viernes, 25 de noviembre de 2011

Pina (Wim Wenders, 2011)

Belleza y devoción

Más de veinte años le llevó al director alemán Wim Wenders encontrar la forma de concebir esta película. Fue en 1985 que conoció a la bailarina y coreógrafa Pina Bausch, cuando acababa de ganar la palma de oro en Cannes por su película Paris, Texas. Wenders relata que cuando conoció la impronta de Pina sintió algo semejante a ser golpeado por un relámpago; desde entonces, ambos iniciaron una amistad, y la idea de llevar sus coreografías al cine se convirtió para él en una obsesión. En el año 2007 Wenders se iluminó. Ya había filmado varios videos para la banda U2, y cuando vio la película U23D supo que por fin había dado con la clave. Telefoneó a Pina para proponerle que se pusieran manos a la obra. Inesperadamente, Pina falleció en 2009, solo cinco días después de que le diagnosticaran cáncer, y una semana antes de que comenzara el rodaje. La película que supuestamente sería un homenaje en vida debió convertirse súbitamente en réquiem.
Pina está compuesta básicamente por cuatro grandes coreografías de Bausch. Le sacre du Printemps, de 1975, ballet clásico de Stravinsky, donde los bailarines se mueven en un espacio cubierto de tierra; Kontakthof, de 1978, con personajes de distintas edades en una sala de baile; Café Müller, de 1975, -del que muchos vimos un fragmento al principio de Hable con ella- con música de Henry Purcell y un escenario repleto de sillas, en donde los bailarines se desplazan con los ojos vendados. Y por último Vollmond, con personajes en un ambiente nocturno, lluvia permanente y junto a una gran roca. Además, pequeñas coreografías que van desde lo simpático a lo estrafalario, desde lo gracioso hasta lo feroz, siempre con un importante impacto y un inmenso poder de sugerencia. El mérito es sobre todo de la fallecida Pina, pero Wenders tuvo el acierto de confiar en el poder intrínseco de su material, en dejarlo ser y desarrollarse, en adaptar la puesta en escena, perfeccionarla para convertirla en soporte perfecto a sus necesidades. El uso del color, las locaciones amplias y aireadas, los planos largos y respetuosos que siguen, fieles, a los objetos de atención, aportan un notable contraste con las danzas sugestivas que parecen hablar de lo tortuoso en las relaciones de pareja, las imposiciones sociales, la pesadez existencial, la incontinencia, los torbellinos pasionales. Entre número y número, algunos de los bailarines de la troupe de Pina aportan verbalmente recuerdos, sensaciones específicas que ella les transmitía o les ayudaba a conseguir. Así Wenders, lejos de buscar una personalidad o una biografía, logra retazos emocionales, acercamientos parciales que llevan a pensar en su densidad y en su complejidad humana.
Y además logra, con inconmensurable amor por su amiga fallecida, algo que no es en absoluto sencillo. Que espectadores ajenos al universo de la danza contemporánea –entre los que se cuenta este cronista- se vean seducidos y conmocionados por el arte de Pina. Wenders tiende puentes entre fieles y escépticos, abre caminos, y nos bendice con 103 minutos de persistente belleza.

Publicado en Brecha el 25/11/2011

jueves, 10 de noviembre de 2011

Entrevista a Néstor Frenkel

“La respuesta es la película”


El imponente documental Amateur llevó a conocer por estas latitudes la obra de un documentalista sobresaliente. Junto a Enrique Piñeyro –que por su parte, hace un cine totalmente distinto- seguramente el exponente más importante del documental argentino actual. En entrevista vía mail, habla un poco de su trabajo, su estilo y lo que pretende transmitir.

