para tan bellos planos, que a su vez los distancian de la dinámica publicitaria, y recuerdan lo mal acostumbrados que estamos al cine mainstream y su sexo brusco, rápido y fragmentado, y que muestra a los protagonistas como si estuvieran haciendo un trámite del que es mejor deshacerse cuanto antes.


Publicado en Revista Dossier 12/2009

jueves, 17 de diciembre de 2009

Juegos en Facebook

Contagiosos y malignos

Los archivisitados juegos de Facebook deben su popularidad a su sencillez y al poco tiempo que en apariencia insumen, pero también presentan sus costados reprobables y, considerando su poder de adicción, lo del tiempo reducido es más bien discutible.


Embarcarse en un artículo sobre juegos en Facebook implica ciertos riesgos, sobre todo para quienes admitimos tener cierta tendencia obsesivo-compulsiva. Al jugarlos hay que lidiar con cierta ansiedad por ascender un nivel más, por hacer ese esfuerzo extra para alcanzar un puntaje mayor y arrebatarle el primer puesto al amigo que encabeza la lista semanal de récords. Y finalizado el estudio, el cronista deberá conseguir un sustituto atrayente y poderoso para lograr deshacerse de una docena de adicciones simultáneas.
Un aspecto algo reprobable de muchas de estas aplicaciones es su costado “viral”, la indisimulada forma en que utilizan a los mismos jugadores para reclutar contactos -estimulándolos a postear en sus perfiles cuestiones relacionadas con los juegos, premiando particularmente a quien lo hace- y así acrecentar su alcance y su tráfico, y por consiguiente, sus ganancias económicas y las de Facebook, ya que para usar cualquiera de estos juegos se necesita ser usuario y tener un perfil en la página. Si alguien se interesó en alguno porque lo vio en una computadora ajena, para jugarlo tendrá que, primero, inscribirse en el sitio.
Otro aspecto molesto es que muchos de estos juegos explotan la ansiedad de los usuarios. La lógica es la siguiente: en algunos casos (Farmville, Mafia wars, Vampire wars) tienen una jugabilidad acotada, es decir, el jugador utiliza ciertos recursos (energía, salud, dinero) de su personaje para avanzar, pero cuando éstos se terminan se agota su margen de maniobra y debe abandonar el juego hasta que sus medidores se recarguen -esto puede demorar unas cuantas horas, o hasta un día en tiempo real-. La única manera de continuar cuando estos recursos se agotaron es pagando, y con dinero real. Es decir, si uno tiene una tarjeta de crédito puede invertir para obtener privilegios específicos -recargas energéticas, por ejemplo- para seguir jugando y subiendo niveles con mayor margen de libertad.
Uno puede pensar que habría que ser un tanto imbécil para pagar por recursos virtuales, insignificantes y prácticamente inútiles, pero es de suponer que uno entre varios miles de usuarios sucumbe ante la oferta. Y considerando que todas las aplicaciones aquí nombradas tienen un tráfico de más de un millón de usuarios por día, es creíble que las ganancias en este sentido sean considerables.
La empresa que encabeza los tops de tráfico en Facebook es Zynga games, y como veremos más adelante, su principal mérito es el de plagiar abiertamente juegos ajenos, simplificándolos, agilizando sus interfases y convirtiéndolos en las vedettes del sitio.

Lo peor. Farmville, de Zynga games es otra prueba tangible de que 23 millones de moscas al día pueden estar muy equivocadas. El juego que hoy está en el top de Facebook es una mala copia de otro llamado Farm Town, y consiste en sembrar para obtener vegetales, cosecharlos y obtener dinero, comprar semillas y árboles para luego obtener más y más dinero, comprar animales (que después dan más dinero) expandir el terreno para poder plantar más hortalizas, frutas y árboles y tener más animales, más poder adquisitivo e ir subiendo de nivel -cada vez que se asciende se desbloquean más cosas para comprar- hasta el infinito. Es esencialmente molesto que la granja se plantee en un mundo idílico y que no existan amenazas que hagan la interacción mínimamente atractiva. No hay un gran hacendado que haga la competencia, no hay vaivenes de mercado, no hay sequías, los animales no mueren nunca y ni siquiera viene un vecino con una motosierra dispuesto a cercenarlos vivos–esto último sería casi deseable-.
Como parece ya una modalidad en estas aplicaciones, el jugador nunca pierde, se juega durante un rato y se abandona para retomarse en otro momento. Si se planta una semilla hoy, mañana o en unos días debe reingresarse para poder cosechar los vegetales producidos; si se dejan pasar varios días, los vegetales se pudren.
Más que un juego es una gansada. Evidentemente está orientado a niños pequeños, o a gente que nunca jugó un buen juego de estrategia o de simulación en su vida.

Un poco mejor que Farmville (lo que lo vuelve, pongamos "medianamente aceptable" es Vampire wars, también de Zynga games. En realidad es lo mismo que Mafia wars, Mob wars o Castle age, pero por ser más reciente, es de ellos el que está mejor pensado y calibrado, aunque las diferencias sean mínimas. Lo curioso de estos juegos es que son totalmente conceptuales. No hay acción ni animación alguna, apenas unos gráficos estáticos, y no se requieren habilidades específicas para avanzar -quizá ser bueno en matemáticas sirva para pasar de nivel más rápido-, lo que se premia en cambio es la constancia, la persistencia y la paciencia para retomar periódicamente el juego y continuarlo después. También se premia la popularidad, porque cuantos más amigos se tiene jugando mayor es la fuerza de su “clan” y la posibilidad de ganarle a otros. Un punto favorable es que no insume demasiado tiempo ya que la jugabilidad no excede los diez o veinte minutos, y pasado ese tiempo al usuario ya no le queda nada más por hacer.
El objetivo es ir cumpliendo misiones, luchar contra otros vampiros -como se dijo, sin acción, tan sólo pueden verse textos y cifras que indican el éxito de las misiones o los indicadores de daños durante las peleas- e ir ascendiendo de nivel. Quizá el mayor defecto es que en este juego nunca se pierde; si existiera ese riesgo se volvería mucho más interesante. Incluso es engañoso en este sentido, ya que cuando uno ataca a un enemigo especialmente débil -otro usuario de Facebook-, un cartel señala que lo asesinó, cuando en realidad lo único que hizo fue bajarle temporalmente el medidor de salud. Pero evidentemente no le conviene a Zynga -ni a Facebook- que los jugadores pierdan y abandonen, sino que queden cautivos y reclutando a otros jugadores la mayor cantidad de tiempo posible.

Otro de los juegos que entran en la categoría de que hay que estar bastante mal para jugarlo demasiado seguido es Pet society, de Playfish. La idea de la mascota virtual -aquellos tamagotchi que proliferaron a lo largo del mundo hace más de diez años- pero con unos cuantos agregados que la vuelven más atractiva. El animal puede ser diseñado y vestido a gusto del usuario -y la variedad en este sentido es casi infinita- y vive en una casa con distintas habitaciones que deben ser amobladas a medida que se avanza. La mascota tiene varios medidores: salud, higiene y felicidad, que deben mantenerse estables, por lo que hay que divertirla, alimentarla y bañarla con cierta periodicidad. Claro que a diferencia de los tamagotchi nunca muere -en el peor de los casos queda decaída o llena de moscas- y nada impide que se la abandone por un año y se la retome luego. Es necesario ir juntando dinero -jugando carreras, visitando amigos, haciendo tareas comunitarias- para que se pueda ir amoblando y decorando su casa, y aquí el jugador tiene una gran maniobrabilidad para diseñar las habitaciones a su antojo. De hecho, nada impide que transforme las distintas salas en playas, discotecas o basurales, y ese gran margen de libertad es el principal atractivo del juego. Los amigos en Facebook que hacen uso de la aplicación a su vez pueden visitar la casa de la mascota propia, hacerle regalos, jugar con ella y ver sus habitaciones. Quizá esté pensado para niños, pero es asombrosa la cantidad de adultos que suele encontrarse en interacción con este juego; y no muchos de ellos tienen hijos como para poner de excusa.


