viernes, 22 de agosto de 2008

Top Five (+bonus track) (IV)

No puedo hacer nada al respecto, la divina providencia se empecina en que sigan saliendo Top faivs en este bendito blog. Como humilde servidor, no puedo hacer más que acatar ese verticalazo.

Gake no ue no Ponyo - Ponyo on the cliff

Esto es para que se aprendan de memoria la canción, y para que cuando se estrene la última maravilla de Miyazaki la invoquen como un himno, parados y con la mano en el pecho. Recuerden: Miyazaki es nuestro único Dios, Hisaishi su profeta.



Qué pasa contigo tío - Muertos de risa

Esto se lo copié a Alicia, colega del blog amigo La linterna mágica, y es un clip que salió cuando el estreno de Muertos de risa, mi película favorita de Alex de la Iglesia. Estos dos tipos me causan una gracia increíble, y aunque no estén haciendo nada más que bailar y gesticular, bueno, con eso ya basta. Y qué energía. Es la clase de videos que recuerda que al alma le hace bien salir a beber como desquiciado, de vez en cuando.



Wake me up before you go go - Zoolander

¿Acaso nunca vieron Zoolander, una de las mejores obras de la mal llamada Nueva comedia americana? No es que sea una maravilla, pero Ben Stiller y Owen Wilson lo valen. Y la peli tiene momentos gloriosos, como el que van a ver acá abajo.



Colors of the wind - Pocahontas

Y acá viene uno de mis placeres culposos. Ahora sé que muchos de ustedes me van a mandar comentarios anónimos diciendo que soy reputo y todas esas cosas, pero bué, es lo que tiene ser un sensiblero barato. Ya sé, la película es una mierda, si, ya sé, el video es pedorro. Que al rubio ese dan ganas de cagarlo a patadas, si sí, el mensaje insoportablemente empalagoso y naif... pero ta, la canción me encanta.



All these things that i've done - Southland tales

Justin es un gran actor, y probablemente sea de los que estén mejor en esta extraña película. Acá interpreta a un marine con unas cuantas fallas mentales, y me gusta especialmente el movimiento de cabeza que hace, al encajarse entre las piernas de la rubia atorranta esa. Como buena parte del cine indie norteamericano, la película despierta en mí sentimientos encontrados. Supongo que eso la hace buena, pero tampoco estoy muy seguro.



Bonus track - La vida es dulce

Y ya sé que muchos de ustedes malparidos se saltearon todos los clips de arriba para pasar directamente a este, porque es el único que tiene rosca y compota. No los culpo, debe ser por lejos el mejor video de este post. Como no creo que sepan ni hablar coreano ni leer chino, les cuento que el de pelo largo le dice: "negro devolvéme el celular" y después de verlo en su mano, le escupe "dónde coño pusiste la batería". El resto es la gloria. Entenderán después porqué estoy tan ansioso de ver The good, the bad, and the weird.

lunes, 18 de agosto de 2008

Mouchette (Robert Bresson, 1967)

