miércoles, 13 de febrero de 2008

Sweeney Todd, el barbero demoníaco de la calle Fleet (Sweeney Todd: the demon barber of Fleet Street, Tim Burton, 2007)

Sweeney el degollador


Puedo decir con orgullo que le pegué. Es cierto que a veces escribo barbaridades, que de a ratos me arrepiento de alguna afirmación arrojada o de pequeñas inexactitudes, y que frecuentemente espero películas que acaban siendo un fraude. Pero esta vez le pegué: hace unos cuantos meses que puse ese cartel al costado del blog expresando mi ansiedad porque se estrenara Sweeney Todd, y hoy caigo en la cuenta de que mis expectativas fueron satisfechas con creces.

(Sepan perdonar el autobombo. Aseguro que es el primero y el último.)

Hace ya trece años Hugo Alfaro escribía en Brecha: “¿Así que no vieron Ed Wood, el estreno del Alfa?” El reproche era en realidad un festejo. Alfaro y toda la crítica uruguaya vertían elogios sobre una película que curiosamente significó el único fracaso de taquilla de la carrera cinematográfica de Tim Burton. Hoy cabría repetir la misma pregunta antipática: ¿todavía no fueron a ver Sweeney Todd, la última maravilla de Burton? En estos últimos meses las carteleras sólo se han dignado en ofrecernos un bodrio detrás de otro, y por eso habría que aprovechar estos momentos precedentes a los óscar, en los que los apellidos Burton, Coen, Wright y Thomas Anderson comienzan a resonar, y qué puede ser mejor que ir a ver buen cine de verdad, y de ser posible, en abundancia.
Hoy ya nos hemos regocijado con ataques de marcianos, jinetes sin cabeza y cadáveres de novias al punto de que nadie en su sano juicio se atrevería a poner en duda el talento de Burton. Es cierto que el director también tuvo sus traspiés y cayó en algún despropósito como su horrenda versión de El planeta de los simios, y hasta pudo llegar a pergeñar secuencias de auténtico mal gusto como los bailes de los enanos oompa-loompas en Charlie y la fábrica de chocolate. Pero como ocurre con los hermanos Coen, cuando uno menos se lo espera el cineasta suele sorprender con películas que rozan la perfección y lo redimen de anteriores desaciertos.


Aunque no parezca, un cineasta de excesos. Quizá Burton sea de los pocos cineastas en el mundo que con sólo verse unos segundos de cualquiera de sus filmes puede reconocerse su autoría de inmediato, y Sweeney Todd revela mejor que ninguna otra película el gusto de Burton por los excesos y su particular inclinación por los ambientes oscuros y mortecinos. Su representación del Londres del S. XIX no podría ser más lúgubre: pintado como una fétida y pútrida cloaca, con chimeneas de fondo que ennegrecen permanentemente el cielo y poblado por un gentío miserable y pérfido, el cuadro ensombrece hasta los más opacos abordajes fílmicos a la cuna de la industrialización, la ciudad de Jack el destripador.
Los excesos del director no son algo nuevo. Cuando el joven Timothy William Burton trabajó como animador para la Disney, sus superiores le pedían que diseñara personajes queribles y de ojos expresivos, y Burton entregaba personajes casi monstruosos, con huecos en lugar de ojos. Cuando le tocó colaborar en la película El zorro y el sabueso debía dibujar simpáticos zorros, pero no le salían y los esbozaba de forma que parecían haber sido atropellados en la carretera. Los ejecutivos de la Disney incluso llegarían a archivar a Vincent, su primer animación en stop-motion -un homenaje a Vincent Price y a Edgar Allan Poe- porque no supieron que hacer con tan tétrico y poco conveniente cortometraje. Años después, estrenada Batman returns Burton recibió quejas de padres y críticas negativas porque su contenido tampoco parecía adecuado para el público infantil, ya que existía una sexualidad subyacente, manifiesta principalmente en el personaje de gatúbela y su traje de cuero de tipo fetichista.
Sweeney Todd es una historia de venganza. Como en Oldboy, quince años de injusto enclaustramiento son suficientes para germinar una ira incontenible en Sweeney (Johnny Depp). Enterado de los tormentos provocados a su mujer y a su hija por parte del nefasto juez Turpin (Alan Rickman), armado con navajas de barbero y respaldado por una cocinera que elabora pasteles rellenos de carne humana (Helena Bonham-Carter), Sweeney el psicópata transformará a inocentes y culpables en vigorosos torrentes sanguíneos. Y a Burton no parecen gustarle las medias tintas y cada degüello propicia mares de sangre sólo comparables a los provocados por los sablazos de Tarantino o los machetazos de Alexandre Aja.
Y si estas últimas afirmaciones deberían servir como advertencia y eventualmente como filtro para ciertas sensibilidades, es necesario avisar también que Sweeney Todd es, ante todo, un musical. Y es un musical con ganas, lo que significa que más del 50% de los diálogos del filme son cantados. Los trailers de la película minimizaron este aspecto, probablemente por haberse considerado que los musicales son incompatibles con las grandes audiencias. Y la película será vista como una maravilla o como un suplicio según se sienta a cada nueva canción como un portento caído del cielo o como un fastidio inoportuno.