Lo bueno. No debe de existir forma más entretenida y rápida de aprender a tipear velozmente y sin errores que jugar repetidamente a Typing maniac de Metrogames. Cuando empieza la partida, comienzan a caer carteles con palabras y el jugador debe tipear rápidamente la palabra escrita, más la tecla Enter. Si escribió correctamente la palabra desaparecerá, pero si la escribe con algún error la misma comenzará a caer más rápido. Si varias palabras caen al suelo, la partida finaliza. Los primeros tres niveles no presentan mayor dificultad y son relativamente fáciles, pero después la cosa empieza a complicarse, y de qué manera. Hay palabras coloreadas que traen premios acumulables, los que hay que saber usar para sobrevivir cuando se presentan verdaderas avalanchas de palabras. Uno de los premios es el fuego, que se activa tipeando la palabra “fire” y quema todas las palabras que hay en la pantalla. Otro es “ice” que congela las palabras y le permite al jugador eliminarlas rápidamente, otro “slow” enlentece la caída y “wind” hace desaparecer la montaña de palabras caídas, llevando los errores de la partida a cero.
Luego de pasado el nivel 7 el juego se vuelve un verdadero infierno enloquecedor, una imparable lluvia de términos. De vez en cuando aparecen palabras interesantes como “coño” “puta” “follar”, y cierto es que desconcentran un poco. Si la partida termina y uno obtuvo escaso puntaje, le aparece un cartel avisando que está al nivel de un triceratops, y que es tan grande como lento; si uno jugó dignamente se lo compara con un soldado romano y dice que puede dominar pero no con las palabras, y si uno se desenvolvió con indecible agilidad sale el dibujo de un tipo del montón y pone: “tienes el conocimiento pero estás muy lejos de ser un erudito”. Es la clase de provocaciones que a muchos los mantiene jugando.

Otro de los buenos juegos en Facebook es Bejewelled Blitz, de Popcap Games. El ya clásico Bejewelled es un juego de habilidad visual y psicomotriz en el cual aparece en pantalla un cuadrado con sesenta y cuatro joyas alineadas, de distintas formas y colores. El jugador intercambia una joya por otra adyacente, intentando alinear tres del mismo color. Cuando esto ocurre, esas tres desaparecen, dejando caer las que están encima y haciendo aparecer nuevas. Es muy sencillo y lo puede jugar cualquiera, sin que necesariamente esté habituado a esta clase de juegos. La novedad de la aplicación para Facebook es que tan sólo se dispone de un inalterable minuto de juego, y en ese tiempo el jugador tiene que intentar hacer la mayor cantidad de puntos posibles. Son novedosas también ciertas ayudas para hacer más puntos, -hay premios especiales si logran alinearse cinco joyas juntas, y joyas específicas que multiplican el puntaje-.
No hay que dejarse llevar por el escaso tiempo que en apariencia insume, ya que nunca se juegan tam sólo diez o quince partidas. Uno puede pasarse horas intentando superar la puntuación que ya consiguió. La interfase está tan bien diseñada que cuando se termina una partida sale inmediatamente un maldito “play again” para clickear y tener una nueva oportunidad. Y para perjuicio de muchos usuarios, sus obligaciones y sus familias, este juego es quizá el más adictivo de los que hoy ofrece Facebook.

Otro de los juegos adictivos es Brain buddies de Wooga. Similar al Who has the biggest brain?, aunque un poco mejor, el juego ofrece cuatro instancias en las que el usuario pone a prueba varias de sus capacidades: memoria, lógica, cálculo y visual. No debe tomarse en serio como medidor de inteligencia -¿acaso puede tomarse en serio algún medidor de inteligencia?- pero sí se trata de un ejercicio mental estimulante y entretenido. En cada una de las instancias se presentan distintas pruebas, siempre acotadas por el tiempo, y que varían de partida en partida. Se suman finalmente las distintas puntuaciones de cada una de las áreas, dando un puntaje en gramos que señalan el supuesto “peso” del cerebro del jugador. Sin dudas ayudan mucho la velocidad con la que se resuelven cuentas matemáticas sencillas, los reflejos y la velocidad de reacción, y por supuesto, el que persevere podrá acrecentar considerablemente su peso cerebral. Por la variedad de las instancias y el dinamismo general se trata de un juego muy atractivo, y al final proporciona una tabla comparativa en donde uno puede ver sus distintas habilidades confrontadas con las de otros amigos registrados en Facebook que alguna vez jugaron. La existencia de trofeos virtuales para los que logran hazañas específicas propicia también la competencia entre amigos, y los puntajes comparados son un medidor para que el jugador cuente con un objetivo a alcanzar -esto es una constante de muchos de estos juegos, así como la existencia de trofeos-.


Lo mejor.
Music challenge, de Metrogames, al igual que los juegos más interesantes, simpáticos y divertidos de esta selección (Typing maniac, Bejewelled blitz) no ofrece privilegios específicos ni desestima la inteligencia de sus jugadores. Entre decenas de quizzes absurdos y mal ideados, se encuentra este desafío que hará las delicias de los melómanos; se van introduciendo fragmentos musicales, y al mismo tiempo una lista con seis títulos de canciones, de la cual el jugador debe señalar cuál pertenece al tema que está sonando. Cuando se aciertan varios títulos seguidos debe responderse en poco tiempo –también con múltiple opción- cuáles son los artistas de esos mismos temas. Un cronómetro decreciente cuenta un minuto, y durante ese tiempo se debe intentar acertar la mayor cantidad de veces. La idea es sumamente sencilla, pero asimismo es estimulante la dinámica y la gama musical presentada. Son temas que podrían sonar en una rockola de un boliche, y los estilos son variados: pop, rock, punk, reggae, metal, dance, hip-hop, country, electrónica, baladas, jazz y hasta algo de música latina.
Los criterios que los creadores utilizaron para elegir los temas parecen respetables, y generalmente se escuchan y parecen sonar de algún sitio. Podría criticarse la desmedida presencia de grupos como Creed o Roxette y de solistas como Britney Spears o Robbie Williams, pero más allá de que a cada uno le puedan gustar más o menos los fragmentos presentados, hay que convenir que todos son de artistas que tienen su peso y su relevancia, aunque sea en su registro musical. Cuando el tiempo se agota y la jugada terminó, aparece un listado con todos los temas que sonaron, aportando su costado pedagógico al asunto, ya que queda a disposición del usuario la exploración de los artistas que no eran de su conocimiento.

Y firme con sangre
Si ya de por sí el contrato que se establece con Facebook al crearse un usuario –de esos larguísimos que todo el mundo acepta pero nadie lee- es abusivo e infrecuente en lo que refiere a políticas de privacidad, aún lo son más los que se establecen con Zynga al momento de utilizarse algunas de sus aplicaciones. Aquí van unos fragmentos del contrato para su juego Mafia wars:
“Usted concede a Zynga el derecho perpetuo totalmente liberado y libre de regalías y licencia sin restricciones, incondicionales, ilimitadas, mundiales, irrevocables, de alojar, utilizar, copiar, distribuir, reproducir, divulgar, vender, revender, otorgar sublicencia, exhibir, realizar, transmitir, publicar, difundir, modificar, hacer trabajos derivados de los mismos, retitular, reformar, traducir, archivar, almacenar, almacenar en memoria caché o de otra manera, explotar de cualquier modo, todo o cualquier porción de su Contenido de Usuario y cualquier Contenido de Colaboración (…) al cual haya contribuido, para cualquier propósito, en cualquier y todos los formatos; en o con cualquier y todos los medios, software, fórmula o medio ahora conocidos o de aquí en adelante conocidos; y con cualquier tecnología o dispositivo ahora conocido o de aquí en adelante desarrollado, y hacer publicidad, comercializarlos y promoverlos. Usted además acuerda que Zynga es libre de utilizar cualquier idea, información, conceptos, conocimientos técnicos o las técnicas contenidos en cualquier Contenido de Usuario que usted envíe al Sitio (Facebook) o a Zynga, para cualquier propósito, incluyendo, sin limitación, desarrollo, producción, comercialización y de otra manera la explotación de productos y/o servicios utilizando tal Contenido de Usuario, y sin remuneración de ninguna clase (…) A excepción de lo prohibido por ley, usted renuncia a cualquier derecho de atribución y/o cualquier supuesto derecho moral que pueda tener en cualquier Contenido de Usuario que usted remita, incluso si tal Contenido de Usuario es alterado o de alguna forma cambiado no conforme a lo que usted acuerde.”
Lo curioso es que en ninguna parte del contrato se incluya una cláusula por la cual se acepta entregar voluntaria, eternamente y sin restricciones el alma a Zynga. Probablemente los responsables no hayan encontrado el vocabulario jurídico para hacerlo.

Publicado en Brecha 11/12/2009

miércoles, 16 de diciembre de 2009

Las mejores de la década


Como termina el año, el amigo y colega Adayin me pidió que le mandara un listado con mis pelis favoritas de la última década, dándome la posibilidad de elegir las cinco mejores para cada año. Como a mí me encanta leer y hacer este tipo de listas, se lo mandé complacido. Acá va lo que salió; espero no se me haya pasado ninguna importante.