Una clara opacidad


Existe una tendencia reforzada continuamente por el cine de Hollywood que parece dictar que las buenas películas deben ser perfectamente comprensibles en su totalidad y que además deben cerrarse coherentemente, sin dejar cabos sueltos. Una moda ya muy trillada consiste en incorporar una vuelta de tuerca final que termina por integrar todas las piezas sueltas del relato, como en un mecanismo de relojería. El público entrenado está terminando por valorar hasta tal punto la "redondez" de las películas que obras como INLAND EMPIRE, cercana a la lógica de los sueños, La niña santa, que parece apuntar más a lo sensorial que al razonamiento lógico, o Dogville, cuya vuelta de tuerca final en vez de aclarar las cosas las complica, son masivamente incomprendidas y desestimadas por dejar sus significaciones abiertas a la interpretación del espectador.
Mouchette (1967), como todo el cine de Bresson, no sólo está abierta a la interpretación de su audiencia porque en ella hay "pistas" que uno tiene que seguir para llegar a un entendimiento general de la película, sino que además estas también pueden ser leídas de distintas maneras. Es el espectador quien le da a los hechos su razón de ser, y a los personajes sus motivaciones y sus emociones latentes. Por tanto, las piezas en este rompecabezas pueden tener distintas formas según quien las mire, y el armado total de la película adquiere la dimensión que la sumatoria de observaciones subjetivas genera.
Pero no por esto es una película difícil o poco accesible. Todo lo contrario. No se necesita ningún conocimiento previo para su visualización, y puede ser disfrutada por cualquier hijo de vecino bien predispuesto. La historia es bastante simple, casi minimalista, ya que Bresson toma como protagonista y eje central de la película a una adolescente de una clase baja semirrural, obligada a madurar de golpe, desaliñada, rencorosa y soberbia pero también algo ingenua, insegura y necesitada de afectos. La antiheroína por excelencia y también la clase de personaje al que normalmente nadie prestaría atención (1). Esto puede recordar al cine del neorrealismo italiano, a su preferencia por los personajes marginales y su recurrencia en la utilización de actores no profesionales.
Pero la mirada de Bresson es opuesta a las del neorrealismo, ya que muestra la acción desde una distancia casi clínica, evitándose todo tipo de efectismo y dramatización. Su intención consiste en dar cuenta de una realidad profundamente enigmática y, paradójicamente, las emociones surgen en el espectador sin ser reclamadas con artificios, automaticamente. Mouchette suele despertar la inusual sensación de estar siendo testigo de algo grandioso, a pesar de no saber discernir bien el significado de lo que se está apreciando. Todas las actitudes de la protagonista se ven revestidas con un halo de ambigüedad y misterio.
Bresson era cristiano jansenista (2) y esto explica en parte que los temas más frecuentes a lo largo de su obra fuesen el sufrimiento y la redención, más que presentes en Mouchette. De todos modos no deben desestimarse otros temas clave en la película como el esparcimiento como necesidad básica para el hombre, la maternidad como único amor verdadero, la crueldad, la fatalidad y la predestinación, la estigmatización, la sexualidad, la esperanza.
En un excelente artículo sobre Mouchette publicado en la revista digital Light Sleeper (3), Saul Symonds explica que un rasgo característico en las películas de Bresson es la dualidad "claridad de visión" y "opacidad de significado", es decir que el abordaje claro, concreto y explícito a ciertos hechos de la vida diaria genera, paradójicamente, la dificultad de entender lo que estos realmente entrañan. En la escena en que el epiléptico Arsène viola a Mouchette en la cabaña, luego de un forcejeo, él se coloca encima de ella e, inesperadamente, ella lo abraza lentamente. Como bien escribe Symonds: «Aquí llegamos a un punto de máxima tensión entre claridad de visión y opacidad de significado. Y es una opacidad que Bresson nunca termina por dispersar». Aquí el espectador puede interpretar, por ejemplo, que Mouchette amaba en silencio a Arsène y que su abrazo es pasional y sincero, o que está tan necesitada de afectos que hasta el más brusco acercamiento la termina por satisfacer, o tal vez que se siente apiadada por los bajos instintos del epiléptico y ese abrazo es un acto semimaternal. Pero también se puede interpretar que hay un poco de todos estos sentimientos en la protagonista, y ellos se confunden en ese mismo momento. Porque una cosa a la que parece apuntar Bresson muchas veces es que no existe una verdad única que explique y aclare las cosas, sino que las verdades son construcciones humanas y, por tanto, son siempre imprecisas. La realidad termina escurriéndosele entre los dedos a las interpretaciones.
Son muy difusas las líneas que separan la riña de la amistad, la agresión de la caricia y el dolor del placer en esta película, y esto nos lleva una vez más a pensar en lo que Bresson muestra como dos caras de la misma moneda: el sufrimiento y la redención. La letra de la canción que Mouchette canta es muy ilustrativa: «Esperad / tened esperanza / tres días / les dijo Colón / mostrándoles con confianza / el cielo ilimitado / y tendréis un nuevo mundo / vosotros que desesperáis / y más allá del mar profundo / sus ojos lo veían ya». Tres días desde el comienzo de la película espera la protagonista para ver ese nuevo mundo. Pasado el tercero, que culmina en la violación, Mouchette se dará cuenta de que esa salvación que ella esperaba no ha llegado, por lo que saldrá a buscarla por su cuenta. Es recién al cuarto día que la película finaliza con una escena trágica y liberadora al mismo tiempo.
Es digna de reverencias la construcción que Bresson hace de un personaje que tiene la autoestima destruida. Hasta tal punto la protagonista ha asumido su propia desgracia que de alguna forma trata de contagiar con su fatalidad a la gente que la rodea y que detesta. El director filma planos detalle de Mouchette limpiándose el barro de los zapatos en la alfombra de la casa de una anciana, o ensuciándoselos a propósito antes de entrar a la iglesia, o se la muestra arrojando mugre a otras niñas. El barro es la marca que Mouchette usa para manchar su camino, el sello distintivo de su resentida e irreverente presencia.
A más de cuarenta años de su estreno, Mouchette conserva intacto su poder de intriga y asombro. Casi todos sus analistas llegan a la misma conclusión: es inaprensible el verdadero significado de la película. En palabras de Symonds: «Ante un film de Bresson (...) siempre me voy a encontrar a mí mismo tratando de penetrar su superficie, y creo que los significados siempre esperarán un paso o dos más allá de mi alcance» (4) . Tal vez no le interese al que guste de películas íntegramente comprensibles y dominables, pero de seguro Mouchette es una experiencia trascendente y enriquecedora, aparte de ser una muy buena puerta de entrada para el que no conoce la flamante obra del extraterrenal maestro Robert Bresson.