Frenkel nació en Buenos Aires en 1967, y comenzó su carrera como cineasta dirigiendo animaciones, entre las que se destaca Plata segura (2001). Pero fue en 2004 que realmente se dio a conocer, causando furor en ciertos círculos con su increíble documental Buscando a Reynols. En él se centraba en la banda de rock experimental Reynols, cuyo líder cantante y baterista tiene síndrome de down. En ese entonces ya Frenkel despuntaba con un estilo muy particular, registraba situaciones sorprendentes, y construía, con buen humor y espíritu lúdico, un abordaje que movía a la reflexión y a dudar todo el tiempo de nuestras seguridades en torno al tema central. Luego de su primer largometraje de ficción Vida en Marte (2005) logró con Construcción de una ciudad (2007) un impactante acercamiento al trauma y la transformación de la vida en la ciudad de Federación, luego de décadas de que la dictadura de Vidella mandara evacuar e inundar la ciudad para construir la represa de Salto Grande. Finalmente Amateur (2011) es un homenaje al Super 8, y a un odontólogo-coleccionista estrambótico y al mismo tiempo adorable

—¿Cuáles son las mayores complicaciones de ser un documentalista en la Argentina?

—Las mayores complicaciones pasan por la exhibición y distribución, creo que en Argentina y en cualquier lado. Es poca la porción de público que toma como una opción ir al cine a ver un documental.

—¿Es un oficio redituable?

—Es relativamente redituable; si uno consigue apoyos o subsidios se pueden recuperar los costos y pagar sueldos, pero no es “un negocio”.

— ¿Y tus películas han caminado bien?—Mis películas, por suerte, han tenido una más que aceptable recepción por parte de la crítica, han circulado por distintos festivales y muestras, se han dado en tevé, pero como te decía antes, el llamado estreno comercial siempre es un poco subterráneo.

—Encuentro que tus documentales son, por momentos, especialmente graciosos, por otros graves y emotivos, por otros asombrosos debido a la excentricidad de los personajes exhibidos, ¿son efectos que vos buscás o que se dan de una forma más casual?

—Los efectos o climas son buscados desde la puesta en escena, pero siempre parten de las características de los personajes o temas que están siendo expuestos, que se combinan con las sensaciones o pensamientos que me producen y que trato de transmitir.

— ¿Qué es lo que te lleva a elegir el tema de un documental?

—Primero que me llame la atención, luego que me deje haciéndome preguntas acerca de ese tema, y también que alguna de esas preguntas tenga algún eco en mi persona. Luego vienen preguntas de otro tipo... quizás más técnico. ¿Es un tema demasiado conocido o explorado? ¿Tiene algún poder visual?
Y la realización del documental es una forma de ir en busca de algún tipo de respuesta, o simplemente de explorar y disfrutar de la duda.

—Y las preguntas que originalmente te hiciste, ¿lográs contestarlas después de tu investigación, de tu búsqueda?

—No necesariamente. A riesgo de sonar pretencioso te diría que “la respuesta es la película”.

—Llama la atención, quizá desoriente un poco, la música alegre –“burlona” dijo alguien- que utilizaste en Construcción de una ciudad. ¿Por qué la elección de este tipo de música?

—La música trata de acompañar por un lado la idea del progreso, con una especie de banda de pueblo que toca una marcha enérgica, y por otro algo parecido a “Don’t worry be happy”, y pinta un poco el intento de olvidar; algo que se percibe en el ambiente. No creo que sea burlona, sí que por momentos acentúa alguna arista absurda, o propone una mirada irónica.

—Al principio de Amateur asombra particularmente la recopilación de material casero en Super 8 que usás, que demuestra una ardua labor de rejunte y selección. ¿Cómo conseguiste ese material, y con cuánto contabas al momento de empezar con el montaje?

—Conseguir el material fue relativamente fácil; entre los familiares, amigos y equipo de filmación conseguí bastante, y después compré en ferias callejeras y por internet, para salir del círculo íntimo y llegar a materiales más diversos.
Miré mucho, quizás más de 100 horas, digitalicé unas 30 o 40 para llegar a esos 13 minutos que dura el prólogo, que fue de hecho casi como una película aparte; lo fui montando mientras pensaba el proyecto y escribía el texto, y estaba muy avanzado ya antes de ir a filmar al personaje principal.

—He leído artículos sobre tus películas en las que los críticos creen que tenés una mirada condescendiente hacia tus personajes. ¿Qué pensás de eso?

—Yo también los he leído, y me parece un síntoma bastante interesante que de la misma película se pueda opinar que es burlona y que es condescendiente. De hecho, ¡Algunos usan los dos adjetivos en el mismo artículo! Creo que habla bien de las películas; provocan sensaciones que son completadas por el espectador, no tienen una bajada de línea tajante ni intentan convencer a nadie de ningún “veredicto”. Algunos rescatan la veta más humorística, otros la más emotiva, y a otros les parecen exageradas algunas de estas búsquedas.