2000-
Réquiem por un sueño (Aronofsky)
Alta fidelidad (Frears)
Con ánimo de amar (Wong)
El círculo (Panahi)
Lo mejor de nosotros (Hrebejk)

2001-
Fulltime killer (To)
El viaje de Chihiro (Miyazaki)
All about Lily Chou Chou (Iwai)
El señor de los anillos: La comunidad del anillo (Jackson)
Visitor Q (Miike)

2002-
Oasis (Lee)
Symphaty for Mr. Vengeance (Park)
Madame Sata (Ainouz)
The twilight samurai (Yamada)
Ciudad de Dios (Meirelles)

2003-
Kill Bill Vol.1 (Tarantino)
The fog of war (Morris)
Vibrator (Hiroki)
Capturing the Friedmans (Jarecki)
Memories of murder (Bong)

2004-
Kill Bill Vol. 2 (Tarantino)
La pesadilla de Darwin (Sauper)
2046 (Wong)
Mind game (Yuasa)
Nobody knows (Kore-eda)

2005-
Caché (Haneke)
El aura (Bielinsky)
La muerte del Sr Lazarescu (Puiu)
Grizzly man (Herzog)
Un couple parfait (Suwa)

2006-
Imprint (Miike)
Find me guilty (Lumet)
Offside (Panahi)
The hills have eyes (Aja)
Apocalypto (Gibson)

2007-
Sweeney Todd (Burton)
Persepolis (Satrapi)
4 meses, 3 semanas, 2 días (Mungiu)
Om shanti om (F. Khan)
Taare zameen par (A. Khan)

2008-
Still Walking (Kore-eda)
Historias extraordinarias (Llinás)
Standard operating procedure (Morris)
Deadgirl (Sarmiento)
Speed Racer (Wachowski)

2009- (aclaración: aquí he encontrado serias dificultades, y sólo pude dar con dos pelis dignas de figurar entre las cinco mejores. Las películas europeas, latinoamericanas y asiáticas suelen llegarnos con retraso, y por eso no creo conveniente arriesgar más de momento.)

Inglorious basterds (Tarantino)
Nanking nanking! (Lu)

sábado, 12 de diciembre de 2009

A propósito de "Ataque de pánico"

La industria vulnerada


Se puede afirmar con seguridad que el cortometraje Ataque de pánico, de Federico Alvarez, es el filme uruguayo más visto de la historia. Y el director será reconocido por mucho tiempo como un joven que tocó la cima del éxito en tiempo récord, ya que apenas pasaron unos días desde que subió su corto a youtube hasta que comenzaron a lloverle los contratos, y ¡qué contratos! nada menos que propuestas de trabajo de Dreamworks, Warner, Fox, y Sony, casi todas al mismo tiempo. Varias de las compañías cinematográficas más poderosas del planeta estaban ofreciéndole millones de dólares a una persona que, semanas atrás, era un perfecto desconocido.
“Está muy bien hecho” es la frase que repite la gente cuando se le pide una opinión. Es probable que para los montevideanos el atractivo principal resida en ver volar en mil pedazos varios de sus edificios emblemáticos como el Palacio Legislativo, la torre de Antel o el Palacio Salvo, mientras que los espectadores del resto del mundo profieren halagos señalando los bajos costos y la sorprendente calidad visual. Y es cierto que se trata de un corto brutal a nivel técnico, que deja en evidencia un conocimiento del medio, una perseverancia y un trabajo de hormiga desmesurado por parte de los realizadores, al punto que, para un ojo no especializado, la película podría pasar perfectamente por una superproducción de los grandes estudios de Hollywood.
Son repetidos los casos de hackers que logran vulnerar los sistemas de seguridad de determinadas empresas multinacionales y que, una vez descubiertos, lejos de ser enjuiciados o procesados, son contratados por las mismas empresas para que trabajen para ellas. Un movimiento estratégico que ejemplifica la máxima “si no puedes con tu enemigo únete a él”. En el caso de Ataque de pánico y las subsiguientes propuestas de la gran industria parece haber sucedido algo similar. Federico Alvarez acaba de demostrar algo que hubiera sido impensable unos años atrás: que se pueden emular los juegos de artificio de Hollywood, que con un presupuesto irrisorio se puede hacer lo mismo que los grandes estudios contratando centenares de empleados y gastando decenas o cientos de millones de dólares. En otras palabras, Alvarez acaba de demostrar que Hollywood es una farsa, y que la apuesta a los efectos especiales, a la grandilocuencia y a la pirotecnia que hasta hoy los grandes estudios ostentaban como propiedad exclusiva, está llegando a su fin. Hollywood comprendió de inmediato la imperante necesidad de neutralizar a este director, de impedir que se independice y de ponerlo a trabajar en sus filas. Y hoy en día es raro que un realizador joven se oponga a unos cuantos millones y a la posibilidad de trabajar con una infraestructura de primer mundo.
Por fuera de esto, al corto en sí mismo es difícil encontrarle más méritos. A nivel conceptual no hay un sólo elemento que de cuentas de cierta originalidad, ambigüedad o profundidad, y ni siquiera hay algún apunte sarcástico, autoparódico o farsesco que le aporte cierto encanto. Cuesta creer que en dos años de meticulosa producción no haya pasado por la cabeza del realizador una sóla idea en este sentido, y la acumulación de destrucciones urbanas puede equipararse a las de un insulso blockbuster o las del anime más impersonal. El background publicitario del director se siente en cada fotograma, en el vacío esteticismo que desborda.
Es verdad que algunas tecnologías de la comunicación (myspace, youtube) están generando excepciones considerables a lo que se denominaba la unidireccionalidad de la información. Hoy las metrópolis también están dando recibo de los productos culturales creados en la periferia, y aquí hay un claro ejemplo de ello. Lo triste del caso es que triunfe precisamente un director que no ofrece una alternativa, sino que reproduce minuciosamente las propuestas dominantes.
No sin razón se ha comparado a Álvarez con el director sudafricano Neill Blomkamp (Sector 9); por darse a conocer por un corto de ciencia ficción de bajo presupuesto, por su pasado en la producción publicitaria y el video clip, por colocar extraterrestres en una urbe relegada y porque ambos fueron contratados por un director devenido productor (Peter Jackson para el caso de Blomkamp, Sam Raimi para Alvarez). Pero la diferencia también salta a la vista: Blomkamp tiene un par de ideas para transmitir.

Publicado en Brecha 11/12/2009

martes, 1 de diciembre de 2009

Sí a las drogas

La censura norteamericana hoy prohibiría esta grandiosa exhibición de consumo desmesurado. Los dibujitos de antes sí que sabían meterse sustancias. Pinocho fue dirigida por Ben Sharpsteen, el mismo director de los viajes lisérgicos de Dumbo, y un hombre que sabía vivir la vida, por lo visto.

domingo, 22 de noviembre de 2009

Las mejores películas (XII)

A veces me pongo un poco jodido y cierto es que esta selección salió un poquito tétrica. Aunque muy serias todas ellas, son películas muy entretenidas y/o llamativas. Consigan, descarguen, vean, no se van a arrepentir.

Historias extraordinarias de Mariano Llinás (Argentina)
No hay que asustarse por las cuatro horas que dura. La nueva película de Llinás merece todos los elogios que recibió, y atrapa desde sus primeros tramos, al punto que se vuelve imposible dejarla. Y demuestra que no se necesita demasiado para hacer una gran película, nada más tener muchas ganas de contar cosas y los huevos necesarios como para salir con una cámara al cruce, con arrojo y espíritu aventurero.

Surveillance de Jennifer Lynch (Estados Unidos/Alemania)
La hija de David Lynch está tan loca como su padre. Y se manda una película enérgica y sangrienta, que puede recordar al Lynch más clásico y de género, tipo Terciopelo azul o Corazón salvaje. En una carretera desértica un asesinato múltiple involucra a la policía abusiva y corrupta, a un par de yonkis y a una familia que estaba de paso. Un par de agentes del FBI llega para poner orden al cuadro, con giros inesperados.

Breathless de Yang Ik-Joon (Corea del Sur)
Película surcoreana típica, sobre mafioso violentísimo e intratable que trabaja cobrando deudas, amenazando y hostigando a la gente. En determinado momento conoce a una adolescente maltratada que, increíblemente, no se intimida con su presencia. Es verdad que ya vimos la misma fórmula muchas veces, pero estos surcoreanos sí que saben atraer, sorprender e impactar.