(1) Mouchette en francés significa "mosquita".
(2) El jansenismo afirma que el hombre sólo puede alcanzar la salvación con la gracia divina, disminuyendo las posibilidades de su libertad.
(3) Publicada en http://www.lightsleepercinemag.com/reviews/mouchette.php
(4) Idem.

jueves, 14 de agosto de 2008

Bruce Lee vs. Jackie Chan

No, no es un montaje. Este video lo demuestra, nunca nadie pudo con el boss. Sólo vean sucumbir al pobre Jackie, ante tan implacable llave maestra.

jueves, 7 de agosto de 2008

Crítica y críticos (II)

Tome resguardos


A los llamados “críticos de cine” bien se nos podría agrupar en tres categorías. La primera está compuesta por los promotores, y en rigor ni siquiera puede decirse que sean críticos. Son los más fáciles de identificar y se dedican simplemente a difundir estrenos comerciales, refritar sinopsis y adjetivar con complacencia. En la prensa, sus reseñas son absurdamente breves y descriptivas, y por lo general vienen acompañadas con fotos del doble de tamaño que el cuerpo de texto.
Cuando entrevistan a alguien, lo hacen en función de la popularidad del entrevistado, y por eso siempre priorizan la presencia de actores y estrellas antes que la de otros profesionales. Quizá exista entre ellos algún estudioso del cine, pero, por las razones que sea -de elección u obligación- siempre terminan siendo funcionales al cine dominante.
Sin embargo, al ser tan abierta y llana su función y sus métodos, son exactamente iguales a cualquier otro promotor o promotora y -de la misma manera que nadie espera que la chica que trata de convencernos de comprar determinada marca de sopa en un supermercado critique el producto que se supone intenta vender- resultan irrelevantes, por lo que es mejor pasar rápidamente a la siguiente categoría.
Los criticoides tampoco se ajustan demasiado a lo que normalmente se entiende como críticos. Abundan en los medios escritos y hasta en las revistas especializadas, pueblan los sitios web y son mayoría en las críticas de youtube y otros dominios. Se supone que son expertos, pero eso no se ve reflejado en sus exposiciones. Su característica primordial es valorar sin justificar, opinar sin respaldar sus dichos. La diferencia entre un criticoide y un crítico es que los primeros carecen de las herramientas necesarias para justificar sus opiniones o, si las tienen, no les interesa utilizarlas, tal vez porque creen que su gusto o que su firma bastan. Fiarse de una crítica infundada es confiar en la valoración de un opinador que cree tener un gusto elevado, prodigioso, que piensa que por haber visto más cine que los demás sus opiniones se vuelven significativas. Pero en fin, estos instructores ilusos tampoco interesan demasiado.
Los únicos críticos que merecen tal nombre, son los que demuestran un esfuerzo por justificarse. Es cierto que muchas veces la justificación de afirmaciones mínimas puede resultar engorrosa, inviable por cuestiones de espacio o sencillamente aburrida. Pero los enunciados que resumen una crítica, tipo "Tripulación Dave es una mierda" o "Pulp fiction es una obra maestra", o "300 es una película neo-fascista" deberían ser respaldados con claridad y transparencia. Claro que no siempre es fácil encontrar razones objetivas para justificar experiencias y valoraciones subjetivas, pero los críticos que vale la pena leer son los que se estrujan los sesos por dar con ellas.
Con estos críticos en particular se puede estar en desacuerdo, con ellos pueden haber disentimientos mortales en materia de gustos y a veces hasta indignan o su estilo resulta llanamente molesto. Pero no se puede cuestionar su condición de críticos críticos. El problema de estos sujetos es que pueden tener una sensibilidad extravagante, a veces se centran en cuestiones mínimas que a nadie importan y en muchos casos contrabandean sus opiniones como si se tratasen de datos de incontrarrestable objetividad. Aquí un puñado de “pistas” para no dejarse embaucar por estos entusiastas del material fílmico.