Buena compañía. Burton, como todo cineasta inteligente, ha sabido rodearse de un equipo de gente talentosa que lo apoya y pesa considerablemente en la grandeza de sus obras. Danny Elfman, originalmente guitarrista y cantante de música ecléctica, fue desde el primer filme de Burton su compositor asiduo, y la fórmula Burton - Elfman sólo es comparable en Hollywood con la dupla Steven Spielberg – John Williams. Elfman no quizo aceptar la propuesta de Burton de musicalizar Sweeney Todd por no sentirse al nivel de Stephen Sondheim, creador del musical original de Broadway. Curiosamente, la mano maestra de Elfman no se extraña en este caso particular, y la labor de Sondheim junto a Burton es ejemplar. Por su parte, los actuales actores fetiche de Burton, el genial y ecléctico Johnny Depp y la no menos imponente Helena Bonham Carter proveen de una personalidad incomparable a sus personajes y su sola presencia ya ameritaría ver la película, fuese dirigida por quien fuere.
Desde Charlie y la fábrica de chocolate el cineasta ha comenzado a filmar en Inglaterra y el cambio le ha sentado muy bien, entre otras cosas por tener a su disposición a la mejor escuela de actores del mundo. Si Depp y Bonham Carter merecerían ser puestos en un altar, Alan Rickman debe de ser uno de los mejores villanos de la historia del cine, (basta recordar sus papeles en Duro de matar, Robin Hood o la serie de Harry Potter para confirmarlo) y donde otro actor hubiese encarnado a un personaje pobre o estereotipado, él genera densidad y un rechazo visceral, como debería causar todo buen villano. Timothy Spall como ponzoñoso secundario está muy bien aunque quizá no tenga tantas oportunidades de generar un personaje verdaderamente profundo, y su papel se asemeja demasiado al hombre-rata que le tocó intepretar en las últimas entregas de Harry Potter. Tampoco es menor la labor del cómico Sacha Baron Cohen, (más identificable por el nombre de Borat, uno de sus personajes asiduos) interpretando a un barbero italiano, rival de Sweeney Todd y estafador hasta la médula, un individuo que llega a causar gracia con su sola presencia.


Si la oscura temática, el humor negro, el aspecto musical y las atmósferas de romance y fantasía siempre fueron rasgos burtonianos, lo verdaderamente novedoso de Sweeney Todd es su desenlace, digno de la más atroz y desoladora tragedia griega. Si bien de a ratos Burton se ha mostrado prudente, creando películas sin demasiados desbordes y aptas para niños, Sweeney Todd podría verse como una impactante descarga, un recuerdo de hasta qué límites inciertos es capaz de llegar el caudal creativo del cineasta.