La rabia de Albertina Carri (Argentina / Países Bajos)
En un registro parecido al de Lucrecia Martel, Carri se aproxima a una familia rural, en la pampa argentina. Pero aquí estamos ante un cuadro mucho más violento que decadente, perturbador antes que atractivo. Los insertos de animación ilustran notablemente la infancia resquebrajada, y los miedos campestres que se cierran sobre una mente atribulada.

Los abrazos rotos de Pedro Almodóvar (España)
Otra vez Almodóvar se pone serio y grave, con otra película impactante. Un guionista ciego vive convertido en su seudónimo, ya que tiene un traumático pasado escondido que no pudo sobrellevar. Luego de muchos años comienza a confesarse con el hijo de su antigua y fiel directora de producción, destapando fatalidades.

La huérfana de Jaume Collet-Serra (Estados Unidos/Canadá/Alemania/Francia)
Por alguna razón que no logro comprender del todo bien, La huérfana no es una película que le haya gustado a demasiada gente. Se puede decir que atrae al 50% del público, y que el otro 50 la detesta. Me sitúo entre los que la disfrutaron plenamente. Una peli de terror que mantiene la tensión y el enigma con tanta constancia es ciertamente loable.

Three monkeys de Nuri Bilge Ceylan (Turquía/Francia/Italia)
Los tres integrantes de una familia turca son unos desgraciados que por tomar decisiones equivocadas caen en una situación turbulenta y asfixiante. Un drama lento pero intenso, donde el director Bilce Ceylan se permite hablar de una realidad social, de violencia doméstica y de las injusticias de género que surcan occidente de lado a lado.

Red cliff II de John Woo (China)
Claro que la segunda parte no puede verse sin haber visto antes la primera, pero prefiero recomendar sólo la segunda, porque la anterior no tiene mucha gracia y algunas de sus escenas son francamente impresentables. Pero supongo que igual vale la pena el sacrificio, porque ésta tiene un desenlace épico muy potente. ¡Que viva el emperador y los pueblos unificados!

Camino de Javier Fesser (España)
El gran Javier Fesser (El milagro de P. Tinto, Mortadelo y Filemón) parece haber cambiado totalmente de registro. Camino es quizá la película más rabiosamente anticlerical que pueda recordar. Basada en una historia real, se muestra a una familia del opus dei cuya hija adolescente contrae una atípica enfermedad terminal, que la tortura con dolores constantes. La peli es durísima pero también bella y muy emotiva.

Anticristo de Lars Von Trier (Dinamarca/Alemania/Francia/Suecia/Italia/Polonia)
Todavía no estoy seguro de si me gusta mucho esta película. Como nunca antes se le nota demasiado la hilacha a Von Trier, se hace demasiado evidente que al hombre le gusta ser un enfant terrible y provocar algunas viejas. Pero también es cierto que filma que da miedo, dice cosas interesantes, y enciende unas cuantas broncas. Brindo por ello.

jueves, 12 de noviembre de 2009

Bastardos sin gloria (Inglorious basterds, Quentin Tarantino, 2009)

El cine como catarsis


Aquí hay sabiduría. El que tenga entendimiento que siga a Quentin Tarantino, porque es uno de los más grandes cineastas de nuestros tiempos. Si Bastardos sin gloria es una obra que se acopla con facilidad al universo tarantiniano, también es un quiebre, una manera personal de abordar hechos históricos y de experimentar distorsionándolos, sin tampoco mentir acerca de uno de los conflictos bélicos más traumáticos del Siglo XX.

Tarantino es un caprichoso cineasta que se ha dedicado a homenajear, a lo largo de su obra, a varios de los subgéneros predilectos que lo nutrieron. En Perros de la calle y Pulp ficion lo hacía con el policial negro, en Jackie Brown fue la blaxplotation, en Kill Bill las artes marciales y en Death proof el grindhouse o clase Z. Hoy le tocó el turno a las men on a mission, aquellas películas que proliferaron en los años 60 -Doce del patíbulo, El gran escape- en las que un grupo de inadaptados se abocaba a una misión arriesgada. Pero como ocurrió con todas sus otras películas, el resultado no parece tener que ver con nada que se haya hecho con anterioridad, no sólo dentro del subgénero al que hace referencia, sino del cine todo.
A Tarantino le interesa la dinamita. Le gusta sorprender, que sus películas no pasen desapercibidas; “Si agarrás un pedazo de nitroglicerina y se lo tirás a la audiencia, ellos lo van a advertir” dijo en una ocasión. Y como pocos cineastas en la actualidad, sabe descolocar con giros que surgen en los momentos más inesperados. Y como buen sádico que es, le gusta hacer sufrir al público. Pero no se trata de ese sadismo infantil por el cual un crío le muestra a sus semejantes una mariposa descuartizada –en esa faceta entraría su indeseable amigote Eli Roth- sino porque sabe generar tensiones y prolongarlas hasta lo indecible. Una característica muy suya es proponer varias situaciones hostiles, de las cuales sólo algunas culminan en clímaxes violentos, y otras donde el conflicto se disuelve y no tiene lugar la prevista masacre. En un juego así, el espectador asiste a un espectáculo en el que sabe que todo podría detonarse de un momento a otro, pero sin poder advertir nunca cuál será el momento ni de qué manera ocurrirá.
La Francia ocupada por los nazis es un entorno perfecto para plantear estas situaciones; de hecho, no debe existir organización humana que personifique el mal con mayor consenso en el imaginario colectivo. De esta manera, no fue necesario exponer por parte de los nazis grandes muestras de maldad para que causen temor, ya que su sóla presencia da cuentas de un inmenso desequilibrio de poder cuando se encuentran cara a cara con los civiles. La primer escena que tiene lugar en la campiña, en la que una familia es “visitada” por un grupo de nazis, es de antología. En ella se da cuentas, como pocas en la historia del cine, de la clase de situaciones a las que queda relegada una población no sólo durante un régimen de ocupación, sino de cualquier régimen militar. Con esa escena se sugieren violaciones, torturas físicas y psicológicas, se expone hasta qué punto el albedrío de un hombre con principios puede reducirse a cero y cómo la vida de familias enteras pueden quedar expuestas, a completa disposición de los antojos del comando militar de turno. Tarantino no miente sobre la historia, sí la utiliza para crear un espectáculo y divertirse, pero sin perder de vista ni desestimar la gravedad de ciertas realidades.
Uno de los elementos que vuelve atractiva la filmografía del director es que explota temáticas universales: la fraternidad, el pecado, el perdón, la redención, la venganza. Hoy resurgen varias, que zurcan su filmografía de principio a fin: la confianza, la traición, el revanchismo. La idea del infiltrado, de los dobles agentes, se casa maravillosamente con el universo tarantiniano, y plantea varias situaciones brillantes, en las que el espectador tiene conocimientos específicos que alguno de los personajes desconoce. El tema de los infiltrados propicia una escena insuperable, en la que se involucran un crítico de cine, un alemán disidente, una actriz y un comandante de las SS, entre otros. Allí aparecen una vez más las pistolas entrecruzadas -que a su vez Tarantino tomó del cine de acción de Hong-kong, particularmente de Ringo Lam y John Woo- y uno de esos característicos estallidos de acción condensada, en donde un conflicto alargado se resuelve en apenas unos segundos de intercambio balístico.


Se exploran las nefastas desigualdades de poder, pero de la misma manera, el brutal movimiento catártico que suponen las situaciones que invierten sorpresivamente esa relación, donde el victimario pasa a ser, de golpe, una víctima. Decía Tarantino cuando se estrenó Kill Bill que al final la novia debía matar a Bill sí o sí, porque si no lo hiciera sería una alevosa traición al espectador. El sadismo de Tarantino -lo que hablábamos de generar una tensión persistente y dilatada- se compensa con momentos de catarsis, en los que tiene lugar una especie de justicia visceral, reclamada por los más básicos instintos de la audiencia. Se involucra al espectador en situaciones incómodas y tensas pero asimismo placenteras, de las cuales algunos no desearían formar parte.
Son también marca registrada las repetidas tomas de pies, donde el director continúa delatando su obsesión fetichista, con un súmmum en el cual se invierte el cuento de Cenicienta ya que el príncipe que calza el zapato no lo hace en un gesto amoroso, sino todo lo contrario. También se ven esos planos secuencia tan suyos en los que se sigue algún personaje a través de un salón repleto de gente; la cámara asciende y desciende, enfoca a los distintos caracteres involucrados en el cuadro y su ubicación espacial, dando elementos para que el espectador entre en atmósfera -ahí hay una clara influencia de Brian De Palma-.
Y por supuesto, están los contrapuntos. El contrapunto es el recurso cinematográfico del cual Tarantino es maestro absoluto. Se le llaman así a los momentos de la narración en los que una escena se corta y comienza a tener lugar un flashback explicativo que hecha luz sobre algún elemento de esa situación, de modo que, cuando se vuelve a la escena original, el espectador tiene nuevos conocimientos que explican los giros que tendrán lugar más adelante. En Bastardos sin gloria estos flashbacks son bastante breves en comparación con los de otras películas -Perros de la calle, Kill Bill, e incluso Pulp Fiction y aquel notable cuento de Christopher Walken y el reloj-, y quizá esto esté hablando de madurez, de una mayor capacidad de síntesis en la narrativa del director.