Hay que tener especial cuidado cuando los críticos hablan de un cine “contemplativo”; esto normalmente quiere decir que el filme reseñado es de corte trascendental, quintaesencial, demiurgico y extra-diegético, y que para verlo es buena idea tomarse medio litro de café antes, quizá durante la proyección. Es frecuente que buena parte de los críticos califique a este tipo de películas con una inmensa cantidad de asteriscos. Cuídese de la sobreabundancia de asteriscos, sobre todo si la película es de origen chino, japonés, malayo, griego o ruso, y especialmente si está firmada por directores de apellido Kiarostami, Sokurov, Reygadas o Weerasethakul. Es probable que un clímax de virtuosismo sea un plano fijo de veinte minutos de duración, de un árbol cuyas hojas son mecidas suavemente por el viento.
Otro adjetivo peligrosísimo cuando es esgrimido por los críticos es “sugerente”. Rehuya como a la peste de las películas encumbradas por su poder de sugerencia. Lo que suele suceder en estos casos es que, al aburrirse mortalmente, el crítico se embarca en procesos creativo-interpretativos, y es así que filmes soporíferos e intragables se convierten en obras maestras incuestionables. Los mortales no sólo no podrán disfrutar de ellas, sino que además caerán en la cuenta de que su limitada percepción les impide acceder a tan elevada significación.
Otro par de términos que gustan mucho a los críticos son “sobrevalorado” y su antónimo “subvalorado”, y son utilizados normalmente para manifestar desaprobación por consensos generales hacia determinada película o director. Estos vocablos son más elocuentes de lo que parecen. En primer lugar se desprende que la probabilística juega en contra de quien se explaya, ya que existe una mayoría de personas con una opinión opuesta. Es recomendable, en estos casos, no hacerle caso al crítico. En segundo lugar, el término deja de manifiesto que el crítico estuvo leyendo reseñas ajenas antes de expedirse, que está opinando como reacción al consenso general, y que, con seguridad, no esté siendo del todo justo con el objeto reseñado. Desconfíe de las críticas en las que se utiliza cualquiera de esos términos.
Y mucho, muchísimo cuidado con el término “interesante” aplicado a algún aspecto de una película. El crítico está llamando la atención sobre algo atípico, que escapa a los estándares fílmicos. Pero de ahí a que lo que se señala sea realmente interesante, un mundo. En las puntuaciones con asteriscos que la crítica utiliza frecuentemente, la calificación “interesante” equivale a dos asteriscos en cinco, es decir, a películas menos que buenas, y algo mejor que llanamente malas. El “interesante” del crítico puede significar que normalmente destruiría la película, pero que ese día se despertó compasivo y de buen humor.
Debo confesar que evito a toda costa las películas “interesantes”, pero más que ninguna, a las adjetivadas por la crítica como “amables”, término más terrible aún. La amabilidad en el cine es lo contrario a la intensidad, y está claro que los filmes gentiles no emocionan, no hacen pensar demasiado, no sorprenden y quizá entretengan, pero no mucho. Las grandes películas, pertenezcan al género que sea, incluso comedias románticas o musicales, tienen sus costados trágicos, descolocan, sorprenden en algún momento, pero la “amabilidad” no es una de sus características. El cine memorable está cubierto de alambres de púas, no de franelas. Ni uno de los grandes directores de la historia del cine se caracterizó por hacer filmes de este tenor, y de haberlos filmado, esas obras habrán caído en el más penoso de los olvidos. ¿Para qué perder el tiempo, entonces, en películas amables?
Cada día me aseguro más de que al ser uno de los géneros más subjetivos del periodismo, la crítica de cine varía de acuerdo al estado de ánimo del cronista, depende de las horas de sueño adeudadas que tiene cuando va a ver la película, de los prejuicios o preconceptos que acarrea respecto a directores o géneros, de la información que consume antes y que lo predispone de cierta manera. Todas estas variables no pueden verse reflejadas en una reseña, por lo que se vuelve imperativa una lectura crítica de las críticas. Una vez asumidas estas cuestiones, el material regurgitado periódicamente por los críticos puede convertirse en un arma provechosa para enriquecer la mirada y quizá para poder guiarse, con relativa autonomía, por un vastísimo terreno de ofertas cinematográficas.



