lunes, 8 de agosto de 2011

Entrevista a Renate Costa

Morir de tristeza

En la reciente exhibición de Doc Montevideo, la joven documentalista paraguaya Renate Costa presentó su brillante filme “Cuchillo de palo” en el que indaga en la vida y muerte de su tío homosexual durante la dictadura de Stroessner, busca saber cómo fue él en vida, y trata de comprender las actitudes de su mismo padre.

Lejos de verse afectada por la derrota futbolística de su país en la copa América, Renate se unió a la marabunta festiva del domingo, y cuando tuvo lugar esta entrevista, esbozaba una sonrisa radiante. Pero su rostro sabe adquirir la seriedad pertinente cuando se le habla de su película, de la dictadura de Stroessner y las aberraciones que sufrieron los homosexuales durante el período.

-¿Tu papá vio la película?

-Sí. Una de las cosas que suelo contar es una respuesta que el dio en la Berlinale, cuando hicieron esta misma pregunta. Era la última proyección, y yo me animé a decirle: por qué no bajás vos a responder. La gente no sabía que estaba presente. Y el baja y dice que para él es una película muy muy difícil, de un tema familiar que realmente le dolía mucho, como una espina que tenía clavada. Pero que era una verdad que el vivió como padre, como hermano de Rodolfo y como hijo. Fue la primera vez que lo vi a él reflexionando sobre su propia educación. Además tuvo una actitud muy abierta después de la película, incluso en el estreno llegó a conocer a las travestis, pudo hablar con ellas, conoció a los amigos de Rodolfo.

-O sea, el cambió gracias a tu película…

-No me animaría a decir o a juzgar si el cambió o no. Sí que estamos mucho más cerca después de esto. Mi relación con él cambió mucho, y yo creo que su relación con el mundo también cambió. Mi papá es católico apostólico romano, es practicante, en un momento de su vida el se aferró a la iglesia y la iglesia, quieras o no, le salvó la vida, y yo respeto mucho eso. No es mi intención cambiarle la manera de pensar a alguien con una película como esta, tampoco a mi papá. El proceso es al revés, es ver cómo hago para aceptarle completamente como es. Mi papá es diferente, de la misma manera que para mi papá su hermano era diferente.

-Y la responsabilidad tuya sería entonces, entenderlo a él…

-Claro, así como yo le presionaba para tratar de saber si él entendía o no a su hermano, si le quería o no le quería, eso mismo pasa en mi relación con él, es decir, yo te acepto así como sos, supercatólico y con tus dogmas y tu forma de pensar porque sos mi papá y porque te quiero.

-¿La postura que él tenía en cuanto a la homosexualidad es algo muy extendido en Paraguay?

-En parte sí; Paraguay es un país bastante machista, hace solo 150 años fue la guerra de la Triple Alianza donde murieron prácticamente todos los hombres mayores de once años, y el hombre fue un semental. El rol del hombre era procrear, con muchas mujeres incluso, y el labor de la mujer era trabajar para levantar al país. Eso fue hace poco tiempo. Imaginate en la posguerra cómo iba a posicionarse un hombre, un varón que era homosexual. Quedaba fuera de lugar ya que había que procrear por la patria. La concepción de la gente está influida por esa guerra tan tremenda. Después claro, vino la dictadura, una seguidilla de gobiernos conservadores y muy de derecha. Tampoco había allí una grieta ni una oportunidad para la homosexualidad.

-¿Creés entonces que las torturas y aberraciones contra homosexuales durante la dictadura estaban amparadas por las creencias populares?

-El caso de los 108 en Paraguay fue en 1959 y fue tremendo a nivel de medios de comunicación, porque el propio diario de mayor tiraje decía en su título “108 amorales están presos en Tacumbú (la carcel)” y la gente enviaba cartas de lector, diciendo que por favor se destierre a todos esos hombres, porque en Paraguay supuestamente no existían homosexuales, eran una enfermedad y una lacra social. La opinión pública era muy violenta, la forma en que se le ruega al gobierno que los elimine por completo. Después, ya en el 82, cuando la dictadura de Strossner estaba finalizando, hubo este otro caso en el que estuvo mi tío, en el que fue asesinado un niño y por eso fueron apresados más de 500 homosexuales. Ahí se hicieron muchísimas listas y luego se hacían públicas para ridiculizarlos, y la gente las reproducía. Una noche, un automóvil anónimo empezó a tirar las listas en el centro de la ciudad, luego también empresarios, políticos, y gente de poder recibía, al llegar a sus trabajos, una de estas listas, o ya las tenían en el escritorio. Si un trabajador de los que estaba a su cargo estaba en esa lista, significaba que esa persona debía ser echada de su trabajo, o castigada, o desplazada. Incluso algunos homosexuales en ciertos casos negociaban para sacarse a ellos mismos de la lista y ponían el nombre de otro que no cayó preso, hubo delaciones. Lo terrorífico es que los que se quedaron en Paraguay –porque muchos tuvieron que exiliarse- no eran como los desaparecidos de otros países, lo que hizo el gobierno fue exponerlos, iluminarlos, que todo el mundo supiera de su vida privada, los marcaban y estigmatizaban, impidiendo que tuvieran trabajar, estudiar o tener una vida tranquila.

-No me quedó claro si tu tío fue asesinado, se suicidó, o qué ocurrió con él…

-Yo no quise llevar al espectador a respuestas concretas. Más bien quiero dejar al espectador con mis propias preguntas. La película no es un thriller, lo que hago es acercarme poco a poco a mi papá, y no quiero que el espectador resuelva un misterio. Estoy buscando que transiten la película y que piensen en su propia vida, en su propio papá, en su propia generación y en la anterior. No quiero que gane tanto peso lo que realmente pasó, por qué murió, cómo fue.

