martes, 4 de enero de 2011

Cine argentino de género

Inyección de vitalidad

Las películas “de género” suelen considerarse como tales en oposición a aquellas más libres, serias y “de autor”, pero sobre todo cuando reproducen determinados parámetros reconocibles, similares a los de centenares de otras películas. El público consumidor busca esas pautas y las exige, y por lo tanto puede decirse que un género se define en tanto existe una audiencia que lo reconoce. Para orientarse mejor, una película pertenece a un género específico cuando puede encasillarse con facilidad en alguna góndola de video-club.
Así como suele considerarse que Pizza, birra, faso (1998) de Adrián Caetano es uno de los puntos decisivos que suponen el comienzo del “nuevo cine argentino”, de la misma manera podría arriesgarse que esta suerte de “nuevo cine argentino de género” surge a partir del año 2000, con la película Nueve reinas (2000) de Fabián Bielinsky. Hasta entonces el cine popular argentino podía considerarse chato y rutinario, cuando no directamente intrascendente, pero entonces comenzaron a aparecer, de golpe y sin aviso, obras de género que no sólo competían en calidad con las mejores películas de género del cine mundial sino que, en algunos casos, llegaban a superarlas.

El policial negro. Bielinsky y Trapero. La muerte prematura de Fabián Bielinsky fue uno de los golpes más duros para la cinefilia en los últimos años. El hombre supo estar empleado durante quince años como ayudante de dirección por Carlos Sorín, Marcos Becáis y Eliseo Subiela, y recién comenzó a filmar por su cuenta a los cuarenta años. Su filmografía es lamentablemente escasa, pero de todos modos su nombre se ha ganado un merecido espacio en la historia del cine argentino. Nueve reinas fue una propuesta sumamente original que contaba la historia de dos estafadores (Ricardo Darín y Gastón Pauls) que se desenvolvían en el hampa bonaerense como peces en el agua, y que se veían envueltos en un negocio de medio millón de dólares. Nueve reinas marcó algunas de las pautas que comenzarían a reproducirse en el posterior cine argentino: un registro aterrizado, en el que un policial negro era traído a una realidad cotidiana y reconocible y protagonistas cuestionables y de poca monta, que se arrojaban a actividades delictivas. El mérito de la película es aún mayor si se considera que dio las pruebas de que Darín funcionaba maravillosamente en la pantalla grande, y que podía desempeñarse en papeles distintos a los que solían destinarle. El rostro de Darín sería, de aquí en más, una constante en este nuevo cine argentino de géneros.
Más adelante Bielinsky lograria con El aura (2005) su culminación, aunque la crítica no le correspondió en primera instancia. Se trata de un thriller angustiante, tenso y atmosférico, en el que un taxidermista (otra vez Darín) sufría inquietantes ataques epilépticos mientras era acechado por sujetos temibles, en medio de un frondoso bosque. Una película que empieza reposadamente y se toma sus tiempos para empezar, pero que incorpora tensión in crescendo, alcanzando puntos pavorosos y directamente fantasmagóricos. Nunca se había visto un cine argentino tan inmersivo, ni que presentara semejantes climas.
Pablo Trapero, por su parte, es un cineasta que suele identificarse con el “nuevo cine argentino” más de autor, y algunas de sus películas (Mundo grúa, El bonaerense) se consideran hitos iniciáticos del movimiento. Pero aunque Trapero se mantenga fiel a su vocación realista y documental, con sus últimos dos largometrajes pareció inclinarse hacia el terreno de los géneros. Leonera (2008) quizá sea la mejor y más memorable de las películas de cárceles de mujeres, ya que el director supo darle seriedad a un registro que ha sido utilizado mayoritariamente para hacer cine de explotación; es decir, poco más que una excusa para mostrar violencia y muchos desnudos. Sólida e inteligente, la película escapa a esa frivolidad y muestra con acierto una realidad carcelaria y ciertas injusticias sociales.
Carancho (2010) es también una obra comprometida con una realidad social, y expone con claridad y excelente ritmo un cuadro callejero en el que ciertas aves carroñeras explotan y lucran con la desgracia ajena. El carancho del título es encarnado otra vez por Ricardo Darín y se trata de un abogado que aparece, sorpresivamente y casi por arte de magia justo en el lugar en el que tienen lugar los accidentes de tránsito, para ofrecer sus servicios a los damnificados e intentar así extraerle dinero a las aseguradoras. Violenta, contundente y trágica, otro punto alto de este nuevo cine.


