domingo, 9 de abril de 2017

Entrevista a Amat Escalante

De entre el centenar de largometrajes a exhibirse en este 35º Festival Cinematográfico de Montevideo, uno de los platos fuertes es la sorprendente y perturbadora La región Salvaje, de un habitué del festival. El director mexicano Amat Escalante se explayó en esta entrevista acerca de sus motivaciones y sobre una película tan desconcertante y particular.


A poco de empezada la película tiene lugar el asesinato de un joven enfermero. Y del horrendo crimen hay, en principio, dos principales sospechosos: uno de ellos es su amante y cuñado, el otro, un pulpo gigante y viscoso que acostumbra tener sexo con los humanos. Pero por extraña que pueda parecer esta propuesta, lejos de ser un sinsentido surrealista, La región salvaje es una de los más acertadas radiografías sobre la vida en el México profundo, una cotidianeidad surcada de lado a lado por la discriminación, la intolerancia y la crueldad más atroz.
El misterio de quién es el verdadero culpable se difumina pronto, el registro policial se convierte pronto en otra cosa y el foco pasa a estar en una familia y cómo se encuentra afianzada en ella la violencia de género, la homofobia, la inseguridad y la desconfianza en las instituciones, y cómo ese legado se perpetúa hacia las próximas generaciones. Esta vez, Amat Escalante cambia el registro austero y realista que caracterizó a sus películas Sangre, Los bastardos, Revolución y Heli y, sin abandonar su peculiar estilo, convierte a su última obra en una gran alegoría acerca de los traumáticos cambios que aquejan a la sociedad mexicana. En entrevista con Brecha, Escalante supo profundizar en sus inquietudes y en una producción insólita, única en su especie.

Uno de los gérmenes de la película fue un artículo publicado en la prensa. ¿De qué trataba la noticia?

Iba caminando por la calle y vi la portada de un períódico. Se trata de un semanario local de mi ciudad, Guanajuato, pero es la publicación más leída allí porque es la que muestra los accidentes, los muertos, todo eso; prensa amarilla. Entonces en la portada se veían imágenes muy similares a las del crimen que muestro en la película: varias fotos de un cadáver en un río. El encabezado de la noticia decía: “Ahogan a fotito”; “fotito” es un término despectivo utilizado en México para nombrar a los homosexuales. Abrí el periódico, leí la nota y vi que se trataba de un enfermero que trabajaba en un hospital: en vez de decir “ahogan a enfermero”, –de hecho se trataba de un muchacho que había ayudado a mucha gente en su vida– optaron por denigrarlo en su muerte. Me soprendió esa agresión, esa violencia, y que además eso simplemente se dejara pasar sin que hubiera quejas.

En otros países hubiera sido un escándalo…

En Guanajuato no pasó nada. En la provincia de México se naturalizan esas cosas, pero también soy consciente de que pasa en muchas otras partes del mundo. Hace poquito estuve en Venecia y algunas personas locales me contaron que ahí pasaba exactamente lo mismo. La noticia fue una semilla de lo que fue la película, pero también hubo otras inspiraciones, situaciones de represión sexual y acusaciones morales sobre las mujeres. Todas las demás cosas se fueron agregando y desarrollando; elementos del cine de género, del cine de terror, del cine social.

Últimamente he visto varias películas en las que ciertos miedos sociales son corporizados mediante monstruos, se da una mezcla de géneros en los que el terror se cruza con un cine más de autor, como en la brasilera Trabalhar cansa. ¿Cómo se te ocurrió la idea de ese monstruo?

–Una tradición del cine latinoamericano es la de retratar la dura, cruda realidad. Eso de buscar respuestas o metáforas que no pertenecen a esa realidad es llevar esa propuesta un paso más adelante: después de años de estudiar lo más crudo nos encontramos con que no podemos llegar a una respuesta satisfactoria. En México, con todo lo que sucede, con las inmensas cantidades de personas desaparecidas, de linchamientos, de asesinatos por parte de los narcos y de la policía, surgen incógnitas muy fuertes, misteriosas, imposibles de responder o racionalizar. Siento que por ahí viene ese elemento, llámese metáfora… Creo que es el final de la realidad, cuando llegás al límite de lo que puede ser algo.