Como varios de los más grandes directores de actores de la historia -Cassavetes, Huston, Truffaut, Welles- Tarantino también es actor, y uno muy bueno, lo que lo ha llevado a tener un fluido diálogo con los diversos intérpretes que lo rodearon a lo largo de su carrera, logrando resultados brillantes. No en vano resucitó a actores sepultados como John Travolta, Pam Grier o David Carradine -a este último temo que nadie lo podrá revivir otra vez- y asimismo catapultó a actores poco conocidos al estrellato, -Harvey Keitel, Steve Buscemi, Tim Roth, Uma Thurman, Samuel L. Jackson y Chiaki Kuriyama, entre otros-. Hoy, extrae actuaciones brillantes de Brad Pitt y Mike Myers, y da a conocer talentos formidables como Christoph Waltz (Hans Landa), Mélanie Laurent (Shoshanna), August Diehl (el comandante de las SS), Denis Menochet (el campesino), Sylvester Groth (Goebbels) y Til Shweiger (Hugo Stiglitz). Si la justicia cinematográfica existiera, volveríamos a oir de todos ellos en breve.
Cuando el estreno de La caída de Oliver Hirshbiegel, aquella película que expuso el hundimiento de Hitler, el director alemán Wim Wenders reaccionó con una protesta indignada. Le resultaba imperdonable el pudor con que las cámaras omitían enfocar el suicidio final de Hitler. Wenders escribía: “¿Por qué no debemos ver morir a Hitler y Goebbels? ¿No es ese escamoteo lo que hace que esas figuras sean inmortales, míticas? ¿Por qué esos monstruos han ganado el derecho de retirarse dignamente, mientras todos los otros alemanes, buenos y malos, son pura y simplemente masacrados? ¿A qué proceso de represión estamos asistiendo?”.
El que no haya visto Bastardos sin gloria quizá debería dejar de leer, ya que ahora se cuenta uno de los varios desenlaces de la película: A lo mejor Tarantino haya estado enterado de los controvertidos dichos de Wenders. Lo cierto es que no le basta con asesinar al führer frente a cámaras, sino que además de acribillarlo repetidas veces, lo prende fuego y lo hace explotar, todo casi en el mismo momento. Por muchos será visto como algo que no podría ser tomado en serio, una boutade infantil, irrelevante y carente de sentido. Pero quién sabe, a lo mejor estemos asistiendo a una catarsis retardada, por fin resuelta en el imaginario cultural luego de sesenta y cuatro años.

Publicado en Brecha el 13/11/2009

sábado, 7 de noviembre de 2009

Top five (+ bonus track) (VII)

Y seguro se pensaban que esta sección había muerto, pero nunca, never, nadadeso. Los top faivs son una sección pedorra infaltable en este blog, y el día que dejen de existir será porque habré quedado ciego, senil, dedicado a la jardinería u otra huevada similar.
Va una aguerrida serie de momentos musicales de películas no musicales. Y para cerrar la selección sin defraudar a nadie, un par de ponjas dándose como adentro de un gorro.

Am I blue? - Tener y no tener

Hace un tiempito colgaba en esta misma sección una grandiosa secuencia de El sueño eterno, con la Bacall cantando, y hubo unas cuantas aprobaciones. Ahora conseguí otra, esta vez de Tener y no tener. Podría verla una infinidad de veces.



Ora bolas - Leonera

Ahora es cuando ustedes empiezan a dudar de mi cordura y mi sanidad mental. Lo cierto es que me encantó el comienzo de Leonera, al punto que mi hija y yo ya nos conocemos esta canción de memoria y la cantamos a diario. El fragmento no tiene absolutamente nada que ver con la peli, pero si no la vieron aprovecho para recomendársela.



Tomorrow belongs to me - Cabaret

El otro día veía El triunfo de la voluntad de la Riefenstahl y mientras esas multitudes marchaban, todo el tiempo resonaba esta canción en mi cabeza. Un fragmento de antología, orquestado por uno de los grandes.



I wanna be loved by you - Some like it hot

Creo que nadie estará en desacuerdo con que Some like it hot es una de las mejores comedias jamás filmadas. Y nadie me va a llevar la contra si digo que la Marilyne estaba fuerte como cadenazo en las muelas. Y ese par de actorazos, imponentes. Tantas gracias Josep!



Mourya re - Don

¿Todavía no vieron Don? Esto lo pongo adrede para que alguno de esos prejuiciosos que no vería una película india en su vida ya se ponga en campaña para conseguirla. Hace tiempo no veía un baile callejero filmado con tanta fuerza.



Bonus track: yakuzas tirándose con flores

Suave, sutil, detenido y predecible, el final de Dead or alive es un ejemplo de la extrema amabilidad del adorable Takashi Miike. Para disfrutar con la familia.

viernes, 23 de octubre de 2009

Cine británico

God save the film


El periódico londinense The guardian confeccionó hace un par de meses un listado de los mejores 25 filmes británicos de los últimos tiempos, a partir de votaciones de 60 expertos (directores, guionistas, actores, críticos y cinéfilos destacados) entre los que se cuentan el director Edgar Wright -que tuvo el buen tino de no votarse a sí mismo- el escritor Peter Morgan, el actor Ben Kingsley y la crítica Anne Thompson. Todos ellos elaboraron su lista personal de 10 películas, de las cuales fueron extraídas las más votadas. Aquí van las resultantes:

1. Trainspotting (Boyle, 1996)
2. Withnail & I (Robinson, 1987)
3. Secrets and Lies (Leigh, 1996)
4. Distant Voices, Still Lives (Davies, 1988)
5. My Beautiful Laundrette (Frears, 1985)
6. Nil By Mouth (Oldman, 1997)
7. Sexy Beast (Glazer, 2000)
8. Ratcatcher (Ramsay, 1999)
9. Slumdog Millionaire (Boyle, 2008)
10. Four Weddings and a Funeral (Newell, 1994)
11. Touching the Void (MacDonald, 2003)
12. Hope and Glory (Boorman, 1987)
13. Control (Corbijn, 2007)
14. Naked (Leigh, 1993)
15. Under the Skin (Adler, 1997)
16. Hunger (McQueen, 2008)
17. This Is England (Meadows, 2006)
18. Shaun of the Dead (Wright, 2004)
19. Dead Man's Shoes (Meadows, 2004)
20. Red Road (Arnold, 2006)
21. Riff-Raff (Loach, 1981)
22. Man On Wire (Marsh, 2008)
23. My Summer of Love (Pawlikowski, 2004)
24. 24 Hour Party People (Winterbottom, 2002)
25. The English Patient (Minghella, 1996)

La lectura de este listado conduce indefectiblemente a la humildad, sobre todo para quienes creemos estar al tanto de las tendencias del cine actual. Admito sólo haber visto una decena de las películas nombradas, y que de otro tanto ni siquiera oí hablar. A pesar de la asumida deuda con este cine, creo que es posible extraer varias conclusiones de la lista, de diversa índole:

1-El mejor cine británico no nos llega por las vías tradicionales. Once de estas películas no fueron estrenadas en carteleras de mi país, y ni siquiera tuvieron apariciones fugaces en festivales locales. Hay que considerar que la existencia de estas listas sirve, entre otras cosas, para acercar a los cinéfilos a cintas marginales que no han gozado de buena distribución y difusión y que pese a su calidad suelen quedar condenadas al más implacable olvido.

2-El cine británico actual anda flojo. Obsérvese como recién en el séptimo puesto aparece una película de esta década, y que muchas se amontonan en los últimos diez puestos. Varias de las películas recientes que pude ver y sí figuran en la lista no son nada excepcionales: Under the skin es un típico drama británico con puntas sociales; Shaun of the dead una comedia negra intercambiable con tantas otras; Man on wire un simpático documental que no aporta mucho y My summer of love un drama lésbico irrecordable. El cine británico goza hoy de una corrección soberana, sus películas suelen ser intachables a nivel técnico, tienen actuaciones brillantes y se plantan en terrenos llamativos. Son formalmente bellas y atractivas a priori, pero también nos dejan a la espera de cierto vuelo, conceptual, poético o simplemente audiovisual, y ultimamente ese vuelo ha brillado por su ausencia.