Comedia. Burman, Taratuto y Campanella. Bien es cierto que las comedias más interesantes y trascendentes presentan todas ellas sus costados dramáticos, y en este sentido el cine argentino ha sabido aportar, últimamente, grandes películas. Daniel Burman (Derecho de familia, El nido vacío) parece ser un director más bien irregular, pero también es cierto que supo construir con notable verosimilitud ciertos cuadros cotidianos, y que aún sus películas más flojas son sumamente amenas y mantienen el interés. El abrazo partido (2004) es su mayor obra hasta la fecha, y en ella demostró su habilidad para exponer ambientes familiares con agilidad, así como su buen oído para los diálogos y su buen sentido del ritmo. Su tocayo y actor fetiche, Daniel Hendler, aportaba dinamismo al relato y su presencia le dio un extra de emoción al grandioso clímax final, una descomunal estampida por las calles del Once por parte de un chico que aparentaba ser más bien apagado y holgazán. Lamentablemente hoy Burman parece estancado en sus propias fórmulas de éxito, y corre graves riesgos de convencionalizarse y de continuar transitando un cine de corte minimalista, quizá interesante y amable, pero carente de sorpresas y vuelo cinematográfico.
Juan Taratuto (Quién dice que es fácil, Un novio para mi mujer) tampoco pudo superar aún su ópera prima No sos vos, soy yo (2004), ese inteligente y divertido acercamiento a la ruptura amorosa de un cuarentón, interpretado por Diego Peretti. Taratuto creaba con soberbia precisión una transición de angustia, dolor, desesperanza, ilusión y finalmente superación, presentando un personaje creíble y humano, colmado de defectos, y en los cuales uno podía verse reflejado sin dificultades.
Por otra parte, Juan José Campanella (El hijo de la novia, Luna de avellaneda) seguramente sea el más polémico de todos los directores aquí nombrados, y conviene aclarar que no es de especial agrado de este cronista. Habiendo ganado recientemente un oscar a mejor película por El secreto de sus ojos (2009) su carrera parece estar en un punto álgido, y de seguro seguiremos escuchando sobre él durante un buen tiempo. Alternando la comedia liviana con el drama de impacto, Campanella sabe hacer fluir los relatos, aportando anécdotas atractivas, un buen trazado de personajes y ritmo ágil, pero también incurre en ciertos “vicios” que a muchos importuna. La sobreabundancia de diálogos “ingeniosos” y cancheros, así como la incansable búsqueda de un sentimentalismo efectista, redundan en aproximaciones pretenciosas y cargantes, muchas veces rechinantes y cursis.



