“Mi intención es hacer una película para dar calor. Ahora, este mundo racional se ha vuelto un lugar en donde sólo lo que es frío es bueno. ¿Hay que hacer una película en la base del ritmo de la modernidad o en la base del ritmo de tu propio corazón?”. Emir Kusturica.
Si hay algo que no les falta a las películas de Kusturica es personalidad. Y es que se trata de uno de los pocos cineastas en el mundo que han sido capaces de crear un universo fílmico absolutamente propio, cuya autoría puede reconocerse con sólo ver unos fotogramas. Es un atributo hoy sólo compartido por pocos: Wong Kar-wai, Tim Burton, Guy Maddin y mejor parar de contar. Nutridas del Fellini más festivo, nada de moderado tienen sus últimas películas; se reconocen por el caos y la borrachera, el compás febril y un jolgorio descarriado. Historias de vida y de muerte en clave balcánica, donde convergen ternura y descontrol, donde ingenuos adorables conviven con mafiosos cocainómanos y los personajes todos son tan hiperactivos como los ritmos que escuchan. Los músicos entran y salen de los cuadros convirtiendo a la música incidental en diegética y viceversa, y la mezcla explosiva de alcohol y armas es indicio de la tragedia que se encuentra latente. En medio de un festejo hay intentos de suicidio, riñas y destrozos permanentes, también euforia, conciliaciones y la inauguración de hermosas amistades. Un funeral puede convivir con un casamiento, el dolor colectivo fluye y se descarga en griteríos catárticos.
Ni una producción de Disney podría reunir tantos animales: gatos, burros, palomas, gallinas, osos, perros, ratones, patos, ovejas, chanchos, cabras, gansos, pavos, conejos, tortugas, monos, elefantes y jabalíes se entremezclan al compás de cálidos ritmos, argamasa de folclore balcánico, música gitana, punk, rock y jazz. En Hollywood existe una máxima: “ni animales ni niños”; para qué trabajar con lo incontrolable, con lo que no se deja enfocar. Pero Kusturica parece empecinado, y logra encuadrarlos como sólo podría el más desquiciado (y paciente) de los cineastas. La diversidad es también étnica y cultural, reflejo de un ánimo conciliador que se expresa en el idioma que los personajes hablan: el serbocroata, diluido a partir de la guerra en serbio, bosnio y croata. Kusturica es un nostálgico empecinado en seguir usando una lengua que muchos quieren sepultar. Un serbio de sangre bosnia y musulmana que extraña a la extinta Yugoslavia.
Si hay algo que no les falta a las películas de Kusturica es personalidad. Y es que se trata de uno de los pocos cineastas en el mundo que han sido capaces de crear un universo fílmico absolutamente propio, cuya autoría puede reconocerse con sólo ver unos fotogramas. Es un atributo hoy sólo compartido por pocos: Wong Kar-wai, Tim Burton, Guy Maddin y mejor parar de contar. Nutridas del Fellini más festivo, nada de moderado tienen sus últimas películas; se reconocen por el caos y la borrachera, el compás febril y un jolgorio descarriado. Historias de vida y de muerte en clave balcánica, donde convergen ternura y descontrol, donde ingenuos adorables conviven con mafiosos cocainómanos y los personajes todos son tan hiperactivos como los ritmos que escuchan. Los músicos entran y salen de los cuadros convirtiendo a la música incidental en diegética y viceversa, y la mezcla explosiva de alcohol y armas es indicio de la tragedia que se encuentra latente. En medio de un festejo hay intentos de suicidio, riñas y destrozos permanentes, también euforia, conciliaciones y la inauguración de hermosas amistades. Un funeral puede convivir con un casamiento, el dolor colectivo fluye y se descarga en griteríos catárticos.
Ni una producción de Disney podría reunir tantos animales: gatos, burros, palomas, gallinas, osos, perros, ratones, patos, ovejas, chanchos, cabras, gansos, pavos, conejos, tortugas, monos, elefantes y jabalíes se entremezclan al compás de cálidos ritmos, argamasa de folclore balcánico, música gitana, punk, rock y jazz. En Hollywood existe una máxima: “ni animales ni niños”; para qué trabajar con lo incontrolable, con lo que no se deja enfocar. Pero Kusturica parece empecinado, y logra encuadrarlos como sólo podría el más desquiciado (y paciente) de los cineastas. La diversidad es también étnica y cultural, reflejo de un ánimo conciliador que se expresa en el idioma que los personajes hablan: el serbocroata, diluido a partir de la guerra en serbio, bosnio y croata. Kusturica es un nostálgico empecinado en seguir usando una lengua que muchos quieren sepultar. Un serbio de sangre bosnia y musulmana que extraña a la extinta Yugoslavia.