Felizmente superficial. Se ha criticado al filme por ser hueco, por su inconsistencia, y por alguna evidente incoherencia en la trama. “¿Por qué Sweeney no mata al malo la primera vez que se le presenta la ocasión?” escribió alguien. Una respuesta posible es: porque sólo así podríamos disfrutar de una hora más de un musical alucinante, único en su especie.
Decir que nos encontramos con una película hueca o superficial no es un ataque, sino que es una definición que no es perjudicial en lo más mínimo. El director no calla nada, no busca las elipsis ni la sugerencia, y no pretende despertar reflexiones profundas. Planta toda su fuerza en las atmósferas, y vaya si las logra. En los mundos de Burton cualquier similitud con la realidad es pura coincidencia; su audiencia debe saber abandonar sus preconceptos, sumergirse en sus universos, dejarse llevar y no buscarle quintas patas al gato. Y no existe nada como una buena trama superficial para hundirse de lleno en ella. Reflexiones existenciales en este contexto resultarían contraproducentes. Paradójicamente, a unos cuantos nos gustaría quedarnos a vivir en un mundo rebosante de imaginación y canciones notables como el de Sweeney Todd, aunque abunde en sangre e inmundicias varias.

Publicado en Brecha 15/2/2008

sábado, 9 de febrero de 2008

Top five (+ Bonus track) (II)

Visto el buen recibimiento del primero de estos compilados, acá va el bis, y con capricho final incluido. Pocas cosas me están resultando tan entretenidas como hacer estos posts de retazos musicales. En este caso particular, los fragmentos no me emocionan especialmente, pero nadie me podrá negar que son divertidos.

Hold tight - Death proof

El director y el espectador tienen una ventaja respecto a Kurt Russell: pueden escuchar la grandiosa música de Dave Dee, Dozy, Mick & Tich, y ver a las mujeres más hermosas del mundo moviéndose en consonancia. No se trata sólo del orgasmo de un psicópata extravagante, se trata del orgasmo de Tarantino. Los largos diálogos precedentes sirven para que nos familiarizemos con tan maravillosas criaturas y, luego de esta escena, uno se siente tan abandonado como supongo se habrán sentido los espectadores de Psicosis, hallá por los sesenta. Si no vieron la peli mejor saltéenlo porque es SPOILER.



Hotel California - El gran Lebowsky

Este fragmento, además de reunir a cuatro de los más grandes actores de la actualidad, es otra de las pruebas de que los Coen son inmensos. Luego de un largo período en que nadie parecía quererlos, ahora surgen montones de voces diciendo lo grandes que son. Los que nunca pusimos en duda su talento, sigamos gritándolo, aún cuando en unos años los vuelvan a ningunear. Sepan disculpar, pero el video se va al carajo de largo. Lo más importante es el fragmento musical. Una vez que termine, pueden pasar con total libertad al siguiente.




The bright side of life - La vida de Brian

Todo cinéfilo tuvo en algún momento su período Python. A mí siempre me resultaron muy irregulares, desprolijos y desmesurados, pero supongo que esa es parte de su gracia. Sigo quedándome con Los caballeros de la mesa cuadrada, pero La vida de Brian tiene varias escenas de antología. Esta última, sin duda alguna.



We'll meet again - Dr. Strangelove

Me llaman mucho la atención y me resultan tremendamente atractivos y enigmáticos los finales de algunas películas de Kubrick. Estuve a punto de poner el final de Full metal Jacket, con los soldados cantando M.I.C.K.E.Y M.O.U.S.E. y el remate con Paint it black durante los créditos, pero al fin me decidí por este, que parece estar mejor logrado visualmente. Gracias Vargas, el mérito es todo tuyo.



Somewhere over the rainbow - El mago de Oz

Y este lo pongo para que duden un poco de mi sexualidad. No, en serio, lo encontré buscando en youtube algún video para mi hija, y quedé encantado con Judy Garland cantando esta canción que debo haber oído veinte mil veces interpretada por otras personas. Hay que volver a los orígenes de vez en cuando, para darse cuenta de lo insulsa que se puede volver toda esta manía del refritaje.



Bonus track: Oldboy barriendo el pasillo

Está bueno esto de poner un video final de violencia extrema, sin relación alguna con los anteriores fragmentos. Pero bueno, a mí me gustan los desenlaces así. Todo muy lindo, Judy Garland cantando y mirando al cielo hasta que aparece un malviviente con un martillo dispuesto a destrozar unos cuantos cráneos. Como la vida misma.