3-La presente lista es un síntoma de nuestros tiempos. O inercia de otros anteriores, que deberían terminarse pronto. Es la muestra tangible de una creencia generalizada entre los especialistas por la cual se considera que el cine popular, o perteneciente a los géneros “menores” no merece especial consideración, y que jamás podría equipararse con ese otro cine, de autor o de temáticas sociales coyunturales. Es poco comprensible la ausencia de la mejor película de Guy Ritchie (Juegos, trampas y dos armas humeantes), y nefasta es la exclusión del cine de terror británico, quizá el terreno en que mejor le va a la filmografía inglesa -véase el corpus hoy conformado por Eden Lake, El descenso y Exterminio 1 y 2, por no nombrar a Sweeney Todd, que seguramente sea más británica que la multivotada Slumdog millionaire*-.
No habla necesariamente más ni mejor de una realidad social una película de Shane Meadows que una de James Watkins, Ritchie puede ser más influyente que el gran Mike Leigh, y lo nuevo de Neil Marshall ser más memorable que lo último de Michael Winterbottom. Este cine ninguneado suele insuflarle vida al medio y toca temáticas universales que lo vuelven trascendente, pero sigue siendo visto por muchos como una materia insignificante.
No dudo que los votantes estén siendo fieles a sus gustos, y no cabe pensar que las omisiones sean deliberadas. Pero el listado ejemplifica una tendencia crítica obsoleta, por la cual todavía se piensa en parcelas o encasillamientos que señalan géneros “mayores” y “menores”. Y ciertamente es una tendencia en vías de extinción, ya que por fortuna las nuevas generaciones de críticos no parecen compartirlas. Las revistas on line y la blogósfera cinéfila son mundos aparte en la crítica cinematográfica, y aún con sus carencias, son una muestra viviente de apertura temática real, donde el sesudo análisis de un clásico de Dreyer puede alternarse con la reseña festiva de la última película de Alex de la Iglesia.

* Los criterios para establecer cuáles son realmente películas británicas fueron discutidos, y ante la dificultad de establecerlos, se resolvió que los filmes debían “sentirse” británicos.

Publicado en Brecha 22/10/2009

jueves, 15 de octubre de 2009

El cine de terror actual

Ese atractivo sufrimiento


La huérfana es uno de los platos fuertes de las carteleras actuales. Lars von Trier es hoy objeto de polémicas por su reciente El anticristo. Frank Darabont asombró hace poco con la imponente La niebla y una película sueca de vampiros (Let the right one in) es de lo mejor que ha podido verse este año. El cine de terror da señales de estar pasando por un buen momento y como nunca, se diversifica en múltiples formas y registros.

“Largo rato quedé ahí parado especulando, temiendo, dudando / soñando sueños que ningún mortal se atrevió a soñar jamás.” Edgar Allan Poe

Es curioso que el thriller y el terror, dos de los géneros más populares y que más se han reproducido en las últimas décadas, se designen por la sensación que provocan en el espectador. A la hora de delimitar el género del terror, de definir si una película puede entrar o no dentro de la clasificación, más allá de que haya o no elementos sobrenaturales, que se utilicen golpes de efecto, que la anécdota se sitúe en una superficie realista o en una ficción desquiciada, es necesario precisar si en ella se busca despertar miedo. Y como bien dice Borges, un género se conforma como tal cuando surge un espectador específico, un consumidor que exige y reconoce ciertas coordenadas. Aquí lo que se buscan son buenos sustos, y una película de terror que no los logra es, indefectiblemente, una película fallida.
La fruición de este tipo de cine, su disfrute, naturalmente obedece a cierto goce masoquista. Y es por eso que mucha gente prefiere mantenerse alejada del registro, ya que sencillamente no puede soportarlo. “¿Para qué sufrir en el cine?” suelen decir algunos prudentes con sensatez indeclinable, aunque es cierto que no es más comprensible ni justificable sufrir con un melodrama o una tragedia que con una llana y honesta película de terror. El intenso goce que provocan las grandes películas del género no es algo fácil de lograr: se necesita una anécdota llamativa y coherente en su lógica interna, una sabia dosificación de tensiones y sobresaltos, se requieren personajes sólidos con los que valga la pena sentirse identificado y es imprescindible el dominio de un lenguaje cinematográfico por los que imágenes y sonidos estén ligados estrechamente, montados con precisión quirúrgica. Lo transgresor y lo oculto son elementos esenciales en la puesta en escena, y la sugerencia y el enigma, aspectos ineludibles.
Y el cine de terror es también un espacio anárquico donde suelen romperse las reglas sociales, donde se violan los espacios sagrados, se tocan los tabúes y se insultan las buenas costumbres. La figura expresiva más frecuentada por este cine es la alegoría, y en ellas suelen plantarse sarcásticos apuntes sociales, a menudo impregnados de un pesimismo arrollador. Desde el horror psicológico de Alejandro Amenábar (Los otros) el clasicismo de Frank Darabont (La niebla) o Neil Marshall (El descenso) la brutalidad sofocante del cine francés (Alta tensión, Frontiere(s)) el ludicismo de Alex de la Iglesia (La habitación del niño) el existencialismo de Kiyoshi Kurosawa (Kairo, Retribution) y las pesadillas experimentales de Takashi Miike (Audition, Imprint) y Shinya Tsukamoto (Haze) una gran variedad de malos tragos atenta hoy contra las esperanzas de un colorido desenlace, y contra los resquicios mentales más vulnerables del espectador.


“Siempre haz que la audiencia sufra lo más que pueda” Alfred Hitchcock

Los cineastas galos saben golpear donde duele. Lo que ya ha empezado a llamarse nouvelle horreur vague es quizá la corriente más dura, agobiante y extrema del panorama del horror actual. Un grupo de directores jóvenes que transgreden perpetrando atrocidades fílmicas, ofreciendo un cine visceral, violento a más no poder, y quizá más terrible por carecer de elementos sobrenaturales y por situarse en un terreno realista. El referente inevitable para este tipo de terrorismo audiovisual es el gran clásico bizarro The Texas chainsaw massacre de Tobe Hooper, una obra que, como pocas, ha dejado un legado considerable. En ella un grupo de adolescentes era asesinado uno por uno por una familia desquiciada, en un pútrido rincón de la desértica y conservadora norteamérica profunda. La nueva tendencia francesa parece retomar ese horror sucio y visceral, que igualmente emerge desde las entrañas de un país que, como bien sugería Caché de Michael Haneke, tiene más de un cadáver escondido en sus armarios. En la notable Frontiére(s), luego de atravesar un infierno y de ver morir a sus amigos en manos de un grupo de pervertidos neo-nazis, la protagonista sufre un colapso nervioso cuando se entera por la radio sobre el fortalecimiento de la extrema derecha en Francia. Los insufribles sucesos presentados en A l’interieur se sitúan en la noche de las protestas y las quemas de autos del 2005. Como un reverso a la comodidad burguesa presentada en buena parte del cine francés dominante, estas crueles exposiciones parecen sugerir que no existe tal estabilidad, que la insatisfacción se encuentra instalada, y que el mal emerge implacable, como señal visible de una sociedad soterradamente enferma.
Aunque quizá los que estén más enfermos sean los cineastas. Las protagonistas de Alta tensión, A l’interieur, y Frontiére(s) terminan bañadas en sangre de pies a cabeza; abundan los machetazos, las puñaladas con diversos objetos, las quemaduras en tercer grado y la deformidad física y mental. En algunos casos la acumulación de situaciones grotescas atenta contra la credibilidad de los planteos, y alguna de estas películas pierde interés por ese machaque innecesario. Este cronista admite que tuvo que entrecerrar los ojos para soportar el gratuito desenlace de A l’interieur, y ciertos desbordes explícitos acercan desafortunadamente a esta tendencia al más lamentable terreno del cine de torturas. Pero las películas rescatables del paquete no buscan el morbo por el morbo mismo, ofrecen notables atmósferas, y llaman a reflexiones profundas.


El director más importante de la camada, y en gran medida el precursor de esta movida brutal es el gran Alexandre Aja, quien luego de su notable Alta tensión logró en Estados Unidos una obra superior y casi intolerable, quizá la única remake del cine reciente que supera a la obra en la que se basa: Las colinas tienen ojos. El riesgo que corren estos cineastas es que su reclutamiento por Hollywood acabe por absorverlos totalmente -Aja ya tuvo un traspié con Espejos siniestros y los directores David Moreau y Xavier Palud, estimables autores de Ils, sufrieron una importante falta de libertades al filmar la remake de The eye-.