Probablemente el mayor defecto del director sea el de no querer desprenderse de cierto material en la sala de montaje. Si sus películas pueden resultar desbordadas y excesivas, sobre todo lo son por su largo. Es sin dudas otro síntoma de vitalidad, está claro que el hombre filma movido por la pasión y la euforia, sin poder detenerse en su debido momento. Pero el cine es también el arte de las tijeras, y es meritorio saber sacrificar material por mucho que uno lo adore. La película de ficción más corta de Kusturica, su ópera prima ¿Te acuerdas de Dolly Bell? duraba 110 minutos, y ninguna de las siguientes bajó de las dos horas. Semejante extensión puede ser un rasgo agradable en sus mejores obras; Underground dura casi 3 horas, la versión íntegra de Tiempo de gitanos, 3 horas con cincuenta minutos. Pero en otras llega a molestar: La vida es un milagro (155’) o Sueños de Arizona (142’) serían sobradamente mejores si se les hubiese mutilado unos veinticinco minutos más a cada una.
Otro de sus mayores defectos tiene lugar cuando introduce elementos fantásticos, ya que es una ardua labor extrapolar el realismo mágico al cine sin caer en el ridículo. Por lo general los cineastas lo hacen para darle a sus películas un vuelo poético o alegórico, pero el recurso suele tener pésimos resultados, como lo han demostrado Subiela, Mikhalkov o Beatriz Flores Silva. En Kusturica, por más ganas que tengan los personajes de evadirse de su realidad inmediata, las escenas en que salen volando en camas o en máquinas voladoras no sirven más que para arruinar buenos climas. Si a veces el director zafa en esta integración de elementos fantásticos es porque el delirio (como en Gato negro, gato blanco o Zavet) o la superficie alegórica (como en Underground) están enfatizados desde un comienzo. Pero cuando esos elementos son sólo eventuales fallan rotundamente (particularmente en Sueños de Arizona).
No siempre el cine de Kusturica fue energía y caos. En sus primeros dos largometrajes había limitado sus anécdotas a contenidos cuadros familiares en contextos históricos determinados, y la música era solo eventual. La olla se destapó con la inmensa Tiempo de gitanos, luego sufrió una recaída feroz con Sueños de Arizona, señal de que si quería seguir haciendo buen cine debía mantenerse como locatario en su Europa natal. Allí volvió a filmar obras enormes, consolidando su estilo característico: Underground, Gato negro, gato blanco, el documental Super 8 stories. A partir de La vida es un milagro, surgieron las sospechas. Kusturica repetía fórmulas de éxito, despertando el temor de que no tuviera mucho más para dar: fiestas con trasfondo bélico, animales que se trenzan como imitación de las relaciones humanas, aparición de elementos sobrenaturales como clímax apoteósicos. Pero su última película de ficción, la sobregirada y delirante comedia Zavet, que puede recordar a Guy Ritchie o al Gilliam más desquiciado sin dejar de ser en todo momento Kusturica, nos demuestra que el director aún tiene mucha guerra dentro, buenas ideas como para seguir reinventándose y la fuerza suficiente como para mantenernos cautivos y atónitos durante más de dos horas de metraje.
Otro de sus mayores defectos tiene lugar cuando introduce elementos fantásticos, ya que es una ardua labor extrapolar el realismo mágico al cine sin caer en el ridículo. Por lo general los cineastas lo hacen para darle a sus películas un vuelo poético o alegórico, pero el recurso suele tener pésimos resultados, como lo han demostrado Subiela, Mikhalkov o Beatriz Flores Silva. En Kusturica, por más ganas que tengan los personajes de evadirse de su realidad inmediata, las escenas en que salen volando en camas o en máquinas voladoras no sirven más que para arruinar buenos climas. Si a veces el director zafa en esta integración de elementos fantásticos es porque el delirio (como en Gato negro, gato blanco o Zavet) o la superficie alegórica (como en Underground) están enfatizados desde un comienzo. Pero cuando esos elementos son sólo eventuales fallan rotundamente (particularmente en Sueños de Arizona).
No siempre el cine de Kusturica fue energía y caos. En sus primeros dos largometrajes había limitado sus anécdotas a contenidos cuadros familiares en contextos históricos determinados, y la música era solo eventual. La olla se destapó con la inmensa Tiempo de gitanos, luego sufrió una recaída feroz con Sueños de Arizona, señal de que si quería seguir haciendo buen cine debía mantenerse como locatario en su Europa natal. Allí volvió a filmar obras enormes, consolidando su estilo característico: Underground, Gato negro, gato blanco, el documental Super 8 stories. A partir de La vida es un milagro, surgieron las sospechas. Kusturica repetía fórmulas de éxito, despertando el temor de que no tuviera mucho más para dar: fiestas con trasfondo bélico, animales que se trenzan como imitación de las relaciones humanas, aparición de elementos sobrenaturales como clímax apoteósicos. Pero su última película de ficción, la sobregirada y delirante comedia Zavet, que puede recordar a Guy Ritchie o al Gilliam más desquiciado sin dejar de ser en todo momento Kusturica, nos demuestra que el director aún tiene mucha guerra dentro, buenas ideas como para seguir reinventándose y la fuerza suficiente como para mantenernos cautivos y atónitos durante más de dos horas de metraje.
