viernes, 2 de agosto de 2019

Un día más con vida (Another Day of Life, Raúl de la Fuente, Damian Nenow, 2018)

Con alarmante vigencia 


Si bien la animación para adultos es una realidad desde hace mucho tiempo, es relativamente novedosa su aplicación para la recreación de períodos históricos, y con fuertes contenidos sociales y políticos. Hace quince años no hubiéramos imaginado películas como las brillantes Persépolis o The Breadwinner, ni un tipo de cine documental como la notable Vals con Bashir. Si bien la animación suele insumir más trabajo y tiempo que el cine de acción real, la representación gana en el sentido de que pueden lograrse tomas imposibles, vuelos oníricos y poéticos impensables, y adaptaciones de época en las que ningún elemento escapa al control del artista. Esta gran película, en la que se entremezcla el documental y el cine bélico e histórico, es un claro ejemplo de ello; los directores Raúl de la Fuente y Damian Nenow se embarcaron en una filmación a través de Angola, y escogieron la técnica de la rotoscopía, lo que supone hacer un calco fotograma por fotograma de esa filmación real. Una paleta cromática virada a tonos rojizos aporta una atmósfera bélica opresiva y, por momentos, casi infernal. La historia está basada en el libro de Kapuscinski Un día más con vida, un prodigio de periodismo narrativo en el que el autor describía los inicios de la guerra civil que arrasó Angola tras su descolonización de Portugal en 1975. El país africano fue uno de los escenarios más representativos y cruentos de la guerra fría, con dos facciones enfrentadas en una contienda abierta y sanguinaria. Por un lado, el Movimiento Popular de Liberación de Angola (MPLA) y sus aliados de Cuba y la Organización Popular de África del Sudoeste (SWAPO), y por el otro la Unión Nacional para la Independencia Total de Angola (UNITA), junto al Frente Nacional para la Liberación de Angola (FNLA), Sudáfrica y Zaire. Mientras los primeros recibieron apoyo y armamento soviético, los segundos obtuvieron lo mismo de Estados Unidos e Israel, además de mercenarios occidentales. La guerra se extendió por más de veinticinco años, dejando un saldo de más de un millón de muertos. 
La historia se centra entonces en las vivencias del periodista, y por sobre todo en su encuentro con varios combatientes claves del conflicto. En primer lugar, con Carlota, guerrillera idealista que luchaba por la libertad, la educación y la salud y la libertad de los niños angoleños, y luego con Farrusco, una suerte de Che Guevara portugués que cambió de bando, enviado como tropa especial de la fuerza colonial para reprimir al pueblo angoleño que se acabó uniendo a la guerrilla revolucionaria e independentista. Inmerso en el mismísimo corazón de las tinieblas, se trata de un personaje enigmático y fascinante, similar al Coronel Kurtz de Apocalipsis Now
La esencia de la película se encuentra en este tipo de concientización, en la imposibilidad de permanecer neutral en determinados contextos. Como bien diría el mismo Kapuscinski en una clase magistral; "El verdadero periodismo es intencional: se fija un objetivo y se intenta provocar algún tipo de cambio. El deber de un periodista es informar de manera que se ayude a la humanidad, y no fomentando el odio o la arrogancia. La noticia debe servir para aumentar el conocimiento del otro, el respeto del otro. Las guerras siempre empiezan mucho antes de que se oiga el primer disparo, comienzan con un cambio del vocabulario en los medios.” Así, exponía cómo el periodismo “objetivo” no sólo era imposible, sino también hasta inmoral. En el ejercicio del oficio, especialmente en momentos en los que amplios sectores de la población son vulnerados, se torna imprescindible tomar partidos y ayudar a combatir la injusticia. 
Las entrevistas a varios de los personajes implicados (incluido el mismo Farrusco, 40 años después) aportan un contrapunto de qué fue lo que sucedió después, y cómo el triunfo inicial del bando con el que Kapuscinski simpatizó, si bien evitó la segura llegada del apartheid a Angola, no sólo fracasó en su objetivo de conseguir un país con una sociedad igualitaria y libre, sino que además continuó reproduciendo los errores de la época colonial. Un día más con vida es un cine diferente, sobresaliente y de una alarmante vigencia, ya que saltan a la vista las múltiples coincidencias entre el conflicto y los que tienen lugar hoy mismo, en sitios tan disímiles como Venezuela o Siria.

Publicado en Brecha el 12/7/2019

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