-Del título “Cuchillo de palo” podría inferirse, además de que tu tío fuera un cuchillo de palo en casa de herrero, que tú también lo fueras. ¿Cómo nace una documentalista en la casa de un herrero?

-Saliéndose un poco de la crianza, de la manera en que mi papá me trató de enseñar. Yo tuve un tipo de crianza especial, y claro está que el tiro salió por la culata. De los malos ejemplos también se aprende.

-¿Qué marca dejó tu tío en tu formación?

-Él realmente tuvo poca presencia en mi vida, mientras vivía. El problema fue que una vez que ya estaba muerto yo no paraba de pensar en por qué vivió así. Me influencia en el sentido en que me hace pensar mucho en la libertad de ser uno mismo, en buscar el camino propio, mis deseos y qué clase de persona quiero ser. Tratar de que, cuando la gente se siente intimidada por las diferencias que hay entre los seres humanos, que eso a mí no me limite. A él sí lo limitó, y muchísimo.

-¿Cómo se sustentó durante tanto tiempo la versión de que tu tío “murió de tristeza”?

-Ahí te daría una respuesta un poco surrealista. Yo creo en la muerte de tristeza. Hay una frase de Nietzsche que me llega mucho: “si miras mucho tiempo hacia el abismo, el abismo termina tragándote”. Sí creo en eso, incluso en animales ocurre, o en parejas que viven mucho tiempo juntos. Muere uno de ellos y meses después muere el otro de muerte natural. Creo en esa clase de muertes.

-Es llamativa la forma en que los entrevistados se abren a ti, al punto que uno se olvida de que además de estar tú y otra persona en la habitación, hay un camarógrafo y un sonidista. ¿Cómo llegar a las personas así, a la hora de entrevistarlas?

-Con mi papá fue más difícil. Perdimos muchas semanas de rodaje porque a él le costaba mucho abrirse a mí. Algunas escenas finalmente se dieron casi de casualidad, mi padre se dirigió varias veces a mí, creo que olvidándose de la presencia de la cámara. No es necesario entrar en el cuadro como lo hice yo, pero es una cuestión de que la otra persona no se sienta agredida porque todo un equipo le está mirando y le está poniendo toda la atención y la tensión. Hay que arriesgarse y desnudarse, vos le estás apuntando con la cámara, pidiendo respuestas. Si te escondés atrás de la cámara generás cierta resistencia. Al ingresar yo al encuadre con mi padre –algo que no era mi propósito originalmente- ahí hubo un gran cambio respecto a él.
Víctor Kosakovsky, un director ruso, decía que hay que hacer cosas estúpidas frente a los personajes que estás filmando. Él una vez tiró un árbol abajo, ahuecó el árbol y se metió adentro del tronco. Estaba filmando unos campesinos que dejaron de prestarle atención porque dijeron “qué raro, qué estará haciendo este tipo” así pensaron que ellos no eran tan importantes y qué él quizá le prestaba más atención a ese tronco que estaba preparando para su rodaje, y de ese modo logró que los hombres actuaran distinto. Y el elemento principal es el tiempo. Hay que pasar mucho tiempo con la gente y hay que ser muy honesto. La gente te huele, siente si estás ahí porque te interesa solo la película o si realmente te interesa la persona. Tenés que ser muy sincero contigo mismo también, si vas a entrevistar porque necesitás una respuesta o si lo hacés para tratar de conocerle e intercambiar algo con ella. Fue muy difícil llegar a la travesti Liz Paola porque pertenecía a un mundo distinto al mío y desconfiaba de todo lo que eran medios de comunicación.

-Fue fundamental ese abrazo que le das…

-Y ella también me empieza a tocar. Es la única de la película que llora por mi tío, es la única que me toca, me limpia una lágrima, y la única –esto no está en escena- que me manda a la mierda por preguntarle por un tema tan triste al final de una fiesta. No quería recordar la dictadura y su sufrimiento. Pero eso igual fue muy bueno porque son el tipo de cosas que te acercan a la persona…

-Ser gay o travesti en plena dictadura era prácticamente un gesto militante…

-Es un acto de valentía y de defender lo que uno quiere, en un entorno en que se le cortaba la cabeza a esta gente. Liz Paola fue una de las pioneras en Paraguay, y junto a dos travestis más defendían su esquina y se daban de golpes contra la policía. Eran tremendamente revolucionarias. Strossner no quería gente que piense y Liz Paola, además de ser culta, es de las personas más sensatas que vi en mi vida. Hoy tiene clientes que la visitan sólo para hablar con ella, y aprender cosas, porque da gusto oírla.

Publicada en Brecha el 5/8/2011

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Ay Renate!!! Que fuerte que está la paraguaya!!

Diego Faraone dijo...

Ubiquesé señor anónimo. Renate es una respetable documentalista, que si bien está más fuerte que cadenazo en los dientes, no merece la clase de comentarios vulgares que usted emite. Y esto es un prestigioso blog de crítica y análisis, no la cancha de Cerro.

Agustin Acevedo Kanopa dijo...

Un encanto Renate.
Me reservo comentarios como periodista serio que intento ser.

diego, te complemento la entrevista con la que le hice yo en la diaria
http://elpijamadehepburn.blogspot.com/2011/08/entrevista-renate-costa.html

Anónimo dijo...

¿No dijeron alguna vez que el medio es el mensaje?

Diego Faraone dijo...

Agustín, bárbaro, en la entrevista que le hiciste a Renate dice muy pocas cosas que me haya dicho a mí, así que, efectivamente, creo que ambas se complementan muy bien. Una crá la paraguaya. Te mando un abrazo!

Anónimo: el what!??