Existe una tendencia reforzada continuamente por el cine de Hollywood que parece dictar que las buenas películas deben ser perfectamente comprensibles en su totalidad y que además deben cerrarse coherentemente, sin dejar cabos sueltos. Una moda ya muy trillada consiste en incorporar una vuelta de tuerca final que termina por integrar todas las piezas sueltas del relato, como en un mecanismo de relojería. El público entrenado está terminando por valorar hasta tal punto la "redondez" de las películas que obras como INLAND EMPIRE, cercana a la lógica de los sueños, La niña santa, que parece apuntar más a lo sensorial que al razonamiento lógico, o Dogville, cuya vuelta de tuerca final en vez de aclarar las cosas las complica, son masivamente incomprendidas y desestimadas por dejar sus significaciones abiertas a la interpretación del espectador.
Mouchette (1967), como todo el cine de Bresson, no sólo está abierta a la interpretación de su audiencia porque en ella hay "pistas" que uno tiene que seguir para llegar a un entendimiento general de la película, sino que además estas también pueden ser leídas de distintas maneras. Es el espectador quien le da a los hechos su razón de ser, y a los personajes sus motivaciones y sus emociones latentes. Por tanto, las piezas en este rompecabezas pueden tener distintas formas según quien las mire, y el armado total de la película adquiere la dimensión que la sumatoria de observaciones subjetivas genera.
Pero no por esto es una película difícil o poco accesible. Todo lo contrario. No se necesita ningún conocimiento previo para su visualización, y puede ser disfrutada por cualquier hijo de vecino bien predispuesto. La historia es bastante simple, casi minimalista, ya que Bresson toma como protagonista y eje central de la película a una adolescente de una clase baja semirrural, obligada a madurar de golpe, desaliñada, rencorosa y soberbia pero también algo ingenua, insegura y necesitada de afectos. La antiheroína por excelencia y también la clase de personaje al que normalmente nadie prestaría atención (1). Esto puede recordar al cine del neorrealismo italiano, a su preferencia por los personajes marginales y su recurrencia en la utilización de actores no profesionales.
Pero la mirada de Bresson es opuesta a las del neorrealismo, ya que muestra la acción desde una distancia casi clínica, evitándose todo tipo de efectismo y dramatización. Su intención consiste en dar cuenta de una realidad profundamente enigmática y, paradójicamente, las emociones surgen en el espectador sin ser reclamadas con artificios, automaticamente. Mouchette suele despertar la inusual sensación de estar siendo testigo de algo grandioso, a pesar de no saber discernir bien el significado de lo que se está apreciando. Todas las actitudes de la protagonista se ven revestidas con un halo de ambigüedad y misterio.
Bresson era cristiano jansenista (2) y esto explica en parte que los temas más frecuentes a lo largo de su obra fuesen el sufrimiento y la redención, más que presentes en Mouchette. De todos modos no deben desestimarse otros temas clave en la película como el esparcimiento como necesidad básica para el hombre, la maternidad como único amor verdadero, la crueldad, la fatalidad y la predestinación, la estigmatización, la sexualidad, la esperanza.
En un excelente artículo sobre Mouchette publicado en la revista digital Light Sleeper (3), Saul Symonds explica que un rasgo característico en las películas de Bresson es la dualidad "claridad de visión" y "opacidad de significado", es decir que el abordaje claro, concreto y explícito a ciertos hechos de la vida diaria genera, paradójicamente, la dificultad de entender lo que estos realmente entrañan. En la escena en que el epiléptico Arsène viola a Mouchette en la cabaña, luego de un forcejeo, él se coloca encima de ella e, inesperadamente, ella lo abraza lentamente. Como bien escribe Symonds: «Aquí llegamos a un punto de máxima tensión entre claridad de visión y opacidad de significado. Y es una opacidad que Bresson nunca termina por dispersar». Aquí el espectador puede interpretar, por ejemplo, que Mouchette amaba en silencio a Arsène y que su abrazo es pasional y sincero, o que está tan necesitada de afectos que hasta el más brusco acercamiento la termina por satisfacer, o tal vez que se siente apiadada por los bajos instintos del epiléptico y ese abrazo es un acto semimaternal. Pero también se puede interpretar que hay un poco de todos estos sentimientos en la protagonista, y ellos se confunden en ese mismo momento. Porque una cosa a la que parece apuntar Bresson muchas veces es que no existe una verdad única que explique y aclare las cosas, sino que las verdades son construcciones humanas y, por tanto, son siempre imprecisas. La realidad termina escurriéndosele entre los dedos a las interpretaciones.