Caetano, el Western y otros. Adrián Caetano es una rara avis dentro del cine argentino. De bajo perfil, el director evita las pompas festivaleras, no hace apariciones en sociedad, y quizá por ser él mismo un marginal de los círculos del stablishment fílmico, la crítica especializada muchas veces no sabe como calificarlo. Cuando junto a Bruno Stagnaro filmó Pizza, birra, faso, un cuadro lumpen inserto en pleno conurbano bonaerense, ya demostraba su interés por el clasicismo narrativo y los géneros. La lucha por la supervivencia en el submundo del hampa, la constante sensación de peligro y paranoia, y la fuga final hacia otro país y hacia un devenir más promisorio bañaban la película de los aires derrotistas del mejor cine negro. Un oso rojo (2002) seguramente sea de los mejores westerns concebidos en los últimos años: sustentado en buena parte sobre los hombros del gran Julio Chávez -al que ningún otro director logró darle semejante presencia en la pantalla- mostraba la violencia constante a la que era expuesto un outsider que luchaba por dejar de serlo. De portentosos aires épicos, el Oso entraba a un saloon -un bar de mala muerte, en rigor- y debía agarrarse a piñas o a balazos contra media docena de matones, rememorando los mejores momentos de Clint Eastwood.
No es menor que Caetano haya concebido una de las más vibrantes series televisivas sobre la vida carcelaria: Tumberos, y que con su notable Crónica de una fuga (2006) haya pormenorizado detalladamente la vida y la posterior huida de un centro clandestino de detención y tortura en plena dictadura argentina. Quizá los puntos más fuertes de Caetano sean su capacidad para darle a los diálogos un aire casual y creíble, su notable dirección de actores y su viciada y agreste puesta en escena. En definitiva, su capacidad para generar atmósferas de superficie realista. Considerando las películas y los cineastas nombrados anteriormente, es palpable la influencia del cine de Caetano sobre el resto del cine argentino de género – y seguramente sobre el cine de autor, también- y éste es un elemento que, de momento, la crítica especializada no ha ponderado en su justa medida.

Damián Szifrón. Quizá más que por sus películas, Damián Szifrón es reconocido por haber creado la brillante serie televisiva Los simuladores, en la que, al igual que en Los magníficos, un grupo clandestino de sujetos con habilidades específicas era contratado para misiones especiales. El atractivo de los personajes y de las anécdotas, la superficie lúdica y la gran inventiva general son puntos fuertes que Szifrón supo mantener también en su producción fílmica: El fondo del mar (2003) es un notable ejercicio hitchcockiano, en el cual un desquiciado Daniel Hendler era arrastrado por los celos y perseguía durante toda una noche a su novia (Dolores Fonzi), metiéndose en más de un problema. Y una inyección de frescura y vitalidad es Tiempo de valientes (2005) la divertidísima historia de un psicólogo (Diego Peretti) que, a raíz de un accidente de tránsito se ve obligado a realizar tareas comunitarias, y debe brindar sus servicios a un inspector de la Policía Federal, con consecuencias inesperadas.
La gran diferencia de Szifrón con el resto de los cineastas nombrados es que no parece verse atado a una superficie terrenal, y en ese sentido es el que más ha utilizado y se ha dejado influir por los géneros cinematográficos. Szifrón no busca verosimilitud ni parece tener como prioridad mostrar una realidad social, sino en cambio algo tan sencillo como divertir y divertirse. Comedia, acción, policial, thriller, todos esos términos genéricos juntos pueden servir para describir sus películas.

¿Y por casa? No es extraño que grandes sectores de la cinefilia miren con desdén y por encima del hombro al cine de géneros en general, y que lo consideren un entretenimiento trivial o una pérdida de tiempo. Pero lo cierto es que el cine de género hace tiempo que dejó de ser solamente el puntal desde el cual la gran industria se afirma para seguir existiendo, y hoy en día es también un punto de apoyo para nuevos cineastas del resto del mundo. Los géneros son utilizados para exponer inquietudes artísticas, se deforman y se reinventan, y sirven a las cinematografías periféricas para ampliar los públicos, tanto locales como extranjeros. En Uruguay, mucha trascendencia se le da al cine local serio y de autor, y pocos han comprendido la crucial importancia de películas como Mal día para pescar o Miss Tacuarembó. Los géneros dan vitalidad, nutren de experiencia al oficio y expanden horizontes. Y en muchos casos, también ofrecen cine memorable de verdad.


Publicado en "Dossier" 1/2011

4 comentarios:

Clau dijo...