“Tengo una imagen de Tokio en mi mente: es una imagen de una ciudad llena de habitaciones de concreto, con un cerebro atrapado en cada una de ellas.” Shinya Tsukamoto

Pero el mejor cine de terror que se ha pergeñado en los últimos años es el proveniente de Japón. Apenas comenzado el nuevo siglo el país atrajo todas las miradas con el denominado J-horror, ese subgénero en el cual espíritus pálidos y de largos cabellos negros acosaban a la víctima de turno, y que se contagió a buena parte del continente asiático (principalmente Tailandia y Corea del Sur, con grandes obras) y también a Estados Unidos, donde fueron perpetradas remakes aberrantes. Las grandes películas del J-horror supieron tocar vulnerables engranes subconscientes y provocaron sobresaltos como pocas en la historia del cine. Por desgracia el registro se refritó hasta el infinito y luego de tanta repetición fueron desgastándose sus fórmulas y las buenas ideas se vieron agotadas por completo. Pero el cine de terror japonés es mucho más que almas en pena clamando por venganza, y de ese país pueden verse las tendencias más inquietas y originales de la actualidad.
Muy cercano a la lógica de los sueños, y peor aún, de las pesadillas, se encuentra el cine de terror de Takashi Miike. Sus escabrosas imágenes y algunas horrendas escenas de tortura provocan rechazos viscerales inmediatos, pero a diferencia de las de muchos autoproclamados cineastas, sus películas no son gratuitas. En ellas impera una estimable sensación de injusticia ante las atrocidades perpetradas, se busca la identificación activa con las víctimas y son sugeridas reflexiones profundas sobre los extremos de violencia a los que es capaz de llegar el ser humano. En definitiva, la diferencia entre Miike y otros directores que muestran torturas explícitas (Eli Roth o Darren Lynn Bousman, entre otros) es tener un propósito (y algo de moral).
Otro gran cineasta nipón que ha transitado el género con singular talento es Kiyoshi Kurosawa. Se ha definido su austero estilo como una mezcla del J-horror con Antonioni, y es cierto que hay mucho de eso. Su cine no siempre es comprendido y suele desorientar a los fans del terror, quienes quizá queden a la espera de más sobresaltos y efectismos. Kurosawa radiografía la alienación, la soledad más febril, los fantasmas interiores y el peso de la urbanización sobre los individuos. Sus cuadros ofrecen múltiples lecturas, y por eso pueden resultar extraños para quienes los aborden con una visión superficial.

Con temáticas muy parecidas pero con un abordaje absolutamente distinto, el cine de Shinya Tsukamoto es perturbador y atmosférico. Quizá sea uno de los cineastas de ficción que menos miedo tiene a la experimentación audiovisual hoy en día, y su mediometraje Haze puede considerarse una de las obras mayores del terror actual. Un hombre despierta encerrado en una especie de laberinto en el que apenas tiene movilidad y dentro del cual sólo puede trasladarse reptando. No tiene idea de cómo fue a parar allí, y tampoco se vislumbra una salida posible. En ese recinto infame atravesará por distintas instancias, cada cual más claustrofóbica y asfixiante: un corredor por el que debe arrastrarse arrodillado con los dientes pegados a un extenso caño oxidado, un nauseabundo lago repleto de cadáveres en el que debe sumergirse. El enajenante desenlace es de una riqueza alegórica inmensa.
El futuro del terror se intuye prometedor sobre todo considerando a la producción japonesa. Es allí donde existe mayor cantidad de cineastas sólidos en la materia –a los ya nombrados deberían sumarse los nombres de Hideo Nakata, Takashi Shimizu y Takashi Ishii- y son ellos quienes más parecen esforzarse en concebir formas y dimensiones nuevas. Cualquier exploración seria al género debería abordar primordialmente este terreno, en todas sus variables.

“La emoción más antigua y más intensa de la humanidad es el miedo, y el más antiguo y más intenso de los miedos es el miedo a lo desconocido”. H.P. Lovecraft

No todo el cine de terror proveniente de Estados Unidos son remakes, secuelas o explotación de la tortura. También surgen, de vez en cuando, algunos chispazos aislados que recuerdan que hay creativos capaces de lograr obras atractivas e inteligentes. 1408, Soy leyenda, Hard candy, All the boys love Mandy Lane y Trick or Treat son algunos buenos ejemplos, por no decir que asimismo emergen obras brillantes, como Deadgirl, Sweeney Todd o La niebla. La situación en Inglaterra y España es similar, aparecen eventualmente películas de terror que sobresalen por varias cabezas de la producción media (El descenso, Rec).

Pero varias de las mejores obras creadas en occidente suelen ser co-producciones (ver recuadro). Esto tiene una explicación simple. Las películas financiadas desde diversos países -mayoritariamente europeos, pero también a nivel intercontinental- son la vía más eficaz de oponerse al cine norteamericano dominante. Para alcanzar los altos costos de producción y poder competir con la industria de Hollywood se reparten los gastos, favoreciéndose con las distintas ayudas públicas nacionales, ampliando los mercados y pudiendo llegar a espectadores de los distintos países involucrados. Por lo general se echa mano a figuras del star-system para protagonizar esas películas (Nicole Kidman en Los otros, Emmanuelle Béart en Vinyan, Julianne Moore y Gael García Bernal en Ceguera), y así poder atraer a esa audiencia acostumbrada al consumo de cine mainstream.
Últimamente han surgido también unos cuantos híbridos llamativos. Más que interesantes y por momentos geniales son los cuentos de terror animados de la francesa Peur(s) de la noir, y también son curiosas The burrowers, una mezcla de terror y western, Dance of the dead, comedia high school con zombies, The genetic opera, musical y gore, y muchísimas comedias negras que satirizan al género, como The cottage, Severance o Shaun of the dead, entre tantas otras.
Dentro del reciente cine de terror occidental pueden verse algunas premisas temáticas que se repiten. Una constante es la amenaza exterior, y más precisamente la que se entromete en la casa propia, vulnerando la privacidad hogareña. La obra precursora en este sentido es la demoledora y desestructurante Funny games de Michael Haneke, de la que Ils y A l’interieur recogieron su anécdota central. A su vez estas películas fueron copiadas por la reciente y más bien lamentable Los extraños y cierto es que ninguna de ellas alcanzó el nivel de la obra de Haneke. La amenaza exterior es en estos casos humana, arbitraria e incomprensible.
Otra constante es aquella en la que un grupo de personas sale de excursión placentera hacia algún lugar aislado y remoto, y son atacados por alguien. Por lo general, se trata de una salida de camping al medio del bosque, y en varios casos, los atacantes pertenecen o están ligados a grupos reaccionarios conservadores (Backwoods, Frontiere(s), Eden Lake). Aquí el mal es claro y tangible, y surge de ciertos núcleos antisociales y xenófobos.
Ya es difícil ver en el cine de terror occidental a una figura monstruosa o a una fuerza sobrenatural, y en los casos que la hay, esa amenaza no es peor que la otra, humana, mucho más presente y cercana. Aquellas obras de terror románticas, en las que un grupo de personas lograba vencer las adversidades actuando con valentía y espíritu de equipo prácticamente han desaparecido. Cuando surge una iniciativa en este sentido suele quedar trunca. El nihilismo está instalado, ya no parecen quedar cineastas en este género que confíen en la humanidad como emprendedora de grandes acciones, y eso parece todo un síntoma de nuestros tiempos.