Son muy difusas las líneas que separan la riña de la amistad, la agresión de la caricia y el dolor del placer en esta película, y esto nos lleva una vez más a pensar en lo que Bresson muestra como dos caras de la misma moneda: el sufrimiento y la redención. La letra de la canción que Mouchette canta es muy ilustrativa: «Esperad / tened esperanza / tres días / les dijo Colón / mostrándoles con confianza / el cielo ilimitado / y tendréis un nuevo mundo / vosotros que desesperáis / y más allá del mar profundo / sus ojos lo veían ya». Tres días desde el comienzo de la película espera la protagonista para ver ese nuevo mundo. Pasado el tercero, que culmina en la violación, Mouchette se dará cuenta de que esa salvación que ella esperaba no ha llegado, por lo que saldrá a buscarla por su cuenta. Es recién al cuarto día que la película finaliza con una escena trágica y liberadora al mismo tiempo.
Es digna de reverencias la construcción que Bresson hace de un personaje que tiene la autoestima destruida. Hasta tal punto la protagonista ha asumido su propia desgracia que de alguna forma trata de contagiar con su fatalidad a la gente que la rodea y que detesta. El director filma planos detalle de Mouchette limpiándose el barro de los zapatos en la alfombra de la casa de una anciana, o ensuciándoselos a propósito antes de entrar a la iglesia, o se la muestra arrojando mugre a otras niñas. El barro es la marca que Mouchette usa para manchar su camino, el sello distintivo de su resentida e irreverente presencia.
A más de cuarenta años de su estreno, Mouchette conserva intacto su poder de intriga y asombro. Casi todos sus analistas llegan a la misma conclusión: es inaprensible el verdadero significado de la película. En palabras de Symonds: «Ante un film de Bresson (...) siempre me voy a encontrar a mí mismo tratando de penetrar su superficie, y creo que los significados siempre esperarán un paso o dos más allá de mi alcance» (4) . Tal vez no le interese al que guste de películas íntegramente comprensibles y dominables, pero de seguro Mouchette es una experiencia trascendente y enriquecedora, aparte de ser una muy buena puerta de entrada para el que no conoce la flamante obra del extraterrenal maestro Robert Bresson.
Mouchette (1967), como todo el cine de Bresson, no sólo está abierta a la interpretación de su audiencia porque en ella hay "pistas" que uno tiene que seguir para llegar a un entendimiento general de la película, sino que además estas también pueden ser leídas de distintas maneras. Es el espectador quien le da a los hechos su razón de ser, y a los personajes sus motivaciones y sus emociones latentes. Por tanto, las piezas en este rompecabezas pueden tener distintas formas según quien las mire, y el armado total de la película adquiere la dimensión que la sumatoria de observaciones subjetivas genera.
Pero no por esto es una película difícil o poco accesible. Todo lo contrario. No se necesita ningún conocimiento previo para su visualización, y puede ser disfrutada por cualquier hijo de vecino bien predispuesto. La historia es bastante simple, casi minimalista, ya que Bresson toma como protagonista y eje central de la película a una adolescente de una clase baja semirrural, obligada a madurar de golpe, desaliñada, rencorosa y soberbia pero también algo ingenua, insegura y necesitada de afectos. La antiheroína por excelencia y también la clase de personaje al que normalmente nadie prestaría atención (1). Esto puede recordar al cine del neorrealismo italiano, a su preferencia por los personajes marginales y su recurrencia en la utilización de actores no profesionales.
Pero la mirada de Bresson es opuesta a las del neorrealismo, ya que muestra la acción desde una distancia casi clínica, evitándose todo tipo de efectismo y dramatización. Su intención consiste en dar cuenta de una realidad profundamente enigmática y, paradójicamente, las emociones surgen en el espectador sin ser reclamadas con artificios, automaticamente. Mouchette suele despertar la inusual sensación de estar siendo testigo de algo grandioso, a pesar de no saber discernir bien el significado de lo que se está apreciando. Todas las actitudes de la protagonista se ven revestidas con un halo de ambigüedad y misterio.
Bresson era cristiano jansenista (2) y esto explica en parte que los temas más frecuentes a lo largo de su obra fuesen el sufrimiento y la redención, más que presentes en Mouchette. De todos modos no deben desestimarse otros temas clave en la película como el esparcimiento como necesidad básica para el hombre, la maternidad como único amor verdadero, la crueldad, la fatalidad y la predestinación, la estigmatización, la sexualidad, la esperanza.