Cuando Reygadas estrenó en Cannes Post Tenebras Lux lo abuchearon, generó todo tipo de reacciones adversas. Vos parecieras estar siguiendo por el mismo camin, en lo que refiere a conmocionar al público y causar rechazo... ¿Es algo que buscás o que se da más allá de tus intenciones?

–No está planeado. A mí me gustan las cosas fuertes, visual y emocionalmente, las películas que causan cierta conmoción y que revuelven las cabezas. Hay mucho cine del que salís de la sala sin que te haya pasado nada. Me gusta el peligro, me gusta jugar con las expectativas, con los géneros, con lo que se supone que debes enseñar y lo que no. No sobra de eso, de hecho hace falta más cine que sea así

¿Cómo filmaste la orgía de los animales?

La película tiene una coproducción fuerte con Dinamarca. Tanto el fotógrafo como el supervisor de efectos visuales son daneses. Este último, mientras nosotros estábamos filmando, hacía esto con los animales. Es decir: consiguiendo diferentes especies, filmándolos con una pantalla verde. Un proceso largo y complicado, porque los animales no estaban juntos, de hecho casi todos estaban solos y fueron “montados”, se simularon los movimientos… Los únicos que estaban como “pegados” entre sí eran unos caimanes, los demás los fuimos agregando.

Es muy curioso que existe en Japón una forma específica de pornografía con énfasis en los tentáculos. ¿Te inspiraste en eso?

No me inspiré en eso pero lo he visto. Vi que también hay una mini industria de novelas de sexo entre monstruos, criaturas, y humanos. En Amazon se vende mucho. Eso lo descubrí cuando ya estaba escribiendo el guión, también algunas fotos de Araki, el fotógrafo japonés, que tiene un juego con los cuerpos de las mujeres y los tentáculos. No puedo decir que venga de ahí, pero sí sé que existen esos fetiches y fantasías raras. Pero supongo que para tener esas ideas no necesitás buscarlas antes.

Aunque el narcotráfico no es nunca nombrado en la película, da la impresión de que se trata de una presencia invisible en todo este asunto. ¿Lo pensaste así?, ¿es algo deliberado?

No específicamente del narcotráfico pero sí de la violencia latente en México. Del mundo en general, pero especialmente de México, donde hay mucha furia y violencia que surge en particular por parte de los varones. En mi país hay muchas mujeres que han sido violentadas, maltratadas o asesinadas, hay una crisis en ese sentido. Mi planteo va un poco en la búsqueda de dónde es que surge esa maldad, por qué. En ese sentido capaz que no tiene que ver con el narco pero sí con la violencia enquistada en todo el mundo. Por no poder encontrar algo que resuelva la incógnita es que en la película surge la explicación no racional: el monstruo.


Uno de los aspectos más incómodos y atractivos de la película es cómo los personajes apenas se ven tocados por cuestiones muy duras, como si mucho no les importara: un accidente, el encarcelamiento o la muerte de un ser querido. ¿Es algo que puede verse en la sociedad mexicana actual?

Sí, se trata como de una resignación generalizada. Mucha gente se encuentra en una situación de fragilidad, por cuestiones de ley, de un sistema jurídico tambaleante, lleno de fallas y corrupciones. Si acudes a la policía o a la ley, no vas a encontrar la justicia. En la película el personaje fácilmente es acusado y, aunque no está clara su culpabilidad, lo encarcelan fácilmente, lo difaman en la prensa. No hay garantías mínimas.

¿Entonces te parece que esta falta de atenciones básicas y de amparo social repercute en una suerte de “narcotización” en las personas?

Una inseguridad y un sentimiento de que están solos, que se las tienen que arreglar con sus propias ideas y cada quien a su manera. Eso sí existe.

¿Esto generaría individualismo, atomización?


Sí, está cada quien solo. Si no tienes suficiente dinero para rescatarte a ti mismo de una situación en la que hayas caído por mala suerte, pues estás jodido. Quizá esta película busque retratar una idiosincrasia que puede vivirse no tanto en el DF como afuera, en ciudades no tan modernas, donde hay más atraso cultural en lo que refiere a la aceptación de la diversidad. Yo me inspiro en el lugar en el que crecí, y que conozco; donde vivo no ves a hombres tocándose, y aún existe mucho miedo y rechazo a eso. 

Publicado en Brecha el 14/4/2017

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