Publicado en Brecha 8/8/2008

viernes, 1 de agosto de 2008

Ficción (Ficció, Cesc Gay, 2006)

Deseo vs. represión


Con sólo tres largometrajes de su autoría (Krampack, En la ciudad, Ficción) y uno de dirección compartida (Hotel room) el catalán Cesc Gay ya se alza como uno de los más importantes directores españoles de la actualidad, y sin dudas de los más sólidos, considerando la calidad de cada una de sus obras. Gay ha sido sobradamente talentoso plasmando los conflictos existenciales característicos de diversas etapas de la vida -la adolescencia en Krampack, la treintena en En la ciudad, la llegada a los cuarenta en Ficción-, y en exponer con tono intimista y sobrio personajes que llegan a un punto de inflexión, a una vivencia que los sacude y con el que lidian de maneras dispares.
Ficción es una película forjada con diálogos a medias, con verdades no dichas, con silencios. La línea argumental es mínima: un tímido e introvertido director de cine, casado y con hijos, va a pasar unos días solo por la casa de un amigo en los Pirineos, en busca de calma e inspiración. Allí, amigos mediante, conoce a Mónica, una mujer que también está de paso por el pueblo. Entre salidas a las montañas, paseos a caballo y vueltas fortuitas comienza a surgir entre ellos una sutil y creciente tensión amorosa, reprimida por ambos.
Si en apariencia se trata de una película en la que “no pasa nada”, por detrás de la apacible superficie, de las buenas formas y de las fachadas de los personajes puede percibirse, en gestos mínimos, los torrentes emocionales que subyacen, la mortal lucha interna entre pulsiones y represión que aqueja a los protagonistas. Ficción avanza sosegadamente hasta llegar a puntos de una tensión e intensidad impensada para una historia tan sencilla. Llegado cierto punto en que la contención de los personajes roza lo intolerable, surge un clímax final profundamente gratificante y emotivo, aunque la película en su totalidad deje un retrogusto amargo. Los chispazos de felicidad son demasiado efímeros como para tratarse de una comedia romántica, ciertos destellos de esperanza la distancian del drama; Ficción transita ese género incierto en donde se ubican películas de amores no consumados o consumados a medias como Breve encuentro (Lean, 1945) o Con ánimo de amar (Wong, 2000).
Gay parece tomar ese sosiego atribulado tan propio de los personajes de Wim Wenders, así como la calma hipnótica de sus películas. Y algunas tomas desde dentro de un auto en movimiento con acompañamiento musical de Nick Cave dejan en evidencia la decisiva influencia del director alemán. Por otra parte, las increíbles actuaciones, la abundancia de diálogos en los que no importa tanto lo que se dice sino lo que corre por detrás, la ausencia de un hilo narrativo que encauce la historia hacia un sitio determinado y la apariencia de verosimilitud recuerdan sobremanera al cine del maestro francés Eric Rohmer. Para remontar semejantes influencias y no morir en el intento se requieren agallas y talento. Cesc Gay los tiene, y de sobra.
Publicado en Brecha 15/7/2008