viernes, 28 de enero de 2011

Cine y excesos juveniles

Los indeseables, y los necesarios



Quizá ninguna película hable tan bien de los excesos como Trainspotting. Allí está esa juventud desaforada, violenta y antisocial que desde una voz en off increpa al espectador, cuestionando algunos nichos de la sociedad bienpensante. “Elige una carrera, una familia, una TV inmensa. Elige lavarropas, autos, CDs y abrelatas eléctricos. Elige la buena salud y el colesterol bajo. Elige las hipotecas a plazo fijo. Elige una primera casa. Elige a tus amigos. Elige la ropa informal. Elige un traje de tres piezas comprado en cuotas...y preguntarte quién mierda eres un domingo temprano. Elige sentarte en el sofá y mirar programas estupidizantes mientras comes comida chatarra. Elige pudrirte en un hogar miserable, siendo una vergüenza para los malcriados que has creado para reemplazarte. Elige tu futuro. Elige la vida. ¿Por qué querría elegir todo eso? (…) ¿Las razones? No hay razones. ¿Quién las necesita si hay heroína?”.
Y este grito maleducado surge en el preciso momento en que ellos deben comenzar a cargar con la mochila de su futuro, justo cuando se les impone madurar de golpe y pensar en una orientación y una independencia. Y su elección es ser yonkies. El yonkie no trabaja, no tiene pareja, ni responsabilidades, ni una moral aparente. Reniega del futuro, sólo le importa el hoy y su único credo es sorber el exceso hasta lo imposible, sin pensar en consecuencias. En cambio, los protagonistas de Requiem por un sueño no eran antisociales sino que, por el contrario, buscaban integrarse a la sociedad y al sueño americano mediante su gusto por los excesos, vendiendo y traficando la heroína que tango gustaban de consumir, y obteniendo un rechazo violento, nefasto e irreversible. En Kids, los adolescentes protagonistas buscaban desflorar todas las vírgenes que pudieran, y beber y drogarse hasta perder la conciencia, mientras el virus del sida los sobrevolaba, sin que ellos lo supieran. ¿Las razones para su comportamiento? Padres ausentes, una educación lamentable, instituciones en decadencia.
Algunas películas asiáticas, como las japonesas L’amant y All about Lily Chou-Chou o la surcoreana Samaritan girl dan cuentas del extendido hábito por el cual colegialas de buen pasar se prostituyen con hombres mayores para obtener dinero fácil. La francesa El odio se enfoca en tres jóvenes de la banlieue parisina, hartos del maltrato policial, de la marginalización y de la exclusión, y expone notablemente el imparable círculo vicioso de violencia en el que se encuentran y que reproducen.
En todos los casos existen grandes riesgos pero, ante todo, una necesidad imperiosa, desesperada de escapar de los esquemas y del sitio que la sociedad les ha deparado. Lo curioso es que en el cine uruguayo los excesos parecen ir en sentido contrario. Exceso de aletargamiento mental, de inacción, de pelotudismo. Alguien dijo acertadamente que los protagonistas de Whisky podrían ser los adolescentes de 25 Watts varias décadas después, y en un punto intermedio se podría colocar a ese treintón errante, apático, casi zombi de Hiroshima. La injustamente desestimada La perrera tenía un final memorable, y parecía dar alguna razón a esta inmovilidad. El hijo rebelde, indignado, procedente de La pedrera se distanciaba de su padre y de la estabilidad hogareña y se jugaba a probar suerte en Montevideo. Aquí no lograba dar con los pocos amigos que podían ayudarlo y se veía forzado a pasar la noche dormitando, sentado, en la terminal de Tres cruces. Es evidente que al poco tiempo tendría que tragarse todo su orgullo y volver, cabizbajo, a rogarle cobijo a su padre. La perrera parecía decir que la sociedad, igual de apática y estanca que los personajes que pueblan estas películas, no da posibilidades a la juventud, y que en este país ni siquiera existe la posibilidad de rebelarse cuando es necesario. Y el riesgo aquí no es menor, y se encuentra en los daños que los mismos personajes acaban infligiéndose a sí mismos. A nadie le extrañaría que los protagonistas de Whisky murieran de cáncer al cabo de unos años, como una última somatización de décadas de frustración acumulada.
Aunque Miss Tacuarembó hable también de una imposibilidad, al menos da cuentas, en su forma, en su contenido y en su propia afectación y desparpajo, que el exceso, ese otro exceso juvenil, festejante y festejable, es posible. Y que por fortuna, no todos los uruguayos somos zombis.

Publicado en Brecha 28/1/2011

2 comentarios:

Roberto Carlos dijo...

Buen comentario Faraway, me dejó pensando y atando alguna cosa.

No ví Miss Tacuarmebó, ni Hiroshima. Habiendo leído otros comentarios aparte del tuyo sobre ésta última, no me cuesta nada imaginar al protagonista.
Pero no importa, lo que me interesa comentar es eso que mencionas sobre un lugar como Montevideo o Uruguay, donde parece ser imposible rebelarse. En cierta forma, pensando desde 25 Watts y Whisky, donde la vida puede ser en una importantísima medida, absolutamente un tedio.

Personalmente, aunque Whisky la verdad me paspó, de todos modos creo que ambas son excelentes retratando lo que era por momentos la vida de muchos en esos años tan particulares previos y posteriores a la crisis del 2002. Y en cierta forma por eso mismo creo que Whisky me resultó así, porque justamente la vida de Jacobo era un tedio, un descuido para consigo mismo continuo, y un cero de voluntad para cambiar, innovar, arriesgar.
Vaya si adoleceremos la falta de estas tres cosas en este país.

Claro, por otra parte, me agrada leer lo que comentás de Miss Tacuarembó. Dani Umpi no es una figura que precisamente me caiga muy simpática, y no estoy muy seguro que una película con Natalia Oreiro me agrade. Más bien lo contrario. Por tanto le juegan bastante en contra a que me ponga a verla. Pero bueno, vuelvo a lo mismo, me gustó tu comentario: “no todos los uruguayos somos zombis”. Y comparto que esto se inscribe en algo verdaderamente mucho más grande que trasciende al cine o al arte, aunque allí se expresen de forma particularmente notable, como insinuas.

Una abrazo grande, y saludos.

Diego Faraone dijo...

El Maik, a mí también me paspa Whisky! En fin, a lo mejor no somos tan pocos.
Y seguramente no te guste Miss Tacuarembó. Pero igual creo que es muy meritorio lo que lograron hacer. Es un entretenimiento deliberadamente kitsch, luminoso, musical y amanerado (gay, digamos)y bueno, haber logrado con cierta dignidad eso, en nuestro país, para mí es todo un logro...

En fin, vamo arriba y hay que marcar la diferencia, en cuanto a la grisura y la medianía imperante en este cacho de tierra. Un gran abrazo!