viernes, 8 de abril de 2011

El cine de Takashi Miike

Mi amigo Miike

El estreno de A big bang love: juvenile, una de los filmes menores del director Takashi Miike, es tan sólo la excusa para extenderse sobre su obra. Aunque no sea muy conocido por estas latitudes, se trata de una figura de culto mundial y uno de los más importantes cineastas japoneses de la actualidad. Seguramente el más provocativo y transgresor. Quizá, el más influyente.



“Ultimo de los artistas-anarquistas, Miike pinta con sangre inquietantes y duraderos paisajes. Propios y ajenos. Tengan cuidado.” Guillermo del Toro.

Luego de analizar superficialmente el fenómeno de Takashi Miike uno llega a la conclusión terminante de que el director no es en realidad un ser humano, sino una máquina. Sólo así podría explicarse que haya filmado 80 películas en 20 años, y que en sus períodos de mayor productividad llegue a terminar ocho en tan sólo un año. Y aunque suela ser considerado como uno de los principales cineastas independientes de Japón, también es cierto que suele aceptar cuanto encargo le proponen, películas para distribución en video –como la brillante Visitor Q, una especie de Teorema aggiornada, que explora las perversiones sexuales de la familia japonesa- o para la televisión –su también genial y ultracensurada Imprint, una inmersión en el terror más intolerable-, y así como puede hacer clases B de presupuestos irrisorios, también logra producciones costosas como su reciente filme de samurais 13 assassins. Miike encarna como nadie la categoría de director de culto; internet ha forjado un ejército de fans de todo el mundo que explora y busca hasta sus películas más recónditas, y su reputación de cineasta maldito trasciende fronteras como la de nadie.
Es cierto que también lo ayudó mucho el hecho de que se dio a conocer en los festivales de occidente con películas utraviolentas (Dead or alive, Izo, Audition, Ichii the killer) logrando despertar la curiosidad de una buena cantidad de frikkis sedientos de hemoglobina. Pero aún en estas obras colmadas de sangre a raudales, escenas de tortura y climas de pesadilla, puede verse una notable marca autoral, una considerable carga alegórica, y sobre todo, mucho talento y ganas de hacer y de transmitir inquietudes.

Hacia el extremo. Pero la veta transgresora de Miike no es solamente una cuestión de acumular sexo y violencia –cuanto más se conoce su obra más se echa por tierra el preconcepto- sino que se encuentra en la búsqueda de la incomodidad y de la ruptura de parámetros estéticos y genéricos. La búsqueda de la innovación forzando los límites de una forma u otra, destruyendo universos establecidos y esquemas mentales. Sus películas son incalificables y hasta pueden cambiar de registro, abruptamente y varias veces, descolocando al espectador acostumbrado a los géneros habituales. El cine de yakuzas, el terror, la comedia, el drama, el western, la ciencia ficción, el musical, la acción, el animé, el cine épico, el cine de superhéroes, el cyberpunk y hasta la fantasía familiar suelen ser utilizados por el director, pero sin que ninguna de sus películas pueda calzar cómodamente en una u otra categoría. Y en un universo tan estructurado como el japonés, en el que existen calificativos y nombres genéricos para casi todo, que un artista escape de tal manera a toda posible definición es realmente meritorio. Audition empieza como un melodrama a lo Douglas Sirk, se convierte luego en un thriller oscurísimo, y termina sumergida en el gore. Gozu es algo así como que David Lynch y Cronenberg hubiesen parido un hijo mutante. Crows zero 1 y 2 y Yatterman son divertimentos que extrapolan el universo del anime al cine de actores de carne y hueso.

Mal de la cabeza (qué te pasa). En una escena determinante de Dead or alive 1, durante un aterrizado y doloroso duelo callejero, un policía y un yakuza se perforan a balazos, vaciando sus cargadores uno sobre el otro. Aún parado y agonizante, uno de ellos se arranca un brazo y lo tira al suelo, para luego extraer un lanzamisiles. El otro desenvaina una bola de plasma, y al arrojársela a su oponente genera una explosión nuclear que destruye Japón.
Y qué se podría decir de una película como Andromedia, que empieza como un típico musical adolescente, chillón y luminoso –al estilo Hannah Montana- de un grupo pop real, llamado Speed. Pero a los quince minutos de película la líder del grupo muere atropellada por un camión, quedando –cuándo no- su alma atrapada en una computadora. Unos villanos cybernéticos tratan entonces de atraparla para conocer el secreto de la inmortalidad.
No es fácil definir un “estilo” Miike, el lector hasta aquí podría suponer que el director solamente se dedica a la bizarrada pop, pero lo cierto es que en su obra también abundan las películas más serias, detenidas, complejas y hasta poéticas como Bird people in China, Sabu, Shangri-la (¡cine social!) o esta A big bang love: juvenile. Sus obras desprolijas, sucias y con efectos especiales deliberadamente berretas -presumiblemente por la falta de presupuesto- se caracterizan por su demencia kitsch y el tono desenfadado en el que homenajea a los géneros populares. Pero de a ratos también logra películas cuidadas y de una exquisita belleza formal.

Cinecatarsis. Es evidente que el cine japonés, en breve, se transformará para siempre. Un obvio punto de inflexión se avecina, en el que seguramente se potenciarán las demencias apocalípticas, las catarsis audiovisuales y las pesadillas lisérgicas presentes en el país. Ante este nuevo panorama, no es arrojado augurar que Miike, iconoclasta nato y anarquista de la imaginación, cumplirá un papel preponderante en la formación de un nuevo imaginario cultural.