Excelente y muy didáctico pantallazo a una buena cantidad de años de cine argentino de género. En líneas generales -a excepción de detalles puntuales- coincido con tus pareceres. "El aura", qué duda cabe, es una película extraordinaria, que quizás algún día sea reconocida en su justa medida.

Un saludo.

babel dijo...

Diego, qué buen repaso al cine argentino! No estoy demasiado al día, así que tomo nota de algunos títulos para localizarlos en breve. La última argentina que he visto es "Carancho", y no me ha acabado de convencer. No sé porqué se tiende a imitar el cine hollywoodense, a copir ciertos parámetros que suenan artificiales porque no son propios. En el cine español también sucede esto, a menudo. Supongo que se busca el éxito comercial... Ya me han dicho varios que "leonera" es mejor.

Saludos y feliz año!

elJotapé dijo...

Coincido plenamente en casi todo (sobretodo en los palos a Campachela (sic)).
Lo único que no me va es los simuladores y las 2 o 3 pelis que pusiste en las que está Peretti(de allí quizás que no me va simuladores).
Coincido perfectamente en la expresión paradójica de que el mejor actor Argentino es Uruguayo (Hendler), bien explotado por Burman(quien cada vez está más creído y peor director), pero en especial en "Los paranoicos" (muy buena peli si las hay).

No sé que tanto sabrás de cine Argento (probablemente más que yo), pero te digo a vos y al que le sirva, que el mejor director argentino (a mi gusto, OJO!) es Mariano Llinás (quizás ya viste "Ha. extraordinarias" y "Balnearios", 2 excelentes películas), pero no quería dejar de nombrarlo.
Y también quisiera agregar una pequeña joyita de hora y media filmada con tan solo (+/-)27 planos (los conté yo mismo en el cine) que se llama "Lo que más quiero" y su directora es Delfina Castagniño (para que te dés una idea es del "grupo" de Llinás y ayudo con "El amor primera parte" (otra buena peli para el que no la vió).

Completamente cierto lo de esa puta tendencia de filmar películas de acá (soy de Argentina) para que afuera las vean como propias, o mejor dicho como "no tan ajenas" como "el secreto..."o como dice Babel "Carancho" (confieso que aún no la ví).

Del cine Uruguayo solo puedo decir que ví "Whisky" hace 3o4 años y me pareció muy buena (tendría que volver a verla, a esa y a otras del mismo director que un amigo me dicen que también está buena, como verás no me acuerdo ahora el nombre)

Me olvidaba también son muy buenas pelis las de la dupla Cohen-Duprat "El hombre de al lado", está en mi top 15 de películas del 2010, y "El artista" también está bastante buena. Lástima que a estos también se les esté agotando la inventiva y para la próxima pelicula cuenten con Emilio Dissi (no quiero ser prejuicioso pero...)

P.S: Perdón por la extensión del comentario.

Diego Faraone dijo...

Si sí Clau, concuerdo que lo mejor de lo mejor de lo nombrado es El aura...

Babel! Mirá vos, a mí Carancho me encantó, y me pareció lo mejor de Trapero. Creo que logró meterle un aire rioplatense y tanguero a una película de género. Leonera está muy bien, y Nacido y criado también, al mismo nivel. Creo que Trapero es un tipo que se supera día a día, y su mujer, Martina Guzmán... qué decirte, como suele decirse por estas latitudes, un "camionazo".

el JP! Muerte a Campachela! Me gustó mucho Historias extraordinarias (Balnearios sin embargo no me llegó mucho), y también Los paranoicos. Estas dos no las incluí en este abordaje porque me parecería muy forzado integrarlas como parte de algún género.

Me apunto Lo que más quiero y El amor primera parte, voy a ver si las consigo.

Y en fin, se nota que tenemos gustos parecidos, porque también nombrás El hombre de al lado, que también reseñé brevemente hace poco. En fin.

Buen cine y un gran abrazo para los tres!