En un excelente artículo sobre Mouchette publicado en la revista digital Light Sleeper (3), Saul Symonds explica que un rasgo característico en las películas de Bresson es la dualidad "claridad de visión" y "opacidad de significado", es decir que el abordaje claro, concreto y explícito a ciertos hechos de la vida diaria genera, paradójicamente, la dificultad de entender lo que estos realmente entrañan. En la escena en que el epiléptico Arsène viola a Mouchette en la cabaña, luego de un forcejeo, él se coloca encima de ella e, inesperadamente, ella lo abraza lentamente. Como bien escribe Symonds: «Aquí llegamos a un punto de máxima tensión entre claridad de visión y opacidad de significado. Y es una opacidad que Bresson nunca termina por dispersar». Aquí el espectador puede interpretar, por ejemplo, que Mouchette amaba en silencio a Arsène y que su abrazo es pasional y sincero, o que está tan necesitada de afectos que hasta el más brusco acercamiento la termina por satisfacer, o tal vez que se siente apiadada por los bajos instintos del epiléptico y ese abrazo es un acto semimaternal. Pero también se puede interpretar que hay un poco de todos estos sentimientos en la protagonista, y ellos se confunden en ese mismo momento. Porque una cosa a la que parece apuntar Bresson muchas veces es que no existe una verdad única que explique y aclare las cosas, sino que las verdades son construcciones humanas y, por tanto, son siempre imprecisas. La realidad termina escurriéndosele entre los dedos a las interpretaciones.
Son muy difusas las líneas que separan la riña de la amistad, la agresión de la caricia y el dolor del placer en esta película, y esto nos lleva una vez más a pensar en lo que Bresson muestra como dos caras de la misma moneda: el sufrimiento y la redención. La letra de la canción que Mouchette canta es muy ilustrativa: «Esperad / tened esperanza / tres días / les dijo Colón / mostrándoles con confianza / el cielo ilimitado / y tendréis un nuevo mundo / vosotros que desesperáis / y más allá del mar profundo / sus ojos lo veían ya». Tres días desde el comienzo de la película espera la protagonista para ver ese nuevo mundo. Pasado el tercero, que culmina en la violación, Mouchette se dará cuenta de que esa salvación que ella esperaba no ha llegado, por lo que saldrá a buscarla por su cuenta. Es recién al cuarto día que la película finaliza con una escena trágica y liberadora al mismo tiempo.
Es digna de reverencias la construcción que Bresson hace de un personaje que tiene la autoestima destruida. Hasta tal punto la protagonista ha asumido su propia desgracia que de alguna forma trata de contagiar con su fatalidad a la gente que la rodea y que detesta. El director filma planos detalle de Mouchette limpiándose el barro de los zapatos en la alfombra de la casa de una anciana, o ensuciándoselos a propósito antes de entrar a la iglesia, o se la muestra arrojando mugre a otras niñas. El barro es la marca que Mouchette usa para manchar su camino, el sello distintivo de su resentida e irreverente presencia.
A más de cuarenta años de su estreno, Mouchette conserva intacto su poder de intriga y asombro. Casi todos sus analistas llegan a la misma conclusión: es inaprensible el verdadero significado de la película. En palabras de Symonds: «Ante un film de Bresson (...) siempre me voy a encontrar a mí mismo tratando de penetrar su superficie, y creo que los significados siempre esperarán un paso o dos más allá de mi alcance» (4) . Tal vez no le interese al que guste de películas íntegramente comprensibles y dominables, pero de seguro Mouchette es una experiencia trascendente y enriquecedora, aparte de ser una muy buena puerta de entrada para el que no conoce la flamante obra del extraterrenal maestro Robert Bresson.
(1) Mouchette en francés significa "mosquita".
(2) El jansenismo afirma que el hombre sólo puede alcanzar la salvación con la gracia divina, disminuyendo las posibilidades de su libertad.
(3) Publicada en http://www.lightsleepercinemag.com/reviews/mouchette.php
(4) Idem.
9 comentarios:
Muy bueno este post, estoy realmente de acuerdo con vos y en desacuerdo, por supuesto, con esta maldita moda. El cine no tiene que dejarle todo servido al espectador, debe lograr que el espectador realice un proceso reflexivo sobre la historia y sobre sus cabos sueltos. Uno: porque esta calificando de tonto e inutil al espectador, cosa que no lo es. Dos: porque lo mal acostumbra jaja. Tres: porque es necesario que el film logre ir mas alla de su 1h 30´ de duracion, debe traspasar su tiempo de duracion y lograr ingresar en los sentidos de quien la vea por un largo tiempo posterior a la visualizacion. Las películas que logran esto, son las que quedan en la historia y las que tienen un mayor exito personal para uno como realizador. Pero esta bueno tambien que haya de las dos clases igualmente, para que aquellos que utilicen al cine como distracción y alejarse de la realidad (cosa que es mentira, porque el cine no deja de ser una realidad) puedan asistir y disfrutar de este bellisimo arte. En cuanto al film, es una gran obra, como todas de las de Bresson. Un abrazo.