“Big bang Love”
Miike no es Lynch


Ver una película de Takashi Miike es siempre una experiencia única, y por tanto vale la pena hacerlo. Aunque se trate de una producción fugaz, una de entre tantas que el hombre saca como churros, vale la pena al menos para asistir a una originalísima forma de experimentación, de concepción de nuevas formas. Aquí no han pasado quince minutos de película y el espectador no tiene idea de si está viendo una película de amor gay, un drama carcelario, una parábola de tipo Dogville –hay un fondo negro casi permanente, y escenarios despojados, con líneas en el suelo tipo maqueta- o un despliegue estético y poético del estilo Kim-ki duk. Para colmo, en una escena concreta aparece una figura fantasmal, una mujer con largos cabellos negros que le ocultan el rostro; la imagen característica del j-horror (horror japonés) surge de entre las penumbras. Esto es Miike puro. El fantasma no volverá a aparecer en el resto de la película, pero es un elemento más que sirve para generar esa sensación de incomodidad, de estar perdido sin saber qué cuernos es aquello que se está viendo.
Ariyoshi, que trabaja en un bar gay, es acosado sexualmente por un cliente. En consecuencia, lo asesina de forma brutal y poco convencional. Es transportado entonces a la cárcel donde transcurre la acción y donde conoce a Kazuki, un joven yakuza también condenado por asesinato. Aquí es que surge una mutua atracción entre ellos, pero el vínculo se ve frustrado por la repentina y enigmática muerte de Kazuki, y allí comienza una pesquisa policial para dar con el asesino. Miike utiliza sus recursos para dar una idea de enajenamiento onírico y embotamiento emocional. En medio de una escena de pelea cuerpo a cuerpo -¡qué bien que filma Miike las peleas! años de hacer películas de yakuzas no fueron en vano- los oponentes desaparecen abruptamente, lográndose sugerir la locura y la confusión de los planos de realidad. A esto se suman un rostro que se borra, seres que de repente se ven como niños, personajes que se desvanecen mágicamente, alucinaciones, desangramientos inexistentes –como Tarantino o Burton, Miike busca en la sobreabundancia de sangre un efecto poético- los intentos de Miike de crear una atmósfera se ven, en este caso, sobrecargados de artificios.
Como en Lynch, Miike no parece decir nada en concreto sino sugerir, generar sensaciones y construir climas. Lynch puede filmar también un sinsentido, pero deja la sensación de haber atravesado una experiencia envolvente y gratificante. Miike no alcanza eso. La ausencia de un protagonista con personalidad es uno de los principales escollos; la saturación de intertítulos en algunos diálogos entorpecen la narración en lugar de agilizarla y, en consecuencia, la película se hace algo larga a pesar de durar apenas 85 minutos.

Publicado en Brecha el 8/4/2011

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Sin palabras. Miike te pone a prueba, como las buenas películas de este género.

Un genio...

Esa versión que tiene con Tarantino, un western, ¿es verdadera?

saludos.

a los tiempos, Faraway.

Manuel Márquez dijo...

Genial visita de la figura de Miike, compa Diego, un director de cuya obra, lamentablemente, apenas conozco nada, pese a que Audition, que sí que ví hace algunos años, es una de las pelis que más me han impactado en la vida (y no, o no solo, por esas tremebundas escenas de tortura, tan particulares, sino por su atmósfera, tan desasosegante). Habría que intentar paliar el problema, vaya que sí. Ah, y felicidades por tu texto: excelente...

Un fuerte abrazo y buena semana

The Lost Films dijo...

Damned ! Yo lo llamo un excelente artículo!

El gaucho insufrible dijo...

Muy bueno Diego, ya hechaba en falta que hablaras algo de Miike, pues el tipo ya es una leyenda para los amantes del cine oriental.

Puedo decir cualquier cosa de Miike pero lo que le queda mejor es "raro".

También es extraño que sea un tipo famoso en su pais por hacer el cine que hace. Es decir, me hace pensar si los japoneses no son más raros de lo que pensé.

En fin, de lo que ví creo que "Visitor Q" fue la que más me llamó la atención, digamos por su bizarrez y no por las toneladas de tripas volando.

No se me olvidan las escenas de la leche , aunque mientras escribo esto me pregunto si no estaré un poco enfermo yo tambien.

Ichi the killer además de toda la sangre, tiene la escena del enano que resulta ser supermusculoso que es memorable, tambien Zebraman es muy graciosa.

De todas maneras digamos que hay que estar en un estado especial para decir "hoy me apetece una pelicula de Miike", yo me quedé a media con varias que ahora no recuerdo el nombre.

Saludos:

PD: Ya me pasé a la escritura yo también, en "El Gaucho Insufrible".

Diego Faraone dijo...

Jesus: Sukiyaki western Django es un western sí señor. Una peli muuuuy rara, y para mi gusto, un tanto pretenciosa. No me gustó; o el subtitulado que yo tenía era horrible, o los cow-boys se pasan diciendo frases trascendentales.

Manu: Miike no es para todos, eso está claro. Igual creo que no hay que dejar de ver Visitor Q e Imprint. Pero como digo, sólo para valientes...

Gracias The lost filmss!!!

Oldboy: Zebraman! no me gustó del todo pero tiene sus momentos. Por ahí ya está circulando también Zebraman 2. Igual, si se trata de ver bizarradas divertidas, nada como la inigualable Yatterman. Mal de la cabezaaaaa.

Me encantó tu blog, te empiezo a seguir, y te linkeo desde acá.

Abrazo para todos!!!