Publicado en Brecha 16/10/2008
11 comentarios:
Wow, excelente texto. La verdad es que nunca le he entrado a cine de Kusturica, solo he visto una pelicula y por tarea. A veces me topo con sus leales seudointelectuales que en lugar de provocar que uno lo revise, hacen justo lo contrario.
Lo de Disney me tuvo riendo como 15 minutos. Voy a tratar de verlo de nuevo, total, con cosas más pacientes me he topado.
"¿Hay que hacer una película en la base del ritmo de la modernidad o en la base del ritmo de tu propio corazón?"
Que se lo pregunten a Hollywood, creo que es evidente lo q responderían. Yo me kedo con la segunda opción.
Ad, claro que tenés que entarle a Kusturica, yo te diría de empezar por Gato negro, gato blanco, o por Tiempo de gitanos, quizá. Exceptuando Sueños de Arizona, todas las demás están muy bien, también. Suerte con eso.
Lorbada, la cita de Kusturica me hizo acordar, primero que nada, a The dark knight. Después me acordé del Río de la Plata y de una enorme cantidad de cineastas minimalistas que quieren parecerse lo máximo posible a Bresson, sin llegarle ni a los talones, claro.
Vamos, que hay montones de películas modernosas que, por sobre todo, les falta un poco de vida.
¿Realmente crees que Arizona Dream es tan artificial? Tu crítica, tanto buena como mala, es certera y, en cuanto a la mala, yo la aplicaría totalmente a La Vida es un Milagro. Arizona Dream me parece una obra maestra y la incluiría junto a Gatos (negro y blanco) entre sus obras máximas. No es de los pocos contemporáneos en construir un universo: Lynch, Cronenberg, Kitano, Iñarritu, Del Toro, Jarmsuch, Kaurismaki, Almodóvar, Jeunet y Caro, etc. Es de los BUENOS que crean universos.
Por último, como boliviano, como andino, no puedo sino sobrevalorar el contenido etnográfico de Emir, la ambigüedad entre la vida y la muerte, la fiesta y los funerales, Bubamara.
Saludos
Muy buena forma de acercarnos desde otro lugar a este director fellinesco. Saludos!
Diego, que curioso lo que decís de Arizona dream. Para mi gusto es una peli que carece de unidad, que pisa demasiados registros (es comedia alocada, drama surrealista, melodrama trágico, todo a la vez) sin acertar en ninguno. Además me pesó mucho que fuera tan larga. Es cierto que es muy singular y bizarra, pero a mí no me ha llegado. Y uff, Johnny Depp haciendo como una gallina es de las situaciones más patéticas que he visto en el cine.
Nada, que me quedo con cualquiera de las otras. Te mando un abrazo!
Budokan, gracias por tu comentario y por tu atención. Salú.
Colega, si estas de acuerdo podemos hacer intercambio de links para promocionar ambos blogs. Te felicito por las criticas. Saludos, El Samurai www.criticandocine.com.ar
Samurai, encantado. Claro que sí, ya estoy linkeándote. Un abrazo y espero que sigas viniendo.
Muy buena reseña amigo Faraway. Aunque no soy muy amante del cine y del universo de Kusturica, he visto algunas de sus peliculas pero ninguna logra trasmitirme algo. Sera por ese humor grotesco y exacerbado y sus situaciones que se regodean con lo bizarro. Eso mucho no me compra jaja. Un abrazo amigo y gracias por tu opinion sobre Fragmentos!
Ariel.
Buen texto, con el que coincido en casi todo. Sueños de Arizona opino que es una obra maestra, la mejor de Kusturica. No veo que sea un problema lo largo que sea el metraje, siempre que se tengan cosas que decir, claro está.
Creo que Kusturica es precisamente un director que todavía tiene muchas cartas que jugar, como bien dices, siempre que no se estanque y sepa seguir sorprendiendo al espectador como lo ha hecho hasta ahora (perdonándole los baches, como a todos, claro)
Un saludo!
Me pasó algo raro con Kusturika.
Me desagradópersonalmente y después ya nunca quise ir a ver nada de él.
No cuando toca ni lo que hace.
Es culpa mía.
Estaba en San Sebastián dando uno de los cursos de verano que doy habitualmente, Astrofísica 101, y lo vi en una entrevista.
Dijo muy claramente que no había que dejar entrar inmigrantes y que había que deportarlos a sus países de origen. Especialmente a los sudamericanos.
Me extrañó mucho y seguí escuchando... luego de un rato le hicieron una pregunta sobre su radicalismo frente a esa idea y dijo que en realidad se refería a que había que mejorar a los países de estas gentes para que no tuviera que emigrar..
Me pareció un poco tomado de los pelos.. Como que había pisado en falso y se esforzaba por arreglarlo.
Igual como músico y cineasta capaz que es brillante, me lo debo... y se que no soy racional..
salu2
C
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