domingo, 17 de agosto de 2014

Miracle (Zazrak, Juraj Lehotský, 2013)

4000 golpes


Ela (Michaela Bendulová) tiene 15 años y, ni bien empieza esta película, es arrojada por su madre y su padrastro a un centro reformatorio. Las razones de la internación no se sabrán al comienzo, pero viendo su carácter indomable y de a ratos directamente antisocial, podremos intuir que las hubo. Ela demuestra un perfil sumamente conflictivo que puede emparentarla directamente con la protagonista de otro drama social europeo reciente, el británico Fish Tank. Como en esa película, el personaje llama indefectiblemente a la incomodidad y puede despertar un consistente rechazo, pero al mismo tiempo atraviesa circunstancias adversas que promueven la empatía.
Los hermanos Dardenne (Rosetta, El silencio de Lorna, El niño de la bicicleta) parecerían estar haciendo escuela, vista la cantidad de cineastas que reconocen haberse inspirado en su cine, y aquí la influencia de los directores belgas es clara. Se sigue de cerca a un protagónico silencioso, inexpresivo, prácticamente inescrutable que se mete en problemas, se vincula con secundarios nefastos, tiene ocurrencias inpensables y toma decisiones profundamente reprobables. Ya al comienzo vemos que la protagonista escapa de su enclaustramiento para arrojarse en los brazos de un guardia de seguridad desinteresado, drogadicto, con el doble de años que ella y que es perseguido por narcotraficantes por deberles una abultada suma de dinero; para postre, él no duda en venderla a ella para saldar su deuda.
Si bien la protagonista en un comienzo sólo muestra un costado desagradable, de a poco la película deja entrever, sutilmente, pequeños matices de humanidad que permiten una mayor conexión con la chica. Se presentan tramos en los que parece pasarla bien cuidando de un anciano hospitalizado –justamente los únicos interiores iluminados, que escapan al tono sombrío imperante– y la forma en que ama con intensidad a un tipo que claramente no le corresponde demuestra su inherente desesperación por obtener un mínimo de cariño. Cuando en los tramos finales tiene un breve diálogo en un auto con su madre, en la que su progenitora le espeta que cuando estuvo embarazada de ella pasó todo el tiempo con náuseas –entre otros piropos– entendemos, negro sobre blanco, el porqué del carácter de la muchacha y su imperiosa necesidad de huir e independizarse. 
La protagonista, –a la que entre otras peculiaridades le falta algún diente frontal, algo muy raro de ver en un personaje principal– así como otros adolescentes del cuadro, fueron reclutados por el director Juraj Lehotský en diversos centros reformatorios de Eslovaquia. Hay en las actuaciones (o no-actuaciones, como quiera verse) un factor de autenticidad sumamente valioso, y la película en su conjunto respira una notable sensación de realismo. Una que, además, provocará unos cuantos escalofríos. 

Publicado en Brecha el 15/8/2014

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