jueves, 8 de abril de 2010

JCVD (Mabrouk El Mechri, 2008)

Los forzudos también lloran

Hay que verlo para creerlo. Era inimaginable que Jean-Claude Van Damme, con 48 años fuera a protagonizar una película digna de ser vista, y que encima fuese una de las mejores concebidas últimamente. Y lo más increíble es el rol que interpreta, ya que es de los papeles más expositivos, compremetedores y rabiosamente sinceros que se hayan podido ver en mucho tiempo. Van Damme es JCVD, lo que significa que interpreta un personaje inspirado en sí mismo. Pero como ha ocurrido con su nombre, su identidad se ha transformado en una sigla, una expresión mínima. Vemos un monigote patético, caído en desgracia, relegado a un submundo cinematográfico de producciones clase Z, agobiado por las deudas, dolido por la pérdida de la tenencia de su hija. Un despojo viviente que vuelve, destrozado, a su Bruselas natal, quince años después de haber sido una de las estrellas más representativas del cine de acción mainstream.
“¿Qué he hecho por este planeta? ¡Nada! ¡No he hecho nada!” dice Jean-Claude en determinado momento, mirando a cámara y deshecho en lágrimas, en una confesión sorprendente, increíblemente emotiva. El mismo actor que hizo de tipo duro decenas de veces, aquel soldado universal imbatible, ese superhombre al que le tocaba eliminar docenas de viciosos malparidos por película, carne y fibra al servicio del combate simulado. Aquí se lo ve quebrado, exponiendo su derrota como una prostituta desvencijada, como un niño desamparado, admitiendo que lo tuvo y lo perdió todo, rindiéndole cuentas a su adicción a las drogas y a su desmesurada ambición. Hay quienes hablan de una interpretación brillante. Con perdón, esto jamás podría ser una actuación, esto es real life.
La primer escena es fenomenal: vemos a Jean-Claude en medio de una película especialmente mala, derribando extras sin parar, desarrollando una escena de acción imposible, sin cortes y repleta de tiros, patadas y explosiones. Un plano secuencia que extenuaría al atleta mejor entrenado. Luego de que la toma fracasa, JCVD se dirige al mediocre director y le explica que tiene 48 años, y que le cuesta mucho seguirle el ritmo a una toma de esta magnitud. El director, presumiblemente hongkonés, responde indirectamente “Que él haya llevado a John Woo a Hollywood no significa que tenga que frotarme el pene con una lija”. Luego de un par de traspiés más, sin haber dormido en varios días, recorriendo casi por inercia las calles de Bruselas y soportando los comentarios de los transeúntes que lo reconocen, el protagonista va a una oficina de correos, y tiene la suerte de que allí está teniendo lugar un atraco con toma de rehenes incluida, del que pasa a formar parte involuntariamente. Aquí es que la película da un nuevo giro, confrontando una vez más ficción con realidad. JCVD se encuentra, por primera vez, con una situación que sólo había vivido en películas.
Plagada de sorpresas, giros y saltos temporales que llevan a buscar explicaciones al cuadro y a cuestionar los límites de lo real y lo simulado, transitando al mismo tiempo documental y ficción, comedia y drama, policial y acción; con un ritmo endiablado, desternillante de a ratos y muy seria y grave por otros, JCVD se da la mano con el cine de Guy Ritchie y de Tarantino, de Sydney Lumet y de Fellini, y plantea reflexiones en torno al espectáculo cinematográfico y su ligereza, sobre el individuo y su lugar en el mundo. El desconocido director francés Mabrouk El Mechri demuestra no tenerle miedo a la experimentación cinematográfica, logrando escenas sumamente originales que asimismo revelan un inmenso conocimiento del medio. Algunos detractores han señalado que la película pretende ser una exhibición de Van Damme como un verdadero actor, un vehículo para promocionarse a sí mismo. Y es posible que sí, que eso sea en parte –todas las películas promocionan indirectamente a alguien- lo que no quita que además sea un ejercicio catártico y una forma de redimirse, de que el hombre por fin haga una obra memorable, de que contribuya a forjar algo bueno, divertido, reflexivo y emocionante.

Publicado en Brecha 9/4/2009

Ajeno sólo en apariencia, vean este asombroso video:

6 comentarios:

mge dijo...

Buenísima JCVD. Sobretodo el monólogo/confesión del protagonista.

Anónimo dijo...

Recuerdo a mi primo (tendrá más o menos treinta y tantos años) queriéndose parecer a JCVD. Para ellos este luchador ha sido un ícono. Y bueno, particularmente hablando, me gustan algunas de sus películas: Retroceder nunca rendirse jamás (con un Forest Whitaker en un papel pobre); León, luchador callejero; Kick Boxer (con los inolvidables Tau Po y Mai Ly -o como se escriban-), y algunas más. La película de la que haces referencia la he estado buscando y aún no la encuentro. Sé que estará buena... y así hago añicos al ídolo de mis primos y todo su generación.

Saludos...

JESUS JARA.

Diego Faraone dijo...

Me acuerdo que de adolescente me gustaba Kickboxer y El gran dragón blanco, ambas violentísimas. Hoy temo verlas, sobre todo porque intuyo que deben ser malísimas...
La película no hace añicos a Jean-Claude, más bien logra que uno lo entienda y lo pondere mejor. En todo caso, el mismo hace añicos a toda su obra previa. Eso es aún mejor.

tomas dijo...

The Big Lebowski: Are you surprised at my tears, sir?
The Dude: [Smoking a joint] Dude, fuckin' A!
The Big Lebowski: Strong men also cry... strong men also cry.


(le había errado de entrada para comentar, perdon, abrazo)

Diego Faraone dijo...

Tomas, excelente comentario!!! No sé porqué se me traspapeló y recién pude publicarlo ahora. Gracias por el aporte.

Montado de un Huevo dijo...

Esta pelicula m encantooo..la verdad q no m lo esperaba para nada de Van Damme...hizo q cambie mi opinion sobre él...un grosoo...y ese monólogo junto con el juego visual, el movimiento de cámara...y el desprendimiento narrativo principal....cm dijeron mas arriba..ESPECTACULARRRRRR