Terror para un nuevo milenio


-Seance (Kiyoshi Kurosawa, 2000). Japón. Donde se muestra que matar accidentalmente a una niña no es recomendable.
-El espinazo del diablo (Guillermo del Toro, 2001). España / México. Niños es un orfanato, a fines de los años treinta. Los fantasmas son lo mejor que les pasa.
-Los otros (Alejandro Amenábar, 2001). España / Estados Unidos / Francia / Italia. Al final de la escalera + Los inocentes + Otra vuelta de tuerca + Carnaval de almas.
-Kairo (Kiyoshi Kurosawa, 2001). Japón. Los vivos parecen zombis, y el mundo de los muertos no se diferencia tanto del nuestro.
-Ju-on (Takashi Shimizu, 2002). Japón. Los almas en pena se meten en todos los intersticios de la casa.
-Dark water (Hideo Nakata, 2002). Japón. El agua se escurre e invade la habitación, como los espíritus a la mente atribulada.
-Alta tensión (*)(Alexandre Aja, 2003). Francia. Cecile de France huyendo, defendiéndose, contraatacando. La hemoglobina le sienta bien.
-2 hermanas (Kim Ji-woon, 2003). Corea del Sur. Una madrastra cruel, dos chicas atormentadas, y a lo mejor nadie es lo que parece.
-El amanecer de los muertos (Zack Snyder, 2004). Estados Unidos / Canadá / Japón / Francia. Muertos vivos, obviamente. Y un amanecer, más un crepúsculo.
-Dumplings (Fruit Chan, 2004). Hong Kong. Para mantenerse en forma hay que alimentarse bien.
-Shutter (Banjong Pisanthanakun, Parkpoom Wongpoom, 2004). Tailandia. Un espíritu fotogénico, y algo cargoso.
-El descenso (Neil Marshall, 2005). Inglaterra. Seis mujeres, un pozo, un centenar de criaturas infernales.
-Haze (Shinya Tsukamoto, 2005). Japón. Para los que creían que necesitan un poco de aire.
-Las colinas tienen ojos (*)(Alexandre Aja, 2006). Estados Unidos. O el más frontal escupitajo al American dream. Abandonad toda esperanza...
-Retribution (Kiyoshi Kurosawa, 2006). Japón. Nuestro detective descubre que todas las pistas del asesinato conducen a sí mismo.
-La habitación del niño (Alex de la Iglesia, 2006). España. El terror japonés, homenajeado y satirizado por un gordo atorrante.
-Imprint (*)(Takashi Miike, 2006). Estados Unidos / Japón. Para los que creían que Audition era poco tolerable.
-[Rec] (Jaume Balagueró, Paco Plaza, 2007). España. Lo mejor con cámara subjetiva.
-Sweeney Todd (Tim Burton, 2007). Estados Unidos / Inglaterra. Al barbero se le fue la moto, y lleva navaja.
-Frontiere(s) (*)(Xavier Gens, 2007). Francia / Suiza. Chica embarazada + neonazis + terror francés. Mejor ni verla.
-La niebla (Frank Darabont, 2007). Estados Unidos. Una mezcla de Lovecraft y Romero que ni parece Stephen King. Lo mejor de Darabont.
-El orfanato (Juan Antonio Bayona, 2007). México / España. Otra vuelta de tuerca, más.
-Ceguera (Fernando Meirelles, 2008). Canadá / Brasil / Japón. En el reino de los ciegos, un gran poder representa una gran responsabilidad.
-Vinyan (Fabrice Du Welz, 2008). Francia / Bélgica / Inglaterra/ Australia. Porque tampoco es recomendable perder un niño en un tsunami.
-Eden Lake (James Watkins, 2008). Inglaterra. Adolescentes un tanto desquiciados, con uno o dos problemas craneales.
-Let the right one in (Tomas Alfredson, 2008). Suecia. Porque el vampirismo es un sentimiento.
-Deadgirl (Marcel Sarmiento, 2008). Estados Unidos. Individualismo patológico, y un poco de necrofilia.
-La huérfana (Jaume Collet-Serra, 2009). Estados Unidos / Canadá / Alemania / Francia. Padres adoptivos reciben una niña un tanto viciosa y degenerada.

(*) Sólo aptas para estómagos curtidos.

Publicado en Brecha 16/10/2008

sábado, 10 de octubre de 2009

Cine e imperio

Avasallamiento fílmico


El “China Youth Daily”, diario oficial de las Juventudes Comunistas Chinas, destacó, ante el arrollador éxito de taquilla de Transformers 2 en su país, que la película es “una promoción de la estrategia global de Estados Unidos y de su armamento”. El artículo afirma que las armas que aparecen son las mismas que Estados Unidos vende a sus aliados: aviones caza A-10 y F-16, vehículos Hummer, tanques M1A2 y portaaviones. Según el autor, un espectador chino protestaba indignado, luego de ver la película: “Si la primera parte de Transformers era un anuncio de autos americanos, ésta es de armas, ¡y encima pagamos por verlo!”.
El artículo subraya la buena imagen que se da de los marines, así como de la política intervencionista estadounidense, y que la película en definitiva es un muestario del inmenso poderío de la fuerza militar de ese país. Se recogen los dichos de un fan de los antiguos transformers: “Cuando veía los dibujitos (...) las armas humanas eran básicamente inútiles contra los Transformers. Pero en la película Transformers 2 las armas pueden derribar a los Decepticons. El increíble Devastator es fácilmente derribado de una pirámide por un disparo de un arma secreta de un buque de guerra norteamericano”.

Las acusaciones presentes en el artículo parecen acertadas, y los tres aspectos señalados -armamento, poderío, marines bienintencionados- son toda una constante en el cine estadounidense de hoy en día, así como de muchas series televisivas. Pero resulta curiosa la acusación de que los Estados Unidos utilice su cine como propaganda de su grandeza, cuando el cine dominante chino viene haciendo lo mismo, aunque en otro registro y quizá más sutilmente. El cine de las grandes industrias chinas y hongkonesas está haciendo un curioso incapié en superproducciones históricas, de inmensos despliegues visuales, vestimentas suntuosas y millares de extras. Es un cine que busca la fascinación por el exotismo de tradiciones culturales de antaño, que encumbra al gran imperio Chino, al heroísmo y al patriotismo, que viene desenterrando hazañas bélicas y héroes olvidados. Se han reclutado a varios de los mejores cineastas chinos para este nuevo cine histórico (Chen Kaige, John Woo, Feng Xiaogang, Ronnie Yu) y se cuenta con estrellas de primer orden –Jet Li, Andy Lau, Takeshi Kaneshiro, Donnie Yen, Zhang Ziyi, Chang Chen-. A grandes rasgos, se trata de una atractiva combinación de artes marciales, drama y wuxia*. Como ejemplo máximo de esta tendencia se encuentra uno de los más grandes cineastas chinos de la actualidad, quien a su vez fue reclutado por el gobierno municipal de Beijing para orquestar la ceremonia inaugural de los juegos olímpicos: Zhang Yimou. Su película Héroe, precursora de este nuevo cine épico, ejemplifica como ninguna la exaltación imperialista; en ella termina encumbrándose el sacrificio heroico por la unificación de los pueblos, y la rendición final ante la majestuosa figura del emperador.
A los imperios les fascinan las multitudes, las antiguas glorias y los contrapicados grandilocuentes. Ante todo, la unidad nacional, el orgullo de que los antepasados fueron artífices de grandes hazañas, que la Nación erigida es un producto milenario de valentía y sacrificio. El stalinismo tuvo a Eisenstein (Alexander Nevsky y la primera parte de Iván el terrible) el nazismo tuvo al primer Lang (Los Nibelungos) y obviamente, a Leni Riefenstahl (Olimpia, El triunfo de la voluntad) y, considerando los puntos en común, se puede decir que hoy la República Popular China tiene a su servicio estas nuevas superproducciones (entre las que se destacan películas como The warlords, Fearless, Ip man, Red Cliff y la bélica y directamente militarista Assembly, entre otras).

El artículo publicado en el China Youth Daily parece una proyección subconsciente, un ver la paja en el ojo ajeno, y quizá mi temor no sería tal si este nuevo cine chino no fuera tan bueno, atractivo e imponente. Si uno piensa en los directores que contribuyen a la exaltación del imperio norteamericano –Michael Bay, Stephen Sommers- tiende a suponer que son figuras prácticamente inocuas, artesanos mediocres que han tenido algunos golpes de suerte. El problema con los directores chinos es que, ante todo, son buenos cineastas.
En un momento en que se augura que China va a ser la nueva potencia mundial hegemónica, que su moneda es considerada una de las divisas más confiables, que su gobierno viene aplicando políticas económicas de tipo colonialista –especialmente en países africanos como Nigeria, Sudán, Congo y Zambia- recluye y tortura a los disidentes en “cárceles negras” o campos de “reeducación para el trabajo”, persigue a los abogados especializados en derechos humanos y durante el año 2008 impuso como mínimo 7 mil penas de muerte y al menos ejecutó a 1700 personas, en cuyo territorio no existe la libertad de expresión, se rigen férreos mecanismos de censura y las minorías étnicas y religiosas son hostigadas; en un momento así, una tendencia propagandística de este tipo se muestra aún más preocupante –y ciertamente da más miedo- que la torpemente esgrimida por Estados Unidos.

*Wuxia: ficción marcial de caballería, género típico en el cual se entrecruzan elementos épicos y místicos.

Publicado en Brecha 9/10/2009