— ¿Tenés algún referente específico para tu cine? ¿Y algún precedente del “documental humorístico” que te interese resaltar?

—No tengo referentes directos, concretos, o concientes, pero obviamente uno refleja cosas de todo lo que vio, y fundamentalmente de lo que le gustó. En cuanto al documental humorístico, recuerdo que en la escuela primaria nos proyectaron un par de veces un documental que creo que se llamaba “Los excéntricos y sus máquinas voladoras”, sobre pioneros de la aviación, y el efecto humorístico estaba muy logrado; las imágenes de archivo parecían salidas de una película de Buster Keaton. Pero eso lo vi a los 10 años. Después nada.

— ¿Hay alguna sugerencia que te gustaría hacerle a jóvenes documentalistas inexperientes?

—Que se involucren de verdad en lo que el tema elegido les produce, y que traten de hacerle justicia tanto a ese tema como a las sensaciones que éste les hace experimentar.



Publicado en Brecha el 4/11/2011

sábado, 5 de noviembre de 2011

Amateur (Néstor Frenkel, Argentina, 2011)

Imprimiendo desde las sombras

El comienzo de esta película es tan entretenido como original: un recorrido a través de la historia del Super 8, el primer formato de cine casero de acceso popular. La voz en off relata, en tono jocoso, el estilo de esas primeras grabaciones de aficionados, allá por los años setenta. Las cosas que se filmaban –y las que no-, la evolución en la forma de filmar, las formas de innovación que estos pioneros lograban, registrando intrépidamente desde las sombras. Este comienzo es perfecto, la selección de imágenes es sugerente, difícilmente superable, y asimismo sorprendentemente divertida. Un género tan atípico como el “documental humorístico” parece encontrar aquí un auténtico exponente.
Pero la película da prontamente un giro, -sin perder en ningún momento el humor- y comienza a centrarse en Jorge Mario, superochista amateur desde hace cuarenta años, y eje central de esta película. Oriundo de Concordia, Entre Ríos, se trata del paradigma del hombre-orquesta: septuagenario infatigable, odontólogo de profesión, filatelista, jugador de paddle, campeón de tiro, coleccionista en general –de latas, billetes, películas propias y ajenas-, cinéfilo obseso –lleva un listado con las fichas técnicas de todas las películas que vio en su vida, que al momento del rodaje suman 13.986 títulos (!)- conductor de un programa radial y fundador y líder de un grupo de boy-scouts. En 1951, cuando tenía diez años, ocurrió un suceso que determinaría su vida: el director Jacques Tourneur y su equipo llegaron a la ciudad de Concordia, Entre Ríos, para filmar El camino del gaucho, y hoy puede verse a Jorge Mario recolectando firmas para convertir un álamo, elemento fundamental de aquel rodaje, en patrimonio cultural. Sus películas en Super 8, filmadas con amigos y vecinos, fueron fundamentalmente westerns criollos, denominados por el mismo como del “fart west”, –todavía no me queda claro si es un chiste voluntario o involuntario por parte de Jorge Mario, fart es pedo en inglés- y entre las cintas de su autoría cuenta con varias entregas, -más sus correspondientes remakes- de Winchester Martín, cortometrajes sobre un cowboy que salía a vengar a su novia violada y asesinada. Por la precariedad de sus rodajes y los resultados obtenidos, podría definírselo como un Ed Wood de menores pretensiones.
En un comienzo podría parecer que el brillante director Néstor Frenkel (autor de las grandiosas Buscando a Reynols y Construcción de una ciudad) se burlara de Mario, de su excentricidad y su simpleza, pero pronto la película va dejando en evidencia el encanto y el cariño irresistible que este personaje despierta, así como su indeleble pasión y su lucha abnegada contra el olvido. Y Frenkel, un obseso de lo que hubo y ya no está y de la recuperación de la memoria, potencia su legado con este grandioso documental, aportando a su noble causa nada menos que la inmortalidad en formato fílmico.

Publicado en Brecha el 4/11/2011