Ariel.
Me la apunto, Faraway.
Coincido contigo y con Ariel.
Cuando una película sabe sugerir sentimientos en el espectador, es que ha logrado alcanzar plenamente su interés; el espectador no necesita siempre que se lo den todo explicado; el debate de las ideas apuntadas en una obra es mucho más enriquecedor cuando en la tertulia que provoca los pareceres son distintos. Significa que el director ha sabido pulsar ese botón que todos tenemos en nuestro interior y que nos hace responder de forma individual ante una misma obra de arte.
Eso es grande, desde luego. esas películas suelen huir de aleccionamientos como de la peste y el autor, apuntando alto, nos enseña la luna, aunque algunos se contenten con observar su dedo inhiesto.
Muy buen comentario, sí señor, que invita a buscar esa pieza ya añeja.
Un abrazo.
Muchas gracias Ariel. Me gusta mucho eso que decís de que no es tal la evasión de la realidad por otra realidad, y que esta última no es menos válida que la otra... hasta me dan ganas de apropiarme de tus dichos. Un abrazo y te agradezco el comentario.
Josep, apunte, que es un clásico ineludible. Hoy ya es imposible no verla en cualquiera de esos top 100 serios que suelen hacer las revistas especializadas.
Y claro, todas esas pelis que hacen que discutamos, tratemos de interpretar, hablemos en demasía y hasta nos lleguemos a pelear entre nosotros por sus bondades o excesos realmente son algo.
¡Brindo por ello! Un gran abrazo hermano.
le tengo tantas ganas, desde hace tanto tiempo!!
pero por una cosa o por otra, nunca consigo verla...
y, ahora que por fin tengo internet, no se me descarga
porca miseria!!
caí aquí saltando perfiles y preferencias y me gustó tu variedad de películas. y descubrir que lo que yo llamo el ejército de las tinieblas allá se llama el ejército de las sombras
tengo medio apalabrado maratón de las tres evil deads la semana que viene, de hecho
y ya
un beso
thanks
(me ha encantado)
Meryone, muchas gracias por estar por acá. Tu perfil es asombroso, y te creo lo de ciclotímica. A mí nunca me dieron las bolas para llenar el mío de Libros favoritos, música y esas cosas.
Las tres evil dead!! Después me contás. A mí me da la impresión de que no deben haber envejecido del todo bien, pero tú dirás.
Me quedo con el joven Peter Jackson.
Ya estaré explorando tu blog con tiempo. Ese poema lo sé de memoria. Es mi favorito!
Faraway, acaso mi pregunta desentone...
cuando señalas que "Su intención consiste en dar cuenta de una realidad profundamente enigmática y, paradójicamente, las emociones surgen en el espectador sin ser reclamadas con artificios, automaticamente (..)Todas las actitudes de la protagonista se ven revestidas con un halo de ambigüedad y misterio" se me vino a la mente Elephant de Van Sant. Debo confesar que no he visto -hasta ahora- nada de Bresson, tarea que tengo que realizarla cuanto antes, ya que en estos días he comprado las películas de Reygadas. Y cuando se escribe de éste, se señala a aquél. Pero mi pregunta va con Van Sant en Elephant. Existe una relación entre Bresson y tal filme?
Saludos...
Jesus: Hay unas cuantas diferencias entre Van Sant y Bresson. La primera es que un director de fotografía como Christopher Doyle es impensable en la concepción de Bresson. Doyle es un riguroso del encuadre en su estética, y cada uno de sus planos busca sorprender. Son planos que hacen incapié en ellos mismos, y por eso son enormemente artificiales.
Además, las cámaras lentas, la música de Paranoid Park tampoco pegan con el estilo Bresson.
En particular Elephant y Last days son más bressonianas, ya que siguen a personajes de cerca, y con un ascetismo radical, sin explicarse ninguno de sus actos. Yo diría que la diferencia radica en que Bresson lograba hechizar mucho más al espectador, con el poderío de alguno de sus enigmas.
Si Elephant fuese más corta, y no tuviese esos logrados movimientos de cámara sería más bressoniana aún.
Igual creo que los directores que beben mejor del legado de Bresson hoy en día son Haneke, los hermanos Dardenne y Bruno Dumont. No tanto así Van Sant. Espero que esto te haya servido. Un abrazo.
... Y mucho.
Gracias...
Y qué bueno que ya haya llegado lo último de Miyazaki a Sudamérica. Espero ansioso...
Saludos.
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